Odome Angone: “Estoy habituada a atravesar fronteras”

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/en-el-margen/odome-angone-pais-cada-uno-atesora-sus-recuerdos-de-infancia            Elena García                                                                                   20 OCT 2022 06:00

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Profesora de Literaturas hispanoafricana y afrodescendiente en el Departamento de Lenguas y Civilizaciones Románicas de la Universidad Cheikh Anta Diop en Dakar, Odome Angone nació en Gabón, en una provincia fronteriza con Guinea Ecuatorial, lo que determinó su interés por la literatura en español.
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Odome Angone

Nacida en Gabón, en Woleu-Ntem, “una provincia que hace frontera con Guinea Ecuatorial”, antigua alumna de la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar (Senegal), en la que ahora es profesora de Literaturas hispanoafricana y afrodescendiente en el Departamento de Lenguas y Civilizaciones Románicas, Odome se doctoró en 2012 en la Universidad Complutense de Madrid en Filología Hispánica con un estudio comparado entre las narrativas de la cubanoamericana Cristina García y la francocamerunesa Leonora Miano.

Autora de numerosas publicaciones e investigaciones, sus trabajos académicos versan sobre (ciber)feminismos subsaharianos y afrodescendientes, colonialidad, identidades-frontera(s) y transafricanía en los imaginarios globales. Es la recopiladora del libro Las españolas afrodescendientes hablan de identidad y empoderamiento (Verbum, 2018). Femmes noires francophones publicado en 2020 es su ensayo más reciente.

Naciste en Gabón, pero realizaste tu formación universitaria en Senegal, donde eres ahora docente universitaria. ¿Hasta qué edad viviste en Gabón?Yo soy de Gabón, originaria de Woleu-Ntem, una provincia que hace frontera con Guinea Ecuatorial. Digamos que Senegal es el segundo país africano en el que más tiempo he vivido y que mejor conozco, mucho más que en otros. Aquí pasé muchos años de estudiante y aquí trabajo actualmente. Salí de Gabón con 21 años. Concretamente el 11 de septiembre de 2001, justo el día que cayeron las Torres Gemelas.

¡Madre mía!
Salí de allí para estudiar porque aquí, en Senegal, ya estaban mis hermanos estudiando. Hice la Carrera de Filología Hispánica en Dakar antes de irme a España para realizar el doctorado.

¿Cómo recuerdas tu infancia en Gabón?
No nací en la capital, Libreville, sino en Mitzic (una ciudad de Woleu-Ntem). Además, siendo niña, empezó lo que iba a ser mi futuro profesional porque, antes de que Guinea Ecuatorial fuera un país con mucho petróleo, la gente de allí venía a trabajar y teníamos muchas chicas de Guinea trabajando en las casas. Por entonces, me llamaba mucho la atención que hablasen fang con acento guinea-ecuatoriano, no me cabía en la cabeza que hablasen fang mezclando palabras del español y no del francés como lo hacíamos nosotros. Tampoco sabía nada del pasado colonial español en el país vecino.

Los recuerdos que tengo son buenos, bonitos, sencillitos, en una ciudad rodeada por la selva y con otras necesidades. Y, luego, a nivel político, a finales de los 90 eran casi los estertores del partido único, el partido en el poder. También, mirando al pasado, veo que vivíamos un adoctrinamiento político máximo, digamos, porque cuando eran las fiestas nacionales memorizábamos las frases de un libro que se llamaba El librito verde, que era un libro a imagen y semejanza de El libro rojo de Mao Tse Tung y en el que el presidente de Gabón había reproducido sus ideas claves para ser estudiadas y repetitidas.

No fue hasta los diez años casi cumplidos, cuando nos mudamos a la capital, que me di cuenta de que había en Gabón lenguas de otras muchas etnias, porque mi provincia es la única de Gabón que tiene monolingüismo, por lo que siempre había vivido en un entorno bilingüe de fang francés.

¿Es por eso que me cuentas que empieza a despertarse en ti el interés por el español como idioma?
Sí, todo eso empezó ahí. Las cosas no son casuales, ¿sabes? Porque, al final, aquel periodo de mi infancia me ayudó y me está ayudando hasta ahora mismo, tanto que cuando llegué de profesora aquí enseguida tuve la idea de desarrollar una línea de investigación sobre literatura africana de habla hispana enfocada principalmente en Guinea Ecuatorial pues aquí era un conocimiento anecdótico, pero yo ya sabía desde niña que había un país, el único de África, que era vecino al mío, que tenía como lengua oficial el español.

