El Sudamericano 28/10/24
Entrevista extraída de “Miguel Enríquez y los pobres del campo y la ciudad”, C. Torres y J. Borquez (Eds), Santiago: Ediciones La Estaca. Septiembre 2024.
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Cuando nos piden escribir sobre alguna persona relevante, muchas veces repetimos los pasos metodológicos de recurrir a documentos históricos, biografías, entrevistas, entre otros. En este caso en particular, no es muy diferente; sin embargo, el texto presenta una gran ventaja: la historia sigue viva y el hombre que la encarna sigue siendo parte de nuestro presente histórico. Por esta razón, el argumento no merece ser construido en base a lo que otras y otros han dicho, sino que merece reproducir, una y mil veces, las propias palabras del compañero Víctor Toro, alias Melinka, el muerto vivo, que nos conversa desde las entrañas del monstruo.
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El 14 de agosto de 2024, por medio del contacto de la compañera Nieves, ex militante del «Ejército del Che», pudimos concretar una videollamada para conversar con Víctor Toro, quien, desde Estados Unidos me brindó el privilegio de poder conocer una breve parte de su larga vida militante.
Actualmente, y hace 40 años, que Melinka vive en el sur del Bronx en calidad de indocumentado, «le llaman aquí: ilegal, mojado, etc., y seguimos en lucha en la llamada entrañas del monstruo». La lucha y la organización siguen siendo un pilar fundamental en la vida del militante. Sí, del militante, así se define: «yo nunca he dejado de ser militante del MIR, pero más que militante del MIR, soy militante de la causa de la clase obrera (…) pues he sido un obrero toda la vida». Su convicción no deja de asombrarnos ni de llamar nuestra atención. Pareciera que el joven revolucionario de los años 70, considerado uno de los más «proleta» del MIR, no le pasaran los años encima, ya que al leer e indagar para profundizar en su vida, me encontré con un extracto de una entrevista en que sus palabras tienen la misma fuerza con las que me habló recientemente. No obstante, ahora no le hablaba al enemigo:
–«Silvia Pinto [representante del enemigo]: ¿Según mis informaciones, usted ha participado en varias tomas de terrenos? Se deduce de ello que usted no es un poblador más de la 26 de Enero, sino que, una vez que se solucione allí el problema usted saldrá para participar en otra toma de terreno. Eso lo convierte a usted en un agitador de pobladores. ¿Sí o no?
–Víctor Toro: Yo soy un revolucionario. He insistido en varias oportunidades sobre esto. De tal manera que sus preguntas no me hacen mella ni me desmoralizan. Se trata de hacer aparecer como agitadores a los verdaderos revolucionarios que se plantean como única tarea el luchar por los problemas mínimos de los trabajadores. Yo he participado como socialista en varias tomas de terreno. Como mirista es la primera» (Entrevista realizada por Silvia Pinto, periodista de El Mercurio, jueves 9 de abril de 1970, pp.23-26. Extraída de Ignacio Vidaurrázaga Manríquez (2021). «El MIR de Miguel. Crónicas de memoria. Tomo I: 1960-1972″. Negroeditores, p.496-497)
Cabe recalcar que el presente de Melinka no sólo está determinado por su gran experiencia como dirigente poblacional del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). También está cargado por todos los horrores cometidos por la dictadura civil-militar, y uno de ellos es no poder regresar a su país, pues está declarado muerto. Con la llegada del golpe de Estado, la noche del 11 de septiembre de 1973, la Junta Militar, a través del bando número 10, le daba el ultimátum a Víctor Toro y a una decena de otros dirigentes para presentarse ante el Ministerio de Defensa Nacional para ser detenidos (Ver Junta Militar Bando n.° 10. Orden a lista de dirigentes políticos a presentarse ante las autoridades militares para ser detenidos, 11 de septiembre 1973. Esto significó pasar a la lista de los más buscados, viéndose obligado –según sus mismas palabras– a pasar a la clandestinidad (Ver Declaración Jurada de Víctor Toro Ramírez / Informe Valech, 12-01-2004. Extraído de https://www.archivochile.cl/Derechos_humanos/testimo/hhddtestimooo 11.pdf).
En este contexto, el día 20 de abril de 1974 es detenido en una emboscada por agentes del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Área, siendo trasladado a distintos centros de tortura, viviendo en carne propia los vejámenes de la inhumanidad de la dictadura civil-militar. Víctor declara que en 1976,
«En Tres Álamos, en un día determinado, mi nombre apareció en una lista de 20 declarados indeseables y peligrosos por la dictadura, los cuales no podrían vivir en libertad en Chile. Así fue que fui visitado por el CIMET, cuyo jefe me entrevistó y me informó que Cuba me ofrecía asilo político, pero que como Cuba no tenía relaciones con la dictadura, debería ir a Suecia o Panamá primero. La lista era para ser expulsado con una documentación solo válida para salir del país (…). En 1977 el MIR comienza una campaña para retornar a Chile a los miembros que se encontraban en el exilio. Es en este tiempo que la dictadura informa en el «Diario Oficial» que «Víctor Hugo Toro Ramírez se declaraba oficialmente muerto». (Ver Declaración Jurada de Víctor Toro Ramírez/Informe Valech, 12-01-2004. Extraído de https://www.archivochile.cl/Derechos_humanos/testimo/hhddtestimooo 11.pdf).
