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Desde 1945 la intoxicación mediática ha creado una leyenda en torno a la Segunda Guerra Mundial, concebida como un intento por parte de los fascistas de exterminar a “los judíos”. No hay nada más opuesto a un “judío” que un nazi. Por eso a Zelensky no se le puede tildar de nazi y a Ucrania tampoco.
Los nazis y los sionistas siempre tuvieron los mismos objetivos colonialistas, tanto entonces como ahora. Por eso los vínculos entre ambos se han mantenido, aunque ahora a los viejos fascistas de siempre se les pretende camuflar con una etiqueta política nueva: la “extrema derecha”.
Nadie se alegra más por los éxitos electorales de la “extrema derecha europea” que los israelíes, que en 1948 hicieron realidad las viejas aspiraciones sionistas.
Al mismo tiempo, los fascistas, que siempre fueron el caldo de cultivo del antisemitismo, muestran hoy un apoyo incondicional a Israel, al tiempo que se declaran descaradamente islamófobos. Israel es un país moderno y avanzado, mientras los países árabes son atávicos.
El último dirigente del Movimiento Social Italiano, Gianfranco Fini, viajó a Israel en 2003 siendo viceprimer ministro del gobierno italiano. Era el heredero de Benito Mussolini y padre de los actuales Fratelli d’Italia de Giorgia Meloni, un partido que nunca ha renegado de sus raíces fascistas.
El ministro istraelí de Asuntos de la Diáspora y de Lucha contra el Antisemitismo, Amichai Chikli, se ha convertido en un habitual en las reuniones de la “extrema derecha” europea. Fue uno de los oradores clave en Europa Viva 24, una conferencia celebrada en Madrid en mayo, organizada por Vox.
El mismo día que el gobierno español reconoció el Estado palestino, Santiago Abascal viajó Jerusalén para reunirse con Netanyahu y asegurarle que, si alguna vez tiene la oportunidad, revocará el reconocimiento diplomático de Palestina.