Muchos políticos se aprovechan de la crisis ya de por sí endémica o pandémica que viven las universidades africanas para captar a los miembros más destacados, los cabecillas de la huelga, e intentar instrumentalizarlos

¿Cómo es que acabas estudiando la carrera en Senegal entonces?
Me matriculé en la universidad de Gabón, pero no me terminó de gustar porque aquello era un desbarajuste, algo muy caótico. La organización no funcionaba como aquí, en Senegal, tengo tantísimas críticas por hacer. En Gabón todavía era peor porque entre las huelgas, los años que no se convalidaban, se empezaba una huelga y otra huelga… Eso te termina desanimando porque te carcomen las ganas de seguir adelante. Luego había una tasa elevada de personas que repetían y hacían todo lo posible para que las personas recién ingresadas no lo pasaran bien. Y eso sigue ahora.

Y el tema de las huelgas, ¿tenía que ver con la situación política de ese momento?
Tenía que ver con la crisis política y también con una incidencia directa con los estudiantes, porque los estudiantes son el pulmón de la ciudadanía. Muchos políticos se aprovechan de la crisis ya de por sí endémica o pandémica que viven las universidades africanas para captar a los miembros más destacados, los cabecillas de la huelga, e intentar instrumentalizarlos. Sucede que a largo plazo eso termina repercutiendo en el sistema político, porque los cabecillas de los movimientos estudiantiles que se meten en política terminan por generar ese conflicto de interés y eso tiene una incidencia a nivel del año normal, del curso académico, con las huelgas controladas por las manos invisibles de políticos de toda clase. Es vergonzoso y super indignante cuando sabes que las cabezas de turco terminarán siendo los mismos estudiantes a los que se están instrumentalizando.

Desde el año 98, que comencé la Universidad, hasta el año 2000, se fue asentando en Gabón la idea de que se podía estudiar en otros países africanos, una fuga de cerebros intracontinental de la que poco se habla. Antes la gente iba a Francia, pero no todo el mundo tenía la posibilidad. Ya sabes cómo en los últimos años los países europeos han endurecido las leyes migratorias con África así que un visado viene a ser una hazaña.

¿Y cómo viviste esa llegada a Dakar?
Lo primero es que cuando llegué me replanteé el concepto de identidad africana porque yo antes de irme de Gabón pensaba que los africanos éramos los mismos, que éramos hermanos y hermanas, que no había diferencias. Y al final vi una enorme diversidad étnica y de mentalidades también. En Gabón, no hay una lengua unánimemente aceptada, aparte del francés, cada uno habla su lengua en su casa, mientras que aquí en Senegal, aparte del francés, que es una lengua meramente administrativa, la lengua vernácula es el wolof y ya de entrada lingüísticamente hablando eso es una diferencia abismal.

Luego aquí vi que hay bastante sutileza a la hora de decir algo. La gente aquí es más introvertida, en mi opinión, comparando con África Central en donde la gente es más extrovertida, muy de gritar y de expresar las emociones, mientras que aquí la gente es más discreta o diplomática, puede que no les guste algo, pero nunca te lo van a decir abiertamente. O sea, vi que había actitudes que no tenían nada que ver con mi cultura de origen.

También a nivel urbanistico, entonces Senegal no era un país como ahora que tiene un enorme boom inmobiliario. Para el 2001 Wade estaba echando las bases de lo que es el Senegal super capitalista, cada uno a sacar su parte, y era el comienzo de aquello, pero se podía vivir con cierta tranquilidad, no como ahora, que se ha disparatado todo, los precios, la vida, el turismo.

¿Y la tan famosa teranga (hospitalidad) senegalesa?
En mi opinión es un mito turístico que vende mucho en base a una política turística que ha creado formatos culturales bastante atractivos. No estoy diciendo que no me gusta el país, pero puedo ver grises. Aunque tenemos una relación profesionalmente cordial, desde que estoy aquí, nunca me ha invitado un colega a comer a su casa. Hay una frontera invisible, intranspasable a nivel cultural, que no se puede obviar.

