Paz a ritmo de protesta en Sudán

Fuente: Umoya num. 99 – 2º trimestre 2020                                  Beatriz Castañeda Aller

Quién es la joven sudanesa que se convirtió en un ícono de las protestas en  su país - Infobae

Quienes lideraron las protestas que inundaban las calles de las principales ciudades de Sudán en el mes de abril de 2019 exigiendo la caída del dictatorial gobierno de Omar Hasán Ahmad al Bashir, hoy, justo un año después, ya ocupan los asientos del denominado “Parlamento de Transición”. El acuerdo que emergió de esta revolución y que puso fin a la escalada de violencia y represión no solamente prevé para el año 2022 las primeras elecciones democráticas del país en mucho tiempo, sino que también ha allanado el camino para la celebración de unas fructíferas negociaciones de paz. El pueblo sudanés ha construido en pocos meses de manera ejemplar un camino hacia la paz y la democracia recorrido por protestas pacíficas ciudadanas.

No pararon con el estado de emergencia decretado por Omar Hasán Ahmad al Bashir cuando iniciaron las sentadas contra el fin de los subsidios al trigo y combustible, no lo hicieron con la escalada de violencia y represión ni tampoco cuando el Ejército se apropió del mensaje de las protestas y decretó un Consejo Militar Transitorio de tres años. Las Fuerzas de la Libertad y el Cambio, plataforma que agrupa la mayor parte de los movimientos en protesta de Sudán, han venido protagonizando las sublevaciones desde finales de 2018 hasta hoy, cuando al fin comienzan a verse civiles ocupando los asientos del Parlamento. Está siendo un lento tránsito desde un gobierno dictatorial hacia un sistema democrático que cuente con la participación de todos los sectores de la ciudadanía, conducido por el propio pueblo sudanés Así lo demuestra el acuerdo recién anunciado entre el Ejército y la sociedad civil para la creación de un Parlamento de Transición a mediados de mayo de 2020, que repartirá las responsabilidades de gobierno entre ambos grupos.
El logro con el que tal vez no contaban las primeras personas manifestantes en Jartum, coreadas por poetas y cantantes, era la consecución de un espacio para la paz con la caída del gobierno autocrático. Esta ha sido, tal vez, una de las mejores y más inesperadas consecuencias de las sublevaciones pacíficas,
pues, mientras las voces urbanas clamaban por mayores derechos sociales y civiles, en las áreas rurales se veía una
oportunidad para la paz. Y así ha ocurrido, la búsqueda de un sistema democrático horizontal, que incluyera a representantes
de todas las regiones, ha satisfecho muchas de las razones por las que emergieron grupos guerrilleros en las periferias del país, que ahora han visto en el tránsito a la democracia una oportunidad de representación y vinculación al gobierno.
En este mes de mayo están siendo designados los puestos de gobernación, entre los cuales el Frente Revolucionario exige un hueco como condición para la consecución de un posible acuerdo de paz.

kandaka -

Ilustración de la “Kandaka”, símbolo de las protestas en Sudán, realizada por Amam M

Esta horizontalidad está llegando también a otros sectores, superando otro de los grandes retos del acuerdo, como era la
participación de mujeres en el gobierno, ya que estas habían estado excluidas de la toma de decisión de las Fuerzas de la
Libertad y el Cambio, a pesar de haber liderado las protestas desde el inicio. No en vano, la imagen de la Kandaka o “Reina Nubia”, una mujer vestida con una túnica blanca de algodón cuyo canto se erigía por encima de la masa de manifestantes desde el capó de un coche, ha sido durante todos estos meses un icono de la revolución sudanesa. Ahora, el Gobierno de Transición se ha comprometido a priorizar los derechos de las mujeres y el primer ministro ha designado a varias para cargos en el gabinete como asuntos exteriores, juventud y deportes, educación superior y desarrollo laboral y social. Como gran lección de las protestas de los últimos meses, la lucha de las mujeres sudanesas no se detiene ante promesas, una fuerza reivindicativa que ya se ha visto reflejada en el triunfo de la prohibición de la ablación en este mes de mayo y que deberá enfrentarse a otras limitaciones como la violación conyugal y los enlaces en menores de edad, que siguen sin considerarse delitos en el país.
El acuerdo aún plantea, sin embargo, muchos retos y muchos riesgos. Tiene por delante la difícil tarea de desmantelar el carácter profundamente islamista en la estructura gubernamental que ha prevalecido durante los últimos años, así como las reformas radicales de los sectores económicos y judiciales claves que controlaba. Todo ello con el aliciente de construir un nuevo Gobierno de Transición que se ha compuesto en alianza con el Consejo Militar Transitorio, acusado por algunos grupos ,como el Partido Comunista de Sudán o las propias Fuerzas de la Liberación y el Cambio, de ser un descendiente directo del antiguo régimen. Las críticas circulan asegurando que los grupos sublevados han tenido en sus manos la toma del poder civil en muchas ocasiones, mientras que optar por pactar con el Ejército supone no minar ninguno de los privilegios de la clase dominante.
De cualquier forma, la revolución sudanesa de los últimos meses está consiguiendo liderar por medios pacíficos un proyecto que tiene el potencial de convertirse en una transición hacia un futuro más democrático. A ritmo de protesta, el pueblo sudanés tiene la oportunidad de protagonizar un momento clave que, mal gestionado, puede revertir en un nuevo periodo dictatorial, pero que también puede conducir a la tan esperada democracia, y
construida desde abajo.

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