Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2023/04/14/lenin-y-la-insurreccion-armada-por-tony-cliff/ ABRIL 14, 2023
Tony Cliff (1975): Lenin. La Construcción Del Partido (1893-1914), Cap. 9. Ed. El Viejo Topo, España. 2010, pp. 106-113
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«Los grandes problemas en la vida de los pueblos se resuelven sólo por la fuerza.»1
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Para Lenin, la insurrección armada era el climax de la revolución. Los pasivos mencheviques nunca comprendieron la tarea de preparar activamente una revuelta. Los viejos seguidores del putsch de Blanqui se limitaban a considerar los aspectos técnicos de la insurrección, separándola completamente del movimiento de masas general, de la vida diaria de las masas, de su organización y su conciencia de clase. Pero Lenin se refería una y otra vez a la insurrección como un arte que necesitaba estudio activo y ejecución, y también y sin embargo, un arte vinculado con el movimiento general de la revolución.
Marx había dicho que la revolución era la comadrona de una nueva sociedad; y el oficio de comadrona tiene unas reglas que deben estudiarse. Lenin planteaba la cuestión de la insurrección en estos términos, observando las circunstancias concretas en las que debía tener lugar. De ahí que, en diferentes períodos de su vida, sostuviera puntos de vista distintos.
En 1897 pospuso la consideración del asunto. En Tareas de los socialdemócratas rusos, afirmaba que:
“Discurrir de antemano sobre el medio a que recurrirá esta organización para asestar un golpe definitivo al absolutismo, sobre si se preferirá, por ejemplo, la insurrección o la huelga política de masas u otra forma de ataque, se parecería al caso de generales que se reunieran en consejo militar antes de reclutar a las tropas.”2
La formación de un ejército requería organización general, propaganda y agitación. En 1902, en ¿Qué hacer?, Lenin lo planteaba como una cuestión de preparación general:
«Imaginemos una insurrección popular. Ahora, es probable que todo el mundo esté de acuerdo en que debemos pensar en ella y prepararnos para ella. ¿Pero cómo prepararnos? ¿Deberá designar el Comité Central agentes en todas las localidades para preparar la insurrección? Aunque tuviésemos un Comité Central, éste no lograría absolutamente nada con designarlos, dadas las actuales condicionas rusas. Por el contrario, una red de agentes que se formen por sí mismos en el trabajo de organización y difusión de un periódico común no tendría que “aguardar con los brazos cruzados” la consigna de la insurrección, sino que llevaría a cabo la actividad regular que en caso de insurrección le garantizaría las mayores probabilidades de éxito. Esta actividad reforzaría nuestros vínculos tanto con las grandes masas obreras como con todos los sectores descontentos con la autocracia, cosa tan importante para la insurrección. Precisamente esta actividad serviría de base para juzgar con acierto la situación política general y, por lo tanto, la capacidad de elegir el momento adecuado para la insurrección. Esta actividad acostumbraría a todas las organizaciones locales a hacerse eco simultáneamente de los problemas, incidentes y sucesos políticos que agitan a toda Rusia, a responder a esos “sucesos” con la mayor energía posible, del modo más unánime y conveniente posible y la insurrección es, en el fondo, la “respuesta” más enérgica, unánime y conveniente de todo el pueblo al gobierno. Por último acostumbraría a todas las organizaciones revolucionarias, en todos los confines de Rusia, a mantener las relaciones más constantes y a la vez más conspirativas, que crearían así la unidad efectiva del partido; pues sin tales relaciones es imposible discutir colectivamente un plan de insurrección ni adoptar las medidas preparatorias indispensables en vísperas de ésta, medidas que deben ser mantenidas en el secreto más riguroso.”3
La tercera etapa a tener en cuenta respecto de esta cuestión llegaría en 1905. Después del ‘Domingo Sangriento’ (el 9 de enero de 1905), Lenin propuso la insurrección haciendo un llamamiento directo, tanto en el periódico “Vperiod” como en el tercer Congreso de mayo de 1905. En una “Resolución sobre la insurrección armada” presentada al Congreso, afirmaba:
“El tercer Congreso del POSDR reconoce que organizar al proletariado para la lucha directa contra la autocracia, por medio de la insurrección armada, constituye una de las tareas más importantes e inaplazables del partido en los actuales momentos revolucionarios.