Ya cuando llegué aquí como estudiante, como te dije, caí en la cuenta de que África no es una, sino que está compuesta por muchas culturas y lenguas. Tenemos que romper esa burbuja porque es traumática. El miedo a la mano extranjera, la colonización que nos ataca continuamente, nos ha hecho tener la impresión de que lo mejor es unirnos y avanzar en bloque para poder decirle a los demás que somos uno. Es el discurso de que África es una, pero, en el fondo, cuando vives aquí como africana, de un país a otro ves las diferencias obvias y tampoco pasa nada por esas diferencias que para mí son diversidades que nos enriquecen a todas.

La palabra teranga es un mito turístico que funciona porque lo saben exportar y vender. Cualquier senegalés con el que te encuentres en Madrid te va a hablar de un país ideal, también es normal, es patriotismo puro. Te diría que en mi pueblo puedo sentir más la hospitalidad sincera, que no pide nada a cambio. En cambio, muchas veces, noto que aquí el que viene de fuera es solo un bolsillo ambulante, una cartera mágica de la que haya que sacar. Hay de todo, también he tenido aquí muy buenas experiencias.

Para viajar a España, me tocó ir a Gabón para sacarme el visado en la Embajada española de allí. Nos exigían a las mujeres becarias unos exámenes ginecológicos para comprobar que ninguna estaba embarazada

¿Cuándo vienes a España a estudiar el doctorado?
Cuando terminé lo que es ahora el Master II, me fui con un programa de becas de Gabón a hacer un curso intensivo de idioma en la Universidad de Salamanca destinado a las personas que querían dedicarse después a la enseñanza y, posteriormente, me trasladé a Madrid para hacer el doctorado en la Universidad Complutense.

Para viajar a España, después de mi estancia académica en Senegal, me tocó ir a Gabón para sacarme el visado en la Embajada española de allí. Nos exigían a las mujeres becarias unos exámenes ginecológicos para comprobar que ninguna becada estaba embarazada. Es otra manera de discriminación institucional por género conforme a criterios migratorios que afecta solo a las mujeres.

Yo, por supuesto, no quería quedarme embarazada. Ni yo ni nadie, porque en Gabón está visto como una fatalidad que una mujer se quede embarazada sin haber terminado su carrera. Eso no tiene que ver con que te lo impongan, sino con las repercusiones y consecuencias que hemos visto en experiencia de terceras, de familiares, madres, tías, primas, amigas que han tenido que dejar los estudios o renunciar a sus aspiraciones profesionales por estar casada o embarazada. Si tienes un poquito de ambición personal y quieres ir más allá, no te quieres quedar embarazada antes de terminar tu carrera, claro está.

Desde Gabón fuimos a Madrid y de allí en autobus a Salamanca, estuvimos seis meses con las familias de acogida. Desde ese momento vi cómo nos trataban, ni el gobierno de Gabón ni el de España nos trataron como yo creía que debían haberlo hecho. En ese momento decidí que iba a realizar el doctorado porque no iba a permitir que, por ser profesora de instituto y no de universidad, nos faltasen al respeto. De la Universidad de Salamanca me trasladé a Madrid para hacer el doctorado y me costó un montón la homologación de títulos y todo lo demás porque España no tiene ni idea de cómo funcionan los países africanos francófonos.

Confieso que, si no hubiese sido por el apoyo del que luego fue mi marido, no habría podido terminar el doctorado porque estaba muy desanimada. Ahí viví mis primeras experiencias sobre el racismo institucional a nivel académico en España, mediante el no reconocimiento de mis títulos universitarios para poder matricularme en el doctorado. España se tiene que replantear muchas políticas con África…

¿Cómo viviste el ambiente universitario en España habiendo estudiado en dos universidades tan prestigiosas como la Universidad de Salamanca y la Complutense de Madrid?
Bueno, prestigiosas a nivel cultural e histórico, pero con una mentalidad como la del español medio. Nos equivocamos mucho porque una persona con título puede ser un perfecto tonto, no tiene nada que ver una cosa con la otra.

Yo era la única negra en el doctorado y empezando me preguntaba: “¿Cómo es posible?” Porque en Francia no es la misma realidad, ves a negros en las universidades, no tiene nada que ver. También me di cuenta de que los hispanoamericanos que estaban allí tampoco habían nacido ni se habían criado en España, por lo que concluí que hay una especie de sistema invisible, llámalo techo de cristal, que te impide llegar a un cierto nivel académico siendo minoría política en España porque la vida te lo recuerda, hay una necesidad del mercado que te corta los pies. Es un lujo, un privilegio, poder integrarse en España con ese sistema educativo que no te permite alcanzar el doctorado. Por lo que a veces no es que no quieras integrarte, es que las trabas institucionales no te dejan.

