Leila Aboulela: «La historia dominante fue escrita por el colonizador… es hora de que escribamos la nuestra»

Fuente: https://www.afribuku.com/leila-aboulela-literatura-sudan-entrevista/                                                                                       22 JUNIO, 2023

Entrevista con Leila Aboulela, cuya última novela, River Spirit, vuelve al asedio de Jartum en 1884 para defender una construcción diferente de la historia.

AFRICAN ARGUMENTS: En primer lugar, una calurosa felicitación por otro hito literario. Nos encantaría saber cómo llegó a escribir este libro. ¿Podría hablarnos de su germen?

LEILA ABOULELA: Crecí en Jartum. Nuestra casa estaba a unos 4 km del palacio del Nilo Azul donde, en 1884, un aguerrido general Charles Gordon solía estar en el tejado, mirando con su telescopio, desesperado por la llegada de la expedición británica de socorro. Jartum estaba sitiada por los ejércitos del Mahdi, y esa emocionante historia, con su trágico final, es algo que siempre me ha cautivado. Conocía bien el lugar y estudié su historia en la escuela y en la universidad, por lo que era un telón de fondo familiar en el que podía ambientar mi novela. La idea inicial de River Spirit era la de un joven de Edimburgo fascinado por la arquitectura vernácula del Sudán colonial. Pinta el Nilo y empieza a vestirse como un nativo. Cuando dibuja a la esposa de un jefe tribal y el dibujo es descubierto, su carrera y su seguridad corren peligro. Acabé desviándome bastante de esta idea original. A medida que escribía, la mujer del dibujo/pintura pasó a ocupar un lugar central, y el artista dejó de ser el personaje principal.

AA: El libro gira en torno a Akuany, una niña huérfana que es vendida como esclava. ¿En qué se inspiró para crear su personaje?

LA: En los archivos de Sudán, en la universidad de Durham, encontré una factura de venta de una mujer llamada Zamzam. Me sorprendió el descubrimiento. Sabía que la esclavitud existía en el Sudán del siglo XIX, pero tener en mis manos una factura de venta, con una cifra monetaria real y los nombres de las personas implicadas, fue bastante sorprendente. También encontré una petición en la que se detallaba el caso de una mujer esclavizada que había escapado con una prenda robada a su ama. Ella había vuelto con su antiguo amo, y era contra él contra quien se elevaba la petición. Esta situación me pareció lo bastante intrigante y compleja como para querer rellenar los huecos con ficción. Empecé a investigar sobre la esclavitud en África Oriental, su alcance, en qué se diferenciaba de la esclavitud transatlántica de la costa occidental y cómo el Sudán del siglo XIX era una puerta de entrada a los lucrativos mercados de El Cairo y Estambul.

AA: Akuany no es la única voz femenina del libro; también aparecen Fatimah, la madre de Yaseen, y su esposa, Salha. Resulta refrescante contar con tantas voces femeninas en un periodo que normalmente sólo escuchamos a través de las voces de los hombres. ¿Podría hablarnos un poco de esto?

LA: Por desgracia, las mujeres son meras notas a pie de página en los registros históricos. Tuve que escarbar y recoger hilos aquí y allá. Desde luego, nunca encontré un relato en primera persona desde la perspectiva de una mujer. A lo largo de las guerras mahdistas, las mujeres acompañaron al ejército. Cocinaron, cuidaron y montaron puestos de mercado a cada paso. También participaron en el espionaje, recopilando datos y transmitiéndolos, lo que inspiró el papel que desempeña la madre de Yaseen en la novela. También me entusiasmó descubrir que el Mahdi había enviado una embajadora al palacio de Jartum. También lo utilicé en la novela.

AA: A medida que crece el interés popular por la novela histórica en África, ¿qué opina de su futuro en la ficción africana?

LA: La historia dominante ha sido escrita por el colonizador. Es su verdad. Es hora de que nosotros contemos la nuestra. Cuando los africanos escribimos historia, no estamos diciendo necesariamente algo sobre el mundo actual. Gran parte de la motivación viene de querer contar nuestra parte de la historia. Las novelas históricas africanas me entusiasman más que cualquier otro género. Por el momento, el encuentro de África con Europa es el tema central de gran parte de la ficción histórica. Quizá en el futuro los escritores se alejen de esto y ahonden en el pasado aún más profundo anterior al colonialismo europeo. Hay una historia rica y fascinante que necesita ser contada.

AA: ¿Podría compartir con nosotros su experiencia en la investigación y escritura de esta novela? Aunque algunos de los personajes centrales son personajes históricos reales, ¿los otros personajes principales son inventados, son composiciones de personas que encontró durante su investigación, o son figuras que sustituyen a personas que no quería nombrar?

LA: Ninguno es un doble. Las figuras históricas reales eran el Mahdi, Gordon, el jeque Amin Al-Darir y Rabiha. Se ha escrito mucho sobre el Mahdi y aún más sobre Gordon, y también estaban sus diarios. Así que, aparte de evocar la voz de Gordon, había una gran cantidad de material con el que trabajar, y eso también suponía un reto porque tenía que ser selectiva. Por el contrario, había muy poco sobre Al-Darir, jefe de los ulemas de Jartum, así que recurrí a mi imaginación. Rabiha aparece en los registros históricos como una nota a pie de página: la mujer que escuchó una conversación mientras pastoreaba sus cabras y corrió durante la noche para advertir a los revolucionarios del ataque que pretendía llevar a cabo el gobierno. Se la menciona una y otra vez en todos los documentos, pero con pocos detalles. Disfruté dándole cuerpo y elevando su posición a través de mi imaginación.

