Mary Muthoni Nyanjiru. Inquebrantable luchadora contra la colonización

Fuente: Umoya num 104. 3er trimestre 2021                         Ainhoa Díez.

MARY MUTHONI NYANJIRU. Inquebrantable luchadora contra la colonización

La auténtica historia de África es poco conocida, pero mucho menos dentro de este desconocimiento es conocida la participacióm de las mujeres en la sangrienta, larga y dura lucha anticolonial que los y las africanas no dejaron de librar ni un solo día.

The Ageless Defiance of Muthoni Nyanjiru - Owaahh

Los eventos que han modificado el transcurso de la historia resultan incontables. Algunos caen en el olvido a pesar de su trascendencia mientras otros se mantienen vivos a través de la  cultura popular. Sobre la motivación de los individuos que  protagonizaron estas hazañas poco se sabe. Quizá los moviera una voluntad indomable y la firme convicción de que debían
cambiar las cosas o quizá cumpliesen la premisa de Umberto Eco y se tratase simplemente de “cobardes honestos” que quedaron convertidos en héroes por error. Sea como fuere, nunca es tarde para rescatar el nombre de personas como Mary Muthoni Nyankiru, una luchadora inquebrantable que defendió lo que creía justo y lo pagó con su vida.


No se sabe mucho del comienzo de la vida de Mary Muthoni. Era una mujer que pertenecía al pueblo kikuyu, el grupo étnico más numeroso de Kenia, y nació en un pueblo de los alrededores de Nairobi, ciudad a la que se mudó, después de pasar su infancia en un país colonizado por los británicos, y donde moriría convertida en una activista contra la colonización. 94 años después, su nombre sigue siendo para aquellos que lo conocen sinónimo de uno de los mayores actos de coraje de la historia de África.
Como muchos kenianos originarios de áreas rurales, Muthoni se trasladó a la capital para combatir la falta de empleo. En 1922, Nairobi era aún una ciudad joven marcada por la enfermedad, el malestar político y la segregación. La discriminación hacia los nativos llegó hasta el punto de obligarlos a pagar por vivir en su propia tierra mediante el denominado “impuesto de las chozas”. Cuando además aumentaron dicha tasa únicamente a los africanos, la indignación se extendió entre los ciudadanos incrementando las luchas contra la colonización que ya llevaban un tiempo desarrollándose. Entre los principales activistas estaba Harry Thuku, miembro de la East African Association (EAA), organización que no solo se mostró contraria a este impuesto, sino que luchó contra el trabajo forzado que los africanos debían
realizar para poder pagarlo. Mary Muthoni, como muchas otras mujeres, encontraron en Thuku lo que se denominaría posteriormente como “su hombre favorito” por su ferviente denuncia de la situación particularmente mala de las mujeres en estos trabajos. Además de la explotación, sufrían violaciones y abusos de todo tipo por parte de sus “empleadores”.
Debido al vertiginoso ritmo con el que crecía la influencia de Harry Thuku, el gobierno colonial lo arrestó en marzo de 1922 al considerarlo una amenaza. La noticia de su arresto se difundió a la misma velocidad con la que lo habían hecho sus denuncias hasta ese momento. Al enterarse, hombres y mujeres africanos
dejaban sus puestos de trabajo para ir a protestar al cuartel de Policía de Nairobi, donde lo tenían retenido. Mary Muthoni estuvo allí junto a su hijastra y cientos de mujeres durante los tres días que se alargaron las protestas por la libertad de Thuku. Para mostrar hasta el punto que llegaba su determinación, las mujeres
allí reunidas realizaron una ceremonia, tradicionalmente reservada a los hombres, en la que juraban defender la libertad de Thuku y, por consiguiente, la suya propia. Tras dos días de protestas
pacíficas, seis miembros de la EAA se reunieron con el secretario colonial del Protectorado de África Oriental. A su salida, anunciaron a la multitud que Harry Thuku solo estaba siendo retenido a la espera de un juicio justo, sin correr ningún peligro. Por ello, pidieron a la multitud que se dispersase. Una parte de los manifestantes se mostró dispuesta a acatar la petición, pero las mujeres no se dispersaron, sino que acusaron a la delegación de ceder a sobornos. Nyanjiru, sin la más mínima intención de rendirse hasta ver a su líder libre, utilizó el único recurso del que disponía una mujer para poner en jaque la autoridad masculina en aquella época. Levantó su vestido por encima de la cabeza y gritó: “¡Coged mi vestido y dadme vuestros pantalones! Vosotros, los hombres, sois unos cobardes. ¿A qué estáis esperando? Nuestro líder está ahí ¡Vamos a buscarlo!”. Un gesto, a primera vista inocuo, fue todo lo que se necesitó para iniciar la revuelta.             En la cultura de los kikuyu era un insulto que denominan
guturamira ng’ania. Tradicionalmente, la desnudez femenina, especialmente si se trataba de mujeres mayores, se consideraba una especie de maldición y quizá por eso muchos de los hombres que se disponían a retirarse se sintieron lo suficientemente
envalentonados o avergonzados para pasar a la acción. Las personas que abandonaban el lugar se dieron la vuelta y siguiendo la estela de Mary Muthoni avanzaron hacia las filas de la policía. Los cuerpos de seguridad abrieron fuego dejando,  según las fuentes oficiales, 21 muertos, que ascienden a 55 o hasta un centenar según otras, todos ellos africanos.
Entre las primeras en caer estaba Mary Muthony Nyanjiru, si bien, su voluntad de cambio no murió con ella. A raíz de estas protestas el gobierno colonial anuló el “impuesto de las chozas” y comenzó a tener en cuenta las peticiones de la población africana. La acción de Nyanjiru fue uno de los engranajes imprescindibles del
movimiento anticolonial que culminó en 1963 con la independencia de Kenia. Casi cien años después, el folklore popular keniano sigue narrando la historia de esta mujer que se
alzó como una líderesa cuando nadie lo esperaba.

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