mpr21 Redacción

Desde el comienzo de la Guerra de Ucrania, la Unión Europea manipuló a los refugiados de la manera que acostumbra. La acogida era temporal. Primero necesitaba a los refugiados para dar carnaza a los medios de intoxicación y ahora se han convertido en un estorbo muy caro de mantener.
Primero los europeos fueron muy solidarios, pero ahora los refugiados ucranianos son como los demás refugiados, especialmente en Polonia, donde hay manifestaciones para exigir que los devuelvan a su país como si fueran una mercancía en mal estado.
Las medidas de apoyo que aprobó Bruselas eran válidas para tres años, es decir, que caducó en marzo y no saben qué hacer. Se espera que la Comisión Europea presente una propuesta para el mes que viene. Los ministros de los Veintisiete podrían abordar esta patata caliente los días 12 y 13 de junio en el Consejo de Justicia y Asuntos de Interior.
Los europeos tienen una concepción muy equivocada de la guerra. Creen que es como una emergencia, que empieza lo mismo que acaba al cabo de un tiempo. Pero las guerras posmodernas son permanentes, lo mismo que sus consecuencias. Es el caso de los refugiados y los desplazados, cuyo número no para de crecer en todo el mundo.
Originalmente, la directiva europea de ayuda a los refugiados ucranianos solo podía prorrogarse dos veces, limitando la protección a tres años, hasta marzo. Sin embargo, la Comisión Europea extendió posteriormente este período hasta marzo de 2026 por razones obvias.
Ya no pueden seguir estirando la goma y a puertas cerrada discuten una estrategia de salida que no perjudique demasiado su imagen humanitaria y desinteresada. Como no la han encontrado, vuelven al remedio de la prórroga por otro año más.
Mantener a los millones de refugiados ucranianos es muy caro y los políticos europeos sólo son generosos cuando tienen que hablar ante los micrófonos. Por los pasillos de Bruselas se escucha que los programas de asilo ya están saturados, por lo que los discursos vuelven siempre al mismo punto: “nos gustaría seguir ayudando pero no tenemos dinero”. Si en lugar de refugiados fueran armas, no habría ningún problema; el dinero saldría de debajo de las piedras.
Una opción es tópica en estos momentos de recortes: restringir el alcance de las ayudas. Por ejemplo, podrían seguir ayudando a los que ya están, pero no a los que lleguen a partir de ahora. También podrían dejar de pagar el alojamiento, o la sanidad, o la educación.
Los recortes tienen la ventaja de que promueven el retorno. Si la situación en Europa es suficientemente mala, a muchos ucranianos les compensaría regresar a su país.