Por lo cual, el congreso encomienda a todas las organizaciones del partido:
a) explicar al proletariado, por medio de la propaganda y la agitación, no sólo la importancia política, sino también el aspecto práctico y organizativo de la insurrección armada que tenemos por delante;
b) explicar, en esta propaganda y agitación, el papel de la huelga política de masas, que puede adquirir una gran importancia al comienzo y en el transcurso de la insurrección; y
c) adoptar las medidas más enérgicas para armar al proletariado, así como para elaborar un plan de insurrección armada y de dirección inmediata de ésta, y, en la medida en que ello sea necesario, proceder a crear, con tal fin, grupos especiales de militantes del partido.”4
La insurrección armada era la cuestión central de todas las resoluciones del tercer Congreso. Cada punto de la agenda fue discutido y decidido teniéndola en perspectiva.
Dos meses después del Congreso, en su libro Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, Lenin enfatizaba de nuevo la urgencia de prepararse para la insurrección:
“Es indudable que aún tenemos que trabajar muchísimo para educar y organizar a la clase obrera, pero ahora el problema consiste en saber dónde debe concentrarse, desde el punto de vista político, dicha labor de educación y organización: ¿en los sindicatos y asociaciones legales, o en la insurrección armada, en la formación de un ejército y un gobierno revolucionarios? La clase obrera se educa y organiza tanto en lo uno como en lo otro. Naturalmente, ambos aspectos son necesarios. Pero, sin embargo, en la revolución actual el problema consiste en saber dónde se concentrará la labor de educación y organización de la clase obrera: ¿en el primero o en el segundo?”5
Un poco más tarde, afirmaba tajante: «Los grandes problemas en la vida de los ¡pueblos se resuelven sólo por la fuerza».6
En víspera; de la insurrección armada de Moscú, en diciembre de 1905, Lenin dejaba claro que una vez que se despierta en las masas el impulso revolucionario y están preparadas para actuar, el partido debe llamar a la insurrección y explicarles los pasos necesarios para que tenga éxito:
“La consigna insurreccional es la consigna de la resolución del problema por medio de la fuerza material, y en la civilización europea contemporánea ésta solo puede ser la fuerza militar. No se debe presentar esta consigna mientras no hayan madurado las condiciones generales de la revolución, mientras no se hayan revelado en formas definidas la agitación y la disposición de las masas a la acción, mientras las circunstancias exteriores no hayan desembocado en una crisis evidente. Pero una vez presentada tal consigna… la suerte está echada, hay que abandonar todas las evasivas; hay que explicar franca y abiertamente a las masas cuáles son en estos momentos las condiciones prácticas de una revolución exitosa.”7
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La insurrección como un arte
Una y otra vez sobre todo después de la lucha armada de Moscú, en diciembre de 1905, Lenin se refería a la opinión de Marx y Engels, a sus profundas «afirmaciones sobre la insurrección como arte, y sobre el hecho de que la principal regla de ese arte es librar una ofensiva desesperadamente valiente e irrevocablemente decidida». Ponía el énfasis en la tremenda importancia de los conocimientos, la técnica y la organización militares. Los trabajadores debían aprender de las técnicas y los conocimientos de los capitalistas, y de su propia experiencia en la lucha.
