Palestina y Oriente Medio: Objetivos oficiales de la guerra y los verdaderos propósitos

El Sudamericano                                                                                                             Saïd Boumam

ahttps://bouamamas.wordpress.com/

Bureau d ‘information Alba Granada North Africa

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Advertencia del autor:

Este artículo debía publicarse en el número de mayo de 2025 de la revista “Les Possibles” (del Consejo Científico de Attac Francia). Ha sido censurado, con la siguiente explicación:

«Tras una semana de reflexión y debate en el seno del equipo de Les Possibles, hemos decidido no publicar su texto. A pesar de los cambios que ha introducido en la redacción, sigue siendo una aprobación de lo ocurrido el 7 de octubre de 2023. Ni la revista, ni la asociación Attac pueden ser complacientes en lo más mínimo, y menos aún podemos estar de acuerdo en aprobar semejantes masacres, que sin duda se entenderían muy mal. Por supuesto, su artículo también pone de relieve el espantoso genocidio perpetrado por el gobierno israelí. Pero la condena de este último no compensa la aceptación del primero. Ante esta tragedia general, creer que la estrategia de Hamas podía dar una perspectiva a los palestinos está resultando una visión desastrosa, ya que no ha surgido ninguna solución política, ni siquiera la promesa de nuevas negociaciones positivas. Puede estar seguros de que estamos desolados por esta monstruosa situación, y lamentamos tener que tomar esta decisión. Lamentamos tener que tomar esta decisión, pero ello no disminuye nuestra estima mutua, y esperamos volver a encontrarnos en tiempos mejores.»

Sin comentarios por mi parte.

En el momento de la firma del alto el fuego el pasado enero, un representante de las Naciones Unidas resumió el estado de los daños materiales de la siguiente manera:

«El enclave está actualmente sepultado bajo entre 40 y 50 millones de toneladas de escombros […] Se necesitarían unos 30.000 millones de dólares para reconstruir Gaza, donde casi el 70% de la infraestructura, el 60% de las viviendas y el 65% de las carreteras fueron destruidas durante los 15 meses de guerra1». «Según el Observatorio Euromediterráneo de Derechos Humanos, el número de bombas lanzadas durante los primeros seis meses de la guerra [70.000 toneladas] ya superó las de Londres en 1940-1941 [18.300 toneladas], Hamburgo en 1943 [8.500] y Dresde en 1945 [3.900 toneladas]2».

Estas pocas cifras son suficientes para distinguir la secuencia actual de guerras de todas las que la han precedido desde 1948 y la creación del Estado de Israel. Enfatizan el objetivo de cambiar estructuralmente el equilibrio de poder en la región, no solo para Tel Aviv, sino también para Washington.

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La rápida evolución del contexto regional antes del 7 de octubre

El contexto regional está evolucionando con especial rapidez antes del 7 de octubre de 2023. La secuencia inicial del período es una ofensiva a largo plazo de Estados Unidos e Israel, desencadenada por los Acuerdos de Oslo, cuyo objetivo es aislar completamente la resistencia palestina mediante los “Acuerdos de Abraham”. Cada uno de los actores de estos acuerdos persigue sus propios objetivos al aceptarlos en una lógica de realpolitik fría y cínica. Hicham Alaoui, investigador de Berkeley, analizó en un texto previo al 7 de octubre estos acuerdos como una alianza entre tres fundamentalismos: el de los evangélicos estadounidenses, los fundamentalistas judíos de Israel y los “fundamentalistas de Estado” de los países árabes firmantes de los acuerdos. Resumió así los objetivos de cada uno de ellos antes del cataclismo del 7 de octubre:

«Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump, quería revivir una hegemonía en declive […] Sus aliados (Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Marruecos) insinuaron la posibilidad de una normalización con Israel para asegurar nuevos acuerdos comerciales, asistencia militar y otros beneficios. Marruecos […] esperaba que una mano tendida a Tel Aviv aliviara la presión sobre el Sahara Occidental, siendo la clave el reconocimiento de la soberanía de Rabat sobre este territorio3.

