El Sudaméricano
(1965)1
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I
“El hombre nace libre; y en todas partes está encadenado. Uno se cree el amo de los demás, y aún así sigue siendo más esclavo que ellos.”2 Marx se convirtió en un crítico radical de la sociedad para liberar a los hombres de esas cadenas (cadenas que Rousseau pensaba que podía hacer “legítimas”); Marx se volvió comunista en nombre de la libertad y no de la seguridad. La visión que tuvo ante sus ojos, desde su juventud, fue la del hombre creador, autodeterminado, dueño de su entorno, del universo y de sí mismo, cooperando, espontánea y armoniosamente, con todos los demás hombres como “aspectos” del espíritu humano liberado en su interior. “La dignidad”, escribe el joven Marx en un ensayo de secundaria, “sólo puede proporcionarla aquella posición en la que no aparecemos como instrumentos serviles”; “la crítica de la religión”, escribe en el Deutsch-französische Jahrbücher nueve años más tarde, “termina en la enseñanza de que el hombre es el ser más elevado para el hombre, termina, es decir, con el imperativo categórico de derrocar todas las condiciones en las que el hombre es un ser degradado, abandonado, despreciable, forzado a la servidumbre.”
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