En un artículo titulado “Lecciones del levantamiento de Moscú”, escrito en agosto de 1906, Lenin dice:
“La técnica militar ha progresado aún más en estos últimos tiempos. En la guerra japonesa apareció la granada de mano. Las fabricas de armas livianas han lanzado al mercado el fusil automático. Estas dos armas empiezan ya a emplearse con éxito en la revolución rusa, pero en una proporción que está lejos de ser suficiente. Podemos y debemos aprovechar los progresos de la técnica, enseñar a los destacamentos obreros a fabricar bombas a gran escala, ayudarlos, lo mismo que a nuestros destacamentos de combate, a proveerse de explosivos, detonadores y fusiles automáticos.”8
Y sobre las lecciones del levantamiento de Moscú dice:
“La táctica militar depende del nivel de la técnica militar, sencilla verdad que Engels demostró y se esforzó por llevar a la comprensión de todos los marxistas. La técnica militar no es hoy la misma que a mediados del siglo XIX. Sería una necedad que la muchedumbre quisiera luchar contra la artillería y querer defender las barricadas a tiros de. revólver. Kautsky tenía razón al escribir que ya es hora, después de Moscú, de revisar las conclusiones de Engels, y que Moscú ha hecho surgir una nueva táctica de barricadas. Esta táctica es la táctica de la lucha de guerrillas. La organización requerida para dicha táctica es la de unidades móviles y extraordinariamente pequeñas, unidades de diez, de tres o incluso de dos personas. Entre nosotros podemos encontrar ahora, con frecuencia, socialdemócratas que se burlan cuando se habla de unidades de cinco y de tres. Pero burlarse no es más que un medio cómodo de cerrar los ojos ante esta nueva cuestión de táctica y organización planteada por la lucha callejera, dada la técnica militar moderna. Estudien con atención el relato de la insurrección de Moscú, señores, y comprenderán la relación existente entre las “unidades de cinco” y la cuestión de la “nueva táctica de barricadas”.
Moscú previo esta táctica, pero no la desarrolló suficientemente ni la aplicó de forma amplia, con un alcance real de masas. El número de grupos de combate voluntarios era demasiado escaso; no se dio a las masas obreras la consigna de llevar a cabo ataques audaces y ellas no la aplicaron; el carácter de los grupos guerrilleros era demasiado uniforme, sus armas y métodos resultaban inadecuados, su capacidad para dirigir a la muchedumbre apenas se había desarrollado. Debemos superar todo esto, y lo superaremos estudiando la experiencia de Moscú, difundiéndola entre las masas, y estimulando el esfuerzo creador de las mismas en el desarrollo de esta experiencia.9
Lenin se daba ya cuenta claramente de que la revolución no podía tener éxito sin que al menos una sección del ejército se pusiera de su parte. Esto se hizo todavía más evidente en 1917. Pero para conseguir tal cosa, hay que convencer a los soldados de que los trabajadores están dispuestos a hacerse con la victoria aun cuando vaya a costarles la vida.
“Como es natural, si la revolución no adquiere un carácter de masas y no influye en las tropas, no puede hablarse de una lucha seria. No hace falta decir que debemos trabajar entre las tropas. Pero no debemos figurarnos que se pasarán a nuestro lado de golpe, como resultado de la labor de persuasión o de sus propias convicciones. La insurrección de Moscú demuestra vivamente que esta concepción es estereotipada e inerte. En realidad, la vacilación de las tropas, fenómeno inevitable en todo movimiento auténticamente popular, conduce, al agudizarse la lucha revolucionaria, a una verdadera lucha por las tropas […] pero no pasaríamos de ser unos lamentables pedantes si olvidáramos que en un período de insurrección se necesita también librar una lucha física para atraer a las tropas.
