Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2021/12/18/mari-d18.html?pk_campaign=newsletter&pk_kwd=wsws Miguel Andrade 18.12.21
Marighella, una película sobre el dirigente de guerrilla urbana brasileño se proyecta tras ser aplazada dos años
El 4 de noviembre se estrenó Marighella en Brasil. La película se centra en los dos últimos años de la vida de quien fuera miembro del Partido Comunista brasileño (PCB) durante mucho tiempo y más tarde dirigente guerrillero, Carlos Marighella. La fecha escogida para el estreno fue el 52 aniversario del asesinato de Marighella a manos de la policía secreta del Estado de San Pablo, el Departamento de Orden Político y Social (DOPS).
El lanzamiento de Marighella es un acontecimiento con unas implicaciones culturales y políticas importantes en Brasil. Después de su estreno mundial en la Berlinal de 2019, la película inmediatamente se volvió el blanco de una feroz campaña ultraderechista en el país que la acusaba de enaltecer el crimen y el comunismo —considerados lo mismo por el entonces gobierno venidero del ultraderechista Bolsonaro.
Después de su primera proyección en el festival de Berlín, el director Wagner Moura declaró, “Nuestra película obviamente no trata solo de los que resistieron en la década de los ’60 y los ’70 sino además de los que resisten hoy”, refiriéndose al violento volantazo a la derecha del establishment político brasileño en los años anteriores, y a la administración de Bolsonaro, que había asumido apenas 40 días antes.
La película fue luego sometida a más de dos años de lo que Moura llama “censura”. Pasó por demoras burocráticas desacostumbradas por parte de la agencia cinematográfica pública brasileña, Ancine, lo que se produjo en medio de declaraciones constantes por parte de las autoridades del gobierno de Bolsonaro de que había que liberar a la cultura del país de una “dictadura izquierdista”.
En medio de esta ofensiva derechista, los distribuidores de la película, Paris Filmes, retuvieron su estreno por tiempo indefinido, citando preocupaciones financieras no especificadas. Marighella apareció a pesar de una combinación de censura oficial y económica.
Que la derecha brasileña atacara a esta película, que siguió siendo proyectada y que fuera galardonada en el extranjero, hizo crecer el interés entre los que se oponen al gobierno de tipo fascista de Bolsonaro y su enaltecimiento de la dictadura militar de 1964-1985 en lucha contra la cual murió Marighella.
Cuando al final la película se proyectó el 4 de noviembre, en seguida se volvió la película más taquillera de Brasil, por delante de éxitos de Hollywood como Eternals. Ese es un logro poco común para una película brasileña, incluso teniendo en cuenta que el reparto de Marighella incluye a varias estrellas de series brasileñas, y el papel principal lo desempeña uno de los músicos brasileños contemporáneos más populares, Seu Jorge. Dan fe además de su amplia acogida las noticias de las protestas en línea en ciudades obreras pobres de las afueras de Río de Janeiro, donde no se proyectaba la película en los cines, lo que al final llevó a un aumento de las proyecciones.
Este contexto político contemporáneo hace que una evaluación sobria de la película sea aún más necesaria. Y para decirlo sin rodeos, la película se quedó muy lejos de pintar un retrato serio de la vida y la época de Marighella, ni que hablar de una perspectiva para los desafíos actuales que su vasto público tiene ante sí.
Como dijo su director, Moura, una y otra vez, la película está dedicada a los que “resistieron” en aquel entonces y “resisten” hoy. La primera y obvia pregunta es: ¿Por qué la “resistencia” de Marighella no tuvo éxito y en cambio fue eliminada por el ejército respaldado por EEUU en un par de años? Y la igualmente obvia pregunta de continuación sería: ¿Qué lecciones tienen que aprender de aquella experiencia los que se oponen hoy a la ultraderecha?
La película nunca aborda esas preguntas, a pesar de las ruedas de prensa y las entrevistas de Moura que suenan radicales.
La película se basa en la biografía de 2012 Marighella —el guerrillero que incendió el mundo escrita por el periodista Mário Magalhães. De más de 700 páginas y basado en 276 entrevistas, el libro de Magalhães brinda un retrato abarcador de toda la vida de Marighella. Es significativo también por ser el primero en desenterrar testimonios de un agente que participó en el asesinato de Marighella, lo que ofrece las primeras pruebas directas de que Marighella no estaba armado y no se resistió a su arresto, como dijo el gobierno en el momento para justificar su asesinato, una práctica jamás desechada por la policía del actual Brasil “democrático”.
