La Venezuela bolivariana

Leopoldo Santos Ramírez*
Es una buena noticia que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) haya retomado la política exterior mexicana de no injerencia en los asuntos internos de cualquier país, específicamente ahora con la República de Venezuela ante el intervencionismo descarado por parte de Estados Unidos, acompañado de un coro de países latinoamericanos con gobiernos de derecha que le hacen de segundas y terceras voces.

Los dos comunicados que AMLO firmó en las pasadas semanas junto con los presidentes Gustavo Petro, de Colombia, y Lula da Silva, de Brasil, eran más bien un ultimátum para que Maduro diera a conocer las actas del proceso electoral.

Por la rendija de esos comunicados se coló Antony Blinken, secretario de Estado, para declarar que en el caso de Venezuela, Estados Unidos estaba trabajando con sus socios latinoamericanos para presionar al gobierno de Maduro. Desafortunadamente, los comunicados no dieron cuenta de la situación de América Latina y de la propia Venezuela, y quedaron como textos sin contexto. Tampoco señalaron antecedentes de la situación venezolana y del papel que ha desempeñado Estados Unidos y la derecha criolla intentando desbarrancar al régimen que se han dado libremente los hermanos venezolanos, dirigidos en su primera etapa por Hugo Chávez desde 1999 a 2013, año de su fallecimiento, y luego por Nicolás Maduro hasta la fecha.

En el transcurso de esos años los venezolanos, fieles a la democracia representativa, fueron a las urnas unas 30 veces con elecciones tanto presidenciales como en sus entidades federativas, obteniendo el chavismo la misma proporción de votos mayoritarios constantemente; con una excepción. En 2007 se votó el referendo constitucional mediante el cual Chávez y la Asamblea Nacional propusieron la modificación a 69 artículos mediante los cuales se encaminaría al país hacia una república de socialismo del siglo XXl. Los venezolanos dudaron y los chavistas perdieron por 1.31 por ciento de votos; sin embargo, respetaron la decisión de los votantes. En esa ocasión, invitado a Caracas por la Universidad de Trabajadores de América Latina (UTAL), participé en un taller sobre la organización de los trabajadores del Continente, y asistí a la marcha y mitin multitudinario donde el presidente Chávez explicó a las masas la necesidad de respetar el refrendo pidiendo calma a sus partidarios, pero igual, llamó al orden a los derechistas que utilizaban los canales comerciales de la televisión convocando a tomar el poder a través de una revuelta que implicó el cobarde asesinato de jóvenes de aspecto mulato o indígena, habitantes de barrios donde la votación había sido favorable al chavismo.

Por supuesto, la violencia de la derecha racista inhibía la participación plena del pueblo, pero el propio Chávez encontró en la autocrítica la manera de reforzar la conexión política con las masas, haciendo una recomposición de su aparato administrativo para poner atención en dos aspectos claves: la seguridad y la distribución de alimentos. Por su parte, el gobierno de Nicolás Maduro ha enfrentado situaciones difíciles del más alto voltaje. Una de ellas, la autoproclamación de la oposición en la Asamblea Nacional, y del mismo Juan Guaidó como presidente en 2019 –fuera de toda legalidad– con lo cual mantuvieron al régimen de Maduro y a la sociedad venezolana en una situación de inestabilidad económica, por el saqueo de sus recursos en bancos de Inglaterra y Estados Unidos, y el bloqueo comercial que aún ahora alcanza a terceros países. Los partidos en la Asamblea favorables a Guaidó le retiraron su apoyo cuando fracasó el golpe militar que éste había preparado con el apoyo de los principales funcionarios de Donald Trump, entonces presidente de Estados Unidos.

Como podemos ver, desde hace 25 años los chavistas han ganado los comicios presidenciales y en cada uno la oposición de derecha, con la ayuda de EU, ha salido a decir que son elecciones fraudulentas, como lo hace ahora. Pero el régimen chavista se ha ido consolidando con la innovación de las comunas como formas de gobierno alternativas que no sin dificultades como todo nuevo experimento social van ganando terreno entre la población con formas contrapuestas a las heredadas desde la colonia y del republicanismo independentista. A la par, la experiencia de dirigir al país ha dotado al gobierno de gran capacidad para resistir ésta y cualquier otra embestida.

A México lo ocupan hoy asuntos de la mayor trascendencia para su futuro inmediato, pero no debemos olvidar el carácter estratégico que tiene la Venezuela bolivariana para la liberación de América Latina, y el deber de hacernos presentes con nuestra solidaridad de hermanos latinoamericanos.

* Profesor investigador de El Colegio de Sonora

https://www.jornada.com.mx/2024/08/26/opinion/022a2pol

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