Palestina. Una dura lucha para vencer al colonialismo del siglo XXI

Pese a tanta barbarie organizada por Estados Unidos e Israel, Palestina sigue dispuesta a vencer al fascismo, y con su  heroicidad da fuerza a otros pueblos del mundo para intentarlo. Foto: Qud News Network


Decenas de palestinos semidesnudos tirados en el piso con las manos atadas en la espalda, y una veintena de soldados sionistas a las carcajadas, paseándose entre los cuerpos aterrorizados, con los perros deseosos de morder esos rostros y los cuerpos que están a pocos centímetros de sus garras.  Uno de los uniformados, entre risas de sus compañeros, grita al oído de uno de los prisioneros: “esto es el comienzo, no saben lo que  les espera a partir de ahora”.

En otro escenario igualmente siniestro, una fila compacta de un centenar de hombres, mujeres y niños,  incluidos algunos bebés, son obligados, golpes y empujones mediante, a avanzar hacia unos camiones que los trasladarán a uno de los tantos campos de exterminio que posee Israel en los territorios ocupados. Los rostros de algunas de las víctimas hablan por sí solos. Saben que  a partir de ese momento sus vidas penden de un hilo muy delgado. Algunos de los hombres intentan preguntar “adónde nos llevan?” , como en otra época no muy lejana, en Alemania,  y la respuesta es acorde con el momento: “al  infierno”, mientras reciben una patada brutal en los testículos que los hace doblar y desmoronarse.

En las cercanía de Khan Yunis, donde solo parecen quedar escombros, ya que ha sido bombardeada por lo menos en 30 ocasiones,  un pequeño grupo de mujeres tratan de recomponer una mesa para ubicar allí algunos alimentos que han logrado reunir entre todas, para repartir con otros vecinos que, a pesar del panorama desolador que presenta el lugar, se animan a volver a los que eran sus viviendas antes de que llegara la muerte por el aire. Cuando ya se han sumado alrededor del artesanal mercado un par de niñas  y dos mujeres ancianas -una de ellas apoyada en una muleta improvisada, ya que tiene una profunda herida en el pie, al que protege con una venda hecha hilachas- se siente el primer disparo. La primera en caer es una de las niñas, y a los pocos segundos,  la misma suerte corre la anciana de la muleta. El francotirador, escondido en alguno de los recovecos de los edificios destruidos, se divierte eligiendo cual será el próximo blanco a abatir. Las mujeres se parapetan con la mesa y atinan a gritar: “No nos maten más, basta de matarnos”.

Una escena parecida se repite en Rafah esta misma semana, cuando desde un avión israelí se ametralla una y hasta tres veces a una larga fila de hombres, mujeres y niños hambrientos que esperaban la entrega de algunos alimentos. No estaban armados, no significaban ningún peligro para nadie y solo trataban de llevarse un pedazo de pan a su boca. Cinco de ellos cayeron con sus cuerpos llenos de balas, mientras que los asesinos seguramente anotarán en un cuaderno imaginario: cinco enemigos menos. Mientras tanto, las frías estadísticas de los fríos organismos internacionales apuntan que más de un millón de personas no recibieron ayuda alimentaria en el sur y centro de la región de Gaza durante el mes de agosto. Nada dicen sobre qué han hecho para evitar que quienes intentan hacerse con los pocos insumos que aparecen en la superficie no sean “cazados” por los francotiradores, drones, aviones o tanques sionistas.

Se llamaba  Bana Amjad Bakr. Tenía 13 años y le gustaba mucho la música, la asesinaron días atrás al recibir disparos en el pecho efectuados por fuerzas de la ocupación israelí, cuando los militares daban protección a un ataque de los colonos en la localidad de Qaryut, al sur de Nablus (en Cisjordania).  Mientras los colonos incendiaban vehículos de pobladores palestinos, baleaban sus viviendas y gritaban con un megáfono: “Los vamos a matar a todos si no se van de aquí”, la pequeña Bana se abrazaba en su vivienda con sus hermanas. Afuera, varios soldados disparaban contra puertas  y ventanas. Seguramente, el soldado que la asesinó, al enterarse de su “hazaña”, habrá recordado aquello que le enseñaron cuando era pequeño y que hoy repite el ministro colonial Ben Gvir : “Los árabes son nuestros enemigos. Por eso, se trata de ellos o nosotros”.

Ocurrió en una de las callejuelas de Balata, en Cisjordania. Desde un tanque se ametralló sin piedad a un grupo de pobladores que intentaban protegerse de la embestida. Sobre la entrada de  un callejón quedó el cuerpo de un adolescente, con su cuerpo sangrando, lleno de balas. El tanque cede el paso a una topadora, de esas que utiliza la criminalidad sionista para tirar abajo las viviendas palestinas. El vehículo se acerca lentamente al cuerpo del joven que aún respira, primero lo aplasta, luego retrocede, y como si fuera un juego macabro, utiliza la pala metálica para levantar el cuerpo ya inerte, y lo arroja una y otra vez contra el piso.

Estos son algunos de los hechos ocurridos en los últimos días en Gaza y Cisjordania ocupada. Una muestra de lo que es el colonialismo del siglo XXI. Pero el ejemplo también de lo que está sufriendo un pueblo, que a pesar de todo ello, de los 41.000 asesinados, de las 80.000 toneladas de explosivos lanzados sobre Gaza, de los campos de exterminio parecidos a Auschwitz o Treblinka, hay una decisión masiva de no abandonar su tierra, de aferrarse con sus manos a esos escombros en que se han convertido sus casas y volver a reconstruirla cuando la vida venza a la muerte. Y también significa el hecho vital de no renunciar jamás a apoyar a una resistencia que vienen practicando desde hace 76 años. Todo lo demás son las mentiras sionistas, multiplicadas a diario por el terrorismo mediático de los Musk y los Zuckerberg.

Pese a tanta barbarie organizada por Estados Unidos e Israel, Palestina sigue dispuesta a vencer al fascismo, y con su  heroicidad da fuerza a otros pueblos del mundo para intentarlo.

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