Durante las jornadas de diciembre, el proletariado de Moscú nos brindó admirables enseñanzas acerca de cómo “conquistar” ideológicamente a las tropas; por ejemplo, el 8 de diciembre, en la plaza Strásnaya, cuando la muchedumbre rodeó a los cosacos, se mezcló y confraternizó con ellos y los convenció de que volviesen atrás. O el 10, en la barriada de Presnia, cuando dos jóvenes obreras, que portaban una bandera roja entre una multitud de 10.000 personas, salieron al paso de los cosacos gritando: «¡Mátennos! ¡Mientras nos quede vida no entregaremos la bandera!». Y los cosacos, llenos de confusión, se alejaron al galope, mientras la muchedumbre gritaba: «¡Vivan los cosacos!» Estos ejemplos de arrojo y heroísmo deben quedar grabados para siempre en la memoria del proletariado.”10
De manera característica, Lenin no se limitó a presentar consignas generales, sino que también se ocupó de cuestiones prácticas. Se aseguró de que los escuadrones de combate no se quedaran solo en una idea teórica ni se vieran superados por la rutina. Inmediatamente después del ‘Domingo Sangriento’, tradujo al ruso un panfleto titulado Sobre la lucha en la calle (Consejos de un general de la Comuna) del general Gustave Paul Cluseret.11 El general Cluseret, durante su intrépida vida, había participado, primero, en la represión de la revuelta de los trabajadores parisinos en junio de 1848. Después había estado al servicio de Garibaldi en Italia, y más tarde había luchado con el ejército del Norte en la Guerra Civil de los Estados Unidos (entonces fue cuando se convirtió en general). Finalmente se convirtió en un líder militar de la Comuna de París. Lenin también leyó todo lo que pudo sobre ciencia militar. Su favorito era Clausewitz, autor del estudio clásico Sobre la guerra. También releyó detenidamente todo lo que habían escrito Marx y Engels sobre cuestiones militares e insurrección. Fue el único líder ruso en el exilio que reaccionó de esta manera tras el ‘Domingo Sangriento’.
Los resultados de sus estudios los divulgó, después, entre sus camaradas. Tras recibir un informe del Comité de combate del Comité de Petersburgo, que trataba sobre la organización de las preparaciones para la insurrección y proponía un esquema organizativo, Lenin escribió, el 16 de octubre de 1905, una advertencia contundente sobre el error de construir castillos en el aire e inventar proyectos:
“A juzgar por los documentos, existe el peligro de que la cosa degenere en burocratismo. Todos estos esquemas, todos estos planes de organización del Comité de combate producen una impresión de papeleo oficinesco; ruego que se me perdone por la franqueza y abrigo la esperanza de que no sospecharán en mí de un deseo de buscar fallas. En semejante empresa, lo menos conveniente son los esquemas, así como discutir y conversar sobre los derechos y funciones del Comité de combate.
Lo que se necesita, por encima de todo, es acción:
Lo que aquí hace falta es una energía endiablada, energía y más energía. ¡Veo con espanto, sí, con verdadero espanto, que se está hablando de bombas desde hace más de seis meses, y no se ha fabricado una sola! Y quienes hablan son personas de lo más instruidas […].
Recomendaba al Comité que acudiera a los jóvenes:
“¡Acudan a la juventud, señores! Este es el único procedimiento salvador. De otra manera, les aseguro que llegarán tarde (lo veo por todos los síntomas), y se quedarán con apuntes “muy eruditos”, planes, diseños, esquemas, magníficas fórmulas, pero sin organización, sin un trabajo vivo. Acudan a la juventud.”12
Entonces Lenin explica con detalle los pasos prácticos necesarios:
“Formen en seguida destacamentos de combate en todas partes, entre los estudiantes y especialmente entre los obreros, etc., etc. Que se organicen de inmediato destacamentos de tres, diez, 30 y más hombres. Que se armen en seguida ellos mismos, con lo que tengan a su disposición, sea un revólver, un cuchillo, un trapo impregnado en queroseno para provocar incendios, etc. Que estos destacamentos elijan enseguida a sus jefes y se pongan en contacto, según sus posibilidades, con el Comité de combate anexo al Comité de Petersburgo. No exijan ninguna formalidad; y ¡por amor de Cristo! dejen de lado los esquemas y envíen al diablo esas discusiones sobre “funciones, derechos y privilegios”. No rehúsen entrar en contacto con ningún grupo, aunque sea de tres hombres, pongan como única condición que sean de fiar en lo que hace al espionaje policial y que estén dispuestos a luchar contra el ejército zarista. Que los grupos que lo deseen entren en el POSDR, o que se declaren afectos al POSDR; eso sería magnífico. Pero pienso que sería totalmente erróneo exigir esto.”