Es por ello que conocer la historia del muerto en Chile y del vivo en el Bronx es una responsabilidad histórica. En esta oportunidad, sólo conoceremos una pincelada de ella. Les invito a leer el presente texto que busca rescatar la historia de Víctor Toro en su propia voz.
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Del servicio militar a la militancia revolucionaria
Es oriundo de La Serena y específicamente de Las Compañías (sector ubicado al norte del centro histórico de la ciudad). Intentando resumir su historia, Víctor Toro parte relatándonos su ingreso al Partido Socialista de Salvador Allende, después de realizar el servicio militar en el norte de Chile, lugar en que conoce a unos compañeros en Arica que tenían muchas relaciones en Iquique, pues allí el Partido Socialista era bastante fuerte (principalmente por la presencia de los hermanos Soria).
Una vez terminado el servicio militar, Víctor retorna a la casa de su madre, en Las Compañías (conocida como la Compañía Baja), para llevarle una foto de recuerdo y, rememora Melinka, «a contarle la historia que viví mientras estuve casi un año en el ejército. Pero también le conté de mi deseo de irme a Iquique, porque dejé una novia allá y además había conocido a los compañeros de la Juventud Socialista, con los cuales ya me había comprometido a participar con ellos». Así entonces, rápidamente vuelve a Iquique a integrarse a la Juventud Socialista, donde, sostiene, empezó «a participar en la educación política, que era algo que me atraía bastante –dice–. Y habían muchos cuadros, muchos dirigentes, que hacían escuelas de cuadros, que hacían educación política, en los sindicatos especialmente».
Además de ello, durante unos años, Víctor Toro comienza a trabajar en Leperva, una industria de productos del mar, hasta que en 1964 lo designan dirigente para asistir al Congreso de la Juventud Socialista en Santiago, donde es nombrado como dirigente obrero, encargándole el desarrollo del trabajo sindical. Fue ahí cuando decide quedarse en Santiago, trabajando en distintos sectores de la industria. En este contexto, uno de sus primeros trabajos fue en la mina La Disputada de Las Condes. Al mencionarla, no duda en recordar a su padre minero y su conocimiento respecto al trabajo minero: «eso era lo que más sabía, porque con mi padre había trabajado en la minería del hierro en El Topo, La Higuera, una zona minera de gran producción minera de la Brader Copper Company, empresa norteamericana». En relación a esto último, Toro no deja de relucir su percha de cuadro militante, cuando –a raíz de este tema– dice: «Aquí he llegado a conocer el puente Brooklyn, que ha sido construido con el hierro que sacaban nuestros pulmones en la minería del hierro en El Topo, donde quedaron los puros hoyos, porque todo el hierro se lo trajeron para acá, a este país».
Víctor Toro Ramírez. Fuente: Víctor Toro/Raúl Olguin Hevia: «LAS TOMAS DE TERRENOS “26 DE ENERO”, “26 DE JULIO” Y LA ORGANIZACIÓN DEL CAMPAMENTO “NUEVA LA HABANA”. PARTICIPACIÓN DEL MIR. SANTIAGO DE CHILE, 1970-1973» en Revista Diseño Urbano & Paisaje•DU&P • n.° 43 año 2023.
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Retomando la conversación, Víctor Toro me cuenta que una vez asentado en el norte, laboral y militantemente, en 1964 se comienza a desarrollar la segunda candidatura de Salvador Allende que, como todas y todos sabemos, fracasó. Esto ocasionó grandes consecuencias al interior del Partido Socialista, pues, según las palabras de Melinka, «empezó una gran desmoralización en la juventud, tanto en Santiago como en Valparaíso, Concepción y otras provincias»». Fue entonces el momento en que Víctor Toro se sumó a la crítica hacia la dirección del viejo Partido Socialista, cuya repercusión directa fue la salida de un número importante de jóvenes de la organización. En ese plano, sostiene que «la mayoría de esta juventud era simpatizante del Che Guevara, simpatizante del triunfo de la Revolución Cubana, simpatizante y solidario de la causa de la Revolución Vietnamita. Entonces tenía una posición bastante declarada por el lado de la izquierda revolucionaria, y empezamos a contactarnos con esta izquierda revolucionaria independiente, que se estaba reuniendo para ver si generaban un proceso de unidad».
