Notas sobre la guerra popular prolongada por Johanna Carvajal

El Sudameriano

Toda revolución en marcha o proyecto revolucionario que aspire a llegar al poder, tiene que enfrentarse a las estrategias de agresión y estructuras de dominación imperialistas. Este es un asunto inexorable de supervivencia. No hay forma de evadir las políticas de injerencia y los ataques del imperialismo.

En función de esto, el antagonismo entre las aspiraciones de desarrollo de una nación, por una parte, y la naturaleza expansionista y expoliadora de un poder imperial, constituyen la contradicción fundamental en torno a la cual se despliega un proyecto revolucionario.

La lucha por la liberación nacional

Esto es lo que define los conflictos y desafíos más relevantes de una revolución. Como es de esperarse, la solución tiene lugar a través de una durísima lucha que conduzca al debilitamiento y, finalmente, a la derrota de la estrategia imperialista.

En tal sentido, la lucha de los pueblos a lo largo de la historia ha arrojado múltiples experiencias de enorme utilidad para las fuerzas revolucionarias. Si tomamos los ejemplos luminosos de Vietnam y China, tenemos que esas naciones fueron agredidas criminalmente por potencias coloniales e imperialistas. Sanguinarias guerras buscaban subyugar a esos pueblos.

En ambos casos, la Guerra Popular Prolongada fue la estrategia llevada a cabo por los Partidos Comunistas de Vietnam y China al frente de las fuerzas populares. Esta es una concepción de la guerra, donde los pueblos más débiles, y atrasados económicamente, logran crear condiciones para derrotar a un enemigo infinitamente superior desde el punto de vista militar, tecnológico y financiero.

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El imperialismo amenaza con una agresión militar a Venezuela

En los actuales momentos Venezuela, en sus más de doscientos años de existencia republicana, sufre la mayor amenaza de invasión por parte de una potencia imperialista. Los EE.UU. han desplegado buques de guerra y un submarino nuclear, más de cuatro mil marines, cientos de misiles de diverso alcance y aviones militares de última generación en las costas del Caribe.

Como siempre ocurre, esta operación está sustentada en las calumnias más escandalosas. Las fuerzas imperiales se despliegan militarmente con el pretexto de luchar contra el narcotráfico y el terrorismo, al cual nos vinculan falsa e hipócritamente, pues en todo el planeta se sabe que los EE.UU. viven de esos flagelos, los promueve.

Hasta el momento, esta amenaza yanqui ha sido parte de una guerra psicológica para debilitar al país, su economía, su cohesión nacional, el apoyo popular al gobierno revolucionario.

Sin embargo, una aventura militar, por muy desquiciada o criminal que sea, no se puede descartar viniendo de un imperio decadente como el yanqui. La crisis del imperialismo, su debilitamiento, su pérdida de influencia en el mundo, el declive de la hegemonía unipolar yanqui, agudiza la agresividad inherente a su esencia, eleva su propensión a las guerras y a la comisión de todo tipo de crímenes.

Ante esta situación, la revolución bolivariana ha venido desarrollando acciones y ha diseñado una estrategia para la resistencia activa prolongada y la ofensiva permanente, que recoge los elementos más importantes de la Guerra Popular Prolongada, ajustándolos a los nuevos momentos históricos y a las condiciones concretas de nuestro país. Estamos preparados para la lucha armada si fuese necesario y la daremos en el marco de esta estrategia.

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Amplia unidad nacional

Para poder enfrentar con éxito a una potencia tan poderosa como el imperialismo yanqui, la estrategia de liberación nacional reclama la más amplia unidad nacional. Solo uniendo a todas las fuerzas políticas, sociales, económicas, culturales, religiosas, a todos los sectores de la nación, podremos alcanzar una victoria en esta agresión militar imperial.