La decisión de Moura de centrarse solo en el período guerrillero de Marighella de los dos últimos años de su vida lleva a una actitud generalmente condescendiente y moralista hacia tanto el tema histórico como el telespectador. Esa actitud, que Moura considera que es la fuerza emocional y moral de la película, desempeña un papel pernicioso, con consecuencias políticas definidas.
Marighella, el PCB y el golpe de 1964
Marighella fue una figura histórica extraordinaria en muchos sentidos. Su madre era hija de esclavos sudaneses conocidos como “malês”, que en 1835 dirigieron la mayor revuelta esclava urbana de la historia de Brasil en el Estado natal de Marighella, Bahia. Su padre era un obrero metalúrgico italiano de la Emilia-Romagna, cuyos paisanos eran rechazados sistemáticamente por los patrones brasileños por ser “pendencieros”.
Al unirse al Partido Comunista como estudiante de ingeniería en 1936 a los 25 años de edad, estuvo en la ilegalidad bajo los tres regímenes políticos sucesivos y fue encarcelado y torturado por dos de ellos. Ejerció como miembro electo de la Asamblea Constituyente de 1946 durante los dos únicos años de legalidad del PCB entre 1937 y 1985 y fue uno de los dirigentes de la trascendental “huelga de los 300.000” en San Pablo en 1953, que plantó cara a las leyes antihuelga y conquistó un aumento salarial del 32 por ciento en cinco industrias.
El año 1964 llevó a un punto crítico una prolongada crisis del capitalismo brasileño que se había estado desarrollando durante años, en medio de la decadencia del boom económico postbélico, la creciente actividad huelguística en los países imperialistas y la intensificación de las luchas anticoloniales.
En 1964, el presidente João Goulart intensificó los esfuerzos por llevar a cabo sus supuestas “reformas de base”, que incluían la reforma agraria, límites a la especulación con bienes raíces urbanos, aumentos en los pequeños créditos e inversión en educación, frenar la repatriación de las ganancias de las empresas multinacionales y la legalización del Partido Comunista.
Aunque de carácter totalmente nacionalista burgués —y reflejando reformas similares intentadas en la vecina Bolivia y en Chile en los años anteriores, así como políticas nacionalistas aplicadas por el antiguo presidente brasileño Getúlio Vargas— las reformas de Goulart fueron consideradas cada vez más intolerables por el imperialismo estadounidense y un sector dominante de la clase gobernante brasileña. Su rechazo para alinearse incondicionalmente con las políticas anticomunistas de Washington aumentó los temores dentro de las esferas gobernantes de que Goulart fuera incapaz de controlar a la clase trabajadora, que estaba creciendo rápido.
En estas condiciones, el PCB se negó rotundamente a organizar a la clase trabajadora en oposición a la burguesía, y en cambio le confió a Goulart y a los propios militares contracarar la oposición derechista y proimperialista. Cuando la ofensiva golpista de 1964 fue desatada desde las tierras altas que rodean a Río de Janeiro, Goulart y el PCB fueron pillados desprevenidos por la unidad del ejército. Fue evacuado de Río por unos pocos oficiales leales y trasladado a Uruguay.
A pesar de la amenaza a sus propios miembros planteada por una nueva dictadura, el PCB estaba siguiendo la línea dictada a nivel internacional por la burocracia estalinista soviética contrarrevolucionaria, cuya única preocupación desde los años ’30 era la autoconservación a costa de la revolución mundial. Temía con razón que una revolución exitosa en el extranjero desencadenara una oposición obrera revolucionaria renovada dentro de la propia Unión Soviética y socavara su control de la economía soviética semiautárquica, la fuente de sus privilegios.
La línea dictada desde Moscú era la del “frente popular”, es decir, la unidad con la burguesía nacional, en un país tras otro. En Brasil, ello había encontrado expresión en los ’30 bajo la dictadura corporativa del “Estado Novo” de Getúlio Vargas, que era apoyada por el PCB como un frente popular “antifascista”. Ese apoyo se mantuvo aunque los principales cuadros del PCB, incluso el incipiente Marighella, fueron torturados en cárceles del “Estado Novo”, y Vargas deportó a Olga Prestes, la esposa embarazada nacida en Alemania del líder del PCB Luís Carlos Prestes, al Tercer Reich, donde fue asesinada en el campo de exterminio de Bernburg.