¿Cuál es tu tema de doctorado? ¿Qué es lo que decidiste estudiar?
Estaba trabajando sobre la identidad cubana dentro de la literatura Hispanoamérica. Mi tesis se titula “Identidades transversales. Un estudio comparado entre la narrativa de Cristina García y la narrativa de Leonora Miano”, que son una cubana afincada en EEUU tras la revolución castrista y una franco-camerunesa.

En el fondo, lo que por entonces quería era dar a conocer otra cara de una África que también existe, empezando por su literatura, porque yo cuando era doctoranda, ni los profesores ni los alumnos daban crédito de que existiera una literatura africana.

Estando ya viuda de tu marido español y viviendo de nuevo en Senegal, te nacionalizaste española. ¿Por qué tardaste tanto tiempo?
Sin tapujos, el pasaporte español me permite cruzar fronteras y no estar pendiente del capricho del funcionario de turno en algún consulado europeo. Para serte sincera, se me pasó la época de pedirle permiso a gente que ni te va ni te viene para vivir. Ya no pido que me quieran, sí exijo respeto y consideración.

El país de cada uno es donde atesora sus recuerdos de infancia. Lo que llamo “mi tierra” son los recuerdos de infancia, los momentos pasados con mis abuelos, donde están enterrados mis antepasados, donde vive toda mi familia, donde puedo gritar a voces sin que nadie me mande callar.

Pese a haber estado en España, nunca me había planteado vivir ahí de por vida, también porque no veía claras las opciones de trabajo, sabía que iba a estar mejor pagada en Francia que en España, por ejemplo.

Decidí nacionalizarme española porque conversando con mi suegra un día me dijo: “Vamos a ver, tienes todas las posibilidades. ¿Qué quieres, pasarte la vida en el servicio ese de extranjería, que te falten al respeto, tener que hacer colas y colas para que te renueven la tarjeta de residencia?”. Y me hizo ver que, por mucho que lo ponga en un papel, el corazón no le falla a nadie.

Estoy habituada a atravesar fronteras y, cuando has atravesado tantas, aprendes también a saber lo que es tierra, frontera, país, nacionalidad, ciudadanía, identidad, etc. Lo más curioso es que yo me preguntaba en la vida cosas que estaba estudiando en el doctorado, porque trabajaba sobre las identidades transversales y mi día a día era la práctica de lo que estaba teorizando.

Me parece súper interesante tu tema: la identidad. Creo que ese es el dilema. Hablando de eso, has dicho en un momento dado que ser mujer y ser negro es casi lo mismo. Y cuando se suma esa doble opresión, ¿qué? ¿Qué pasa cuando eres mujer y negra?
Viviendo en España no me quedaba muy clara la diferencia. Creí que daba igual ser mujer que negra porque te enfrentas al racismo y no sabes cuál es la parte real que te toca como mujer. Estando en España pensaba que eso era racismo sin más, pero volviendo a Senegal me di cuenta de que las discriminaciones, la presión social a la que me enfrento y que vivo es debida al hecho de ser mujer. Dependiendo de los escenarios y de con quién estés tratando, se activa una cosa u otra. Me acuerdo en España de que soy mujer y negra cuando piso el aeropuerto de Barajas o cualquier otro país europeo, ahí me lo recuerda el trato estereotipado, pero estando aquí yo soy mujer, porque el color negro, históricamente hablando, no se ve en el primer plano, aquí no estoy ni en minoría ni mayoría. Aquí se critica la colonialidad, el paternalismo europeo, la condescendencia que, con lupa, viene a ser lo mismo.

Desde que estoy viviendo otra vez en Senegal y me muevo a Gabón y a Costa de Marfil, me identifico más como mujer africana. Es una identidad política de cara al pasado colonial. Las preocupaciones políticas que tengo y que me surgen son más sobre la herencia colonial del patriarcado.

Estando en España, tengo la impresión de que los movimientos afrofeministas se focalizan mucho más en el tema del color que en el tema del patriarcado. Entiendo también que es el foco conflictivo, pero el problema que veo focalizando únicamente en el racismo, es que parecen olvidarse de que la gente sufre las consecuencias vinculadas con las discriminaciones endémicas en las casas, en el día a día.

