

Hay documentales que informan y otros que desarman. La vecina perfecta, dirigido por Geeta Gandbhir y estrenado en Netflix el 17 de octubre, pertenece a esta segunda categoría. En apenas 97 minutos, este trabajo cinematográfico —que ya acumula más de 25 millones de reproducciones— construye una autopsia meticulosa del racismo cotidiano a través del caso de Ajike «AJ» Owens, una madre afroestadounidense de 35 años asesinada por su vecina blanca Susan Lorincz en Ocala, Florida, en junio de 2023.


Lo primero que debemos decir de este documental es que no ofrece consuelo. Gandbhir elige una estética áspera, casi voyeurista, que nos coloca dentro del coche patrulla, en la sala de interrogatorios, al otro lado de las cámaras corporales policiales. No hay dramatizaciones ni entrevistas que funcionen como pausa emocional. El material es crudo: grabaciones de las llamadas al 911, imágenes de seguridad del vecindario, secuencias de las intervenciones policiales. La directora —cuya cuñada era mejor amiga de la víctima— entiende que la mejor forma de honrar la memoria de Owens es dejando que los hechos hablen con toda su brutalidad.
El caso es, en apariencia, sencillo. Durante meses, Lorincz acosa a los hijos de Owens llamando repetidamente a la policía. Les grita obscenidades, les arroja objetos (un patín, un paraguas), los filma obsesivamente. Los niños del vecindario la apodan «la Karen», ese término que ha cristalizado para nombrar a las mujeres blancas que instrumentalizan su fragilidad blanca y su privilegio racial. El 2 de junio de 2023, después de que Lorincz golpeara a uno de los niños con un patín, Owens va a tocar su puerta para reclamarle. Lorincz dispara tres veces a través de la puerta cerrada. Owens muere en el césped frente a su casa, rodeada de vecinos aterrorizados y de sus propios hijos.
Pero La vecina perfecta nos muestra que este caso es todo menos sencillo. Gandbhir documenta con precisión quirúrgica cómo el racismo se enreda con el marco legal para producir tragedias previsibles. La ley Stand Your Ground de Florida —que permite el uso de fuerza letal ante una amenaza percibida sin obligación de retroceder— se convierte aquí en el verdadero antagonista. Lorincz intenta escudarse en esta legislación, argumentando miedo y defensa propia. Las grabaciones, sin embargo, muestran otra cosa: una mujer que había investigado estas leyes en internet antes del asesinato, que tenía un historial de llamadas falsas a la policía, que utilizaba insultos raciales de forma habitual.
Los datos que el documental presenta son demoledores. En los estados donde rige Stand Your Ground, el 45% de los casos en los que el agresor es blanco y la víctima negra son catalogados como justificados. Cuando los roles raciales se invierten, ese porcentaje cae al 11%. Desde la implementación de esta ley en Florida en 2005, los homicidios por arma de fuego aumentaron un 32%. La Comisión de Derechos Civiles de Estados Unidos la ha calificado como una «licencia para matar».
El documental sobresale al diseccionar la figura de la Karen con una lucidez incómoda. Lorincz encarna todas las características del arquetipo: la paranoia disfrazada de preocupación ciudadana, la instrumentalización de las fuerzas del orden contra cuerpos negros, la conversión del miedo en arma. Pero Gandbhir va más allá del meme para mostrarnos las consecuencias materiales de este comportamiento. Las grabaciones policiales evidencian que Lorincz llamó a la policía decenas de veces denunciando a los niños del vecindario —casi todos afroamericanos— por «invadir su propiedad» cuando jugaban en terrenos públicos. Los agentes le explicaron repetidamente que los niños no cometían ningún delito. Ella persistió.

Una de las secuencias más reveladoras del documental muestra a Lorincz en la sala de interrogatorios después de su arresto, cinco días después del asesinato. Se niega a levantarse para ser trasladada a la cárcel. «No puedo», repite una y otra vez. Tres oficiales esperan pacientemente, sin tocarla, sin alzar la voz. La directora, mujer negra, es directa: «Si hubiera sido una persona negra, la habrían sacado arrastrando de esa sala». Esta escena concentra todo lo que el documental quiere decirnos sobre el privilegio blanco y su funcionamiento dentro de las instituciones.
Gandbhir también expone la negligencia sistémica. La policía recibió múltiples advertencias sobre el comportamiento de Lorincz, pero no intervino de forma efectiva. Después del asesinato, las autoridades demoraron días en arrestarla mientras evaluaban si el crimen cumplía los criterios de Stand Your Ground. La familia de Owens tuvo que organizar protestas públicas para exigir justicia. Este caso ocurrió a 132 kilómetros de Sanford, donde George Zimmerman asesinó a Trayvon Martin en 2012. La geografía del racismo tiene memoria.
La vecina perfecta no termina con la condena de Lorincz a 25 años de prisión en noviembre de 2024. El documental cierra con una pregunta que aún sigue abierta: ¿qué sociedad produce estos crímenes? Gandbhir nos obliga a mirar más allá del caso individual para ver las estructuras que lo hicieron posible. El resultado es un trabajo esencial que funciona a la vez como crónica forense, denuncia política y acto de memoria. Las más de 25 millones de personas que lo han visto en pocos días demuestran que hay una sed global por entender cómo el racismo cotidiano mata. Este documental ofrece esa comprensión sin concesiones. Verlo es necesario, aunque duela.
La vecina perfecta está disponible en Netflix desde el 17 de octubre de 2025.