En relación a este contexto, Víctor me relata que junto a este grupo de jóvenes críticos, conocerán a otras organizaciones, como la Vanguardia Revolucionaria Marxista, el Partido Trotskista de la IV Internacional, el Partido Socialista Popular y, en sus palabras, «el grupo de Clotario Blest». Además, recuerda que al interior de las Juventudes Socialistas estableció relaciones con Dantón Chelén «que era uno de los jóvenes dirigentes de la Juventud Socialista. Y él me convenció –dice– de que mientras tanto existiera ese proceso de unidad, había que integrarse a una organización». Esto lo lleva a ingresar al Partido Socialista Popular (PSP), donde conoce a grandes referentes de la historia de la izquierda chilena, como por ejemplo «al viejo Valenzuela, que era un dirigente sindical de los trabajadores municipales de Santiago, era el presidente del sindicato más importante -recalca-, un obrero de grandes cualidades y capacidades. También estaba Osear Waiss, que era otro gran dirigente e intelectual; el Lucho Vitale, destacado historiador y escritor de muchos libros que tienen que ver con la historia de las luchas de la clase obrera en Chile, en América Latina, e incluso a nivel mundial. Él –sostiene– en esos años todavía se definía como trotskista».
Herminia Concha, detenida por los pacos en los años noventa
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Del mismo modo, plantea que en aquel partido conoció a «Virginia Concha, a la Herminia Concha y a su marido, el viejo Olivares y a su familia, María Concha. Y el marido de María Concha era Villalón, una familia que vivía en el corazón de La Legua. Y ellos cargaban con toda la historia de lo que siempre ha significado La Legua: un territorio de grandes luchas, de grandes batallas, pero también donde la delincuencia ha jugado un papel bastante triste para las luchas de liberación». Fue ahí donde Víctor Toro comenzó su militancia con la inserción poblacional: «la Virginia y el viejo Olivares me invitaron a participar en su célula del Partido Socialista Popular y yo encantado empecé a participar. Y en poco tiempo se armó una toma de vivienda y me fui a vivir a la población Santa Adriana, en una casa abandonada frente a una Iglesia…»
Así entonces, Melinka pasa del trabajo sindical –encargado por las Juventudes Socialistas– al trabajo poblacional en la población Santa Adriana, lugar donde además comienza su formación en el marxismo leninismo:
«El viejo Olivares, el marido de la Herminia Concha, era un teórico y un cuadro muy preparado. Él creía mucho en la teoría de un intelectual alemán muy famoso, y entendía su pomá, y nos enseñaba a nosotros. Ahí me formé, ellos me ayudaron a mi formación marxista revolucionaria. Yo tenía mis ideas generales y ciertas claridades sobre el socialismo, sobre la importancia de hacer una revolución, pero con la enseñanza del viejo Olivares y la Herminia Concha afiné todos mis ideales y los proyecté programática y estratégicamente. Y, en el entretanto, estábamos haciendo nuestro trabajo de base: hicimos una toma junto con los partidos de la Unidad Popular en el Parque Subercaseaux, frente a la municipalidad de San Miguel, la municipalidad del compañero Mario Palestro».
Estos fueron los primeros pasos en la inserción poblacional, desde la militancia en el PSP, y que son un precedente de su perfil militante, tanto en la fundación del MIR, como de su historia…
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La praxis militante en la lucha por la vivienda
El trabajo militante y su formación política desde la célula del Partido Socialista Popular, en la población Santa Adriana, marca los inicios de Melinka en su experiencia como dirigente poblacional, principalmente en el área de la vivienda. Así es como define su llegada a la fundación del MIR, y cómo se fue ampliando el trabajo orgánico en otras poblaciones, como la Santa Elena y la José María Caro. Mientras tanto, rememora Víctor Toro, en la población la Santa Adriana ya se había comenzado «a organizar a jóvenes, a mujeres, que tenían además de las reivindicaciones de la vivienda, otro tipo de reivindicaciones por sus derechos como mujer, como pobladora, como vecina, como parte del movimiento social». Además, nos cuenta, que fue esta experiencia la que presentan en el Congreso de fundación del MIR, y que luego pasa a ser una de las primeras experiencias poblacionales de la organización. Tal y como lo plantea Víctor Toro:
«La célula completa de nosotros –del Partido Socialista Popular– asistió al Congreso de fundación del MIR. Teníamos chipe libre para participar, y expusimos la primera experiencia que habíamos tenido como Partido Socialista Popular, y posteriormente fue la primera experiencia del MIR ya fundado».
Años después de la fundación del MIR y en referencia a la toma del Parque Subercaseaux junto a partidos de la Unidad Popular (UP) ( que según sus cálculos, contempló entre 500 a 600 pobladoras y pobladores sin casa de distintos lugares de la zona de San Miguel), Toro recuerda el aviso de la visita de Aldo Moro. El líder de la Democracia Cristiana italiana, en efecto, pasaría frente a la Municipalidad de San Miguel, por lo que, en palabras de Víctor: «Había que levantar el campamento, así que nos desalojaron a todos y nos repartieron por varias poblaciones». Esto resultó provechoso para la expansión de la inserción orgánica del MIR, pues, como revela: «fue casi que nos organizaron para que organizáramos el MIR en varias otras poblaciones»».
