No se gana una guerra matando a los generales del ejército adversario

mpr21                                                                                                                                Redacción

 

La estrategia del gobierno israelí en Líbano parece, a primera vista, bastante simple: utilizar el terrorismo contra objetivos muy concretos -especialmente figuras clave- de manera masiva e indiscriminada.

De esa manera los dirigentes sionistas creen que es posible poner al movimiento libanés en una posición difícil, incluso fuera de juego. El motivo es que Hezbollah ha sido, desde su surgimiento, una espina clavada en el costado del ejército israelí.

Sin embargo, no se gana una guerra matando a los generales del ejército adversario, como se ha demostrado tantas veces. Los asesinatos selectivos, como los recientes de Líbano, dan una imagen de poderío, pero no sirven para nada.

Hezbollah no es un simple ejército o una milicia armada cuyo objetivo exclusivo sea atacar a Israel. Es una organización compleja, un verdadero Estado dentro del Estado libanés que, por lo demás, está desmantelado. Hezbollah es la única organización paraestatal existente en el territorio y Nasrallah se dirige a los libaneses como lo haría un jefe de Estado.

Con los recientes atentados terroristas Israel ha cambiado el tono que mantenía hacia Hezbollah desde los años ochenta y, muy probablemente, sólo es la fase inicial. Lo más probable es que a esto le siga una verdadera ofensiva del ejército israelí en territorio libanés, con el objetivo estratégico de neutralizar al movimiento durante el mayor tiempo posible.

Neutralizar a Hezbollah es neutralizar Líbano y, como fruto de ello, asegurar la frontera norte de Israel, que siempre ha sido una pesadilla.

No obstante, hay un segundo aspecto en el que los intoxicadores occidentales insisten cada vez que tienen la oportunidad: Hezbollah es una sucursal de Irán o uno de sus tentáculos. Neutralizar a Hezbollah es debilitar la influencia iraní en la región, que es el mayor problema del gobierno de Netanyahu.

Pero el logro de esos objetivos es muy difícil para Israel porque ya lo han intentado en otras ocasiones, con tenían una situación mucho más favorable, especialmente en 1982, cuando Hezbollah no era más que una pequeña organización libanesa.

La victoria de Hezbollah entonces marcó el comienzo de su crecimiento político posterior, que llega hasta el día de hoy.

Sin embargo, Israel no puede hacer otra cosa. Tienen que debilitar a Hezbollah si quieren obtener algún rédito de su motífera incursión en Gaza, que va a cumplir un año y tiene toda la pinta de eternizarse.

Suponiendo que a Israel todo le salga a pedir de boca, lo cual no va a ocurrir, queda por ver cuál es la reacción de Irán, que hasta ahora no ha existido, a pesar de que ha tenido motivos más que sobrados para hacerlo.

Ahora bien, Israel ha aprovechado la inactividad de Teherán para multiplicar su insolencia terrorista. Si sigue adelante, a los iraníes no les va a quedar otra que reaccionar porque ellos siempre son los siguientes en la lista, detrás de Hamas y detrás de Hezbollah.

 

No se gana una guerra matando a los generales del ejército adversario

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