Segunda parte de la entrevista a Santiago Botana, miembro de la Asamblea de Nodo50 (recomendamos esta entrevista a Santi específica sobre Nodo50) e histórico activista de los movimientos sociales de Madrid. En esta segunda parte de la entrevista abordamos, entre otras cosas, la explosión que se produjo dentro de su casa en 1995 antes de un 20-N.
Hablemos de lo que sucedió en 1995, la explosión en tu casa.
En este punto quiero recordar una cosa. Hay un momento que decido irme del país y me voy a El Salvador, estando en busca y captura por lo que se conocía como la yeyé, la condena de dos años, cuatro meses y un día que compartían insumisos y otro tipo de presos. Pensaba quedarme ahí indefinidamente y buscarme la vida. Ahí ya se había acabado la guerra, se había acabado todo el proceso de desmovilización. Empezaba en cambio el tema de las bandas, de las maras. Estuve en 1993 como siete meses pero el proyecto de autoempleo al que fui no funcionó. Y al regresar seguía estando en busca y captura. Al regresar me impliqué en el Kolectivo Autónomo Antifascista. Y en el año 1995, cuando llega el 20N.
Llevábamos varios muertos desde nuestro lado por las bandas fascistas. Y nos llega la filtración por un diputado autonómico de Izquierda Unida, nos pasó un informe policial donde se preveían ataques por parte de los nazis en el barrio de Lavapiés. Decidimos montar la defensa de Lavapiés. Como parte de esa defensa yo me encargué de hacer unos artefactos para arrojar en la lucha callejera. No era una bomba que fuéramos a poner en ningún lado. Y eso me explotó en las manos. Marcó totalmente el 20N de 1995. Pasó un viernes y la manifestación era el domingo. Ahora es residual pero en aquella época venían nazis de toda Europa. La explosión fue como un terremoto… Todo esto me lo han contado, claro, yo me lo perdí porque estaba en coma. Detienen a tres personas más, dos que viven conmigo y al novio de una de ellas. Afortunadamente el juez les deja en libertad después de las 72 horas y el juez decide que no hay banda armada. En aquella época no podías ser terrorista si no había una organización. Pasaron unos meses hasta que se aclaró pero a estas tres personas no tuvieron que ir a juicio ni nada. Al sindicato Solidaridad Obrera la explosión le supuso una ruptura interna ya que ellos habían legalizado la manifestación del 20N. Hubo una votación interna para ver si la desconvocaban, ya que había un sector del sindicato que no estaba de acuerdo en que se hicieran cosas conjuntas con esos jóvenes de la izquierda autónoma, nos consideraban pequeño-burgueses. Ganan por dos votos los que estaban a favor de desconvocar la manifestación antifascista. Siguió la bronca interna y ese sector se acabó yendo. Una compañera puso su DNI para relegalizar la manifestación.
Para mí después de la explosión es el inicio de un proceso largo. Me he tirado desde que tenía 20 años hasta los 40 con la amenaza de la cárcel. Primero por la insumisión y luego por la explosión. Fue un proceso largo como digo y me acaban condenando a cuatro años de cárcel. Cuando sufro el accidente por los explosivos yo estaba en busca y captura por la insumisión y todo esto sale en la prensa. Yo estoy en prisión preventiva, primero en el hospital y luego en la enfermería de la cárcel de Carabanchel. Y cuando me dan la libertad bajo fianza (3.000 euros) por el tema de los explosivos, después de dos meses, en teoría me tenía que quedar a cumplir la pena de la insumisión, que nunca cumplí. Pasé unas horas muy malas cuando me dijeron que iba a salir bajo fianza. Pero evidentemente no querían tener a un insumiso preso, de la condena de dos años, cuatro meses y un día. Me acabaron condenando en el 2001 a cuatro años por los explosivos, se recurrió al Tribunal Supremo y también se perdió. Para retrasar el ingreso en prisión se hizo el último truco que hay, que es pedir el indulto. Es muy desgastante tener un proceso judicial abierto durante años. Tenía que tener cuidado, no podía arriesgarme a que me detuvieran en una manifestación. Vuelvo a colaborar con colectivos, como el Kolectivo Malasaña. Y en 1998 comienzo a colaborar con Nodo50. Cuando la sentencia se hace firme comienza la campaña por el indulto.
