¿Nos toman por idiotas?

Fuente: https://www.grupotortuga.com/Nos-toman-por-idiotas   Juan Carlos Rois                                                                   Lunes.13 de julio de 2020

527 visitas – 1 comentario(s)
Armas y deuda militar post-Covid
.#TITRE

Juan Carlos Rois
Tortuga

Si se fijan ustedes. Cualquier tiempo es bueno para las justificaciones de aumento del gasto militar (que parece un dragón voraz e insaciable de núbil alimento presupuestario) y para las pretensiones recurrentes de «profesionalizar» y «modernizar» nuestro sistema de defensa (¡caramba, ¿tan mal lo hacen los planificadores del asunto que nunca acaban de profesionalizarse ni modernizarse?): Que vivimos una recesión, pues momento pintiparado por el peligro y la coyuntura para aumentar el chorro de pasta a los ejércitos; que vivimos en la abundancia, pues oportunidad para aumentar el gasto militar ahora que estamos en vacas gordas; que nos asola una pandemia, nada mejor que aumentar las capacidades militares por dicha causa y para así defendernos mejor de ella; que amaina, mejor que nunca para aprovechar cual hormiga laboriosa para llenar las despensas militares por si acaso; que llueve, paraguas para los militares; que hace sol, sombrillas para los militares … y así una especie de condena encadenada que hace que todo tiempo sea el tiempo del gasto militar.

Deuda brutal

Ahora ocurre que nuestra ministra de Defensa, Doña Margarita Robles, nos ha endiñado toda una retahíla de explicaciones que, partiendo de la pandemia y la labor encomiable (¿?) del ejército en la misma, pretende justificar nada menos que un nuevo ciclo de rearme, del cual ya hemos conocido la punta del iceberg: 2.100 millones de euros para blindados, otros 2.000 millones más para reemplazar los F18 que operar en Gando y que en su día nos costaron un ojo de la cara, más otros más de 6000 millones (al menos) para sustituir los que operan en Torrejón y Zaragoza, una dotación nada despreciable para satélites militares, drones y sistemas de guerra no tripulados, helicópteros, fragatas para la “proyección” de nuestra capacidad militar a miles de kilómetros (algo que antes simplemente se llamaba invadir) y los emblemáticos y nunca bien ponderados submarinos made in Spain, todo lo cual supondrá un “esfuerzo” sostenido en una década de, al menos, otros 20.000 millones de euros a sumar a los 41.396 ya consolidados hasta 2019, si hacemos caso a la intervención del Secretario de Estado Ángel Olivares en Enero de 2019 en la Comisión de Defensa del Congreso.

Lo que ahora se nos «justifica» como urgencia por la coyuntura pandémica es pura propaganda, pues antes de la pandemia ya tenían acordado hacer dicho gasto, eso sí, entonces «justificado» porque la economía iba bien y teníamos que seguir la escalada acordada por nuestros socios atlánticos.

La inversión en alimentar el militarismo es brutal. Las cifras, escandalosas, nos hablan de más de 41.000 millones de euros comprometidos y de la nada despreciable cifra de otros 20.000 a añadir en la próxima década, lo que viene a equivaler a una losa superior a la que nos sepultó con la gloriosa idea de rescatar a la banca y al tinglado de racionalidad técnica y neutra del régimen bajo el cual sobrevivimos.

Caramelo envenenado

Pero, como en las malas pesadillas, eso no es todo.

Primero, porque si hacemos caso de la experiencia acumulada en los últimos 30 años, los presupuestos de los Programas Especiales de Armamentos que tan inteligentemente desarrolla el Ministerio de Defensa con la encomiable ayuda del de industria (en sus múltiples denominaciones desde entonces) y el auxilio del complejo militar industrial, suelen crecer respecto de lo previsto en una horquilla que va del 40 al 80% sobre lo inicialmente presupuestado.