La dimensión religiosa del acuerdo es, en nuestra opinión, sólo la cáscara aparente de los intereses económicos y geoestratégicos en juego en la región. Las clases dominantes siempre persiguen sus intereses utilizando los medios que consideran más eficaces en un contexto determinado. Para Washington, la cuestión es, por supuesto, el control del centro estratégico global que es Oriente Medio. En la intersección de Europa, Asia y África, esta región ha ocupado esta posición de nodo durante varios siglos y ha sido una preocupación central de todas las potencias coloniales y luego imperialistas desde el nacimiento del capitalismo en Europa4. Esta dimensión de nodo estratégico es la base material del apoyo occidental incondicional a Israel, como lo ilustra una vez más el genocidio actual. Es también esto lo que dicta los ejes centrales de la estrategia estadounidense: contrarrestar la dinámica económica de los BRICS y en particular de China, aislar a Irán antes de que pueda ser derribado, imponer a Israel como potencia regional dominante y como gestor local de los intereses occidentales.

Para lograr estos objetivos estratégicos, el aislamiento de Irán era imperativo. Esto dio lugar a una exacerbación deliberada del antagonismo pseudochiita-sunita. La lectura religiosa, promovida deliberadamente por Washington, permite enmascarar los verdaderos problemas materiales y estratégicos de alcance mundial, evocándolos como de dimensión puramente regional. Según el discurso dominante, tanto político como mediático, sólo serían el resultado de un “imperialismo iraní” al que resisten los Estados sunitas. Esta reduccionista lectura ha justificado, desde 2015, la intervención militar en Yemen por parte de la coalición liderada por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos y el apoyo de Estados Unidos.

Esta secuencia inicial termina en el año 2023, cuando el mundo experimenta una aceleración repentina. Varios factores se han combinado desde 2021 para producir esta aceleración bajo la mirada momentáneamente impotente de Washington. El primero de ellos es el avance económico de China en la región y sus consecuencias diplomáticas. Actualmente el Golfo satisface el 40% de las necesidades petroleras de China. La obtención de este suministro se traduce en una intensa actividad diplomática, con por un lado la firma en marzo de 2021 de un acuerdo de cooperación estratégica por valor de 450.000 millones de dólares estadounidenses y por otro lado la organización en diciembre de 2022 de tres cumbres en Arabia Saudita durante la visita del presidente chino a este país: una cumbre China-países del Golfo, otra cumbre China-países árabes y finalmente una cumbre China-Arabia Saudita.

El segundo factor es el estancamiento militar en el Yemen. Esta guerra costó al reino saudí más de 100 mil millones de dólares sin lograr ninguno de los objetivos bélicos5. El tercer factor es el “costo moral” de esta guerra, considerada por las Naciones Unidas como la peor catástrofe humanitaria del mundo6. La acumulación de estos factores condujo al cataclismo para Estados Unidos que fue el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Irán en marzo de 2023, tras negociaciones secretas que tuvieron lugar bajo mediación china. El aliado histórico de Estados Unidos renueva sus relaciones diplomáticas con el “enemigo chiita” que Washington se ha esforzado tanto en construir, además con la mediación de China, considerada el “enemigo número uno” desde que Estados Unidos adoptó la teoría del “pivote asiático” a principios de la década de 2010. Una vez más se verificó el adagio atribuido a De Gaulle: “Los Estados no tienen amigos, sólo tienen intereses”.

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La importancia estratégica del 7 de octubre

El contexto reciente de aceleración repentina de la historia es esencial para comprender tanto la ofensiva militar palestina del 7 de octubre y sus objetivos, la violencia de la reacción israelí alentada por Washington y el actual equilibrio de poder después de 18 meses de genocidio. Es precisamente este cambio en el contexto regional lo que ha llevado a las organizaciones de resistencia palestina a considerar, con razón, que la situación era propicia para romper la dinámica de los Acuerdos de Abraham. Estas medidas habían impuesto, de hecho, un aislamiento de la resistencia palestina, un aumento de la colonización, la transformación de Gaza en una prisión al aire libre para sus dos millones de habitantes y la desaparición de la cuestión palestina de la agenda política y diplomática mundial. El objetivo principal y el resultado del 7 de octubre es la congelación temporal del impulso de los ‘Acuerdos de Abraham’ y el retorno a la cuestión palestina, que vuelve a estar en el primer plano de la agenda.