Cuando vivía en España, sinceramente, pensaba que el afrofeminismo era un bloque. El feminismo negro americano, el de España y el de Gabón, de África, me parecían igual, pero tiene realidades específicas. Porque a veces hay realidades específicamente africanas (la poligamia, la mutilación genital en algunos países, la dote, la presión social por casarse con cierta edad, la maternidad, el planchado de senos en Camerún, la virginidad, etc.) que no se hablan abiertamente. Es como si el grupo negro, por solidaridad, no quisiese indagar en el patriarcado “negro”. A mí, no me vale.

Es muy importante también la voz de las mujeres africanas, no solo las afrodescendientes españolas. ¿Qué es el patriarcado y qué es lo que hay que eliminar dentro de él?
A nivel teórico, el patriarcado es un régimen sociopolítico hegemónico basado en la heteronormatividad cuyo enfoque ideológico privilegia a los hombres a (casi) todos los niveles de la escala social. La heterosexualidad es la piedra angular de los cimientos del patriarcado pues está asentada en la estructuración de la binaridad de géneros y sexos, de la creación capitalista de la organización social subdividida esencialmente entre hombres y mujeres, lo cual permite, por ejemplo, la no remuneración del trabajo reproductivo y la gratuidad del trabajo doméstico, ambas actividades de interés económico, realizados en gran parte por las mujeres, según la división sexual del trabajo en tanto que relación de poder.

Sankara, que era un hombre africano feminista, entendió que las luchas feministas eran luchas colectivas porque eran luchas de solidaridad humana. No se puede y no se debe apartar la lucha feminista de la lucha anticolonial porque todo va interconectado

Lo primero y básico, para mí, es lo que dijo Sankara, que era un hombre africano feminista y entendió que las luchas feministas eran luchas colectivas porque eran luchas de solidaridad humana. No se puede y no se debe apartar la lucha feminista de la lucha anticolonial porque todo va interconectado. El patriarcado es un sistema que hay que poner en jaque, al igual que el racismo y la colonialidad. Van unidos de la mano, pues son las caras de una misma moneda, por eso no se pueden desarmar sin atacarlos por igual.

La institucionalización del patriarcado en países con pasado colonial (o sea casi todos en África) tiene una herencia del patriarcado europeo. El género como mecanismo de control a cuerpos leídos como “mujer” es un legado colonial. Sus lógicas, vertebradas por los códigos civiles en países francófonos, vienen calcadas del Derecho francés napoléonico, así de claro. Por lo tanto, no podemos escaquearnos sobre este tema. Tenemos que evidenciarlo. El patriarcado y la colonialidad se tienen que analizar conjuntamente. Por eso discrepamos muchas veces las “feministas africanas” con las prioridades del feminismo hegemónico. Nuestras luchas se asemejan en tanto que movimiento sociopolítico contra la vulneración a nuestros derechos pero, a la hora de la verdad, los mecanismos han de ser interseccionales para mapear la cartografía sistémica que mantiene silenciadas ciertas discrimininaciones estructurales.

Lo que tenemos que (re)aprender, es desaprender el complejo de inferioridad de cara al imaginario colectivo (re)creando nuevos discursos y remarcando la dignidad de las personas para comprender que somos una suma de todas.

Mencióname a alguna feminista africana que sea para ti referente o importante.
Antes de contestar tu pregunta quiero recalcar que el feminismo universalista no existe, es condescendencia pensar sí. Es otro mecanismo para acallar nuestras voces, para hablar en nuestro nombre sin contar con nuestra opinión de forma inclusiva.

A lo que iba, trabajo mucho sobre la dinámica de visibilización de feministas africanas en el espacio francófono y te puedo decir que la mayoría de los libros están en francés.

Te hablaría de Awa Thiam, que publicó un ensayo en 1978, La parole aux Négresses [Que hablen las Negras], un ensayo pionero en el espacio francófono que aborda el tema del feminismo abiertamente, con situaciones reales. Es uno de los primeros libros de teoría feminista realizados por africanas. El año siguiente publicó Mariama Ba, Mi carta más larga, que supo novelizar una realidad dura.

Hay una señora de Mali, Aoua Keita, que era enfermera y política anticolonialista, que hizo un ensayo autobiográfico de la situación de los derechos de las mujeres en África a partir de su experiencia. Es la iniciadora de la JIFA (el Día Internacional de la Mujer Africana celebrado el 31 de julio). También le tengo mucha admiración a Aminata Traore, exministra de Cultura de Mali y luchadora inagotable. Es autora de varios ensayos anticolonialistas.

Te mencionaría un listón de nunca acabar porque referentes hay muchas.

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