En ese andar, en que se encontraron las militancias de distintos sectores políticos, también se fueron visibilizando las diferencias políticas, que no lograban cohesionar con la búsqueda de la unidad revolucionaria. Esto llevó a la creación de células del MIR dentro de los campamentos en que se fue desplegando la militancia, cuestión que aportó a las discusiones tácticas y programáticas de la política poblacional del MIR:
«…Y empezamos a organizar el MIR allá en la Santa Adriana, a donde nos instalaron ellos, nosotros fuimos los que dimos la idea de una organización, aunque estaban los PC, los socialistas, la gente del MAPU, de la Izquierda Cristiana y hasta un demócrata cristiano, porque tenía necesidades de vivienda. El problema era desarrollar una forma de organización que los integrara a todos, que se planteara una unidad real, una unidad de clase, una unidad revolucionaria.
Y nosotros –ya en ese tiempo– empezamos a plantearnos ciertas diferencias con el trabajo de la Unidad Popular, hasta que formamos nuestras células dentro de los campamentos, en dos o tres campamentos donde el MIR inició su trabajo. Además, íbamos organizando al movimiento de pobladoras y pobladores en un nivel bastante amplio, íbamos organizando la organización revolucionaria, la célula revolucionaria de base, y desarrollando una táctica, desarrollando un programa del MIR. Los fundadores del MIR todavía no tenían muchas ideas de cómo desarrollar el trabajo poblacional, nosotros –el grupito este que partió con la Geo y el viejo Olivares– creció, atrayendo a otros que pasaron a formar el MIR después que se fundó».
Cabe destacar que esta experiencia relatada por Melinka, es considerada como uno de los respaldos argumentativos que permitirían sostener la idea (planteada en una conversación entre Luciano Cruz, Bautista van Schouwen y Luis Vitale) de que el MIR tenía que convertirse en un partido con influencia de masas, documento que sería presentado en el IV Congreso Nacional, convocado para agosto de 1969. Así lo deja registrado Luis Vitale en su texto «Contribución a la Historia del MIR 1965-1970». En ese documento reconoce el trabajo poblacional como parte del diagnóstico del análisis de coyuntura que se presentaría en esta instancia:
«La influencia del MIR se consolidaba en el movimiento de pobladores, hecho registrado por Humberto Valenzuela: «Nuestro trabajo se centró en el campamento que se levantó en San Miguel, en la Gran Avenida. Después fue Santa Adriana y Santa Elena. Posteriormente, en el Campamento 26 de enero, donde se destaca Víctor Toro, extendiéndose la influencia del MIR hasta los pobladores sin casa” (Luis Vitale, 2024. «Contribución a la historia del MIR 1965-1970«. Ed. Escaparate, p. 72; ver también: Humberto Valenzuela, «Historia del movimiento obrero chileno».)
Prosiguiendo con la historia de su inserción poblacional, Víctor nos cuenta que una de las tareas militantes para quienes se fueron incorporando a sus células fue ayudar en la educación política y cultural, ya que según dice:
«Nosotros íbamos tratando de escribir –más o menos– cuáles eran todas las reivindicaciones que tenía la gente en el campamento, había gente que no sabía leer, y había gente que sólo veía su lucha por sus problemas de vivienda. Pero es que dentro del campamento no solo estaba la lucha por la vivienda, había muchos trabajadores desempleados: había que integrar la lucha de los desempleados con la lucha de los sin vivienda y los que no tenían trabajo. Estos eran obreros con los cuales se podía trabajar y dirigir el trabajo hacia las fábricas, hacia los trabajadores de la construcción. Y entonces íbamos engrandeciendo el trabajo que era con otras características».
En ese sentido, es de vital importancia entender que la lucha por la vivienda –al igual que hoy– no podía reducirse solamente a la obtención de la vivienda como objeto de propiedad, ya que como recalca Melinka, en los campamentos se enfrentaban muchos otros problemas –que se siguen enfrentando–, los cuales, además, también quedaban de manifiesto en el mismo momento en que se les entregaba una solución. En ese plano, Víctor Toro nos relata que en el gobierno de Eduardo Frei Montalva, cuando le comenzaron a dar soluciones a los campamentos (en el contexto de la Operación Sitio y la política de Promoción Popular), los trasladaron a un tipo de población donde –dice– «Nos daban unas casuchas de madera, un cuarto para que vivieran familias con sus hijos y los maridos, un solo cuarto». Lo anterior, recuerda, fue en la población Santa Elena (ubicada entre Santa Rosa y Gran Avenida a la altura del paradero 29-30 de esta última calle), «hasta que después construyeron ahí un conjunto de viviendas sólidas. La gente ganó la batalla de tener una vivienda».
En esos años, las células en que participaba Víctor se independizaron del reformismo.
«Empezamos a trabajar nuestra propia organización (…) desarrollamos una organización bastante grande de la juventud, de las mujeres, de los pobladores, le ayudamos a elaborar un programa, una estrategia y una práctica, para lograr que ellos mismos participaran e hicieran su lucha, que no vivieran solo de las instrucciones y de las orientaciones del burócrata o del reformista, que era la forma en que operaban siempre los comunistas y los socialistas en las distintas poblaciones, y también en los distintos sindicatos».
