Fuente: La Jornada/Gilberto López y Rivas 04.09.2020
Alto a la guerra contra los zapatistas, ha sido suscrito por cientos de organizaciones, académicos, artistas y redes solidarias de 22 países (https://alto-a-la-guerra-contra -lxs-zapatistas.webnode.mx/).
La agresión del 22 de agosto contra las bases de apoyo zapatista forma parte de la continuidad de la estrategia de contrainsurgencia que anteriores gobiernos llevaron a cabo contra los mayas zapatistas, que el Grupo de Acción Comunitaria y el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, hace dos décadas, calificó como guerra de desgaste integral
, que se concibe en los manuales de contrainsurgencia estadunidenses como la sucesión de pequeños operativos que van asfixiando al enemigo
en los terrenos político, económico y militar, evitando, en lo posible, acciones espectaculares que motiven la atención de la prensa y la opinión pública internacionales. ( Ahora apuestan al cansancio. Chiapas: fundamentos sicológicos de una guerra contemporánea, 2002). En este tipo de guerra, es fundamental el papel de los grupos paramilitares. De acuerdo con uno de los manuales de guerra irregular de Sedena, no sólo se trata de quitar el agua al pez
(bases de apoyo de la insurgencia), sino meter en el agua peces más bravos
, esto es, grupos paramilitares, que son aquellos que cuentan con organización, equipo y entrenamiento militar, a los que el Estado delega el cumplimiento de misiones que las fuerzas armadas regulares no pueden llevar a cabo abiertamente, sin que esto implique que reconozcan su existencia como parte del monopolio de la violencia estatal. Los grupos paramilitares son ilegales e impunes porque así conviene a los intereses del Estado. Lo paramilitar consiste, entonces, en el ejercicio ilegal e impune de la violencia del Estado y en el ocultamiento del origen de esa violencia. Como en los anteriores gobiernos, abiertamente neoliberales y contrainsurgentes, el gobierno de la 4T continúa saturando el llamado teatro de la guerra
. Zósimo Camacho sostiene que hoy el mayor número de efectivos militares se encuentra en Chiapas, siendo, utilizando una metáfora, el yunque que mantiene un cerco de penetración sobre la región de conflicto, con sus cuarteles, guarniciones, convoyes, agentes de inteligencia, vigilancia aérea y terrestre, etcétera, mientras los grupos paramilitares, siguiendo la metáfora, son el martillo
que golpea a los pueblos con acciones como las del 22 de agosto, tratando de introducir el terror, creando condiciones de expulsión y desplazamiento de comunidades indígenas, coaligándose con autoridades civiles, militares y policiacas, ubicando al enemigo interno
que se niega a seguir la lógica del capital, con sus espejitos de progreso, desarrollo
y empleo precarizado.
Conjuntamente con las acciones de los grupos paramilitares, se ha intensificado en redes sociales y en medios de comunicación una campaña mediática contra los mayas zapatistas, con grotescos infundios, como que el territorio del EZLN está controlado por un cártel del narcotráfico, que proporciona armas de alto poder al grupo insurrecto, mismos que son analizados con rigor e información y refutados a profundidad por Luis Hernández Navarro en una entrevista que Ernesto Ledezma Arronte llevó acabo en su programa Rompe Viento Tv (https://wwwyoutube.com/ watch?v=gdDNI9m_8).
Lamentablemente, y al unísono de esta campaña, tiene lugar un desafortunado, y muy preocupante pronunciamiento del titular del Ejecutivo federal, en su conferencia matutina del 28 de agosto, en el que pretendió estigmatizar y criminalizar la labor de personas defensoras de derechos humanos, periodistas, académicos y representantes de pueblos indígenas en oposición al llamado Tren Maya, uno de los megaproyectos insignias del reordenamiento territorial desarrollista, al que también se enfrentan los mayas zapatistas. Con esta declaración, el gobierno de la Cuarta Transformación se subió al vetusto ferrocarril de la contrainsurgencia de sus predecesores.