Y segundo, porque suele acompañarse de pequeñas sorpresas y caramelos envenenados que hacen que, una vez iniciado el «encargo» de nuevos sistemas de guerra, a posteriori nos veamos obligados a adquirir nuevos sistemas para hacer que funcionen los ya adquiridos.

Pongamos de esto último un ejemplo: Las fragatas F-110.

Estas fragatas están pensadas para mostrar una cierta superioridad marítima y para formar parte del dominio marítimo de la OTAN como primer actor militar mundial y de la UE como actor regional.

Se trata de un barco de guerra con una obsolescencia programada de 35 años, dentro de los cuales los diversos sistemas se van gastando (lo que supone reparaciones) o haciendo viejos (lo que supone gasto para sustituirlos por otros nuevos). Tales costes parecen los normales y son parte de la justificación del siempre en marcha gasto militar, y no deberían escandalizarnos excesivamente, al menos si los comparamos con otros que no se muestran al público aunque se sabe que tendrán lugar. Veamos.

Las fragatas F-110 están pensadas para transportara aviones de combate de despegue vertical. España tiene aviones de esta naturaleza, pero su tecnología ya está anticuada en relación a los nuevos stands guerreriles, lo cual supone que, una vez nos entregan las fragatas, nada valen si no compramos los aviones que la convierten en un eficaz sistema de guerra.

Por casualidad los aviones de despegue vertical hoy de moda se llaman F35 y son producidos por la industria americana Lockheed Martin. Adquirirlos supone un gasto añadido. Una vez que se adquieren, vienen «mondos y lirondos», lo que quiere decir que habrá que hacer un tercer gasto para dotarlos de las capacidades militares requeridas. Sus pilotos, a su vez, deben ser formados en EEUU porque este avión no lo conduce cualquiera, lo que implica un cuarto gasto. Pero además, para poder convertirse en plenamente operativos, debe adquirirse aparte un casco por cada piloto que es un ingenio de la técnica, aunque cada uno cuesta unos 350.000 euros. Sin casco el piloto anda ciego. Sin piloto el avión no despega. Sin formar al piloto, el avión ni siquiera arranca. Sin avión, la nave navega por capricho. Sin sistemas avanzados de guerra, la nave, aunque navegue, no mete miedo… Al final, el precio de cada fragata tan necesaria se multiplica sin cesar y sin fondo.

¿No saben los «programadores» de todo este gasto que adquirir la fragata no es sólo adquirir la fragata? ¿Por qué no cuentan los añadidos cuando dan el primer paso? ¿por qué no lo informan cuando llevan su retahíla de justificaciones a la Comisión de Defensa? ¿por qué nadie pregunta en ésta? … ¿Nos toman por idiotas? ¡Nos toman por idiotas!

Los Submarinos.

El tema de los submarinos de Navantia ha seguido el mismo proceso de planificación.
España construía con la empresa estatal francesa DCNS un submarino, el Scorpéne, que suministraba este sistema de armas a los ejércitos español y francés y que además se vendía (se sigue vendiendo) a otros países.

En un momento dado, Aznar pensó que era mejor desvincularse de los franceses y construir un submarino por nosotros mismos, con el fin de destinarlo tanto a las propias fuerzas armadas como al negocio preferido de nuestra casta política: la venta de armas.

Ocurrió que los franceses se mosquearon y litigaron porque entendieron que España se aprovechaba de su trabajo de ingeniería y de sus patentes. Hubo pleito internacional y, como España iba a palmarlo, Aznar llegó al acuerdo de crear una tecnología nueva y no copiada de la francesa para los submarinos made in spain.
Así nace hace unas décadas el Programa Especial de Armamento del submarino S-80, con la idea de fabricar cuatro submarinos con tecnología de propulsión AIP (no gasoil y con mayor capacidad de inmersión por largo espacio), con un coste inicial de 1.300 millones de euros y fecha prevista de entrega en 2013.