Este objetivo es compartido por todas las organizaciones de resistencia palestina. La operación “Diluvio de Al-Aqsa” del 7 de octubre no fue sólo obra de “Hamás”, como afirmaron y siguen afirmando la mayoría de los medios de comunicación. En esta operación militar participaron otras cinco organizaciones, desde la Yihad Islámica hasta el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), que se declara marxista. Si bien Hamás tiene una importancia primordial, estamos lejos de la versión reduccionista dominante que lo presenta como una acción llevada a cabo por fanáticos islamistas.

Para lograr tal resultado fue necesaria una operación militar a gran escala. El ataque simultáneo a bases militares israelíes alrededor de la Franja de Gaza y a localidades cercanas por parte de comandos que cruzaron el muro de separación a pie, en motocicletas, coches, camiones o ultraligeros, reunió a casi 3.000 combatientes. El objetivo de la operación era tomar el mayor número posible de rehenes para luego negociar la liberación de prisioneros palestinos. Según la estimación de la seguridad social israelí, el despacho de AFP del 15 de diciembre de 2023 calcula el número de víctimas de la siguiente manera:

«El número de muertos por el ataque asciende ahora a 695 civiles israelíes, incluidos 36 niños, así como a 373 miembros de las fuerzas de seguridad y 71 extranjeros, lo que da un total de 1.139 hombres»7.

Las autoridades israelíes estiman el número de rehenes en 240. Estas pocas cifras bastan para subrayar la magnitud sin precedentes de la operación. También destacan la desproporción de la respuesta israelí. La UNICEF presenta el costo humano de esta respuesta al 24 de abril de la siguiente manera: 51.266 muertos, incluidos 15.613 niños, y 11.200 desaparecidos8.

Un año después del 7 de octubre de 2024, el historiador Vincent Lemire analiza lo que él llama un “punto de inflexión radical” de la siguiente manera:

El 7 de octubre es un punto de inflexión radical. Este conflicto presenció una sucesión de guerras interestatales (1948, 1967 y 1973), intifadas (1987 y 2000), luego el fracaso de los Acuerdos de Oslo (1993) y, finalmente, los Acuerdos de Abraham (2020). El 7 de octubre puso fin al espejismo de los acuerdos de paz anteriores y a la ilusión de que los acuerdos comerciales entre Israel y los regímenes árabes autoritarios podrían resolver la cuestión palestina”9.

El 7 de octubre también tuvo el efecto de hacer añicos la narrativa de seguridad israelí que postulaba la invulnerabilidad total del Estado de Israel debido a su superioridad tecnológica militar y a sus servicios de inteligencia que se presentaban como infalibles. Esta novela de seguridad fue difundida de manera consciente y sostenible para producir un sentimiento de seguridad casi total dentro de la población israelí. El pasado enero, la corresponsal de “Le Monde” en Tel Aviv tituló su artículo “En Israel, una emigración sin precedentes”, explicando:

Miles de israelíes, a veces familias enteras, han abandonado el país para establecerse en el extranjero. Las causas son la inseguridad y la guerra en Gaza, pero también las políticas del gobierno de Netanyahu y el peso de la religión en el país”10.

La Oficina Central de Estadística de Israel estima estas salidas para el año 2023 en diciembre de 2024: 82.700 personas abandonaron Israel en 2024, mientras que solo 23.800 regresaron11. Algo sin precedentes desde la creación del Estado de Israel. La situación es similar en la frontera libanesa, donde la sensación de inseguridad nunca ha sido tan alta. La idea de una política de disuasión eficaz mediante la amenaza permanente de intervención en el Líbano ya no es creíble para un número creciente de israelíes.

