mpr21 Redacción
En el otoño de 1968 el periodista Earl Caldwell regresaba a la sede del New York Times después de un reportaje en California. No llevaba en su escritorio más de cinco minutos cuando una recepcionista le dijo que había dos hombres en la oficina que querían hablar con él. Eran del FBI.
Los policías querían saber más sobre un artículo que Caldwell acababa de escribir sobre el armamento de los Panteras Negras. Recientemente la redacción había asignado a Caldwell a cubrir a los Panteras Negras para el New York Times. Era su primer artículo sobre el movimiento político. Los policías le dijeron que querían más información sobre las armas sobre las que había escrito y más información sobre los Panteras en general.
El preriodista les dijo que todo lo que necesitaban saber estaba en el reportaje. Un año y medio después recibió una citación para comparecer ante un gran jurado y testificar sobre todo lo que sabía sobre los Panteras Negras, incluidas sus fuentes confidenciales.
En ese momento de su carrera, Caldwell ya era el pionero de los periodistas negros. Fue el único reportero que estuvo en Memphis cuando Martin Luther King fue asesinado el 4 de abril de 1968. Ocurrió durante la primera misión de Caldwell con él. Fue también la primera vez que el New York Times enviaba a un reportero negro para cubrir las conferencias del defensor de los derechos de los negros.
“Le dije a mi editor que no quería estar en el sur”, recuerda Caldwell, por los prejuicios y la violencia raciales, “pero tampoco quería dejar pasar la oportunidad de cubrir a King. Fue surrealista estar allí y ver cómo se desarrollaba todo aquello”.
Después del asesinato de King, Caldwell pasó a cubrir los disturbios raciales que se estaban produciendo en todo el país para el New York Times. Fue durante aquella época cuando empezó a cubrir a los Panteras Negras, centrándose en San Francisco. Pasó más de un año informando sobre la organización en California.
“Los Panteras Negras eran realmente buenos difundiendo su mensaje”, dice Caldwell. “Me dieron un buen acceso porque querían que la gente supiera de qué iban”. Cubrió una amplia gama de historias sobre ellos, incluido su trabajo de divulgación, enfrentamientos con los antidisturbios y con otros movimientos negros.
“Realmente me llevé bien con ellos y estaba orgulloso de las historias que pude contar”, dice.
A medida que la cobertura de Caldwell sobre los Panteras Negras se hizo más intensa, también creció el interés del FBI en su trabajo. La policía siguió solicitando reuniones con él, con vistas a obtener información sobre el movimiento. Intentaron persuadirlo de que los Panteras Negras eran peligrosos.
Los derechos siempre se enredan en los pleitos
Caldwell se mantuvo firme y se negó. El New York Times contrató a un bufete de abogados para defender la publicación de las noticias, pero pronto se preocupó por la posición del bufete en la defensa de la libertad de expresión, ya que se dio cuenta de que los abogados querían entregar parte de la información al FBI. Caldwell dice que no había forma de que se convirtiera en un soplón de la policía. “Va en contra de todo lo que uno defiende en el periodismo”, dijo.
Cuando Caldwell recibió la citación del FBI, consultó con otros periodistas negros y finalmente buscó el asesoramiento del Fondo de Defensa Legal de la NAACP, que lo puso en contacto con el abogado Anthony Amsterdam. Por su propia voluntad, se negó a comparecer ante el gran jurado, y Amsterdam compareció en su lugar. Argumentó que no debía comparecer y que la Primera Enmienda protege las fuentes y la información, así como la elaboración del reportaje. Amsterdam también defendió la importancia del trabajo de los periodistas negros y “cómo podríamos traer una respuesta y contarle a Estados Unidos sobre estas preguntas que eran tan importantes en ese momento”, recordó Caldwell.
El caso llegó al Tribunal de Apelaciones de Estados Unidos, que falló a favor de Caldwell y acordó que no tenía que compartir su información confidencial con la policía. Sin embargo, fue una victoria efímera, ya que el gobierno apeló ante el Tribunal Supremo, que lo abordó junto con otros dos casos similares sobre el derecho a la libertad de expresión en febrero de 1972.
Los otros dos casos involucraban a Paul Pappas, un reportero de televisión de Massachusetts que también cubría a los Panteras Negras y que también había rechazado una citación para informar sobre ellos a la policía, y a Paul Branzburg, un reportero del Louisville Courier Journal que había estado informando sobre el cultivo de hachís. En su reportaje Branzburg entrevistaba a personas que lo cultivaban, pero sin revelar su identidad. Al igual que Caldwell y Pappas, se negó a informar a la policía después de que lo llamaran a comparecer ante un gran jurado.
¿Deben los periodistas hacer el trabajo de la policía?
El 29 de junio de 1972 en la sentencia del caso Branzburg, el Tribunal Supremo falló contra de los periodistas porque era inapropiado “conceder a los periodistas un privilegio testimonial del que no gozan otros ciudadanos”. Pero los jueces estaban divididos 5 contra 4 sobre la resolución, y los que disentían argumentaban que la policía no tiene derecho a utilizar a los periodistas para que hagan un trabajo que les corresponde a ellos.
La sentencia significaba que Caldwell podía ir a la cárcel, pero el gobierno había conseguido lo que quería. No lo volvió a perseguir. El periodista continuó trabajando en el New York Times, cubriendo el juicio de Angela Davis en 1970, los “asesinatos de niños en Atlanta” y la campaña presidencial del reverendo Jesse Jackson en 1984. En 1979 se convirtió en el primer periodista negro en tener su propia columna en un periódico importante, tras pasarse al New York Daily News.
Tras la sentencia se desató un movimiento de protestas en todo Estados Unidos para proteger el derecho de los periodistas al secreto profesional.
La transformación de los periodistas en apéndices de la policía: el caso Earl Caldwell