Los vampiros del siglo XXI

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Hasta hace poco tiempo los donantes de sangre eran un ejemplo de humanitarismo y generosidad, porque las donaciones eran desinteresadas. Sin embargo, hasta 1985 se remuneraban y muchos pobres y pordioseros vivían de entregar su sangre a cambio de un puñado de monedas.

Ahora la sangre ya no sólo va destinada a algún accidentado que convalece en el hospital. Es una materia prima para la industria farmacéutica, que la utiliza para fabricar diversos medicamentos por los que cobra un precio muy elevado.

La sangre vuelve a ser una mercancía y la industria codicia un plasma rico en proteínas. Es un materia prima más barata que la producida de manera sintética. Pero una vez que la sangre se separa en sus distintos componentes, su precio se dispara.

Un vendedor sólo puede entregar sangre completa unas pocas veces cada año, pero puede vender plasma hasta dos veces por semana si se practica la plasmaféresis, un proceso que consiste en extraer la sangre completa, separar el plasma y volver a inyectar los componentes celulares en las venas del vendedor.

La placenta, la masa de tejido que nutre al feto mientras está en la matriz, es otra mercancía valiosa. Muchos hospitales y maternidades las guardan, las congelan y las venden. Tan solo en 1987 Estados Unidos exportó unos 800.000 kilos de placenta al extranjero. Es una fuente de plasma sanguíneo materno, que las empresas elaboran para producir diversos fármacos.

Estados Unidos es el gran mercadillo mundial de plasma que, a su vez, también se puede separar en sus diversos componentes. Entonces el volumen de la industria llega a negociar miles de millones de dólares.

El mercado mundial se lo reparten un puñado de empresas y una parte del pastel está dedicado a la exportación. Estados Unidos exporta productos derivados de la sangre humana por un valor de más de 25.000 millones de dólares al año, casi un 2 por cien del total de sus exportaciones. Pero no sólo las empresas obtienen beneficios. Entre 1980 y 1987 la Cruz Roja ganó 300 millones de dólares en Estados Unidos gracias la venta de sangre y en Japón empezó a competir con las empresas vendiendo sangre con descuentos y ofertas.

La sangre tampoco escapa a las clases sociales. Los países del Tercer Mundo y los barrios pobres de Estados Unidos son los grandes yacimientos de sangre. En India hasta 500.000 miserables venden su sangre para ganarse la vida y algunos se disfrazan y falsifican sus documentos de identidad para poder donar más sangre de la recomendada. En ocasiones son las empresas las que les extraen más sangre de la debida.

Por eso los centros de compraventa están instalados en medio de la pobreza y los vendedores mueren debido a la gran cantidad de sangre que donan periódicamente. Los centros que trafican con sangre funcionan 12 horas al día, 7 días a la semana, ofreciendo 200 dólares al mes de remuneración en Estados Unidos por cada entrega. Los nuevos vampiros no pagan en efectivo sino en una cuenta asociada a una tarjeta de crédito exclusiva a nombre de la empresa succionadora de la sangre. No es casualidad que se hable de los “bancos de sangre”.

El ingreso de España en la Unión Europea prohibió la compraventa de sangre, aunque el negocio quiere volver a España. A finales de los ochenta la farmacéutica Grifols fue la última empresa dedicada al tráfico de sangre y ahora está presionando “para que se legalice la venta de sangre como complemento económico para los parados” (*). La farmacéutica, que es el tercer traficante mundial de sangre, estaría dispuesta a pagar entre 60 y 70 euros a la semana a los parados.

(*) https://cincodias.elpais.com/cincodias/2012/04/17/empresas/1334829553_850215.html

El documental “Harvesting the Blood of America’s Poor” (Cosechando la sangre de los pobres de Estados Unidos) describe el tráfico mundial de sangre

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