De manera similar, el discurso oficial israelí sobre la resistencia palestina está en gran medida debilitado. Esto supuso una pérdida de poder de esta resistencia que sólo se mantenía unida gracias al apoyo externo, y en particular el de Irán. Durante varias décadas, el eje central de defensa oficialmente declarado fue la famosa “amenaza iraní”, considerándose que los territorios palestinos, en el mejor de los casos, estaban completamente bajo control y, en el peor, que lo estarían rápidamente. La operación “Inundación de Al-Aqsa” desmiente la imagen de una resistencia palestina reducida a unos pocos pequeños grupos. Esto demuestra la capacidad de esta resistencia para llevar a cabo ataques a gran escala. Por último, el alcance del apoyo estadounidense ha puesto de relieve para todo el mundo la imposibilidad de alcanzar la “seguridad” sin una dependencia extrema de una potencia externa. Es cierto que Estados Unidos nunca ha escatimado ayuda económica y militar a Tel Aviv en el pasado, pero nunca en la escala actual: despliegue de buques de guerra, entrega masiva de armas, apoyo logístico, etc.

Estos pocos factores indican que el 7 de octubre produjo un cambio abrupto y radical en el equilibrio de poder regional a favor de los palestinos. La violencia de la respuesta israelí, es decir, el innoble genocidio perpetrado durante el último año y medio, es incomprensible sin tener en cuenta este cambio inesperado. Lejos de ser el resultado de una simple “locura” de Netanyahu, es ante todo un intento de revertir radicalmente el nuevo equilibrio de poder producido el 7 de octubre.

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Objetivos de guerra declarados y objetivos de guerra reales

El genocidio en curso se ha desarrollado sobre la base de tres objetivos de guerra declarados desde el comienzo de la carnicería: “erradicar a Hamás, liberar a los rehenes y evitar que Gaza siga siendo una amenaza para la seguridad de Israel”. Cuatro meses después, regresó al cargo para recordar estos objetivos y prometer que «la victoria está al alcance. No es cuestión de años ni décadas, es cuestión de meses»12. Aparte de la naturaleza contradictoria del objetivo de “liberar a los rehenes” y el de “erradicar a Hamás”, estos objetivos de guerra son imposibles de alcanzar. Como suele ocurrir en las guerras coloniales, los militares se muestran más lúcidos, como el portavoz del ejército israelí, Daniel Hagari, quien declaró en televisión el 19 de junio de 2024:

«Hamás es una ideología, no se elimina una ideología. Decir que vamos a hacer desaparecer a Hamás es echar polvo a los ojos de la opinión pública »13.

La ampliación oficial de los objetivos de guerra al 17 de septiembre de 2024 es igualmente irreal. El comunicado de prensa de hoy anuncia esta expansión de la siguiente manera: «El regreso seguro de los habitantes del norte (del país) a sus hogares»14. El nuevo objetivo de la guerra se especificó esa misma semana en términos de medios: «Destruir toda la estructura militar de Hezbolá, construida a lo largo de dos décadas»15. Olivier Dujardin, investigador y experto militar del Centro de Investigación de Inteligencia Francés, evalúa el realismo de tal objetivo de la siguiente manera:

«No se destruye una organización como Hezbolá. Ni siquiera la eliminación de todos sus miembros provocaría su desaparición pues la razón y las condiciones que rigen su existencia siguen vigentes. Cuando te enfrentas a una organización como Hezbolá, que puede tener 50.000 o 100.000 combatientes dependiendo de la fuente, y estás decapitando cabezas, de repente estás tratando con una miríada de células que tardarán un tiempo en reunirse, pero eventualmente sucederá […]. Los israelíes compran tiempo por sólo unas pocas semanas o meses.16»

Los objetivos de guerra poco realistas de Netanyahu no significan que el primer ministro israelí sea irracional. La actual reducción de Netanyahu a un loco completamente desconectado de la realidad no ayuda en nada a comprender la situación. Los objetivos de guerra poco realistas de Netanyahu no son, en nuestra opinión, más que cortinas de humo para enmascarar sus verdaderos objetivos de guerra: redibujar todo el mapa regional. Este objetivo central de la guerra, compartido desde hace tiempo con los neoconservadores estadounidenses, presupone un nuevo trazado de las fronteras con Siria y Líbano, una dependencia total de Jordania y Egipto, una subyugación de Irán, una deportación masiva de palestinos y una supremacía regional contractualmente reconocida para Israel.

