Maduro en campaña: ¡vamos Nico!. Farruco Sesto

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Una escultura romana del siglo II, esculpida en mármol y conocida como el Atlas Farnesio (copia de un original griego anterior) representa a este titán mitológico sosteniendo en sus hombros el peso de la esfera celeste. Su rostro no parece expresar el empeño terrible al que Zeus lo condenó por vida. Éste es un tema que ha sido trabajado muchas veces y en épocas distintas, seguramente por su capacidad metafórica en cuanto a los límites del esfuerzo humano que puede alcanzar ese sostenimiento del mundo. En el caso de Atlas como tarea impuesta. Pero en otros, más humanos y cercanos, como tarea asumida. De entre las distintas representaciones de Atlas, viene a mi memoria la que corona la fachada de un edificio en la Plaza do Toural, en Santiago de Compostela, esculpida en granito hace siglos, la cual ya me fascinaba de niño y realmente lo sigue haciendo. Esa imagen. Digo, esas imágenes. La de quienes sostienen el mundo.

¡Echarse el mundo encima como tarea! ¿Cuáles son los límites?

Lo pensé con el comandante Chávez cuando lo veíamos cargar con todos nuestros problemas sobre sus hombros. Las deudas sociales acumuladas. Los dolores y carencias de la gente. Las cuestiones de la jefatura de estado. Las de la presidencia de la república. Las del liderazgo de la revolución. Y en determinados momentos, junto a los de la crisis estructural, los problemas de las crisis puntuales que se presentaban. Y en todo y por todo, las dificultades y los anhelos de su pueblo, al que afirmaba amar más que a su vida, más que a él mismo. Todo ello llevado sobre sus espaldas. Como un Atlas de este tiempo hecho carne y espíritu. ¡En verdad, nos acordamos tanto del comandante!

Aquel Chávez bajo la lluvia en el mitin de cierre de campaña, el 4 de octubre de 2012. ¿Qué hacía sino sostener el mundo, nuestro mundo, sobre sus hombros?

Ahora que veo a Nicolás, igualmente en campaña, pasando por todo lo que pasó, por todo lo que vivimos en estos años con él al frente, sosteniendo el universo de nuestras vidas en común, con la amenaza de que el enemigo las desbarate, las vuelva nada, cargando todo eso sobre sus hombros, todo eso de nuevo, una vez más, como un titán renacido, como si la historia se repitiese, no puedo hacer nada sino conmoverme y admirarme. Y sobre todo, agradecer profundamente en mi corazón, a quien tal demostración de fuerza moral y espiritual nos ofrece. Y de fuerza política, por así decirlo.

He tratado de seguir a este hombre en campaña, no digo ya físicamente, sino al menos por las noticias y por las redes, pero no es fácil hacerlo, pues supera nuestros esfuerzos. Uno está concentrando su atención en un determinado acto, en cierto lugar, para anotar algunos de los aspectos más relevantes de la actividad, cuando ya Nicolás mientras tanto pasó por varios otros lugares y situaciones con sus botas de siete leguas, para hacerse presente una y otra vez en el seno del pueblo.

No hay forma de no asociarlo con Chávez. Vamos Nico, Vamos Nico, corea la gente. Y uno, el que esto escribe, desde su modesto punto de actuación y de observación, se suma al coro como bien puede: ¡Vamos Nico!

Uno de los problemas de esa izquierda exquisita, medio neoliberal, (la izquierda hueca, le diría yo) que hoy pulula en muchos países y sociedades occidentales, es que no entiende el tema de los liderazgos. Más bien es cínica con respecto a ello. Pero ¿saben una cosa?: eso es no entender a los pueblos. Es no entender la fuerza intensa de las grandes mayorías trabajadoras, que se sintetiza en una vanguardia y en unos liderazgos que las expresen. Lideres como lo es Chávez, que aún lo sigue siendo. (“Chávez ya no soy yo, Chávez es un pueblo” decía el comandante). Lideres como lo es Nicolás Maduro Moros, echándose a los hombros la patria y la revolución. Pero con un pueblo que es, sin duda, y permítaseme la expresión, una maravilla de pueblo. El pueblo venezolano.

Hay que decir que todo esto es posible, sin duda, porque, así como estos hombres sostienen el mundo, el pueblo al que dedican sus esfuerzos, los sostiene a ellos. Allí está la razón de su fuerza y la fuerza de su razón. La música de las esferas celestes que metafóricamente ellos cargan, hecha música de multitudes. Ríos de gentes que van marcando secuencialmente la historia, como protagonistas de los grandes hechos heroicos. Como el de este tiempo, el que vivimos, en lucha contra el acoso imperial. Contra sus presiones, chantajes y amenazas. Por la emancipación definitiva, que quiere decir por la vida misma.

Faltan, cuando esto escribo, apenas unos días para las elecciones. El día 28 de julio este peso específico de la campaña llega a su fin. Otros días vendrán.

Y así como Nicolás Maduro logró gobernar con sabiduría y firmeza durante estos años, aguantando sobre sus hombros, pero sostenido a su vez por el pueblo, toda la embestida cruel de las “sanciones”, los intentos de magnicidio, el bloqueo, la guerra mediática y diplomática.

Así como ha llevado adelante esta campaña, con un esfuerzo casi inhumano, y por lo mismo profundamente humano, valga la paradoja, en el intento de estar físicamente en contacto con nosotros y nosotras, recorriendo el país de punta a punta, trayéndonos su presencia y su voz. Con un mensaje directo a quienes somos pueblo comprometido con la historia, porque somos los herederos de todas las luchas que nos han traído hasta aquí.

Así, de la misma manera, en los próximos seis años, como presidente de Venezuela, se hará de nuevo el titán bolivariano que necesitamos para terminar de enrumbar la patria toda, en paz, hacia el futuro de prosperidad que merecemos y necesitamos.

¡Vamos Nico! ¡Nosotros venceremos!

(Publicado en Correo del Orinoco el 18 de julio de 2024)

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