Fuente: https://www.investigaction.net/es/america-latina-en-resistencia-neoliberalismo-agotado/ JESSICA DOS SANTOS / RICARDO VAZ 15 Ago 2022
Durante mucho tiempo, analistas de derecha y del establishment señalaban a Panamá como un “ejemplo” a seguir. Un país con poca regulación, entregado al capital financiero, pero con relativa estabilidad política en el contexto latinoamericano. Las últimas semanas destaparon por completo ese velo.
En el mes de julio, el pueblo panameño salió masivamente a las calles para protestar contra el aumento insostenible del costo de vida. Luego de represión y mesas de diálogo, el gobierno logró llegar a acuerdos el pasado 21 de julio con las organizaciones de base y desmovilizar las protestas. Pero la “paz” duró muy poco…
Agrupaciones sindicales de Panamá anunciaron la reanudación de las manifestaciones y cierres de vías a partir de mediados de agosto tras el incumplimiento de los acuerdo.
Al respecto, los trabajadores señalan que el Gobierno presidido por Laurentino Cortizo—que asumió en julio de 2019— no está vigilando que se cumpla el congelamiento de precios a 72 productos de primera necesidad, ni el otorgamiento del subsidio para los compradores de gasolina.
La Alianza Pueblo Unido por la Vida, una de las principales plataformas gremiales, denunció que el sector empresarial se resiste a poner en práctica lo pactado en la mesa de diálogo.
Además, los líderes de las protestas aseguran que el Ejecutivo les hizo firmar el acuerdo bajo presión y no mostró disposición de negociar otras demandas, como reducir los precios de la canasta básica y los medicamentos.
Asimismo, se manifestaron en contra del mecanismo ideado para el despacho de combustible a las personas, que implica presentar la cédula de identidad.
Al respecto, el líder del poderoso sindicato de la construcción Suntracs, y miembro de una de las alianzas populares que promovieron las protestas nacionales de julio pasado, Saúl Méndez, afirmó que el Ejecutivo actúa “como si no quisiera resolver ningún problema”.
La decisión genera preocupación en diversos sectores de la economía pues las manifestaciones registradas en julio causaron fuertes problemas de desabastecimiento de alimentos y combustible en los centros urbanos y pérdidas millonarias a la agricultura debido a bloqueos en la principal carretera de Panamá.
En 2021, Panamá fue uno de los países con mayor crecimiento económico después del frenazo que provocó la pandemia de Covid-19. Con 15,3 % de expansión del Producto Interno Bruto (PIB), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) situó a la nación centroamericana a la cabeza de la recuperación. Pero los últimos meses dejaron en evidencia la volatilidad de la economía panameña.
El alza sostenida de los combustibles —potenciada por el conflicto entre Rusia y Ucrania— dejó al descubierto el modelo de dependencia energética de Panamá, que importa el 100 % de los derivados del petróleo que consume. En el país no hay ni una sola refinería, lo que provoca que las oscilaciones en el mercado internacional petrolero tengan un impacto directo en su economía.
En este sentido, el suministro de combustible está exclusivamente en manos privadas y lo único que puede hacer la Secretaría Nacional de Energía (SNE) es establecer un precio tope a los carburantes. De hecho, uno de los puntos claves del acuerdo entre el Gobierno y los sindicatos fue establecer un precio congelado del combustible de 3,25 dólares por galón.
Más allá de eso, Panamá arrastra problemas estructurales como la opacidad fiscal, la corrupción, los altos niveles de deuda y una profunda desigualdad. El último informe del Banco Mundial destaca que la pobreza rural se mantuvo 6 veces más alta que en las áreas urbanas y la crisis del covid-19 provocó un aumento de 2,7% en la tasa de la pobreza.
Los mecanismos que hacen de la nación centroamericana un destino atractivo para capitales son al final su propia debilidad. Un Estado rehén de intereses capitalistas, en su gran mayoría foráneos, queda sin margen de maniobra y sin capacidad de respuesta ante crisis internacionales que están fuera de su control.
Históricamente, y especialmente después de la invasión de 1989, Panamá ha estado firmemente en la esfera de influencia estadounidense. El estratégico Canal de Panamá es un elemento geopolítico fundamental.
No obstante, con el agotamiento del modelo neoliberal, Washington podrá muy pronto tener un “problema” en manos con un gobierno que busque reorientar las prioridades del país. Luego de Colombia y potencialmente Brasil en octubre, son cada vez menos los aliados fieles del imperio.