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Elementos del balance de una guerra genocida

Un año y medio después del inicio de una guerra genocida anunciada con una duración de “solo unos meses”, ninguno de los objetivos bélicos se ha logrado. No sólo no se ha erradicado a Hamás ni a Hezbolá, sino que Tel Aviv se ha visto obligado a negociar ceses del fuego con ellos. Este fracaso estratégico, sin embargo, no debe llevarnos a subestimar el alcance de las victorias tácticas logradas mediante un despliegue de fuerzas militares sin precedentes en la región, un gasto militar igualmente sin precedentes y una violencia genocida sostenida e ilimitada. Los golpes asestados tanto a las fuerzas de resistencia palestinas como a la principal, Hamás, son graves. Debilitan significativa y permanentemente la capacidad de acción militar de estas fuerzas. Lo mismo ocurre en el Líbano con Hezbolá.

Desde el 7 de octubre, Netanyahu ha reafirmado a Israel como la principal potencia militar de la región. Esta demostración de fuerza, totalmente desproporcionada en relación con las fuerzas opuestas, es incomprensible sin tener en cuenta la magnitud de los efectos del 7 de octubre en la sociedad israelí, en el pueblo palestino y, más ampliamente, en todos los pueblos de la región. Se trataba de intentar restablecer el mito de la invencibilidad del ejército israelí, incluso a costa del genocidio. La imagen internacional de Israel, las vidas de los rehenes, el equilibrio interno de la sociedad política israelí, etc., todo ha sido sacrificado en aras de esta preocupación primordial de corto plazo. El precio a pagar es alto. Israel nunca ha estado tan desacreditado ante los ojos de la opinión pública mundial. La denuncia de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia presentada por la República de Sudáfrica fue rápidamente apoyada por quince países. Está aumentando el número de países que reconocen un Estado palestino, como España, Irlanda, Noruega, Eslovenia y Armenia. La Corte Penal Internacional emite una orden de arresto contra Netanyahu y su ministro de Defensa en noviembre de 2024 tras su investigación sobre crímenes de guerra. Estos hechos subrayan que la victoria militar se logra a costa de una derrota moral masiva y a largo plazo.

La victoria militar táctica de Israel no va acompañada de ninguna victoria política. No se ha establecido ninguna distancia entre el pueblo palestino y sus organizaciones de resistencia, ni entre Hezbolá y los habitantes del sur del Líbano. Una de las funciones de la violencia total del ejército israelí fue precisamente producir esa fractura. La imagen del retorno de los refugiados en el momento del alto el fuego tanto en Gaza como en el Líbano es una prueba de un fracaso total en este ámbito. Agitando banderas de Hamás y Hezbolá, los refugiados regresan a sus hogares para reasentarse en las ruinas. Sin embargo, toda la historia de las luchas de liberación nacional atestigua que las victorias militares sin victoria política ciertamente pueden debilitar al adversario, pero no pueden derrotarlo, y mucho menos erradicarlo, como afirma Netanyahu.

Tras, por ejemplo, las masacres de Sétif, Guelma y Kherrata en Argelia en 1945, que dejaron decenas de miles de muertos, el general Duval, responsable de este crimen, resumió la situación de la siguiente manera: «Les di paz durante diez años; si Francia no hace nada, todo volverá a empezar, peor y probablemente irremediablemente»17. El adolescente Kateb Yacine, testigo de esta violencia, explica las consecuencias de este macabro espectáculo en su vida:

«Fue en 1945 cuando mi humanitarismo se enfrentó por primera vez al más atroz de los espectáculos. Tenía veinte años. Nunca he olvidado la conmoción que sentí ante la despiadada carnicería que causó la muerte de varios miles de musulmanes. Aquí es donde se cimentó mi nacionalismo»18.

