Palabre-ando. Tarjetas monedero ¿a quién enriquece la pobreza? 

Fuente: https://www.lavanguardia.com/natural/20240213/9518236/tarjetas-monedero-enriquece-pobreza.html   Gustavo Duch                                                                       13/02/24

«¿Qué hay para comer?». «Acompáñame al súper y lo decidimos juntos», le contesta Mario a su hija. En la calle, pasan delante de la frutería de Malik y la niña suelta la mano de su padre porque le encanta observar tantos colores, olores y formas organizadas en pirámides de frágil equilibrio, en cestos de mimbre, en cajas de madera… y porque Malik siempre le acaba regalando un racimo de uvas o una mandarina, dependiendo de la temporada. Pero hoy, Mario la llama. Esta vez caminarán bastante más lejos, a cuatro manzanas, porque ahora que se le acabó el paro, la ayuda alimentaria que ha recibido del Gobierno es una tarjeta monedero que solo puede utilizar en el supermercado asignado.

Hasta ahora, las personas en situaciones de pobreza alimentaria eran derivadas vía entidades sociales a los bancos de alimentos, donde recibían periódicamente una «bolsa de alimentos básicos» comprados por el Ministerio de Agricultura a partir de unos fondos europeos. Este sistema, como habíamos cuestionado desde diferentes movimientos sociales, tenía mucho que mejorar. Las compras de alimentos, a través de licitaciones públicas, acababan beneficiando a apenas unas quince grandes empresas alimentarias que aprovisionaban a los bancos con leche, atún en conserva y botes de legumbres. Alimentos no perecederos para facilitar toda la logística, pero que privaban a sus usuarias de alimentos frescos; alimentos comprados con dinero público que beneficiaban a empresas globalizadas cuando lo justo sería comprarlo a productores y productoras de proximidad que no solo garantizan alimentos saludables, también contribuyen a cuidar y mejorar nuestros paisajes y entornos; y alimentos entregados en naves industriales o en parroquias donde, quieras que no, ir a recogerlos significaba una cierta estigmatización.

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Una larga cola de personas esperaban para recoger comida en la parroquia de Santa Anna de Barcelona durante el confinamiento

EFE

La pandemia y el confinamiento visibilizaron aún más todas estas deficiencias que parecía podían revertirse coincidiendo con una nueva regulación europea respecto al uso de dichos fondos. Por eso, desde los colectivos que defienden la soberanía alimentaria, se trabajó mucho en mostrar alternativas viables y, junto con algunas administraciones sensibles con el tema, se presionó para que la esencia de los fondos públicos para la ayuda alimentaria respondiera a dichas cuestiones clave: no solo llenar estómagos, sino alimentar favoreciendo iniciativas a pequeña y mediana escala que cuiden el territorio y dinamicen las economías locales.

Pero el remedio, aprobado el pasado 23 de enero, ha sido peor que la enfermedad. El Gobierno ha optado, al menos para este año 24, por asignar el total del presupuesto que llega de Europa a Cruz Roja, “de manera excepcional y por razones humanitarias”, según explica el comunicado del Ministerio de Derechos Sociales (responsable ahora de esta gestión) para que sea solo esta entidad quien ponga en marcha todo el modelo que se conoce como ‘tarjetas monedero’. Con el argumento de evitar la estigmatización que antes señalábamos y de que las familias puedan elegir qué productos adquirir, la tarjeta en cuestión permitirá a las personas beneficiarias de la ayuda (familias con menores a su cargo en condiciones extremas de vulnerabilidad) contar con unos fondos mensuales para comprar alimentos en una cadena de grandes supermercados que en breve darán a conocer, lo que de paso permitirá disimular un poco esas “colas del hambre” que tanto escandalizan a la opinión pública.

Las tarjetas monedero obligan a consumir en grandes cadenas de supermercados asignados

Así que, por eso, Mario ya no compra alimentos frescos del comercio de Malik. Ahora, Mario, dispone de una tarjeta que le obliga a comprar comida en ese supermercado que él, lo sabe muy bien, paga mal a sus empleados, importa productos de lugares muy lejanos contribuyendo a la emisión de gases con efecto invernadero, emite publicidad engañosa y, con sus tendencias claramente especulativas, son responsables de que, como bien señala recientemente FACUA, los alimentos básicos se encarezcan hasta un 875% entre lo que se paga a las personas productoras y lo que pagamos las consumidoras en estos establecimientos.

Mario, además, echa cálculos respecto a lo que significará este nuevo modelo. Si hasta ahora, con los fondos asignados al Ministerio de Agricultura, podían negociar y comprar grandes lotes de comida directamente a la agroindustria que participaba en la licitación, es decir, podían rentabilizar al máximo la cantidad de dinero en cuanto a kilos de alimentos adquiridos, los mismos fondos asignados desde Europa se convierten ahora en cantidades de dinero en las tarjetas con las que sus usuarios comprarán a precios de supermercado, mucho más caro. Y entiende por qué, a partir de ahora, se pasará de atender a 1,3 millones de personas a solo unas 70 mil ¿Dónde acudirán las excluidas? Si la voluntad política es entregar tarjetas en lugar de alimentos, ¿no saben que, en cuestión de alimentos frescos, según los datos del Panel de Consumo Alimentario publicados anualmente por el Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación, son precisamente los grandes supermercados quienes ofrecen los precios más elevados? ¿Por qué no dirigirlos a otros canales de venta, como la tienda tradicional o los economatos y cooperativas, donde la fruta y la verdura es más asequible?

Al forzar el gasto del dinero en los supermercados, donde los alimentos son más caros, se pierde capacidad adquisitiva

Pero, además, Mario y su hija dispondrán solo de 130€ mensuales en la tarjeta monedero para comprar alimentos y productos de higiene. Es decir, un poco más de 4 euros diarios para que puedan comer y asearse los dos. Si la familia es de 4 personas, dispondrán de apenas 6 euros (1,5 euros por persona). Lo curioso es que la administración que ha realizado estas cuentas es la misma que afirma que el coste mínimo de una cesta de alimentos es de 6 euros diarios por persona.

A Mario no le salen las cuentas, y reflexiona: ¿mi pobreza enriquecerá a la quinta persona más rica de España propietaria de Mercadona? ¿O bien enriquecerá a Carrefour que, entre otras cosas, ha sido señalada por sus relaciones con el estado de Israel y por aprovecharse de su avance colonizador? Veremos quién se lleva el gato al agua.

Ya están de vuelta del supermercado, con mucho paquete y mucho procesado en sus bolsas, pero muy poco alimento, y al pasar frente a Malik, este, sin mostrar ningún enfado, silba a la pequeña y le pone una aceituna en la boca. Malik sabe, porque Mario se lo contó, que allí donde ahora hay un centro comercial, hubo un mercado municipal, donde Mario regentaba el puesto que heredó de sus padres. “Pero con la competencia de los supermercados, tuve que cerrar”.

La pobreza enriquece a quien la genera.

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