Editorial de la Unión Palestina de América Latina –                                 UPAL 

Las imágenes hablan por sí solas. En los salones de lujo de Sharm El-Sheikh, Donald Trump se reunió con los llamados “líderes” árabes antes de la cumbre de la supuesta paz para Gaza.
No fue una reunión de dignidad, sino un desfile de humillación y sumisión.
Allí estaban los representantes de regímenes que alguna vez prometieron defender a Palestina, inclinando la cabeza ante quien ha legitimado la ocupación, el genocidio y la humillación de todo un pueblo.
Entre cámaras, apretones de manos y sonrisas diplomáticas, lo que realmente se firmó fue el acta de vergüenza del mundo árabe oficial.
Estuvo presente Mahmoud Abbas, pero no estuvo la bandera palestina.

Una ausencia simbólica, pero profundamente reveladora: Palestina, la verdadera, la que resiste en Gaza, en Yenín y en los campos de refugiados, no fue invitada a esa mesa.
El ocupante sí; la víctima, no.

Trump, acompañado de quienes buscan complacer a Washington, presentó su “plan de paz” como un nuevo comienzo.
Pero todos saben que no es más que un intento de lavar la imagen de Israel y de otorgarle legitimidad a un acuerdo nacido del chantaje y la complicidad.
Mientras tanto, en las ruinas de Gaza, los niños siguen durmiendo entre los escombros, las madres lloran a sus mártires y los hombres buscan sobrevivir a los bombardeos.
Esas son las verdaderas imágenes históricas que quedarán grabadas en la memoria de los pueblos.
Porque los humillados de hoy serán los olvidados de la historia,
y los que resisten, los que no se arrodillan, serán los que un día reconstruyan la dignidad árabe.
Y pese a todo, la resistencia aceptó firmar solo por salvar vidas,
no por rendición ni por reconocimiento del ocupante, sino por preservar lo más sagrado: la vida bajo los escombros.
Unión Palestina de América Latina – UPAL
14 de octubre de 2025