“Los gastos militares son completamente irracionales, negativos. Destruyen vidas humanas y fuerzas productivas. Son una amenaza para la supervivencia misma de la humanidad. Implican un inmenso derroche de recursos que podrían ser utilizados con otros fines. Sin embargo, desde el punto de vista del capital (…) los gastos militares tienen una racionalidad. El capital tiene necesidad del militarismo que es para él una fuerza de arrastre aunque simultáneamente sea para él un gasto parasitario”.
“La destrucción de recursos realizados por el militarismo, de manera violenta con ocasión de las guerras, pero también de manera regular aparte de las guerras, desempeña contradictoriamente un papel positivo esencial desde el punto de vista de la acumulación del capital. Esta, como se sabe, está marcada por crisis periódicas cuya función es precisamente la de destruir la masa de valores sobreproducida, de «sanear» con ello la economía, de reestructurar el capital y asegurarle condiciones de rentabilidad restauradas (…) Al suministrarle una salida a la producción militar, aportan una garantía estatal a la ganancia de los proveedores militares y de rebote a la tasa media de ganancia del conjunto de la economía”1.
Hoy, esos proveedores militares lo son de los ejércitos de Ucrania en su guerra con Rusia y de Israel en el genocidio que está llevando a cabo en Palestina. Se trata de empresas como Northrop Grumman, Lockheed Martin, General Dynamics, Boeing y Raytheon, entre otras, con sede en Estados Unidos.
Los Estados y los grupos de “expertos” que se dedican a aconsejarlos en política exterior o geopolítica, los llamados think tanks (tanques de pensamiento), son los principales apoyos de esta industria bélica. En EE.UU y resto de países de la OTAN, estos think tanks están a su vez fuertemente financiados por las empresas armamentistas.
Según una reciente investigación del medio MintPress News, sólo el año pasado dichas empresas donaron al menos 7,8 millones de dólares a los think tanks más influyentes de EE.UU. Todos ellos publicaron informes en los que demandaban más gasto militar y más guerra, lo que, obviamente, va dirigido a aumentar significativamente los beneficios de sus patronos armamentistas.
El think tank que recibió más fondos fue el Atlantic Council (Consejo Atlántico), en cuya lista de patrocinadores se incluyen, además, agencias asociadas al Pentágono, estados del Golfo, grandes corporaciones transnacionales y filántropos como Carnegie, los hermanos Koch, Rockefeller y Soros2.
Los siguientes think tanks más agraciados por las empresas armamentistas fueron CSIS (Center for Strategic and Internacional Studies), CNAS (Center for a New American Securiy), el Hudson Institute y el Council on Foreing Relations.
CSIS, por ejemplo, es uno de los mayores defensores de armar a Ucrania, Taiwan e Israel. En uno de sus recientes informes, elabora una lista de armas que deberían ayudar al ejército israelí. En ella incluye proyectiles de artillería Excalibur, sistemas JDAM de dirección de bombas y misiles Javelin. Estas armas las fabrican Raytheon, Boeing y Lockheed Martin, respectivamente, que figuran entre los mayores financiadores de CSIS.
La Universidad de Pensilvania también ha analizado la financiación de los cincuenta think tanks que ejercen mayor influjo en el gobierno estadounidense. Las industrias armamentistas les donaron en el último año contable, como se ha dicho, 7,8 millones de dólares. Y esto hay que tomarlo como un mínimo, ya que, bajo la ley estadounidense, los think tanks no están obligados a divulgar sus fuentes de financiación. Sólo el Consejo Atlántico, ligado a la OTAN, recibe dinero de 22 empresas armamentistas. El año pasado fue de al menos 2,69 millones de dólares.
Apenas puede sorprender que los think tanks más agraciados por los fabricantes de armas sean los más proclives a la “guerra total”. Esos fabricantes, como todas las empresas capitalistas, no donan graciosamente, sino con la intención de obtener fruto de sus inversiones.
En 2022, CSIS argumentaba que la intervención de Rusia en Ucrania era una oportunidad única para “transformar y racionalizar” la defensa europea aumentando el gasto militar. Un año después, opinaba que el objetivo del 2% de PIB para la OTAN era demasiado bajo y debía subir al 4%. Insistía asimismo en que los países de la OTAN debían ser sociedades tan militarizadas como la de EE.UU, por el bien de la “democracia global”. Todo ello, claro, sin mencionar el enorme empujón que daría a los beneficios de sus patrocinadores de la industria armamentista.
Por su parte, el Consejo Atlántico hizo un seguimiento del gasto militar de los países de la OTAN con el fin de presionarlos para la adquisición de más armamento, y abogó por que EE.UU genere una nueva “coalición de inteligencia Indo-Pacífico” que aumentaría las tensiones con China.