La unidad se fundamenta en el sentimiento patriótico que se radicaliza profundamente cuando la patria es atacada. En esas circunstancias de amenazas o de agresiones externas, se activa una fuerza nacional que conecta a la inmensa mayoría de la población en función del objetivo supremo de la defensa nacional. Es la fibra patriótica que trasciende diferencias políticas, ideológicas, raciales, étnicas, culturales, religiosas, económicas o de otra índole.

Apelar a nuestras heroicas raíces históricas; a la figura, legado y obra de nuestro Libertador Simón Bolívar; a la epopeya de la guerra de independencia, es vital para fortalecer el sentimiento patriótico. Pero, obviamente, también en el seno de las fuerzas revolucionarias, núcleo fundamental y más activo de esta unidad nacional, se tienen que proyectar los enormes avances alcanzados en materia de independencia nacional en el marco de la revolución bolivariana del comandante Chávez.

Dentro de esta gran unidad nacional, factores como el PSUV, la FANB y la clase trabajadora, en su condición de principales motores de la resistencia antiimperialista, van a soportar la carga y sacrificio fundamentales de la guerra de liberación nacional.

La unidad de las fuerzas patrióticas tiene que combatir resueltamente la tesis entreguista de la “paz de las colonias” promovida por el imperialismo y sus agentes locales. Estos activarán el chantaje de la «paz» a cambio de la sumisión colonial. Además de ser algo despreciable, nunca habrá paz ni desarrollo ni humanidad en esas condiciones del colonialismo más vergonzoso y doloroso que impone el imperio.

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Guerra popular: “guerra del pueblo, ejercito del pueblo”

Una de las claves para enfrentar una agresión imperial armada radica en que todo el pueblo tome parte en esta batalla por la libertad y soberanía. Debe ser una guerra de todo el pueblo en el más amplio sentido de la expresión.

Por una parte, en el ámbito militar ésta no será una guerra que librará solamente el Ejército, sino que será el pueblo en armas quien lleve a cabo la defensa. El principio es sencillo: “guerra del pueblo, ejército del pueblo”.

En el carácter popular de la guerra radica una de nuestras principales fortalezas para hacerle frente a la enorme superioridad militar y material del imperialismo. La presencia del pueblo en armas en todo el territorio, aunado al conocimiento preciso de la geografía, a una sólida base social en el terreno de la guerra y a la elevadísima moral que proporciona luchar por la causa más justa, son ventajas inconmensurables con las que se puede superar modernas maquinarias de guerra.

Los ataques de nuestro Ejército Popular deben ser permanentes, contundentes, crecientes. Aniquilar al enemigo, sabotear sus acciones, destruir sus vías logísticas y sus reservas, atacar su retaguardia…, todo ello debe conducir a la desmoralización del enemigo, a su desgaste material y mental. Las fuerzas invasoras deben sentir de manera permanente, que están en territorio hostil, enfrentándose a un enemigo invisible e implacable, que ataca permanentemente, que los va aniquilando progresivamente. Se trata de una resistencia activa permanente.

Pero más allá de ese factor de extraordinaria importancia, que es el pueblo en armas, el carácter popular de la guerra se fundamenta también en el despliegue popular en todas las actividades vitales de una nación, que definitivamente deberán quedar subordinadas a los requerimientos de la guerra.

El pueblo trabajador realizará enormes sacrificios para liberar recursos y enviarlos al frente, se someterá a las mayores exigencias para elevar la producción y garantizará los pertrechos en el frente, se expondrá a los mayores riesgos para aportar las condiciones materiales para la victoria en la guerra.

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Guerra prolongada

Nuestra forma de guerra será una guerra prolongada, porque nos enfrentamos a una fuerza militar infinitamente más poderosa, que no será posible derrotar en el corto plazo. La guerra nuestra es de resistencia, de largo aliento, de años o décadas, en los cuales iremos minando la moral y las reservas materiales del ejército invasor.