Diversos problemas, por otra parte característicos de nuestro sello de calidad militar-industrial, retrasaron todo. El proyecto fue cometiendo diferentes problemas y errores tanto en su diseño como en sus capacidades, lo que hizo que en el años 2014 aún no existiera un prototipo de dicho submarino y que la cifra de gasto previsto (para producir en su día el primer submarino) subiera a 3.000 millones de euros (más del doble de lo presupuestado).

Entre los fallos de diseño el más gordo será que calcularon mal los pesos y el submarino diseñado no podía flotar, con lo cual debieron proceder a un rediseño del mismo, el aumento de su casco y el correlativo aumento de gasto hasta los 3.995 calculados en 2018, con la idea de poner a flote el primero de ellos en 2021 y sin saberse aún cuándo costará, una vez el primero en funcionamiento, producir cada uno de los tres submarinos restantes.

El despropósito no acaba ahí: Para el rediseño debieron pagar a una empresa de EE.UU que les explicó que si el peso del submarino hacía que no flotara, la solución era aumentar el volúmen del cachivache, algo que les habría contado un alumno de la ESO gratis. Como para fabricar el submarino, una vez analizado que debía ser más largo, era preciso contar con una dársena más grande de las que tiene Navantia en Cartagena, se tuvo que presupuestar un gasto más destinado a fabricar dicha dársena, y otro destinado a permitir que los submarinos S70 con los que España contaba en activo, siguieran en actividad hasta que boten los nuevos, lo que incorporó otros al menos 130 millones de euros más.

A su vez, como ya se había adquirido la pila de combustible a la empresa americana de turno, pero ésta es insuficiente para desplazar un submarino más grande del presupuestado, ahora tienen que comprar una más grande y cara ( y mandar a la basura la ya comprada) o bien optar por que el primero de los submarinos no use el sistema de propulsión que aparentemente era el que le daba el valor añadido frente a los submarinos franceses.

¿quieren más? Pues lo hay. El submarino está diseñado para lanzar misiles Scud, de producción de EEUU y que sólo EEUU e Israel tienen en la actualidad. ¿Tenemos licencia o acuerdo para su uso con EEUU? No. ¿Se apuestan algo a que, una vez botado el primer submarino nos salen con que es necesario un gasto añadido para dotarle del sistema de armas que precisa? ¿Se apuestan algo a que al precio de los Scud hay que añadir el precio político de que EEUU nos autorice a usarlos?
No creo ser muy imprudente si calculo que la broma del submarino español nos podrá salir por más de 4.000 millones para poner en el agua un único submarino de dudosa eficacia, a los que habrá que añadir lo que cueste producir cada uno de los restantes, pongamos que unos 400 millones de euros por cada uno de ellos por ser prudentes (1200 millones de euros más a añadir a los ya más de 4.000 gastados). Un submarino que en el mercado puede costar menos de 400 millones/unidad nos sale de momento por alrededor de 1300 por aparato.

Como dice la cultura popular no existen duros a peseta, pero parece que para nuestros políticos sí existen pesetas a precio de duro.

¿Más aún? Dado que el precio de producir estos submarinos (que según nuestros militares necesitamos tanto) es tan descabellado, sólo hay una manera de amortizarlo: Hacer que lo acaben pagando otros (Y si para ello se endeudan tanto mejor porque los hace dependientes). Es decir, producir muchos más y venderlos, aunque sea al precio de incrementar la carrera de armamentos y la peligrosidad de zonas ya excesivamente militarizadas.

Es previsible por ello que, igual que pasó con las fragatas aparentemente tan necesarias para la defensa nacional pero que se pasaron años paseando por Australia hasta que dicho país encargó fragatas a Navantia, los submarinos S-80 pasen una buena temporada de su tiempo útil exhibiéndose por los mares del mundo con el fin de mostrar sus capacidades y encontrar encargos.