“El papel de Comité de combate anexo al Comité de Petersburgo debe consistir en ayudar a esos destacamentos del ejército revolucionario, en servir de “buró” para el enlace, etc. Todo destacamento aceptará gustoso sus servicios, pero si en esta empresa ustedes comienzan con esquemas y con discursos acerca de los “derechos” del Comité de combate, echarán a perder todo el asunto, se lo aseguro, lo echarán a perder sin remedio. Hay que realizar una amplia propaganda. Que cinco o diez hombres recorran en una semana cientos de círculos de obreros y estudiantes que se metan en todas partes, y que por todas partes propongan un plan claro, escueto, concreto y sencillo: formen inmediatamente un destacamento, ármenlo con lo que puedan, trabajen con todas las fuerzas, nosotros les ayudaremos lo mejor que podamos, pero no nos esperen, actúen ustedes mismos. Lo principal en esta empresa es la iniciativa de la gran cantidad de pequeños grupos. Ellos lo harán todo. Sin ellos, todo su Comité de combate se queda en nada. Estoy dispuesto a medir la productividad de los esfuerzos del Comité por el número de destacamentos de esta naturaleza con los que esté en contacto. Si al cabo de uno o dos meses no hay un mínimo de 200 o 300 destacamentos dependientes del Comité de combate en Petersburgo será un comité muerto, y habrá que enterrarlo. En la actual situación de efervescencia, no reclutar a centenares de destacamentos significa permanecer al margen de la vida.”
“Los propagandistas deben proporcionar a cada uno de los destacamentos breves y muy sencillas fórmulas para la fabricación de bombas, deben explicarles de la manera más elemental todos los tipos de trabajo a realizar y después dejar que ellos mismos desplieguen su actividad. Los destacamentos deben comenzar en seguida la instrucción militar, iniciando las operaciones de inmediato. Algunos destacamentos, ya mismo, pueden dar muerte a un confidente de la policía, o provocar la voladura de una comisaría, otros el asalto a un banco para confiscar medios con destino a la insurrección, otros realizar entrenamientos o preparar planos de las distintas localidades, étc. Pero, obligatoriamente, hay que comenzar en seguida a aprender en la práctica: no teman estos ataques de prueba. Pueden, naturalmente, degenerar en extremos, pero esa es una desgracia del mañana: hoy la desgracia está en nuestra inercia, nuestro doctrinarismo, en la inmovilidad propia del intelectualismo, en el temor senil a toda iniciativa. Que cada destacamento haga su aprendizaje aunque no sea más que zurrando a los policías; decenas de nuestras bajas serán recompensadas con creces, porque darán centenares de combatientes expertos que mañana conducirán tras de sí a cientos de miles.”13
Mientras que el punto de vista general de Lenin respecto a la insurrección armada era consistente y concreto en extremo, sus consejos técnicos eran deficientes e inadecuados para las necesidades del momento. Teniendo en cuenta las medidas que tomaron él y Leonid Krasin –el jefe bolchevique de los “grupos de combate”, cuya tarea era obtener y producir armas y prepararse para la insurrección real–, se diría que ambos asumieron que la lucha en la calle tomaría la forma de cargas masivas y escaramuzas a corta distancia, de manera que pusieron todo el énfasis en las granadas de mano y en los revólveres. Cuando la insurrección tuvo lugar, en Moscú, aquel diciembre de 1905, estas armas de lucha a corta distancia se mostraron claramente insuficientes para hacer frente a los rifles de largo alcance y a la artillería del ejército zarista, como Lenin admitiría después sin titubeos.