Los niños y adolescentes que ahora constituyen la «generación del genocidio» experimentarán, lógicamente, consecuencias similares. En enero de 2025, el secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, ya señaló:

«Sin […] un horizonte político creíble para los palestinos, Hamás –o algo igualmente abyecto y peligroso– contraatacará […], estimamos que Hamás ha reclutado casi tantos militantes nuevos como ha perdido19». Por supuesto, la situación es similar en el Líbano para Hezbolá.

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El punto de inflexión de 2025

La caída de Bashar Al-Assad y luego la llegada de Trump al poder son dos acontecimientos que cambian considerablemente el equilibrio de poder. La nueva configuración elimina una base de retaguardia para la resistencia palestina y libanesa, aísla aún más a Irán y elimina todos los límites, incluso los formales, a los planes de cirugía política y territorial de Netanyahu. Considerándose acertadamente en una situación histórica sin precedentes desde la Nakba, cree que ahora puede asumir sus verdaderos objetivos de guerra. Ya no se trata de “erradicar a Hamás”, sino de transformar Gaza y Cisjordania en espacios inhabitables para provocar un éxodo masivo. El objetivo ya no es instaurar una administración palestina totalmente dependiente de Tel Aviv, sino acelerar considerablemente la colonización. El objetivo ya no es asegurar las fronteras del sur del Líbano, sino imponer como mínimo el desarme de Hezbolá y una transformación de las fronteras para mejor. La misma lógica prevalece en Siria, donde se afirma el objetivo de una presencia duradera bajo el pretexto de establecer una “zona de seguridad”.

El discurso de Donald Trump sobre la “Riviera de Gaza” del 4 de febrero no fue sólo un discurso megalómano. Su objetivo es impactar con su maximalismo para hacer aceptables “soluciones” intermedias igualmente inaceptables. Contribuye a trivializar la idea de la deportación masiva centrando el debate en las condiciones de ésta. Las violaciones de los ceses del fuego en Palestina y el Líbano y la continua presencia de tropas israelíes en Siria están marcando el comienzo de una nueva estrategia militar para lograrlos. Sin ánimo de ser exhaustivos, abordemos algunos de estos ejes estratégicos.

La primera es la presión política y diplomática del gobierno estadounidense sobre el Líbano, combinada con los continuos bombardeos israelíes para lograr el desarme de Hezbolá. Dado el estado del ejército libanés, tal desarme significaría un Líbano sin ninguna capacidad de defensa. El segundo eje es la destrucción de todas las capacidades militares sirias, a pesar de un nuevo gobierno que sea al menos conciliador con Tel Aviv. En el proceso se utiliza el argumento de la seguridad para justificar una zona de seguridad duradera. El tercer eje es, por supuesto, Irán, sobre el que hay que ejercer una fuerte presión para que Teherán se retire a una postura puramente defensiva y deje de apoyar a la resistencia libanesa y palestina.

En lo que respecta a Palestina, tanto en Gaza como en Cisjordania, el cambio militar inaugurado con la reanudación de la guerra el 18 de marzo toma la forma del discurso sobre las “zonas de amortiguamiento” que no son otra cosa que la anexión. Los bombardeos y asesinatos de figuras de la resistencia, que habían sido las principales formas de intervención militar desde el 8 de octubre, dieron paso a una ocupación abierta. Al mismo tiempo, continúa la destrucción metódica de todas las condiciones de vida, y en particular de las infraestructuras [escolares, médicas, religiosas, etc.] en las zonas no anexadas. El objetivo es, por supuesto, crear un sentimiento de impotencia, difundir el desarme moral, producir una lógica de renuncia, fabricar el consentimiento para el exilio. Lejos de ser ciegas, las operaciones militares israelíes se basan, por el contrario, en estos objetivos de desmoralización colectiva.

