Fuente: Iniciativa Debate/ Pepito Grillo
En estos días de locura colectiva parece que sobra pánico y falta sentido común. Y hay quien con buen criterio podría decir que solo hemos añadido el miedo a la triste ecuación habitual. Que solo se nos ha sumado un problema más. Igualmente podríamos decir a tan perspicaz comentarista imaginario que, esa variable, ese añadido, no es un factor menor y que, como viene siendo habitual, lo vamos a pagar todos, justos y pecadores.
No tengo ninguna intención de entrar en una diatriba contra políticos, gobierno y ciertos conciudadanos, por más que tenga motivos sobrados para ciscarme en lo humano y lo divino, porque tiene narices lo de declarar un ‘Estado de Alarma en diferido’ mientras esa población que no da para más se derrama por las grandes avenidas que van al mar. ¿Pero para qué luchar contra molinos de viento? Esto es España, el que la quiera que la compre.
Si a estas alturas de la película de zombis, algunos de los que toman decisiones no se han dado cuenta de que el ‘final feliz’ de China (por más barbaridades que podamos decir de China en otros aspectos) es un enorme éxito de eficacia y de organización, y que lo que está ocurriendo en el resto del mundo puede ser extremadamente grave o mucho menos grave (de cientos de muertos a decenas de miles de muertos) dependiendo de cómo se afronte el problema desde cada poder nacional, poca esperanza queda.
Por eso quiero ir a lo concreto, a ver si sirve de algo.
Aunque sea muy tarde (para ser el único criterio posible desde que se conoce el índice de contagio y letalidad del virus) y esa indecisión vaya a costar muchas vidas, parece que por fin se van a plantear dar la orden de cerrar todos los comercios que no sean de primera necesidad a nivel nacional (como ya han hecho en Italia), o lo que es lo mismo, que solo se puedan abrir farmacias y supermercados.
Lo único que se puede decir al respecto, insisto, es que la medida llega tarde, pero siempre mejor tarde que nunca. Y es que al cerrar evitamos de un plumazo que tanta ameba con patas, en lugar de quedarse en casita (en su puñetera casa), salga a darse una vuelta sin saber si va a contagiar al dependiente o dependienta de turno… a esas personas que en muchos casos no tienen más remedio que estar al pie del cañón (al pie de la diana del cañón) para no quedarse sin trabajo.
Lo dicho, es lo que corresponde. Pero… ¿y el personal sanitario y las fuerzas del orden? ¿Hasta qué punto obliga un trabajo a poner en riesgo tu vida, y ya no solo la tuya sino la de tu familia, sabiendo que ni cuentas con los medios necesarios ni con las condiciones mínimas de seguridad? ¿Se hace por heroicidad o las personas trabajamos (con mayor o menor vocación) para poder comer, pagar y vivir?
En el peor de los casos aún podríamos decir que hay ciertas profesiones que conllevan ciertos riesgos, incluso con la mejor preparación, materiales y condiciones posibles. Pero ¿quién ha pensado que dedicarse al comercio de alimentación se iba a convertir en una actividad de riesgo extremo? ¿Qué han hecho los pobres empleados de Consum, Mercadona, Lidl, Día, Alcampo, Eroski, Carrefour, y ese largo etcétera de trabajadores de los súper para exponerse sin ningún tipo de medidas de control de afluencia ni protección personal a una marabunta potencialmente infecciosa mientras el resto de la sociedad puede librarse? ¿Desde cuándo lo de ser héroes es tan involuntario?
En Italia se han puesto controles de afluencia a los supermercados y distancias de seguridad entre clientes, además de que los trabajadores pueden protegerse con guantes y mascarillas. Y no se hace solo por esos trabajadores sino porque de poco vale prohibir las aglomeraciones en unos lugares si después los vas a permitir en otros. Y ni más ni menos que en otros tan sensibles como los del comercio de alimentación.
Alguien tiene que alzar la voz por esas personas que no pueden protestar si no quieren verse de patitas en la calle, empezando por esos sindicatos mayoritarios tan inútiles para el trabajador y tan útiles para acumular subvenciones.
Aquí, dejando de lado el criterio de esa parte de la sociedad flowerpower a la que le encanta montarse películas de mierda con héroes y heroínas, hay que decir que no hay ni un héroe, o al menos no por los motivos que algunos sueñan. Desde luego el que te obliguen a exponerte al contagio en una grave pandemia no es una heroicidad, es un martirio. Es un crimen, y una injusticia.
Que hagan el favor desde el gobierno de poner remedio, pero ya. Por toda esa gente, por sus familias, y por el resto.
Gracias