Luchar por tierra extraña (1927), una de las 1as obras escritas en una lengua africana: tigriña

Con muchas obras clásicas africanas ocurre que se convierten en novedad al ser traducidas ya que a pesar de haber sido escritas en el siglo pasado, no han conseguido traspasar las barreras de sus límites geográficos hasta bien entrado el siglo XXI. Una de las grandes dificultades para que esto suceda, aunque no es la única, la encontramos en la lengua en la que están escritas. El proceso pasa por la previa traducción al inglés o francés de la obra, normalmente por el propio escritor (ejemplos muy conocidos son el de Ngugi wa Thiong´o con el gikuyu o Boubacar Boris Diop con el wolof), y a partir de estas al resto de lenguas europeas. Otro de los obstáculos para que esto siga ocurriendo se vislumbra en el desdén con el que seguimos mirando al continente africano, a su Historia y sus culturas, y también a no asumir el hecho colonial y sus salvajes consecuencias.

En este sentido, el comienzo del 2025 nos ha sorprendido con dos noticias sobre dos clásicos. Por un lado, Oromay del escritor etíope Baalu Girma, que hasta la fecha solo se podía leer en amariña, se ha traducido al inglés. Por otro lado, la editorial Txalaparta ha puesto en circulación la novela Luchar por tierra extraña, escrita en 1927 por el escritor eritreo Gebreyesus Hailu, y considerada una de las primeras novelas escritas en una lengua africana: tigriña.

Las conexiones entre estas dos obras son numerosas. Además de las mencionadas, cada una tiene su propia historia detrás que, en muchos sentidos, corre paralela a la otra. En el caso de Oromay, el 14 de febrero de 1984, Baalu Girma desapareció sin que nadie volviera a saber qué le había ocurrido. La desaparición del escritor ​​se produjo siete meses después de que su última novela, Oromay (El final), se retirara abruptamente de las librerías y fuera prohibida en el mercado. Este título sigue siendo un referente histórico de la profunda conexión entre Etiopía y Eritrea. Por su parte, Luchar por tierra extraña no se publicó hasta 1950 ya que estuvo prohibida por el colonialismo italiano y se centra  en la historia real de los soldados eritreos y etíopes reclutados por el ejército colonial italiano para combatir en Libia.

Joseba García Celada, traductor de Luchar por tierra extraña, señala que la traducción la hizo desde su versión inglesa, realizada por el profesor Ghirmai Negash de la Universidad de Ohiocon quien hemos intentado ponernos en contacto sin resultados hasta el momento,bajo el título The Conscript. A Novel of Libya’s Anticolonial War. Además, García Celada obtuvo la colaboración de una intérprete de tigriña para poder dar la versión del texto más aproximada al original. Hay que resaltar la importancia de que la obra estuviera escrita en origen en una lengua africana, lo que nos da, una vez más, una imagen muy diferente de lo que seguimos percibiendo fueron las culturas africanas antes del colonialismo. Al respecto de esta lengua, añade en entrevista por correo electrónico: “El tigriña es una lengua desconocida, ni siquiera figura en el diccionario de la RAE, pero su antigüedad y riqueza hace de ella un gran y atractivo referente cultural”.

Sin duda, Eritrea es un país muy desconocido en occidente. Y Gebreyesus Hailu (Alfeba, Eritrea, 1906-1993) su autor, aún más. Apenas se encuentran referencias sobre su figura, más allá de las recogidas en la página web de la Universidad de Ohio o de la editorial Txalaparta. En este sentido, sabemos que fue una figura destacada e influyente de la cultura y la vida intelectual de Eritrea. Doctor en teología, fue vicario general de la Iglesia católica en Eritrea y desempeñó varias funciones importantes en el gobierno etíope, como la de agregado cultural en la embajada de Etiopía en Roma, miembro de la Academia Nacional de la Lengua y asesor del Ministerio de Información del gobierno etíope.

Para García Celada, “Hailu es un hombre culto para los parámetros europeos, educado en el corazón de la metrópoli, no pierde la sensibilidad para valorar su pueblo y su cultura, para escribir en su lengua (con lo fácil que tenía hacerlo en italiano o latín), nos ofrece acercarnos a su forma de narrar en la tradición oral y lo que cuenta es algo muy impactante que se transmite de una generación a otra explicando cómo los eritreos toman conciencia de sí mismos, al propio tiempo no pierde la objetividad sobre las pasiones que les ciegan a los individuos, los prejuicios hacia otros, lo que saben y lo que ignoran”.