En la medida en que se extiende la guerra, se evidenciará el fracaso del ejército invasor, que llega con el propósito de una Blitzkrieg, de una victoria rápida que le ahorre muertos, gastos materiales, la presión de la opinión pública y el costo político al gobierno de turno en los EE.UU.

Precisamente, estos factores extremadamente sensibles para el invasor se agudizan en la medida en que se extiende el conflicto y, además, demuestra que un enemigo pequeño y atrasado económicamente puede resistir las brutales embestidas imperiales y, más aún, derrotar al agresor. Esto es mortal para la moral del Ejército imperialista y para los efectos de la opinión pública.

En esta estrategia predomina inicialmente la guerra de guerrillas. Es un método de guerra irregular, muy flexible, que se debe ir adaptando permanentemente a nuevas condiciones, Los enemigos, al invadir nuestro territorio y al tratar de controlarlo, deben sentir que en cada esquina, calle, fabrica, casa, en cada milímetro tendrán que enfrentar la furia, el odio y la audacia de una fuerza combatiente en forma de emboscadas, acciones de francotiradores, ataques y retiradas rápidas en la retaguardia…

Sobre la base del crecimiento de esta forma de lucha se va generando una nueva correlación de fuerzas que permite ascender a otro nivel de confrontación militar, a la guerra de movimiento e, incluso, de posiciones, en la fase ofensiva de la guerra de liberación.

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El rol del partido en la Guerra Popular Prolongada

La guerra contra una potencia invasora abarca todas las dimensiones de la vida nacional. Son aspectos multifacéticos que trascienden la confrontación armada y donde el partido de vanguardia de la revolución, el PSUV, se convierte en el factor rector, en la fuerza dirigente de esta gran batalla.

Esto constituye una conclusión lógica derivada del papel del partido en nuestro país y de sus enormes fortalezas. Su fuerza numérica es esencial, su presencia en todo el territorio nacional, en todos los sectores de la sociedad. Millones de militantes con una visión clara de los desafíos que enfrentamos y de las estrategias que guían la resistencia, diseminados de manera organizada en todo el territorio nacional y con una elevada moral y capacidad de lucha, como ya ha quedado demostrado durante años en nuestro país, conforman una fuerza invencible.

Este papel de dirección del proceso de resistencia se facilita por los avances importantísimos logrado en la construcción de la fusión popular-militar-policial, donde nuestro partido constituye un motor fundamental.

El prestigio de nuestro partido al frente de las batallas políticas y sociales de nuestro pueblo, así como su arraigo, le brinda una gran capacidad de convocatoria para la movilización popular, elemento central de nuestra estrategia.

Ser partido de vanguardia significa estar al frente de la batalla en cualquiera condición. El partido asume la dirección de esta fase armada de nuestra revolución con enorme responsabilidad y espíritu de lucha; lo hace consiente de todos los riesgos y sacrificios que eso implica. El partido es la fuerza que organiza al pueblo para la guerra y lo moviliza a la victoria.

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Organización, lucha ideológica y movilización de las masas

Esta trilogía vital de tareas de un partido revolucionario en la vida civil, son de extraordinaria relevancia también para la lucha armada.

Las tareas de organización ahora adquieren una nueva dimensión: la defensa armada y una mayor organización popular para el desarrollo del país de acuerdo a los requerimientos de la defensa frente a la agresión militar.

El partido de vanguardia debe elevar su propio nivel organizativo para actuar como motor de la organización popular y, con ello, elevar la su capacidad de lucha.

Con su experiencia, con su prestigio, con su pedagogía y, especialmente, con su ejemplo, el partido organiza al pueblo para grandes tareas militares, productivas, sociales, políticas, de agitación y propaganda.

Con la organización popular, igualmente, se potencia el alcance de la movilización de las masas. Estas deben estar movilizadas como en cualquier escenario de la revolución, pero en esta coyuntura histórica la movilización debe apuntar a la lucha armada, a la producción para el frente y para la población, a la atención de nuestro pueblo, a las tareas en la retaguardia, a la preservación del orden interno.

