«Marta la estupa», más de dos décadas infiltrada en movimientos sociales

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Tomás Muñoz

El Salto

«Marta la estupa», más de dos décadas infiltrada en movimientos sociales

Tras la identidad de “Marta de Aranjuez”, como la conocían sus compañeras de Madres Contra la Represión, el último de los colectivos políticos en los que participó, se esconde en realidad la agente de la Policía Nacional María Ángeles G. A., licenciada como funcionaria en la promoción del mes de junio de 1985.

Su identidad como agente encubierta ha quedado acreditada con una investigación realizada por El Salto en colaboración con antiguos militantes del colectivo Distrito 14 y con el medio de comunicación catalán La Directa. A través de diferentes pesquisas, se ha conseguido obtener los documentos que prueban la verdadera identidad de Marta y su carrera como funcionaria del cuerpo policial. A diferencia de otros infiltrados anteriores, María Ángeles G.A. sigue manteniendo activo el teléfono que utilizaba como Marta. Tras ser preguntada por este medio si confirma la información que la señala como agente encubierta, en una conversación vía Whatsapp, María Ángeles ha respondido que “ya nada me afecta, no tengo ninguna intención de hacer una declaración y no confirmo nada”.

El Salto ha podido certificar que acumulaba una larga trayectoria encubierta en diferentes espacios políticos de Madrid, que van desde experiencias autogestionadas como el Centro Social El Laboratorio, hasta colectivos de apoyo a presos de los GRAPO y del PCE(r), vascos, pasando por la Coordinadora Antifascista y diferentes espacios antirrepresivos.

A pesar de esa dilatada trayectoria, su presencia no pasó inadvertida para algunas de las personas que compartieron espacio con ella. Incluso en el último colectivo en el que participó, Madres Contra la Represión, tomaron la decisión de expulsarla cuando tuvieron suficientes indicios para sospechar que, en realidad, tras esa fachada de madre separada que aparentaba demostrar su compromiso político constante haciendo frecuentes viajes desde Aranjuez a Madrid para militar, se escondía una agente policial infiltrada. No fue un plato fácil de digerir para sus compañeras en este espacio.

Marta llevaba más de siete años participando y haciendo vida con la gente del colectivo: “Yo le tenía mucho cariño, ha sido un palo, porque al final después de tantos años militando juntas empatizas con la gente. A mí me llamaba mucho y hablaba con ella a menudo de su vida personal. Nos mandaba fotos por el WhatsApp de sus hijos, de sus viajes. Me contaba que seguía muy enamorada de su ex, aunque este tenía serios problemas de adicciones”, explica una de sus compañeras en este espacio, que prefiere mantener el anonimato.

La activista explica con amargura que “incluso una compañera le dijo una vez delante nuestra, Marta, tú tienes que ser policía, porque tú eres muy estilosa como para estar en estas cosas. Y la otra se partía de risa y nos partíamos todas de risa”. Otra de sus compañeras en Madres Contra la Represión recuerda los inicios de Marta en el colectivo: “Se nos acerca por primera vez en una de las manifestaciones para pedir la libertad de Alfon [un militante vallecano encarcelado tras la huelga general del 14 de diciembre de 2012], y se pone con nosotras en la pancarta, aunque ya la conocíamos de haberla visto antes en otros espacios antirrepresivos”.

Ella les contó que también era madre, y que estaba participando en ese momento en la Coordinadora Antifascista de Madrid. Pero que en ese espacio habían decidido no admitir la participación de individualidades, solo personas en representación de colectivos. Esta fue la razón principal que les dio en aquel momento para querer formar parte de su grupo.

“Venía de la Coordinadora Antifascista de Madrid, lo que nos sirvió un poco como un aval para aceptarla”, expone una de sus antiguas compañeras. En el colectivo se integró como una más, y sus compañeras la describen como una persona con don de gentes, buena presencia, muy fácil de tratar y que rehuía siempre los enfrentamientos internos. Aunque también se hacía mucho la despistada: “Siempre que había reuniones en las que podíamos tratar algún tema importante, me llamaba por teléfono y me preguntaba: ‘Ay, que es no me he enterado bien, ya sabes el despiste que tengo, ¿me lo puedes explicar?’. Y yo se lo explicaba y ahora me doy cuenta de que, a lo tonto, le estaba haciendo los informes”. Marta estaba tan integrada que llegó a solicitar los permisos (con su DNI falso) en Delegación del Gobierno para diferentes concentraciones que convocó el colectivo. Una práctica, la de manejar documentos falsos pero con todos los visos de legalidad, que ya es un clásico de este tipo de infiltraciones policiales.