Mientras escribimos este artículo, no hay señales de éxito para la nueva estrategia, a pesar de que la vida cotidiana en Palestina se está convirtiendo en una pesadilla. La misma cautela con la que el ejército israelí evita el contacto militar directo con las ciudades palestinas indica que Hamás está lejos de ser “erradicado”. La esperada rebelión masiva de los palestinos contra las organizaciones de resistencia no tuvo lugar. Los sueños de un acuerdo con los países vecinos para aceptar a los palestinos están enterrados, ya que los gobiernos de estos países no pueden aceptar ante sus pueblos su complicidad en esa deportación. En el Líbano, el Hezbolá, muy debilitado pero que sigue siendo la principal fuerza militar del país, ha rechazado por completo la idea misma del desarme. Los intentos de Estados Unidos de persuadir a Arabia Saudita y a los Emiratos Árabes Unidos para que reanuden la guerra contra los hutíes han sido rechazados por las mismas razones. En Irán, a pesar de las amenazas y ultimátums de Trump, inició negociaciones con Teherán, frustrando los sueños de Netanyahu de una guerra rápida y total. Incluso el nuevo régimen sirio se ha visto obligado a dar marcha atrás oficialmente en sus anuncios de firmar los Acuerdos de Abraham con Tel Aviv en 2026, tal ha sido la fuerte reacción popular.

El panorama actual está lejos de ser el de un éxito estratégico israelí. Se parece más a una lógica de atolladero y estancamiento.

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NOTAS:

1 Hicham Alaoui, Los acuerdos de Abraham, expresión de una alianza religiosa fundamentalista, “Orient XXI” del 12 de octubre de 2023 [el autor precisa que su análisis fue escrito antes del 7 de octubre].
2 Sólo otra región, el Sudeste Asiático, también tiene esta dimensión de nodo estratégico global con su participación del 40% del comercio transoceánico mundial. No es de extrañar que también sea un lugar de confrontación permanente, particularmente entre China y Estados Unidos.
3 Hicham Alaoui, cit.
4 Ver nota 2
5 “Bajo presión: los hutíes atacan al gobierno yemení con una guerra económica”, Middle East Institute, 27/02/2023
6 “Yemen: la peor catástrofe humanitaria del mundo, el fin de la crisis requiere diálogo político entre las partes, según altos funcionarios de la ONU”
7 Despacho de AFP del 15/12/2023.
8 UNICEF, Israel-Territorios Palestinos: después del alto el fuego, incertidumbre, disponible en el sitio web de UNICEF, https://www.unicef.fr
9 Vincent Lemire, El 7 de octubre es un punto de inflexión radical, “La Chronique”, revista de Amnistía Internacional, 7-10-2024.
10 Isabelle Mandraud, En Israel, una emigración sin precedentes“Le Monde”, 28 de enero de 2025.
11 “En Israel, un vuelo de cerebros masivo en 2024”, Courrier International”, 2 de enero de 2025.
12 Conferencia de negocios de Benjamin Netanyahu, publicada por AFP el 7 de febrero de 2024.
13 Publicado por AFP el 19 de junio de 2024.
14 “El regreso de los habitantes del norte de Israel, un nuevo objetivo de guerra para Netanyahu”, Comunicado de prensa de la oficina del Primer Ministro, AFP, 17 de septiembre.
15 Ghazal Golshiri y Hélène SallonLa vergüenza de Irán ante la ofensiva israelí contra Hezbolá, Le Monde”, 25 de septiembre de 2024.
16 “Israel sueña con un “nuevo Oriente Medio”, pero ¿qué realidad hace?”, «The Conversation», 29 de octubre de 2024.
17 Carta del general Duval al gobierno francés del 16 de mayo de 1945, citada en Guy Pervillé, La guerra de Argelia, PUF, París, 2021, p. 34.
18 Boucif Mekhaled, Entrevista a Kateb Yacine, 21 de julio de 1984, en Crónica de una masacre, 8 de mayo de 1945, París, Édition Syros, 1995.
19 Le Monde” del 14 de enero de 2025.

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