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SEGUNDA PARTE
Como se puede apreciar, el relato de Víctor da cuenta de cómo se van manifestando ciertas prácticas que son inicios de lo que después se denominarán experiencias o embriones de poder popular. Éstas apuntaban a la formación y entrega de capacidades de las y los pobladores para su auto organización y el fortalecimiento de su propia lucha; así lo remarca en sus propias palabras cuando dice que «Nosotros tratábamos de hacer que la gente creyera en su autonomía, en sus cualidades, en sus capacidades, en que ellos podían hacer sus cosas, que podían avanzar, aportar a la organización y al desarrollo de la lucha». Ejemplo de ello, nos cuenta, fueron la creación de guardias populares, las milicias populares, la escuela de educación popular y el establecimiento de la asamblea popular como órgano fundamental de evaluación, decisión y construcción del proyecto de lucha.
En ese ejercicio, aparece la mujer como actriz principal, ya que, como dice Víctor, «la mujer era la que más sentía la lucha de los sin vivienda», por lo que se puede considerar un ejemplo del desarrollo de su autonomía en la propia organización: «ella era la que tenía la necesidad principal de la vivienda y, por lo tanto, ella, de manera autónoma, asumía la lucha y la conducción del movimiento», relata Melinka. Por esto, aunque si bien se hacía cargo de la olla común, con el mismo tesón daba la batalla en enfrentamientos con la represión policial del gobierno de Frei, ya que, agrega, «eran ellas las que estaban en el campamento más que los hombres, y asumían esa lucha como propias (…), generalmente ellas eran las que se hacían cargo de la defensa del campamento, encabezaban las marchas con sus banderas, sus carteles, sus reivindicaciones y sus escritos».
De esta manera, todo lo anterior va contribuyendo a que el Campamento 26 de Enero, de La Bandera, llegara a ser un ejercicio de construcción «de una organización mucho más amplia y más preclara respecto de cómo hacer las cosas en la toma», relata el Jefe del campamento. Allí, lo más bello fue que todas estas formas de organización autónomas, que buscaban resolver, de alguna u otra manera, las necesidades materiales de las y los pobladores, se fueron «transformando en pequeño poder: era el futuro poder popular que se fue desarrollando de manera autónoma en la 26 de enero, y toda la gente respetaba su organización, la defendía, permitiendo el engrandecimiento del campamento, y fue ahí donde el MIR dio un ejemplo de que se podía ganar esa lucha, y Salvador Allende construyó las casas que pedíamos: sólidas, con escuelas y una clínica de construcción sólida». Tan importante fue la influencia del MIR, que los compañeros que fueron parte de esa lucha se ganaron la admiración de las y los pobladores del campamento. En ese sentido, Víctor dice que:
«La gente respetaba y apreciaba a todos quienes conquistaron estas viviendas. Y hasta ahora yo recibo mensajes y cartas de compañeras y compañeros, de hijas o hijos de compañeras que son de mi edad, y que las hijas hablan con orgullo, con honor, hasta lloran y me hacen llorar a mí, porque quiere decir que gracias a la lucha que nosotros dimos ahí, gracias a la forma de organización que desarrollamos, como la idea de un poder comunitario, un poder popular sencillo, reflejaban a organizaciones autónomas, donde se auto decidían las cosas en la asamblea popular; y mantuvieron su organización aún después que ellos conquistaron su vivienda: mantuvieron su milicia, mantuvieron su escuela, incluso tuvieron muchos debates después, y muchas luchas por la forma deficiente en que atendían las clínicas que les instaló el Estado, el gobierno, y lograron reivindicaciones aún después que ellos conquistaron las viviendas».
Toda esta experiencia del trabajo poblacional y popular del MIR, que según el relato de Melinka se inicia con la toma del Parque Subercaseaux y la de la Santa Adriana, marcan todo un proceso de aprendizaje «que llevó a desarrollar tomas muy importantes a nivel nacional, como la Lenin en Concepción, la Luciano Cruz en Coronel, la Huentelaf en Lautaro, y también para el norte, en Copiapó, La Serena, donde yo fui a trabajar».
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El paso al Comité Central del MIR y su relación con las dirigencias
Como nos ha comentado Melinka, su participación en la fundación del MIR fue a partir de su inserción territorial desde el Partido Socialista Popular, el cual tenía una fuerte influencia de carácter trotskista, tendencia también hegemónica durante los primeros años del MIR, hasta el III Congreso de 1967, en que Miguel Enríquez asume el rol de Secretario General.
Así entonces, varios compañeros de Víctor se comienzan a marginar. Reconoce que él no fue atraído por la crítica que su sector levantó, así que siguió apoyando la construcción del partido revolucionario, ya que además comenzó a asumir mayores compromisos: «Me fui transformando en miembro del Comité Regional en Santiago, encargado del movimiento de masas, donde muchas veces era invitado al Comité Central, no siendo del Comité Central».