En la insurrección de octubre de 1917, Lenin se equivocó también en su enfoque táctico de la situación (cuando, por ejemplo, aconsejó empezar la insurrección en Moscú en vez de hacerlo en Petrogrado). Afortunadamente, Trotsky, que fue quien realmente organizó la insurrección de octubre, dio las contraórdenes necesarias para anular esos errores. En 1905, Krasin estuvo de acuerdo con el punto de vista técnico de Lenin. De de lo alto de una montaña, los comandantes pueden ver todo el campo de batalla con claridad, pero también pueden equivocarse al interpretar qué es lo que está pasando o va a pasar realmente ahí abajo, donde luchan los combatientes.
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Una insurrección puede y debería programarse
En febrero de 1905, Lenin ya afirmaba que los líderes revolucionarios no solo deberían ser capaces de decidir el momento de la insurrección, sino que debían hacerlo.
“Sí es muy posible fijar de antemano una insurrección, siempre que realmente se haya preparado y que la insurrección popular sea realizable en virtud de las transformaciones producidas en las relaciones sociales. […] ¿Se puede programar de antemano el movimiento obrero? No, no se puede, sencillamente porque este movimiento es la resultante de la combinación de mil actos diversos, provocados por la transformación de las relaciones sociales. Pero sí se puede fijar de antemano la fecha de una huelga, a pesar de que toda huelga es el resultado de una transformación operada en las relaciones sociales. ¿Cuándo puede fijarse de antemano el día de una huelga? Cuando la organización o el círculo que la convocan tienen influencia sobre las masas obreras involucradas y saben determinar correctamente el momento en que crecen el descontento y la irritación existentes en el seno de estas masas.”14
Si una huelga necesita un liderazgo decidido, que planee y programe las acciones, tal necesidad es aún mayor en el caso de una insurrección armada. Solo un partido revolucionario realmente entregado es capaz de liderar una insurrección genuina de las masas, porque éstas saben distinguir claramente entre un liderazgo vacilante y uno decidido.
La cuestión de programar la insurrección, que ya era acuciante en febrero de 1905, sería un punto clave en 1917. Durante septiembre y octubre, Lenin imploraba, reprendía y suplicaba a los líderes bolcheviques para que decidieran la fecha de la insurrección. «El éxito, tanto de la revolución en Rusia como de la revolución mundial, depende de dos o tres días de lucha», decía.15
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La extraordinaria imaginación creativa de Lenin
Las conclusiones de Lenin sobre la naturaleza de la insurrección se basaban en la limitada experiencia del levantamiento de Moscú en diciembre de 1905. Este episodio involucró a muy pocos trabajadores y tuvo una duración muy breve. Uno de los líderes de aquel momento escribe en sus memorias: «El número de combatientes armados era más o menos de varios centenares. La mayoría solo tenían revólveres poco fiables, pero algunos tenían máuseres y rifles Winchester, armas lo bastante poderosas para la lucha en las calles».
Otro líder importante hacía la siguiente valoración:
“Cuántos combatientes había en Moscú, me preguntarás. Haciendo una estimación muy aproximada, y según la información que estaba a mi alcance, había unos 700-800 miembros de escuadrones de combate armados con revólveres. En el distrito del ferrocarril no había más de 100, en Presnia, Jamóvniki y Butirki, incluyendo los que habíamos heredado, pero sin contar la escuadra Schmidt, el número era de 180 o 200; los datos incluyen los “bulldogs” y revólveres que se tomaron de la policía y los fusiles de doble cañón recibidos de la población.”16
Otro participante importante en la insurrección estimaba el número de combatientes en 2.000.17
“Y si contamos todos aquellos que estaban al servicio del movimiento haciendo reconocimientos del terreno, los “zapadores” revolucionarios y el personal de las ambulancias (oficio peligroso por aquel entonces, ya que las tropas de Dubasov se cebaban especialmente con todos los que ayudaban a los heridos), tendremos una cifra que se aproxima mucho a los 8.000 que citaba Lenin en su discurso durante la celebración del décimo segundo aniversario de nuestra primera revolución.”18
Las primeras barricadas se levantaron el 9 de diciembre, y la última resistencia fue reprimida por el regimiento Semionovski ocho días después, en el distrito de Presnia. Del fracaso de esa insurrección, Lenin sacó unas conclusiones mientras que Plejánov, a la derecha extrema de los mencheviques, sacaba las conclusiones opuestas:
