Cecilia REmis
Referente de los derechos humanos.Tenía 94 años. Lo confirmó su familia en la tarde del jueves. La lloran generaciones de militantes de derechos humanos en Argentina. Nunca supo qué hizo la dictadura con su hijo Carlos Gustavo Cortiñas
Después de pasar varios días internada por una operación de urgencia, murió este jueves Nora Cortiñas, referente de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora. Tenía 94 años y pasó más de la mitad de su vida buscando a su hijo Gustavo, desaparecido durante la última dictadura, y luchando por los derechos de todas y todos, convirtiendose en una de las luchadoras sociales más importantes de América Latina.
Nora Cortiñas, la eterna luchadora social estaba “profundamente preocupada en estos tiempos por la grave situación que atraviesa” Argentina “y dispuesta siempre a estar presente allí donde hubiera una injusticia, […] luchó hasta el último momento por la construcción de una sociedad más justa”.
“La madre de todos”, como solían llamarla, empezó buscando a su hijo desaparecido por la última dictadura (1976-1983), pero con el pasar de las décadas se sumó a cuanta causa justa se cruzó en su camino.
Historia
El 15 de abril de 1977, durante la dictadura más sangrienta que ha sufrido Argentina, Carlos Gustavo Cortiñas, un estudiante de 24 años que militaba en la Juventud Universitaria Peronista, fue desaparecido en la provincia de Buenos Aires. Estaba casado y tenía un hijo menor. Norita deambuló por comisarías y juzgados hasta que, junto con otras mujeres, comenzó a hacer rondas en la Plaza de Mayo para compartir información sobre sus hijas e hijos desaparecidos. Desafiaban así a los represores.
Ahí nacieron las Madres de Plaza de Mayo, que después serían conocidas y apoyadas a nivel internacional. Hoy siguen siendo una de las organizaciones de derechos humanos más respetadas en todo el mundo.
“El 30 de abril de 1977, nuestro primer día, éramos muy poquitas y todas estábamos atravesadas por el miedo y la angustia”, recordó Norita en una entrevista con el portal Educación y Memoria.
La mayoría de ellas eran amas de casa que se vieron forzadas a salir sus hogares para exigir la aparición con vida de sus hijos.
“Yo fui una mujer tradicional, una señora del hogar. Mi marido era un hombre patriarcal, él quería que me dedicase a la vida familiar. En ese entonces, yo era profesora de alta costura y trabajaba sin salir de mi casa, enseñándoles a muchas jóvenes a coser. Vivía todo muy naturalmente, como me habían educado mis padres”, explicó Cortiñas.
Desde el principio, al amparo del lema “Todas por todas y todos son nuestros hijos”, las Madres asumieron que su lucha sería colectiva.
“Si no fuera por esta filosofía hubiese sido muy difícil afrontar tantas adversidades: varias madres murieron, otras debieron criar a sus nietos por la desaparición de los padres. A algunas compañeras les desaparecieron a todos sus hijos, a otras les quitaron la posibilidad de criar a sus nietos (…) Solo la fuerza que te da el conjunto permite seguir la búsqueda”, señaló.
Gracias a esa convicción, agregó, se transformaron en madres de todos los desaparecidos.
“Por ellos parimos una vida totalmente política y en la calle. Los seguimos acompañando, pero no de la misma manera como cuando estaban con nosotras: revalorizamos la maternidad desde un lugar público. Somos Madres a las que se nos sumó un nuevo rol y en muchos de los casos no estábamos preparadas para ello. Transmitimos algo más de lo que antes les transmitíamos a nuestros hijos: el espíritu de la lucha y el compartir otras luchas”, afirmó.
Nora, de todas, de todos
El aprendizaje fue en las calles y en las aulas. Norita se tituló como psicóloga social y luego trabajó como docente universitaria. Recibió premios, homenajes y doctorados honoris causa en Argentina y en el extranjero. Escribieron libros e hicieron películas sobre su vida y hasta un club se bautizó Norita Fútbol, en su honor.
Anduvo siempre en la solidaridad de las luchas, en el compañerismo de las manifestaciones feministas y ambientalistas y por los derechos de las minorías sexuales; en las protestas contra los abusos policiales; y, por supuesto, en las históricas movilizaciones en las que cada año una multitud recuerda a las 30.000 personas desaparecidas por los represores.
Ya enferma y en silla de ruedas, Norita, como solían identificarla conocidos y desconocidos, volvió a encabezar el pasado 24 de marzo la marcha en la Plaza de Mayo para conmemorar el 48 aniversario del golpe de Estado que cambió su vida y exigir, de nuevo, memoria, verdad y justicia. Llegó, como siempre, con el pañuelo blanco atado a su cabeza, que simboliza los pañales de los hijos desaparecidos; y su expansiva sonrisa que tanto reconfortaba a quienes la abrazaban, le pedían fotos y le agradecían por el ejemplo de lucha. La querían tanto como la admiraban.
El 9 de mayo avisó que no iría a la Plaza de Mayo para plegarse al paro general de las centrales obreras. Su última vez en ese lugar había sido una semana antes.
A las 18:41 del jueves 30 de mayo, un comunicado de la familia hacia público su fallecimiento: “Profundamente preocupada en estos tiempos por la grave situación que atraviesa nuestro país y dispuesta siempre a estar presente allí donde hubiera una injusticia, Norita luchó hasta último momento por la construcción de una sociedad más justa. Nos queda el orgullo de haber compartido su vida, su impronta y su enseñanza que dejarán en su familia y en la sociedad una huella imborrable”. Casi al mismo tiempo que el comunicado aparecia un cartel en la reja que rodea la pirámide de Mayo, “Nora eterna”.
Norita jamás logró encontrar a su hijo, pero, como tantas otras mujeres que se agruparon en las Madres y en las Abuelas de Plaza de Mayo, transformó su duelo en resistencia y solidaridad y, sin quererlo, se convirtió en un ícono de la defensa de los derechos humanos.
Nora no se fue. Está en todxs.
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Madre de Plaza de Mayo y luchadora incansable de los Derechos Humanos ¡Nora Eterna!