Sobre este contexto, en que el MIR se va desarrollando, Víctor Toro afirma que fue Miguel Enríquez quien lo propuso al Comité Central y que, tanto por unanimidad del Comité Regional Santiago como del Comité Central (en que estaban Luciano Cruz, Bautista van Schouwen, Edgardo Enríquez, e incluso el viejo secretario general Enrique Sepúlveda, que se margina del Comité Central, pero no yéndose de inmediato, sostiene), dio el pase para su incorporación en esa instancia de dirección.
La explicación que Toro da a este contexto, con la marginación del ex Secretario General, es que:
«el ritmo del activismo que imponíamos los jóvenes, era muy fuerte, muy radical en todos los sentidos. Entonces se requería mucha inteligencia, audacia, mucha decisión, mucha participación, tanto para tomar decisiones como para implementar políticas revolucionarias, en un momento en que había un auge enorme de la lucha popular, de la lucha de clase, con grandes movilizaciones, y las tomas de terreno ya no eran las siete del MIR de Santiago, sino que eran 40 tomas de terreno a nivel nacional, don de lográbamos movilizar gran cantidad de gente a nivel nacional».
En cuanto a la política que se estaba desarrollando en pos de hacer crecer la lucha de los sin casa, de los desempleados, de las mujeres, es decir, de las y los trabajadores, el ex dirigente poblacional la considera como una política certera, y que hizo síntesis con lo que Miguel Enríquez «llegó a llamar los pobres del campo y la ciudad». Así, todas las reivindicaciones levantadas por las y los pobladores «hábilmente, Miguel Enríquez las integró a su análisis, y fueron parte de discursos, para definir la importancia de lo que eran los pobres del campo y los pobres de la ciudad» reafirma Melinka.
Además, aprovecha de reflexionar que uno de los grandes aportes del MIR al movimiento de masas fue precisamente:
«La organización de las poblaciones y las pequeñas iniciativas sobre poder territorial. Esta forma de organización, junto a sus respectivos ideales, son los que atrajeron tanta militancia de este sector de la sociedad chilena al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, y que yo creo que tiene la misma simpatía hasta hoy, aunque no existamos como una organización potente ahora, de todas maneras hay muchos sectores, incluso jóvenes, que le atrae la lucha de los llamados pobres del campo y la ciudad, y especialmente los de las poblaciones, porque hoy sigue estando planteado el problema de la lucha de la vivienda».
Estas experiencias brindaron niveles de conciencia a quienes eran parte de dichas luchas, lo cual se manifiesta en los nombres que adquirieron los distintos campamentos del MIR. Así lo afirma Víctor Toro cuando dice que:
«todos esos campamentos que ellos construyeron y que, por iniciativa propia, le pusieron Lautaro, le pusieron Che Guevara, el MIR no necesitaba ponerle nombre, porque ya las masas habían adquirido ciertos niveles de conciencia, algún nivel de educación política que habíamos desarrollado con ellos. Y cabe destacar que eran iniciativas provenientes de las organizaciones que las mujeres habían construido en todos los campamentos, de manera independiente y autónoma de la organización general que se tenía en el campamento».
En relación a la historia específica del MIR, Víctor Toro ve este proceso como un aporte importantísimo que las y los pobladores militantes hicieron al diseño de la política poblacional, es decir, permitió ir vislumbrando los pasos que había que dar antes de realizar una toma. Las tomas no se podían realizar a tontas y a locas, debían tener una «preparación en todas las direcciones antes» afirma, ya que «lanzar una toma por la sola necesidad de resolver el problema de la vivienda, lo más probable es que a futuro tenga grandes problemas» (como, por ejemplo, delincuencia, tráfico, violencia, entre otros).
En este contexto, el grado de profesionalización y compromiso en el desarrollo de los campamentos también fue valorado por el presidente Salvador Allende. En ese plano, Víctor Toro recuerda que en el momento en que comenzó a darse un aumento de tomas improvisadas a nivel nacional:
«Salvador Allende nos mandó a buscar a mí y al Mickey para que le ayudáramos, porque desde Chillán al sur, hasta Coronel, se estaban tomando hasta las veredas de las calles, la gente empezó a tomar todo con una improvisación inmensa. No era la táctica del MIR. El presidente estaba preocupado y creía que nosotros podíamos ayudarle a que eso no ocurriera. Por supuesto que ayudamos en lo que pudimos, pero ese era un problema que tenía que resolver el Estado, nosotros nos hacíamos responsables de las organizaciones y movimientos que levantábamos, y que en esos tiempos eran muchos más».