«La huelga política iniciada inoportunamente», dice el camarada Plejánov, «condujo en Moscú, en Rostov, etc., a la insurrección armada. Las fuerzas del proletariado resultaron ser insuficientes para lograr la victoria. No era difícil prever esta circunstancia. Por lo tanto, no se debió haber tomado las armas». La tarea práctica de los elementos conscientes del movimiento obrero «consiste en señalar su error al proletariado y explicarle qué riesgo es el juego llamado de la insurrección armada». «Debemos valorar el apoyo de los partidos de oposición no proletarios y no apartarlos de nosotros con actitudes carentes de tacto».19
En contraste con su autocomplacencia y su pasividad, la reacción de Lenin fue la de realizar una autocrítica del liderazgo, y la de llamar a una actitud más activa con respecto a la revuelta armada:
“El proletariado sintió antes que sus dirigentes el cambio en las condiciones objetivas de lucha y la necesidad de pasar de la huelga a la insurrección. Como siempre sucede, la práctica adelantó a la teoría. La huelga purifica y las manifestaciones dejaron de satisfacer en seguida a los obreros, que se preguntaban: ¿qué hacer ahora?, y exigían acciones más resueltas. La indicación de levantar barricadas llegó a los distritos con enorme retraso, cuando ya se levantaban en el centro de la ciudad. Los obreros en masa se pusieron a levantarlas, pero esto tampoco les satisfacía; querían saber: ¿qué hacer ahora?, y exigían medidas activas. Nosotros, dirigentes del Partido socialdemócrata, nos comportamos en diciembre como aquel jefe militar que tenía dispuestas a sus tropas de un modo tan absurdo que la mayor parte de ellas no participaban activamente en la batalla. Las masas obreras exigían instrucciones para realizar acciones resueltas y no las recibían.
Así, pues, nada podía ser menos perspicaz que la opinión de Plejánov, que hacen suya todos los oportunistas, de que la huelga era inoportuna y no debía haberse iniciado, de que «no se debió empuñar las armas». Por el contrario, tuvimos que haberlas empuñado más decididamente, con mayor energía y combatividad; se debió explicar a las masas que era imposible limitarse a una huelga pacífica y que era necesaria una lucha armada intrépida e implacable.”20
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En conclusión
En lo que concierne a su actitud práctica y decidida respecto de la insurrección armada, el bolchevismo era radicalmente distinto al menchevismo. En un momento tan temprano como marzo de 1904, en un ataque contra el bolchevique “Vperiod”, Mártov había afirmado en un editorial que la socialdemocracia puede “preparar una insurrección” solamente en un sentido: preparando a sus propias fuerzas para un levantamiento potencial de las masas. La parte técnica de esta preparación, por muy importante que sea, debe subordinarse a la parte política. Y la preparación política de nuestro partido y de todo el proletariado consciente para esta insurrección totalmente factible debe incluirse, una vez más, en la profundización y la extensión de la agitación, en la consolidación y el desarrollo de la organización de todos los elementos revolucionarios del proletariado.21 La respuesta de Lenin a Mártov fue que «separar el aspecto “técnico” del aspecto político de la revolución constituye el mayor de los absurdos».22
En 1907, en el quinto Congreso del Partido, en Londres, Mártov mostró más claramente su idea del papel pasivo del partido en la insurrección armada. «Un partido socialdemócrata puede tomar parte en una insurrección armada, puede llamar al levantamiento de las masas […] pero no puede preparar una insurrección si quiere permanecer fiel a su programa de no convertirse en un partido de “putschistas”».23
Lenin hablaba con mucho desprecio de la fórmula de Mártov de «armar a la gente con un deseo ferviente de armarse». En el primer artículo que escribió después de enterarse de lo ocurrido durante el ‘Domingo Sangriento’, Lenin decía: «Armar al pueblo debe ser una tarea inmediata». La cuestión de la insurrección armada estaba indisolublemente unida al objetivo de los revolucionarios: ¿era su objetivo hacerse con el poder, o no lo era? Como dijo Lenin: «No se puede luchar si uno no se propone capturar la finalidad por la cual se lucha […]».24
Es imposible librar una guerra consistentemente si se rechaza la posibilidad de la victoria. Los mencheviques creían que la revolución rusa llevaría a los burgueses liberales al poder. De ahí provenía su actitud pasiva y titubeante ante la insurrección. Los bolcheviques querían tomar el poder; de ahí su enfoque práctico, decisivo y tenaz del arte de la insurrección.