Asimismo, una condición indispensable para la organización y, especialmente, para la movilización, es el trabajo ideológico, de agitación y propaganda en el seno del partido y, principalmente, del pueblo en general.

La conciencia patriótica es la fuerza que mueve al pueblo masivamente en la defensa frente a la agresión imperialista. Esta consciencia hay que trabajarla, cultivarla sistemáticamente. Ella tiene múltiples raíces. Una de esas es la pedagogía política del partido en las masas.

Asimismo, tenemos la agitación y la propaganda. Debemos entender que estamos en una batalla militar, pero también se trata de una gran agresión política, ideológica, comunicacional y cultural del imperialismo. Las guerras psicológicas son parte esencial de la estrategia de la guerra imperialista para vulnerar la voluntad de lucha de nuestro pueblo, para ablandar la retaguardia de las fuerzas revolucionarias. Los esfuerzos de nuestros enemigos para permear a la población con las ideas de la subordinación colonial a cambio de tranquilidad y paz, permearla con las mentiras más escandalosas para tratar de desprestigiar a nuestra revolución; sus líderes, serán alimentados con ingentes recursos..

Nuestro trabajo en este frente debe ser de una altísima eficiencia. Tenemos que mantener a nuestro pueblo informado, consciente de la realidad, con capacidad política para la lucha ideológica, política y militar; altamente motivado frente a las adversidades gigantescas de la devastadora guerra imperialista.

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La guerra y la producción

La guerra imperialista apunta a la destrucción de la economía, lo cual ya ha comenzado a hacer con el criminal bloqueo económico. Esto es un punto central de su estrategia, porque sabe que sin una base productiva, la defensa del país agredido se resquebrajaría. Por lo tanto, los imperialistas arreciarán el bloqueo y llevarán a cabo ataques en contra de nuestras unidades productivas en las ciudades y el campo.

Este escenario eleva al máximo el desafío productivo contra la nación. La respuesta consiste en producir en condiciones de guerra para la guerra y para las necesidades básicas de la población. Para tal propósito, la experiencia histórica nos indica la necesidad imperiosa de elevar la organización y motivación de los trabajadores.

Por otra parte, la transición a una economía de guerra está rodeada de complejidades de todo tipo, que deben ser previstas antes de la agresión. Tiene que existir un plan para que transcurra con los menores traumas posibles.

En la guerra la producción se va a ver afectada, sin duda, pero por encima de las graves afectaciones de la guerra las fuerzas revolucionarias deberán atender, al menos, cuatro requerimientos básicos. El frente, en cualquiera de sus expresiones, tiene que contar con los pertrechos necesarios. La alimentación de la población, especialmente de niños y ancianos, debe estar garantizada. El pueblo debe contar con condiciones sanitarias para la vida. Los servicios más elementales (electricidad, agua, transporte) deben funcionar para las tareas fundamentales de la defensa.

Esta economía de guerra debe estar totalmente centralizada en su dirección y planificación. Su desarrollo debe combinar el funcionamiento de grandes empresas que garanticen bienes y servicios estratégicos, por un lado, y por el otro miles de pequeñas unidades productivas que atiendan las necesidades de la población y de la guerra en los frentes de batalla diseminados al largo de todo el territorio.

En el área productiva también se decide el desenlace de la guerra y requiere la mayor atención del partido.

En síntesis, cuando en la plenaria del Congreso de nuestro partido aprobamos la preparación para la transición a la lucha armada en caso de que una agresión yanqui la hiciese necesaria, nos comprometimos a preparar al pueblo para la Guerra Popular Prolongada, lo cual trasciende ampliamente el ámbito militar. Se trata de la única fórmula para derrotar a una potencia tan poderosa y sanguinaria como los EE.UU. Unir y movilizar a todo el pueblo, elevar su conciencia y motivación patriótica, es una responsabilidad, especialmente, de nuestro partido.

 

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