Y en la invasión de Irak matan a un amigo, José Couso, cámara de televisión. Eso nos hace movilizarnos para denunciar este crimen de guerra, el primer año es muy intenso, con concentraciones todas las semanas. Y en ese proceso se hacen muchos contactactos institucionales, hablábamos con todos los partidos por este tema. Era el último año de Aznar como presidente. Aprovechamos esos contactos para pedir también mi indulto. Y cuando gana Zapatero mi indulto queda en un limbo, el PSOE no se atreve a indultarme. Llegamos a la conclusión de que quien frenaba el indulto era María Teresa Fernández de la Vega. Normalmente los indultos se resuelven en meses y yo me tiré en un limbo de años. Y por sorpresa y sin previo aviso llegó el indulto en noviembre del año 2010. Y se acaba mi calvario judicial y legal.
De aquellos años 90… ¿qué reivindicarias que sea algo más alegre de recordar?
Una de las cosas que copiamos, aparte del modelo alemán de los colectivos autónomos, era lo de “fiesta sí, lucha también” de los vascos, “jaiak bai, borroka ere bai”. Las okupaciones al principio duraban un fin de semana. Hubo una que fue Amparo 83, pero la primera en la que yo participé fue en 1987, en lo que ahora es el Circo Price.Era una fábrica con un cartel que ponía PACISA, parecía una fábrica de bombillas o cosas eléctricas. Sabíamos ya que era del Ministerio de Cultura y reivindicábamos “locales para los jóvenes”, buscábamos locales así, que no fueran de un particular. Recuerdo que cuando entramos flipamos, había patios y más fábricas pequeñitas, y estaba lleno de pintadas como de la Guerra Civil, UHP y cosas así. Luego nos enteramos que era porque había habido un rodaje de una película ahí… Era la primera okupación para la mayoría y no pensamos en que había que cambiar la cerradura, y el domingo por la noche nos despertó la policía, que entraron con la llave sin ningún tipo de problema. La siguiente fue en la calle Argumosa, en un edificio muy curioso que sigue existiendo, que está al final, donde la rotonda. Era un archivo inmenso también de un ministerio. Como nos habíamos tomado más en serio la defensa del local ahí la policía entró por las bravas, desde el tejado y con la pistola en la mano. Luego se okupó la antigua sede del Diario Informaciones en Malasaña, duró poco. Y por fin Arregui y Aruej, ahí ya nos organizábamos mejor, okupamos al final de una manifestación. Esa duró meses y se hicieron muchos conciertos, lo que decía de la “fiesta”. Conformamos una forma de militar mezclada con fiesta con cierto estilo estético y musical. Y a la gente a la que no le gustaba ese estilo pues el costaba encajar ahí. Fuímos super-sectarios. Y siempre pasó que no tenía las pintas adecuadas se pensaba que era policía. Y pensábamos que el resto del mundo estaba equivocado, nuestra línea era la correcta. Hace poco lo hablaba con una compañera, era una militancia también muy dura, muy exigente con nosotros mismos. El riesgo físico, lo de poner el cuerpo. Y la exigencia (y auto-exigencia también) de ser 100% coherentes y revolucionarios.
¿Algo más que añadir de la época?El Centro Social Minuesa. Fue muy importante, duró años. Y había mucho espacio para hacer cosas. Igual cabían mil personas en los conciertos. Y se hicieron cosas muy potentes. Al lado de Minuesa había un hotel y no sabíamos que era del Ministerio del Interior. Se intentó okupar unos años antes, pero ahí la policía desalojó sin orden y dijeron “no nos hace falta orden, salid u os hacemos el pasillo” [práctica por el que la policía en dos filas golpea a quien recorra ese “pasillo” N. del E.]. Derribaron ese hotel para construir una comisaría, con Minuesa al lado y aokupada y funcionando. Convivimos como un año y pico. El desalojo de Minuesa fue una batalla bastante guapa.
Entrevista a Santiago Botana (parte II): “La yeyé: dos años, cuatro meses y un día”