Los hechos de octubre de 1917 supondrían la prueba crucial de las ideas de Lenin sobre a interrelación del movimiento de masas y la insurrección armada organizada. Para conseguir un equilibrio adecuado entre el liderazgo político y la planificación, técnica en una insurrección armada, hay que prepararla con suma cautela y ejecutarla con arrojo. Una situación revolucionaria es breve, y los ánimos de las masas cambian muy rápidamente durante esos días de conmoción. El partido revolucionario debe decidir el día exacto y la manera exacta de llevar a cabo la insurrección, porque se trata de una cuestión de vida o muerte para la clase trabajadora.
La precisión de Lenin cuando se trataba de prever la naturaleza de la insurrección armada se demuestra con la cita siguiente. Uno podría fácilmente convencerse de que, en vez de tener fecha de agosto de 1906, se trata de un escrito de 1917:
“Recordemos que se avecina una gran lucha de masas. Será una insurrección armada. En la medida de lo posible, deberá estallar a la vez en todas partes. Las masas deben saber que emprenden una lucha armada, sangrienta y encarnizada. El desprecio a la muerte, que debe difundirse entre ellas, ha de asegurar la victoria. La arremetida contra el enemigo debe ser lo más vigorosa posible; el ataque, no la defensa, debe ser la consigna de las masas; el exterminio implacable del enemigo, su cometido; la organización del combate debe ser ágil y flexible; los elementos vacilantes de las tropas se verán arrastrados a la participación activa. Y en esta trascendental lucha el partido del proletariado con conciencia de clase debe cumplir plenamente con su deber.”25
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NOTAS:
1. V. Lenin, Obras completas, Buenos Aires, Cartago, 1969-1972, vol. 9, p. 129.
2. Ibíd., vol. 2, p. 345.
3. Ibíd., vol. 5, p. 568-569
4. Ibíd.,vol. 8, p. 416-419.
5. Ibíd., vol. 9, p. 14-15.
6. Ibíd., vol. 9, p. 129.
7. Ibíd., vol. 9, p. 371.
8. Ibíd., vol. 11, p. 180-182.
9. Ibíd., vol. 11, p. 181-182.
10. Ibíd., vol. 11, p. 178-179.
11. Leninskii Sbornik, vol. 26, p. 355- 365.
12. V. Lenin, Obras completas, vol. 9, p. 347.
13. Ibíd., vol. 9, p. 347-349.
14. Ibíd., vol. 8, p. 153-154.
15. 8 October 1917, Ibíd., vol. 26, p. 181.
16. Pokrovski, Brief History, vol. 2, p. 208-209.
17. Ibíd., p. 212.
18. V. Lenin, Obras completas, vol. 23, p. 250.
19. Ibíd., vol. 10, p. 107-108.
20. Ibíd., vol. 11, p. 177-178
21. “Iskra”, 2 de marzo de 1904; Dan, Origins, p. 203.
22. V. Lenin, Obras completas, vol. 8, p. 175
23. Piatyi SezdRSDRP, Moscú, 1934, p. 62
24. V. Lenin, Obras completas, vol. 8, p. 444
25. lbíd., vol. 11, p. 183.