En cuanto a su vida orgánica y su relación con las dirigencias del Comité Central, Víctor recuerda una gran amistad con Miguel Enríquez, que se nutría por una admiración mutua: Sin duda alguna, que la figura del secretario general trasciende en su importancia más allá de la cultura mirista, su presencia es relevante para la historia de la(s) izquierda(s) chilena(s) y el mundo, se reconocen en él grandes destrezas políticas, que no sólo caben en el plano de lo orgánico, su perfil militante asumía una fuerte influencia guevarista, que se caracterizaba en dar el ejemplo, lo cual, en el momento que Miguel asume la conducción de la organización, se transformaría en una contradicción para la ejecución de operaciones armadas y asaltos a bancos. Así también lo describe Ignacio Vidaurrazaga:
«Estaba la contradicción entre dar el ejemplo y arriesgar innecesariamente a dirigentes que por su significación había que precisamente cuidar y preservar. Ese era el caso de Miguel, que había participado en las operaciones iniciales y por tanto ya «dado el ejemplo».
Pero sus compañeros insistían que continuara haciéndolo.
¿Cómo se le convencía? Ese era el problema. En una oportunidad operaron sin Miguel, y así lo recuerda René Valenzuela:
“Habían decidido en el secretariado algo que Miguel no iba aceptar, que se hiciera sin su presencia. Al parecer, Tito y Luciano se habían perdido, y eso hizo que esa primera vez fallara la operación. Luego, como Miguel tuvo que ser informado de lo sucedido, se rio mucho y dijo: ‘¡estos se creían tupamaros!’ Fue así como se organizó el segundo intento y tuvieron que aceptar la presencia de Miguel” (Ver Ignacio Vidaurrázaga Manríquez (2021). «El MIR de Miguel. Crónicas de memoria. Tomo I: 1960-1972«. Negroeditores, p.186.).
Son estas características que describen al secretario general y a la militancia mirista las que hasta el día de hoy generan una mística disciplinada difícilmente posible de alcanzar. Siguiendo el relato de Víctor:
«Los miristas trabajábamos día y noche en la causa por la revolución. No parábamos ni un momento. Estábamos totalmente convencidos que podíamos hacer una revolución y que podíamos liberar a nuestro pueblo, a nuestros obreros y a nuestros campesinos, los pobres. Y en esa causa y en esa lucha y por esta educación que tuvimos, muchos dimos la vida: los 119, los que cayeron en Concepción, en Neltume, los que cayeron en las fábricas, en las poblaciones, en Santiago, todos cayeron en combate porque tenían la convicción 100 % de que era posible liberar al pueblo de Chile».
Es imposible no conmoverse con lo que Víctor nos cuenta, sobre todo al escuchar lo que significó el MIR y Miguel para uno de los grandes dirigentes poblacionales del rojo y negro: «Para mí es un tipo muy preparado en todos los sentidos, o sea, dirigió una organización que verdaderamente pudo haber hecho una revolución». Tampoco se olvida de mencionar a sus otros grandes compañeros militantes del Comité Central, Luciano y Bautista que, recuerda, «visitaron nuestros campamentos y alojaron en los campamentos y apoyaban nuestra es cuela de educación popular». Pero no solamente se quedaron en las visitas, sino que también iban con tareas concretas:
«El Bautista van Schouwen aparece en una foto hablando en un campamento donde hay como mil pobladores, y él es el que está hablando. Él guiaba la escuela de educación política de la Nueva Habana y de la 26 de Enero. No olvidarse que Bautista era encargado de la educación política del Comité Central del MIR y era director del periódico “El Rebelde”. Por tanto, tenía una dinámica, una práctica, un lenguaje, un estilo para la educación con mujeres, con la juventud, con pobladoras, con pobladores, muy buena. Luciano Cruz también fue uno de los líderes que ayudó a preparar físicamente lo que nosotros definimos como las milicias populares de La Bandera de la 26 de enero, siempre visitó el campamento».
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Poder popular: un mensaje necesario para hoy y siempre
Uno de los grandes elementos que reiteradamente podemos es cuchar sobre el aporte del MIR al movimiento popular, a la lucha de clases y a la organización revolucionaria es el poder popular y que, desde la vivencia de Víctor Toro, es en la 26 de Enero donde se construye el primer embrión de poder popular del MIR, y se manifestó en la construcción de una nueva organización poblacional.
Esta nueva organización poblacional, dice Melinka, ya no es la organización burocrática de los pobladores marcada desde arriba por el partido político, sino una organización que «se autodesarrolla, que genera su propia forma de organización y educación, y que integra a su quehacer –con mucha importancia– la cuestión de la educación popular». Por un lado, destaca su característica embrionaria y la capacidad de desarrollar ciertos niveles de autonomía organizacional, que van permitiendo la transformación de la población con el trabajo y la ayuda de todas y todos quienes participan allí. Por otro, alude a la conquista de la vivienda: «El hecho que ellos hayan conquistado una vivienda, la que construyeron con el apoyo del MIR, es la razón por la cual la definimos como el primer embrión del poder popular del MIR en Chile».