Se destapa el pastel

En el colectivo fueron conscientes de que Marta podía ser una policía infiltrada tras la manifestación feminista del 8 de marzo de 2020, unos días antes de declararse el encierro por la pandemia del covid19. En ese momento, tras compartir las fotos en redes sociales, una persona de su entera confianza les dijo que Marta, que salía junto a ellas, era en realidad policía nacional. Con la circunstancia del encierro y el temor de tener las comunicaciones intervenidas, tardaron unas semanas en poder reunirse el resto de integrantes para decidir cómo afrontar la situación.

Elaboraron una estratagema para intentar demostrar si lo que les habían dicho era cierto. Una de sus antiguas compañeras explica que intentaron conseguir su vida laboral para comprobar si la historia que les había contado cuadraba. Para sus compañeras de Madres Contra la Represión, Marta se hacía pasar por una trabajadora ocasional de hostelería y en contratas de limpieza, siempre en una situación precaria e inestable.

“Nos decía muchas veces que tenía que ayudar en el bar de una amiga, en Aranjuez, aunque nunca nos invitó a ir”, recuerda el militante. “Recuerdo una vez que íbamos a ir a Soto del Real, a una concentración, y finalmente no vino porque nos dijo que le había surgido una sustitución para limpiar, precisamente, en la comisaría. Le dijimos ‘Marta, ten cuidado con esa gente’, y ella nos contestó que estaba tranquila, que incluso hacía escarnio escupiendo en la mesa del comisario y se escaqueaba fumando cigarros en la puerta con agentes de servicio”, relata.

La reacción tras ser descubierta

Tras el chivatazo recibido, intentaron tenderle una trampa. “En aquel momento, pusimos por el grupo de WhatsApp que unos abogados nos habían avisado de que era posible que se nos hubiesen contabilizado mal los años de la vida laboral, y se ofrecían a arreglarnos el entuerto”, expone Luis. “Todas nuestras compañeras compartieron su vida laboral excepto ella, que dijo que se había encontrado por la calle a un amigo suyo abogado y que le había explicado que todo estaba en regla”.

Aquello fue el detonante y, cuando pudieron volver a reunirse tras las limitaciones de la pandemia, le convocaron a una reunión con el resto de integrantes del colectivo. En la misma, le desvelaron sus fundadas sospechas de que era una agente infiltrada. La reacción de Marta les sorprendió mucho, aunque les sirvió para confirmar sus suposiciones. “Primero nos dijo muy tranquila que le dijésemos su número de agente, una respuesta muy de policía y luego, tras decirnos que ella no llevaba toda la vida luchando para esto, simplemente se fue”, relata una de sus excompañeras. “Si a mi me acusan de ser agente policial encubierto, siendo militante antirrepresiva y antifascista, lo mínimo que hago es defenderme, pero ella no hizo nada, solo abandonó los grupos”.

Los antiguos militantes de Distrito 14, que han sufrido también en su propio espacio las infiltraciones de Juancar y Sergio, otros dos agentes encubiertos, creen que estas prácticas “en un plano general, sí han provocado cierta paranoia y desconfianza entre la militancia, aunque creemos que es debido a la falta de conocimiento sobre cómo funcionan estas prácticas, cómo detectarlas, cómo gestionarlas cuando ocurren”. Destacan también el fuerte impacto psicológico que tiene esta práctica por parte del Estado en las personas que son víctimas de este espionaje: “Muchas de las personas más relacionadas con policías infiltrados están pasando por procesos muy complicados, de hecho un informe del Centro SIRA cifra en un 70% las compañeras que han llegado a tener ideas suicidas tras pasar por este proceso, el 90% de las cuales están vinculadas a la vergüenza, a las humillaciones ahora percibidas y a una idea de irreversibilidad del daño”.

Marta, tras ser expulsada públicamente de Madres Contra la Represión, ni siquiera borró su cuenta de Twitter. Pero empezó a mostrar un carácter radicalmente distinto al que había mostrado en esa red social hasta ser destapada. “De pronto empezó a hacer comentarios con claro contenido fascista, e incluso a hacer burlas de publicaciones que difundían otros casos de policías infiltrados”, explica una militante del colectivo.

https://www.briega.org/es/noticias/marta-estupa-mas-dos-decadas-infiltrada-movimientos-sociales

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