Los hechos demuestran que los países de la OTAN, incluido el Reino de España, han asumido sin rechistar estas recomendaciones.
Los accionistas de las empresas armamentistas estadounidenses se han lucrado de lo lindo, si tenemos en cuenta, como se sabe, que EE.UU ha estado en guerra durante 231 años de sus 248 de existencia como país independiente. Según un informe del Servicio de Investigación del Congreso, institución gubernamental, entre 1798 y 2022 el país ha realizado 469 intervenciones militares en el extranjero y 251 sólo desde 1991. Esto incluye operaciones especiales, asesinatos selectivos, golpes de estado, invasiones y ocupaciones de otros países, sin contar las operaciones encubiertas de sus servicios de inteligencia, como la red Gladio, entre otras.
Más de la mitad del gasto federal de EE.UU lo absorbe el complejo militar-industrial, cifra astronómica que equivale al gasto militar conjunto del resto de países del mundo. También mantiene unas 1.000 bases militares repartidas por el globo, incluidas las 400 que rodean a China.
Hacia 2016, bajo el mandato de Obama (irónicamente Premio Nobel de la Paz), EE.UU bombardeó siete países al mismo tiempo. Y, sin embargo, el militarismo no ha hecho más que aumentar desde entonces. Hoy, las armas estadounidenses se usan a diario en ataques devastadores e ilegales contra las poblaciones civiles del Dombass, Palestina, Líbano y Siria, lo que convierte a las empresas armamentistas y sus accionistas en cómplices directos de estos crímenes de guerra.
Según la ONU, las bombas MK-84 hacen trizas literalmente los cuerpos humanos y de cualquier ser vivo, lanzando al aire cabezas, miembros y vísceras. Estos horribles instrumentos los fabrica General Dynamics en EE.UU y son enviados a Israel con la bendición de Washington. Y así, destripando niños, mujeres y hombres palestinos es cómo General Dynamics ha logrado que el precio de sus stocks haya aumentado un 42% desde el 7 de octubre de 2023.
Peores peligros, si cabe, asoman por el horizonte. El Consejo Atlántico ha dicho que para contrarrestar “el chantaje nuclear de Rusia”, la OTAN “debe adaptar su programa nuclear conjunto”. Esto incluye instalar bombas atómicas B-61 en Europa oriental y construir bases de misiles de medio alcance en todo el continente. El think tank elogió la reciente decisión de Washington de enviar misiles Tomahawk y SM-6 a Alemania.
Las bombas B-61 son ensambladas por Boeing y los Tomahawk y SM-6 los produce Raytheon, ambos generosos donantes del Consejo Atlántico.
Ahora, EE.UU amenaza con guerras contra Rusia y China -dos de los Estados más poblados del planeta y con grandes reservas de armas atómicas. El complejo militar-industrial estadounidense se frota las manos mientras pone en grave riesgo a media humanidad y al planeta que nos sustenta.
Pero a estas no irán, como a ninguna otra guerra, los hijos e hijas de los “intelectuales” de los think tanks belicistas o de los propietarios de las empresas armamentistas; la carne de cañón la reclutarán de las clases populares, las que sostienen con sus impuestos -a la fuerza ahorcan- el gasto en “defensa” de sus respectivos Estados; unos Estados que, en todo el arco del auto-denominado Occidente, son cómplices directos del genocidio del que estamos siendo testigos en la Palestina ocupada por parte del ente sionista. Las víctimas están siendo y se corre el peligro de que sean poblaciones enteras.
Por ello es crucial que emprendamos una campaña organizada por la Paz en todo el mundo, oponiéndonos firmemente a las guerras, al aumento del gasto militar que mina el que se debería emplear en sostener la vida (sanidad, educación, vivienda…), y a la propaganda belicista que escupen diariamente los medios de manipulación (otro arma de guerra). Si ello socava los intereses del capital, porque impide que su tasa de ganancia retome el vuelo, mejor que mejor. No podemos ni debemos soportar un modo de producción, una economía, que se alimenta de la explotación, la opresión y el genocidio.
Socialismo o barbarie; en ésta ya estamos.
(Fuente: https://www.mintpressnews.com/raytheon-boeing-fund-push-nato-nuclear-expansion/288300/)
(Publicado en Canarias Semanal, el 14 de octubre de 2024)
- Louis Gill, Fundamentos y límites del capitalismo, Madrid: Trotta, 2002, p. 614 ↩
- Véase la lista de contribuyentes del Consejo Atlántico en https://www.atlanticcouncil.org/about/donate/honor-roll-of-contributors-2019/ ↩