Maquiladoras y poder monopsonio

Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/maquiladoras-y-poder-monopsonio                                                                            Michael Roberts                                                                           10/07/2020

Leicester es una ciudad de tamaño medio en el centro de Inglaterra. Ha saltado a la fama en las últimas semanas debido a un brote de COVID-19 en la ciudad, forzando el cierre local, mientras que el resto de Inglaterra comienza a ‘salir’ del confinamiento. Leicester tiene una comunidad asiática británica relativamente alta y muchos trabajan en la industria de la confección. Y es aquí donde parece haber surgido el brote de COVID.

El motivo es claro. Los trabajadores de la confección en Leicester trabajan en pequeñas fábricas inseguras o incluso en sus hogares, empleados con salarios que les condenan a la pobreza (¡$ 5 por hora!) y han seguido trabajando durante todo el confinamiento de la crisis del coronavirus. Estas pequeñas empresas tuvieron que continuar funcionando porque en realidad solo había un comprador, el minorista en línea, BooHoo, propiedad de británicos asiáticos. Al igual que Amazon, Boohoo ha hecho una fortuna durante la pandemia mientras las tiendas minoristas tenían que cerrar.   Sus ganancias están registradas en el paraíso fiscal de la isla de Jersey. Y domina la industria de la confección de Leicester. Es un ejemplo clásico de poder monopsonio.

A menudo nos encontramos con el concepto de «monopolio» en la economía política y los círculos de izquierda como una categoría relevante en el capitalismo moderno. No solemos reconocer el «capitalismo monopsonio». Pero deberíamos. Aquí es donde el libro de Ashok Kumar, Monopsony Capitalism: Power and Production in the Twilight of the Sweatshop Age llena un vacío.

Mientras que el monopolio implica un vendedor dominante o hegemónico en el mercado de bienes y servicios, controlando los precios y evitando posibles rivales, el monopsonio implica el control del mercado por parte de un comprador dominante sobre muchos vendedores más pequeños. El mercado laboral capitalista es un ejemplo clave, donde el capital ejerce un poder monopsonico relativo sobre los trabajadores, a menos que estén organizados en sindicatos, etc.

El monopsonio de Boohoo en Leicester se repite a escala aún mayor con los principales minoristas como Walmart en los EEUU o Amazon a nivel mundial, o fabricantes como Nike o Apple o productores de alimentos como Nescafé o Del Mar, que ejercen un enorme poder monopsonico sobre sus proveedores (en la agricultura, prendas de vestir y calzado, electrónica, etc.).

Kumar es profesor de Economía Política Internacional en la Escuela de Negocios, Economía e Informática de la Universidad Birkbeck. Su libro nos transporta al corazón del capitalismo monopsonico a nivel mundial a través de la cadena de valor, de las prendas y zapatos baratos en las tiendas del ‘norte global’ a la explotación de los talleres de Bangladesh y otros países bajo el dominio de las multinacionales.

Monopsony Capitalism argumenta que la cadena de valor de las prendas de confección a nivel mundial se basa en una dinámica de poder desigual de muchos proveedores y pocos compradores: el monopsonio. El resultado es un bajo nivel de captura de plusvalía en la fase de producción de la cadena de suministro, lo que garantiza una inversión de capital crónicamente baja en la industria de los países periféricos. Se mantiene una mano de obra barata y muchos proveedores, en oposición al uso de maquinaria y menos compañías pero más grandes. La fragmentación y la baja inversión de capital en las cadenas de valor de prendas de vestir y calzado crean bajas barreras de entrada, lo que resulta en guerras de oferta entre miles de empresas más pequeñas de todo el mundo. De hecho, una ‘maquila’ puede definirse como un lugar de trabajo donde el trabajo no tiene esencialmente poder de negociación.

La tragedia de Rana Plaza de 2013, cuando una enorme fábrica de ropa en Bangladesh se derrumbó, piso tras piso, aplastando a muchos de sus ocupantes fue un momento catárquico. «El desastre de Rana Plaza resultó ser un monumento al fracaso total y absoluto del activismo occidental: 1.134 trabajadores perecieron».  Los boicots de consumidores y las campañas en el norte global contra los ‘talleres de explotación’ demostraron no haber servido para nada.