 

AA: ¿Podría decirnos algo más sobre el concepto del «Mahdi» en el Islam?

LA: El Mahdi no se menciona en el Corán. Sin embargo, se describe con gran detalle en muchos de los relatos del Profeta Muhammad صلى الله عليه وسلم, los Hadices. Se le describe como el Redentor Esperado, el Recto Guiado, que, cerca del final de los Tiempos, traería justicia y prosperidad tras años de terremotos, tiranía y opresión. Su nombre sería Muhammed Abdullah, gobernaría durante siete u ocho prósperos años y durante estos años se producirían muchos de los signos inminentes que anuncian el fin del mundo. A lo largo de la historia del Islam, una treintena de hombres afirmaron ser el Mahdi esperado.

AA: Usted habla de haber crecido a 4 km del Palacio Gordon. ¿Hay otros elementos de la historia de su familia en la novela?

LA: Mi bisabuelo era un inmigrante del sur de Egipto, empleado del gobierno colonial. Se opuso firmemente al Mahdi en todos los aspectos posibles. Cuando el Mahdi y su ejército entraron en Omdurman, mi bisabuelo cavó una fosa en su patio y escondió allí a sus cinco hijas porque temía que las violaran. Utilicé la idea de la fosa en la novela, ¡pero para esconder a un hombre y no a niñas!

AA: Dada su relación con los archivos coloniales, ¿cree que es importante ampliar el acceso, especialmente a los archivos occidentales, para los escritores que no tienen la posibilidad de acceder a los registros de su propia historia? Se lo preguntamos a la luz de la actual campaña de devolución de objetos. Aunque el objetivo de esta son los objetos africanos saqueados, la mayor parte del archivo documental colonial se trasladó a las capitales imperiales al final de la era colonial y sigue siendo en gran medida inaccesible para los africanos del continente. ¿Es necesaria una campaña similar de restitución de los archivos coloniales?

LA: Como soy bilingüe, no necesité recurrir únicamente a los archivos que se encuentran en Gran Bretaña. La mitad de mi investigación dependió de los archivos árabes. Aunque algunas de estas fuentes primarias habían sido traducidas al inglés y yo leo inglés más rápido, las leí en el original árabe. Son brillantes porque exponen el día a día de la gente corriente durante estas guerras. A través de ellas pude conocer la textura de la vida en aquella época, cómo comía la gente, cómo viajaba, cómo se comunicaba, sus expectativas y ansiedades. En respuesta a su pregunta, creo que es importante ampliar el acceso y que se justifica una campaña de devolución. También me gustaría destacar la cuestión de los registros escritos en lenguas maternas y las traducciones, porque es en estas lenguas locales donde reside la perspectiva africana primaria. Resulta chocante, por ejemplo, que una de mis fuentes primarias más valiosas, las Memorias de Babiker Badri (nacido en 1861), escritas en árabe y ampliamente publicadas en Sudán, esté agotada en su traducción al inglés. E incluso esa traducción, realizada a principios de la década de 1960, necesita un poco de renovación. Se trata de un texto africano de vital importancia y, sin embargo, no es ampliamente accesible debido al problema de la traducción. Estoy segura de que también hay otros textos, escritos en lenguas africanas, que necesitan ser traducidos y publicados.

AA: Por último, estamos impacientes por saber más sobre sus investigaciones acerca de la esclavitud en el antiguo Imperio Otomano, que tiranizó gran parte de África Oriental y el Cuerno de África. ¿Cuál es su legado perdurable en la región, su interior y sus diásporas?

LA: Para mi sorpresa, no encontré abundantes recursos sobre la esclavitud en la costa oriental. Sin duda, es un tema que debe investigarse más a fondo. Irónicamente, tras décadas de participación activa en la esclavitud transatlántica, Gran Bretaña lanzó un apasionado ataque contra el comercio de esclavos otomano/árabe/egipcio. Suprimirla se convirtió en un motivo para la expansión británica y la posterior colonización de Sudán. Como resultado, gran parte de lo que se escribió sobre el comercio otomano de esclavos está cargado de una justa indignación europea que pretendía justificar la necesidad de la expansión colonial para suprimir el brutal comercio de esclavos de la Costa Este. Cuando la gente piensa en la esclavitud, lo más probable es que piense en la larga travesía del Atlántico y en la cultura de plantación acompañada de un profundo racismo sistemático. La experiencia de los esclavos de la costa este fue diferente. El capitalismo no era la fuerza motriz de árabes y otomanos. En su lugar, esclavizaron sobre todo a hombres para el servicio militar y a mujeres para el trabajo doméstico. Usted pregunta por el legado. Cuando leo sobre los niños soldados sudaneses reclutados por Arabia Saudí para su guerra en Yemen, y las criadas etíopes maltratadas en Líbano, se me hiela la sangre.

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Artículo publicado originalmente en African Arguments

Traducción: Alejandro de los Santos

Mención fotografía de portada: Leila Aboulela (Cortesía: Victoria Gilder PR)

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