El PCB mantuvo su lealtad al Partido Laborista fundado por Vargas y dirigido por Goulart, incluso tras el golpe de 1964. Apoyó el “Frente Amplio” de Goulart con el expresidente Juscelino Kubitschek y el antiguo archienemigo político de Vargas, el gobernador de Río de Janeiro, Carlos Lacerda, quien había aclamado el golpe antes de ser él mismo proscrito por el régimen militar.
Ante una debacle política y una creciente represión a la clase trabajadora y los sindicatos, la dirección del PCB, incluyendo a Prestes, se opuso a cualquier crítica a su actitud hacia Goulart y el frente amplio.
Entre los críticos estaba Marighella y otros defensores de la guerra de guerrillas inspirados en el maoísmo y el castrismo. Su principal desacuerdo con Prestes era que la lucha armada de tipo guerrillero debería haber empezado antes de 1964. La burocracia esclerótica alrededor de Prestes consideró intolerable cualquier crítica semejante y procedió a expulsar a la oposición. Por su parte, la oposición en buena parte ignoró la masiva base obrera del PCB y nunca fue capaz de ofrecer una alternativa a la línea frentepopulista del partido.
Como la película de Moura deja claro, Marighella era considerablemente mayor que los estudiantes radicalizados que estaban siendo atraídos al guerrillerismo en Brasil en los ’60, muchos de los cuales pagaron con la vida el haber entrado en la enormemente desigual confrontación con el ejército brasileño respaldado por EEUU. Con todo, sus décadas de formación bajo el PCB luchando por la teoría estalinista de la revolución por etapas lo hizo orgánicamente incapaz de ofrecer cualquier alternativa o liderazgo alternativo, más allá de algunas prescripciones tácticas bastante rudimentarias para la “lucha armada”.
El golpe de 1964 planteó con la mayor urgencia la construcción de un nuevo partido revolucionario en la clase trabajadora basado en la teoría de la revolución permanente de Trotsky. La decisión de la burguesía brasileña de apartar a Goulart por temor a provocar la oposición obrera fue la demostración más clara de que temía al socialismo más de lo que se oponía al saqueo de los recursos nacionales por parte de las potencias imperialistas. Las tareas democrático-burguesas de la democracia, el desarrollo nacional y la independencia del imperialismo se podrían lograr solo bajo el liderazgo de la clase trabajadora, derrocando a la burguesía y pasando a implementar sus propias medidas socialistas, y al mismo tiempo buscar extender su revolución a escala mundial.
La versión de Magalhães y las de otros de los conflictos internos del PCB establecen que Marighella había sido uno de los principales combatientes contra el marxismo genuino en el partido, dirigiendo la lucha contra cualquier cosa percibida como “trotskismo”, principalmente la teoría de la revolución permanente y la crítica al frentepopulismo estalinista.
Uno de los episodios clave de su ascenso en el aparato del partido había sido la supresión del cuestionamiento sobe la política del Frente Popular de subordinarse a Vargas dentro del liderazgo del PCB en San Pablo.
El ulterior colaborador guerrillero de Marighella, Joaquim Câmara Ferreira, informó de que se le encomendó a él personalmente la ejecución del líder del PCB de San Pablo, Hermínio Sacchetta, quien estaba dirigiendo las críticas al Frente Popular estalinista con Vargas. Ferreira se negó a realizar el homicidio, y Sacchetta llegaría a ser más tarde el dirigente del movimiento trotskista en Brasil durante la Segunda Guerra Mundial.
Enfadado porque Sacchetta sobreviviera, el PCB lo denunció públicamente como miembro del partido en una transmisión de radio dedicada a denunciar “trotskistas”, lo que en la práctica equivalía a ponerle una diana en la espalda para las fuerzas de seguridad, los fascistas u otros miembros del PCB menos vacilantes. A pesar de la supervivencia física de Sacchetta, se le atribuye a Marighella haber “derribado a tiros” políticamente a la facción de Sacchetta dentro del partido.
Fiel a su formación estalinista, Marighella y sus correligionarios nunca se opusieron a la teoría estalinista de que Brasil tenía que pasar por una revolución democrático-burguesa dirigida por sectores nacionalistas burgueses y pequeñoburgueses y, de manera crucial, que había que subordinar a la clase trabajadora a ese movimiento. En particular, al abordar la lucha contra la derecha fascista y la dictadura, Marighella usó el Frente Popular como su punto de partida. En su conflicto con la camarilla de Prestes, Marighella quedó atrapado dentro de la perspectiva desarrollada primero por el PCB en los años ’20, que Brasil necesitaba “su propio Kuomintang”, es decir, un partido nacionalista burgués al cual habría que subordinar a la clase trabajadora. El PCB intentaría incansablemente encontrarlo en el Partido Laborista y sus facciones.
A pesar de su fraseología radical sobre “tomar las armas” y la “revolución”, Marighella siguió siendo fiel a esta perspectiva fundamental del PCB. Al irse frustrando cada vez más con la cobardía de la burguesía nacional reformista personificada por Goulart y sus sirvientes en la conducción del PCB, Marighella también se volvió cada vez más hostil y desdeñoso hacia la clase trabajadora. En su “Minimanual de guerrilla urbana”, leído en todo el mundo, la organización de la clase trabajadora es subordinada enteramente a asistir a las guerrillas rurales. Hasta las huelgas obreras eran vistas estrictamente desde un punto de vista de la táctica militar, como tapadera útil para tender emboscadas a las fuerzas de seguridad.
En todo el continente, la experiencia de las guerrillas ya estaba demostrando ser desastrosa. Justo antes de la adhesión de Marighella al guerrillerismo y su expulsión del PCB, el principal impulsor y modelo de la guerra de guerrillas en América Latina, el Che Guevara, fue asesinado por el ejército boliviano, respaldado por EEUU, al intentar “replicar” la revolución cubana en ese país. Las acciones del ALN de Marighella no demostrarían ser más exitosas. El grupo fue exterminado por el ejército y finalmente disuelto en 1973 después de retirarse al centro geográfico de Brasil, el valle Araguaya. Al no poder encontrar apoyo campesino para un “conflicto prolongado” con la dictadura, solo consiguió aislarse aún más de la clase trabajadora.
El coste político del giro al guerrillerismo fue mucho más lejos de la muerte trágica y brutal de Marighella y otros combatientes. Contribuyó al aislamiento de capas de estudiantes arrojados y radicalizados, la intelectualidad y los propios trabajadores de la clase trabajadora en su conjunto. Aunque el PCB como organización fue destrozado por la dictadura, su objetivo fundamental de subordinar a la clase trabajadora a la burguesía mediante el aparato sindical solo fue fortalecido por actos armados heroicos en los cuales los trabajadores eran reducidos al mero estatus de espectadores.
Cuando la clase trabajadora volvió a irrumpir en la escena política nacional en la segunda mitad de los ’70, sus filas crecieron, fortalecidas por el impulso industrializador de la dictadura, y una nueva generación de dirigentes sindicales renovaría la subordinación del viejo PCB a la burguesía y su lealtad a la democracia burguesa. Su principal representante sería el expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, el pragmático burócrata sindical metalúrgico que dirigiría la creación del Partido de los Trabajadores (PT) en 1980 basado en el repudio explícito del marxismo y de la revolución socialista, antes de ser elegido presidente en 2002.
El Marighella de Moura
La visión de Moura del complejo medio político que creó a Carlos Marighella es intelectualmente anémico, por decir poco.
Se ha argumentado muchísimo en los círculos brasileños asociados con la política izquierdista y la oposición a Bolsonaro que la película es valiente por abordar la dictadura y decir la verdad sobre una figura política demonizada por la clase dirigente como un sanguinario asesino en serie durante casi 50 años.
Cierto es que la película tiene la mayor efectividad en exponer los crímenes de la dictadura, incluyendo sus esfuerzos por demonizar al ALN y otras guerrillas, desesperado por aplastar cualquier simpatía generada por sus actos de oposición a la junta militar. Se centra demasiado en los esfuerzos por el jefe del DOPS, el asistente Lúcio (Bruno Gagliasso) por suprimir noticias de la prensa sobre el contenido político de las acciones de las guerrillas, mientras la dictadura presentaba a Marighella como un diabólico asesino y el “enemigo público número uno”, mientras criminalizaba cualquier simpatía por el socialismo.
Para un público amplio, exponer estos crímenes es importante mientras las clases gobernantes en todo el mundo se dirigen hacia la rehabilitación de los peores crímenes del siglo XX —el nazismo y sus colaboradores en Alemania y Francia, el franquismo en España y, por supuesto, la dictadura militar brasileña por parte de Bolsonaro.
Dicho lo dicho, la capacidad de la película de ofrecer una perspectiva a su público se ve seriamente socavada por el punto de vista políticamente en ruinas de Wagner Moura sobre Marighella, que se vuelve la glorificación de los peores aspectos de su confusión política.