Luego… ¿tan necesarios son para nuestra seguridad que pueden pasar varios años por ahí haciendo de agentes de ventas? ¿Nos toman por idiotas? ¡Nos toman por idiotas!

La pujanza de la industria militar

A preguntas que tras la crisis del COVID ha realizado la izquierda nacionalista y republicana de Cataluña en el Congreso, ha contestado el Ministerio de Industria con una retahíla de medias verdades.

Los diputados Nuet y Margall habían efectuado preguntas parlamentarias referidas a los Programas Especiales de Armamentos. El ministerio ha provechado la contestación para endiñarnos en bruto su argumentario de siempre.

Según el Ministerio no existe «deuda de I+D» de las industrias militares hacia el Estado porque, aunque el Ministerio de Industria anticipa una cantidad importante del coste de producción de las armas que encarga el ministerio de Defensa (por cierto a «coste cero», es decir que cuando se devuelve, si se devuelve, se devuelve lo prestado sin intereses y sin tener en cuenta la inflación, luego se devuelve menos de lo prestado), estas partidas que teóricamente adeuda la industria militar, luego se compensan con las que debe el ministerio de Defensa a dicha industria, debido a que entre lo presupuestado y el coste definitivo de los programas de armas hay una diferencia a favor de las industrias militares (luego la deuda es del estado con la Industria militar que financia el coste de las armas que nos vende con el dinero que le anticipa el Estado y luego pasa factura por el beneficio del negocio).

El argumento es poco matemático. Si yo anticipo dinero, corro con los gastos y costes de ese dinero durante diez o doce años, y luego pago más de lo pactado por lo que contraté, no se ve claramente que no exista deuda de la industria militar con el Estado. Pero además es que en la contabilidad sí se computan estos créditos como deuda.

En todo caso, la deuda real la contrae la sociedad, cautiva y sin poder de decisión, con la industria militar, porque es el Estado el que, sin necesitarlas desde el punto de vista de la defensa, le encarga sistemas de armas sofisticados y de precio inabordable, endeudándose para pagarlas. Es asi que los sistemas de armas encargados hasta la fecha suponen una deuda pública de más de 41.000 millones de euros en firme y otros 20.000 programados para la próxima década que en nuestro nombre pero sin nuestro consentimiento se han negociado entre ministerios, industrias militares y comisionistas de toda laya.

Señala Industria que el mimo con el que ha tratado a la industria militar es un claro ejemplo de éxito, porque ha servido para consolidad un sector de alta tecnología y de gran valor en la generación de I+d+i que nos ha hecho una potencia de reconocido prestigio en el sector y que, además, esta tecnología es susceptible de doble uso y aprovechamiento civil.

Para Industria, los PEAS son un ejemplo de cómo mediante encargos públicos, se desarrolla un complejo industrial de tecnologías avanzadas y destaca que en la lucha contra el Covid-19 y en la lucha contra el cambio climático, han mostrado su eficacia, lo que pone de manifiesto la necesidad de contar con una base tecnológica e industrial de la defensa.

Podríamos poner muchos reparos a esta visión cínica y falsa de la realidad, pero no voy a perder el tiempo. Hace mucho calor y la mentira, cuando es grosera, ni siquiera hace reír.

Basta con señalar que si el Estado quiere poner el valor sectores industriales esenciales para la sociedad, podría ponerse a ello en los que tienen que ver con la generación de vida (no con amenazarla), con la seguridad humana (no con la militar) o con los bienes y necesidades sociales básicas (no con los intereses del complejo militar-industrial).

¡Qué bueno hubiera sido una inversión a coste cero de más de 40.000 millones de euros para fortalecer un sector industrial-sanitario, o para generar ciencia, o para el sector del conocimiento y la educación, o para un sector de energías limpias y renovables, o para casi todo … menos para potenciar la venta de armas y administrar las prebendas de los señores del a guerra y de las puertas giratorias!

¿Nos toman por idiotas?

¡Nos toman por idiotas!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *