Fuente: La Jornada Marcos Roitman Rosenmann 08.02.23
Por los enormes ámbitos de la tierra se extenderá tu gloria. Y naciones salvajes ante tu cetro se inclinarán. En torno de playas heladas navegarán tus hijos. O extenderán tu estandarte en los ámbitos de Asia.
Su política expansionista les precede. Desde la anexión de Texas y la guerra con México, pasando por el hundimiento del Maine en Cuba (1898), siguiendo por el falso incidente de Tonkín en 1964 para justificar su imbricación en la guerra de Vietnam, hasta la segunda Guerra del Golfo, en 2003, so pretexto de la producción iraquí de armas químicas de destrucción masiva, han actuado como verdaderos conquistadores. En América Latina no le han faltado excusas para enviar marines y bombardear a la población civil. Baste citar la invasión a República Dominicana (1965), Granada (1983) o Panamá (1989). Asimismo, fue el lanzamiento, en 1945, de dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki lo que terminó por darle la hegemonía mundial. Europa cedió a la naciente potencia nuclear la supremacía y el control de las decisiones a escala internacional. Su protagonismo ha seguido decayendo. Europa se ha trasformado en un defensor a ultranza de los intereses de Estados Unidos en el mundo. Baste ver cómo actúa en Naciones Unidas.
En la batalla por el control mundial del bloque occidental, Estados Unidos está dispuesto a provocar un tsunami político. Los síntomas son visibles. Fomentan conflictos y destruyen estados hasta llevarlos a la inocuidad. Igualmente, so pretexto de combatir el narcotráfico, lo alientan. Nada los detiene. En el ocaso de su hegemonía, patrocinan cárteles del crimen organizado bajo la protección de la DEA. Y, apoyándose en la CIA, urden y promueven golpes de Estado. Siembran muerte. Estados Unidos ve disminuir su poder donde antes no tenía oposición. Sus reveses y la crisis interna a la cual debe hacer frente, confirman su frágil dominio. En esta coyuntura, China se encumbra como la primera potencia mundial en inteligencia artificial, producción de minerales raros, placas solares, baterías de litio, microchips, conductores y nanotecnología. Además de pasar a ser un inversor que lentamente desplaza a Estados Unidos en América Latina y África. La reciente declaración de Lula realizando una propuesta de paz en la cual esté presente China y rechazando el envío de armas a Kiev es un portazo a las pretensiones de Biden de incorporar a la región a su política belicista. Sin despreciar, las palabras del presidente brasileño, responsabilizando tanto a Zelensky, la Unión Europea y la Casa Blanca de ser instigadores de la guerra, en la misma proporción que Putin.
Occidente se retuerce. La declaración de la OTAN, firmada en Madrid el 29 de junio de 2022, incluyendo a la República Popular China como un peligro para la seguridad mundial, no sólo es un dislate, muestra el miedo de Estados Unidos a perder su hegemonía. Occidente se quita la careta. El llamado a proporcionar tanques y mercenarios para combatir en Ucrania se suma a los miles de millones de dólares entregados a Zelensky, no nos engañemos, indican debilidad.
Por último, el derribo de un globo meteorológico, propiedad china, que al pairo penetró en el espacio aéreo estadunidense, agrega más leña al fuego. La administración Biden travistió el globo en sonda espía y así lo hace saber a la opinión pública. Son las escaramuzas que avivan las llamas de una tercera guerra mundial. Pregunto: ¿no hubiese sido mejor recuperarlo y mostrar al mundo el carácter militar del globo? ¿Nadie pensó en ello? Otra vez, la cantinela: estamos siendo sido atacados, China debe pagar el agravio. Pero China no es Al Qaeda, talibanes que atacan las Torres Gemelas. Elevar a China al estatus de enemigo nos acerca al holocausto. Alguien debe recordárselo e impedir una tercera guerra mundial, de ello depende la sobrevivencia de nuestra especie. Pero, tal vez, Estados Unidos no contempla la paz como una alternativa viable. Prefiere morir matando. Así, todos a la tumba.