El argumento de la película tiene como prefacio un corto texto escrito acompañado por imágenes de por 1964 que dice que aunque varios grupos, desde los sindicatos a organizaciones campesinas, resistieron al régimen, fueron “especialmente los estudiantes” quienes “se dieron cuenta” de que solo se podía luchar contra la dictadura con las armas —en el contexto de la película, mediante la guerra de guerrillas y no una revolución obrera. El golpe de 1964 se toma como un hecho, que no merece ninguna otra consideración más allá de los crímenes a los que dio ascenso. Cómo llegó a ser y qué se proponía lograr son cosas secundarias.
La película se centra en las acciones espectaculares de las guerrillas: la toma de una reserva de armas de un tren en la escena de apertura; asaltos a bancos; el asesinato del adjunto del ejército estadounidense Charles Chandler y el secuestro del embajador estadounidense Charles Elbrick. Cuando se presenta un contexto más amplio, tal como los enfrentamientos de Marighella con la dirección del PCB o el apoyo internacional que recibió de destacados intelectuales europeos como Jean-Paul Sartre, las escenas se centran completamente en la moral personal y la valentía de Marighella. El PCB, el partido al que perteneció durante más de 30 años y que ejerció una influencia tan poderosa en millones de brasileños, se reduce a la figura del burócrata Jorge (Herson Capri), una amalgama de figuras históricas diferentes y tratado con desprecio.
Hay que decir que hay más que banalidad y superficialidad en juego en la confrontación unidimensional entre las “valientes” guerrillas y los “cobardes” burócratas y torturadores que enmarcan las escenas de acción cinéticas de la película.
La defensa banal de la “democracia” está acompañada por una promoción con mano dura del nacionalismo y patriotismo brasileño. Hasta el punto de mostrar a víctimas de tortura gritando que son “p*tos buenos brasileños” en oposición a sus torturadores proimperialistas. Cuando termina la película, se les muestra a los telespectadores a la madre de Marighella (representada en la película por su hija en la vida real), reaccionando a la noticia de su muerte gritando que era un “verdadero brasileño”. Después de los créditos hay una escena de actores gritando el himno nacional durante una sesión de calentamiento, una manera de mano dura de reafirmar el mensaje de que los guerrilleros eran los “verdaderos patriotas”.
Incluso Lúcio, que es en su mayor parte una referencia al jefe del DOPS Sérgio Paranhos Fleury, es representado como un nacionalista que se enfrenta a las autoridades estadounidenses sobre las mejores tácticas para aniquilar a la oposición política. Moura ha dicho en reiteradas ocasiones que él está particularmente orgulloso de su abordaje de Fleury, argumentando algo defensivamente que añade “complejidad” a la película al mostrar que Lúcio también “pensaba que estaba haciendo lo mejor para su país”, es decir, que no era una simple marioneta de EEUU.
Este abordaje refleja en buena medida un amplio giro derechista por parte de sectores de la clase media alta, que en una época anterior se identificaba con la oposición al imperialismo y la dictadura y ahora se oponía al fascistizante Bolsonaro desde el punto de vista de su daño percibido a la política externa brasileña y, por extensión, a los intereses de negocios de las principales empresas brasileñas. Su perspectiva queda resumida en la campaña de Lula de prometer “Hacer grande de nuevo al Brasil”.
El empuje general de la película es una repetición, bajo condiciones políticas internacionales mucho más peligrosas, del giro del PCB y del propio Marighella hacia la burguesía nacional. Esta perspectiva solo puede resultar en desastres todavía peores, mientras las principales potencias capitalistas imponen una austeridad sin precedentes, apelan a medidas de Estado policial y corren a armarse, aunque millones de personas estén muriendo por la extensión incontrolada del COVID-19.
La verdadera oposición a la ultraderecha, la pobreza y la amenaza de dictadura en Brasil y en el mundo solo puede basarse en una perspectiva socialista e internacionalista, una perspectiva a la cual la ideología estalinista que Marighella abrazó, incluso durante su etapa de guerrillero, se oponía salvajemente. No puede permitirse que su valentía personal innegable y su trágica muerte, como la de tantos otros que recorrieron el callejón sin salida del guerrillerismo, escondan las lecciones políticas decisivas de las derrotas sufridas por los trabajadores en Brasil y en América Latina en su conjunto hace ya medio siglo.
(Publicado originalmente en inglés el 16 de diciembre de 2021)