Junto a esta experiencia se articulan varias más, así lo recuerda Melinka al mencionar que cerca de la 26 de Enero, se levantó el Campamento Ranquil, con el apoyo de «toda la dirigencia nueva y vieja de la 26 de Enero» y que, con posterioridad, mucha gente se va a la Nueva Habana y a otras poblaciones que se construyeron en el gobierno de Salvador Allende. Es en este momento de la conversación que Víctor aprovecha de darme un consejo:
«Hoy, así como hicimos nosotros, analizamos cuál era la situación de la gente primero, no íbamos a tirar un rollo sin base. Nosotros necesitábamos, los que éramos de las células miristas de carácter poblacional de esos tiempos, estar preparados, estudiados, formados, teníamos que saber paso a paso todas las necesidades, todas las reivindicaciones que tenía la gente de la población. Con todo ese análisis en el cerebro se podían proponer cosas que la comunidad podía realizar. Por eso es un embrión de poder popular. Nunca hemos dicho que hemos construido un poder popular perfecto. Fueron grandes avances, fueron hechos muy importantes y se desarrolló en muchas partes de Chile».
Lo anterior, es una reflexión en lo que respecta a la lucha por la vivienda, es decir, la importancia de tener un conocimiento claro en los territorios y de nuestras inserciones, con el objetivo de proyectar tareas claras en base a la realidad. Víctor reconoce que hoy, al parecer, la construcción de poder popular no está tan fácil, en comparación a sus tiempos de dirigente en los campamentos.
«Seguramente hoy es más difícil que en los tiempos que nos tocaron a nosotros, porque nosotros estábamos siendo ayudados por el enorme auge de la lucha de clases. Todos los sectores de la sociedad chilena estaban tratando de liberarse, tratando de ganar sus reivindicaciones, de engrandecer sus organizaciones, fueran sindicales, fueran campesinos, fueran obreros y fueran poblacionales. Vivimos buenos momentos de la lucha de clases, de la lucha popular. Nuestros discursos fueron escuchados, fue ron aceptados, fueron entendidos y fueron aplicados. Entonces no creo que hoy sea tan fácil (…) Primero, hay que tener un cuadro político social de todo lo que hay en ese territorio, en la práctica que se elabore el programa y entenderlo como un traba jo de más o menos largo aliento, de largo plazo, no son batallas de cortoplacistas (…) hay que generar el movimiento de la gente que va a luchar por todas sus reivindicaciones».
Entonces, una vez que se tenga presente cuáles son las necesidades y reivindicaciones, es necesario convencer a quienes forman parte del movimiento popular, pero ello se realiza con acciones con cretas, a través de la educación política que permita convencer, la propaganda revolucionaria con lenguaje sencillo y simple, e ir exponiendo las ideas incipientes del poder popular. Todas estas acciones deben complementarse para enfrentar las dificultades del ahora, sos tiene Víctor, pues considera que actualmente «no hay un movimiento claro –político, cultural ni ideológico– en el movimiento poblacional. Hay mucha gente con necesidades, problemas, con situaciones dramáticas, hay gente viviendo mal, desesperados, con problemas no sólo de vivienda, sino de alimentación, de trabajo, de mala atención social, cultural. Y nosotros también tenemos que preparar pequeños trozos políticos que orienten y lleguen al pensamiento y al quehacer de la gente, las inquietudes que la gente tiene»». Es por ello que considera la importancia de una lucha sencilla y humilde, que avance paso a paso, pero con conocimiento real de las necesidades del territorio donde se trabaje.
Su tesón militante sigue intacto, desde las entrañas del monstruo no sólo nos brinda palabras de aliento a quienes nos cobijamos bajo el manto rojo y negro, sino que nos da el ejemplo de que la militancia y la organización son una decisión de vida y que, a pesar de toda su dura experiencia, sigue con su convicción intacta de que en algún momento terminaremos con este sistema capitalista explotador y deshumanizado. Para ello, las herramientas siguen siendo las mismas: organización y lucha:
«…Nosotros, en esas condiciones desarrollamos una lucha humilde y sencilla, a nivel de los barrios, a nivel de los sindicatos y a nivel de las comunidades, tratando de aportar lo que aprendimos en la lucha popular, en la lucha de base, también en la lucha sencilla que desarrollamos en nuestro país, en Chile. Así caracterizamos al monstruo, de una manera simple y sencilla».
Esta lucha humilde, simple y sencilla, parte con la llegada del compañero a las entrañas del monstruo, con sus innumerables formas de organizarse y levantar reivindicaciones desde el Movimiento La Peña del Bronx, y con todo el viento en contra.
«Para los que quieren construir un nuevo MIR en Chile o cualquiera sea la organización revolucionaria, esta lucha todavía no termina. Vamos, seguimos para adelante, no importa donde estemos. Le agradezco mucho esta conversación. Nuestros deseos son tremendos, ante el monstruo que cuenta con tantas armas y tantos odios contra los pobres, contra los marginados y contra los trabajadores, contra los pueblos, contra los inmigrantes. Pero nosotros nacimos para liberarnos y para defender las causas justas de todos nuestros pueblos en el mundo. Así que muchas gracias» (Víctor Toro Ramírez, 14 de agosto 2024).
MELINKA: «EL EJÉRCITO DEL CHE EN EL CORAZÓN DEL BRONX» por Camila Araya Guzmán