Imagen: Editorial Txalaparta

Esta obra breve en lengua tigriña, que no fue publicada hasta 1950, por la prohibición mencionada, está considerada un clásico y fue muy bien recibida entre los lectores eritreos. Narra en tercera persona, y ocasionalmente en primera, la trayectoria vital de Tuquabo, un áscari, en este caso eritreo, aunque también aparecen etíopes, personas que fueron reclutadas por los italianos para sus guerras coloniales en Libia y en Etiopía.

Sobre la participación de los africanos en guerras que no eran las suyas han aparecido los últimos años traducciones al castellano de lo que supuso este reclutamiento bajo los diversos colonizadores. Hermanos de alma de David Diop nos muestra la utilización de los tiradores senegaleses para combatir en la I Guerra Mundial, al igual que lo hace Alice Zeniter en El arte de perder con los harkis argelinos que han sufrido durante décadas el estigma de colaborar con Francia en la guerra de la independencia. Son solo dos ejemplos a los que se une la novela de Hailu que nos adentra en la vida de un habesha contemplando el mundo desde otro prisma a partir del día en el que parte desde Asmara hacia un destino de desolación.

La experta en Literatura africana, Laura Chrisman, de la que la editorial Txalaparta nos ofrece un texto de análisis de la obra, afirma que “Hailu dibuja un retrato devastador del colonialismo europeo” y de cómo el autor se anticipa al pensamiento de Frantz Fanon y Aimé Cesaire. Ghirmai Negash, su primer traductor del tigriña al inglés, destaca en su introducción a la versión inglesa, su expresivo lenguaje, su ironía y su vínculo con la tradición oral con un texto que aúna canciones, proverbios y alegorías.

Estamos ante una obra que, a pesar de su brevedad, nos sumerge en las sensaciones y despertares de un soldado eritreo, ofreciendo un vaivén de sentimientos y pensamientos que fluyen desde el día de su partida hasta el de su regreso y que nos llevan desde la nostalgia por una tierra amable hasta la hostilidad del paisaje desértico. Hailu muestra el colonialismo italiano y quizás sea la primera vez también en la que se puede leer en castellano lo que supuso y lo que le empareja con el resto de historias coloniales que devastaron al continente. El grado de su deshumanización es palpable a través de sus páginas.

Es también una mirada profundamente anti-colonial al plasmar lo ocurrido en Libia (1922-1932) y sacar a la luz la lucha en defensa de lo propio que los habitantes del país libio entablaron contra los italianos. Los pasajes en los cuales Tuquabo habla sobre esto son iluminadores y conmueven porque enlazan a los oprimidos, independientemente del credo o país al que se pertenezca, al comprender la naturaleza de la opresión y la necesidad de hacerle frente.

Coincido con Chrisman cuando destaca cómo Hailu apunta a la xenofobia y al prejuicio anti negros dirigido hacia los sudaneses. Y con García Celada que señala las motivadoras imágenes de Libia que aparecen en el libro.

“Es un buen momento para ahondar en la descolonización cultural. En Italia ha generado cierta inquietud de replanteamiento de su pasado colonial. No nos quedan nada lejos esos áscaris, cuando en Senegal su presidente ha reabierto el análisis de la masacre de Thiaroye, de los áscaris senegaleses en la II Guerra Mundial; cómo se introduce el término en castellano, con los áscaris de las potencias perdedoras en la I Guerra Mundial que llegan a Guinea Ecuatorial, para desempeñar un papel muy especial, y a los que se sumarán otros contingentes posteriores; por la historia por escribir de otros áscaris del ejército español, rifeños, marroquíes, saharauis, que combatieron en las guerras coloniales africanas y en la guerra civil española, sin que conozcamos literatura, ni tan siquiera novelada, de cómo lo vivieron sus protagonistas- añade García Celada- África es en buena medida, e increíblemente, un continente con mucho por descubrir y el desconocimiento cultural es uno de los aspectos más relevantes”.

Poder leer Luchar por tierra extraña es colocar en nuestras estanterías un libro que nos abre a escuchar las voces de aquellos que nos habían hurtado, que nos posibilita entender aquello que se ha expresado en otra lengua en origen, que nos resitúa al darnos cuenta de lo amplio que es el mundo y lo poco que llegamos a poder entender y conocer… es todo un hito. García Celada quiso traducirla y lo hizo, Txalaparta quiso publicarla y aquí la tenemos. Solo resta leerla.

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Luchar por tierra extraña. Gebreyesus Hailu, 1927. Traducción Joseba García Celada. Editorial Txalaparta, 2025.

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