Pero lo que ha sucedido desde entonces muestra otra forma de salir de esta pesadilla. Después de Rana Plaza, los sindicatos de Bangladesh exigieron nuevas condiciones de seguridad, similares a la forma en que se luchaba por una reducción de las horas de trabajo y una mayor seguridad en las fábricas de algodón de Gran Bretaña a mediados del siglo XIX que Marx menciona. En agosto de 2013, se habían registrado 45 sindicatos de fábricas de ropa ante el gobierno de Bangladesh. Los sindicatos utilizaron un modelo de organización de ‘hot shop’, siguiendo el rastro de los conflictos laborales de un caso a otro, de fábrica en fábrica, estableciendo y fortaleciendo los puntos de apoyo de los sindicatos. Un grupo casi interminable de pequeñas firmas de ropa en todo el mundo comenzó a desaparecer una detrás de otra, absorbidas por rivales más grandes o forzadas a fusionarse. Por lo tanto, Kumar argumenta que el poder de monopsonio de los minoristas multinacionales se enfrenta cada vez más a empresas oligopólicas, impulsadas por la exigencia de mejores salarios y condiciones de sus trabajadores.

El libro de Kumar analiza la acción colectiva de los trabajadores en varios lugares de producción, principalmente en China, India, Honduras y Estados Unidos, y secundariamente en Vietnam, Camboya, Bangladesh e Indonesia. La acción de los trabajadores en estos países ha » probado los límites del orden social, estirándolo hasta que se vean las costuras, y obligando a los jefes a sentarse en la proverbial mesa de negociación, con el sombrero en la mano, para llegar a acuerdos con aquellos que ensamblan sus productos».

En estos estudios de caso, Kumar revela que ha habido una mayor consolidación de los proveedores, aumentando la parte del valor de los proveedores sobrevivientes y, por lo tanto, facilitando la autoinversión y mayores barreras de entrada. Las luchas de los trabajadores por los salarios y las condiciones han alterado el equilibrio del poder económico entre las multinacionales y los proveedores nacionales.

Kumar nos recuerda que Marx y Engels argumentaron que el capital global generaría un proletariado global que finalmente sería su ruina. Pero tal vez la acción colectiva de los trabajadores es la excepción bajo el capitalismo. Quizás las ventajas estructurales del capital en ciertos sectores, como la ropa y el calzado, han resuelto efectivamente la lucha dialéctica a favor de los capitalistas. Los estudios de caso de Kumar sugieren lo contrario. El sector de la confección (y las cadenas de valor desintegradas verticalmente en general) también están “animados por la lógica de la competencia, que se mueve inexorablemente en la dirección de la consolidación, reduciendo así el poder monopsonio de los compradores, mientras que los cambios en la cadena de valor se reflejan en el poder de negociación de los trabajadores».

Kumar confirma que la ley de acumulación de Marx todavía funciona, a saber, que el capitalismo debe depender cada vez más del ‘trabajo muerto’ (tecnología, etc.) y cada vez menos del ‘trabajo vivo’ (trabajadores) y eso incluye también a las ‘economías emergentes’ periféricas. Los niveles más altos de ‘trabajo muerto’ comienzan a crear mayores barreras de entrada: ¿por qué? “Debido a que cuanto menor es la composición orgánica del capital, al principio se requiere menos capital para entrar a este sector y establecer una nueva empresa. Es mucho más fácil reunir el millón o los dos millones de dólares necesarios para construir una nueva planta textil que reunir los cientos de millones necesarios para crear siderúrgias relativamente pequeñas”.

Apoyándose en esta tendencia fundamental de la acumulación capitalista, Kumar reconoce que «algo está cambiando». En China, India, Honduras, Vietnam, Camboya e Indonesia, muchas fábricas ya tienen una composición orgánica relativamente alta. Se hace » posible vislumbrar otro mundo donde los jefes se ven obligados a sentarse a la proverbial mesa de negociación, con el sombrero en la mano, para llegar a acuerdos con aquellos que ensamblan sus mercancías. Cuando los sindicatos, activistas y defensores de derechos humanos agrupan sus recursos, financieros, morales, políticos y humanos, para apoyar una organización inteligente, centrada y de abajo hacia arriba en empresas grandes y cada vez más integradas, los trabajadores de la confección transforman su industria».

Una vez que se han establecido barreras de entrada entre los proveedores nacionales, será imposible derribarlas y volver al poder de monopsonio. Los talleres de explotación y las maquilas aparecen allí donde los excedentes son limitados y la producción es difusa y esta aislada del consumo. Pero la competencia finalmente crea una industria centralizada, con algunas megaempresas en algunas ubicaciones. Entonces los proveedores se crecen, impulsando a los trabajadores a organizarse también. Pero como dice Kumar, «si este es realmente el crepúsculo de la era de la maquila o una nueva carrera hacia el fondo puede depender en última instancia de la autoorganización y las exigencias de los trabajadores».   Y eso también se aplica a los talleres de confección de ropa de Leicester durante el Covid-19.

es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

Fuente:

https://thenextrecession.wordpress.com/2020/07/05/sweatshops-and-monopsony-power-a-review/

Traducción:G. Buster

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