Fuente: https://mpr21.info/la-recesion-economica-es-el-menor-de-los-males/
En 2017 Janet Yellen, la antigua presidenta de la Reserva Federal y actual secretaria del Tesoro estadounidense, declaró que “no experimentaremos otra gran crisis financiera en nuestra vida”. Fue un farol. Ahora padecemos una crisis de recesión, inflación, deuda y desempleo como nunca antes ha conocido la historia.
La Guerra de Ucrania comenzó hace 8 meses y son muchas las declaraciones que piden un mayor apoyo económico y militar a Kiev que los llamamientos a una tregua negociada o un plan de paz. Esto parece extraño viniendo de quienes han estado presumiendo de su capacidad para evitar el conflicto en suelo europeo durante los últimos 70 años.
En cuanto a la prosperidad, una de las grandes promesas de Europa se ha desintegrado literalmente en el espacio de ocho meses: los superávits comerciales se han desvanecido, los déficits están en su punto más alto y el “modelo alemán” tiene serios problemas.
Quienes afirman que lo peor ya ha pasado, que el invierno transcurrirá sin grandes perturbaciones energéticas porque las reservas de gas francesas y alemanas están ahora llenas al 95 por cien, olvidan que en un contexto de actividad económica normal, estas reservas cubren tres meses de consumo. En enero habrá que reponer las reservas.
Pero aunque duren hasta febrero y se repongan desde Noruega y Argelia, el problema es el coste del recurso y el impacto catastrófico en sectores enteros de la industria, cuya rentabilidad va a desaparecer.
Para evitar miles de quiebras de grandes empresas y pymes, Alemania va a movilizar 200.000 millones de euros, lo que no resuelve el problema básico. Sin energía barata, salvar a las empresas con subvenciones públicas es crear un pozo sin fondo.
¿Cuánto tiempo mantendrá este balón de oxígeno a la industria alemana? ¿Cuántas veces al año habrá que inyectar la misma cantidad, con un coste del gas cinco veces superior al de países como Estados Unidos o China?
Es un dinero que habrá que pedir prestado a los bancos en un contexto de tipos de interés que se ha convertido en el más desfavorable desde el otoño de 2008, para acabar con más déficit y decrecimiento.
En los últimos 60 años, cada vez que la Fed ha intentado que la inflación no suba por encima del 5 por cien mientras el desempleo está por debajo del 5 por cien, el resultado siempre ha sido, en el mejor de los casos, un aterrizaje forzoso o, en el peor, una recesión.
Nunca la ecuación ha sido tan desfavorable en Estados Unidos. En septiembre, la inflación en Estados Unidos fue del 8,2 por cien (un 3,2 por cien más que el peor dato anterior) y la tasa de desempleo del 3,5 por cien.
El riesgo es mundial. La deuda pública y privada (tanto empresarial como personal) acaba de superar la marca del 350 por cien en porcentaje del PIB mundial (frente al 200 por cien de finales de 1999). Aunque los tipos aún no han vuelto a sus niveles de finales del siglo XX (6,66 por cien para los bonos estadounidenses el 1 de enero de 2000), el servicio de la deuda batirá récords en las próximas semanas, debido al gran volumen de deuda en circulación.
La rápida normalización de la política monetaria y la subida de los tipos de interés empujarán a la quiebra y al impago a las empresas, las instituciones financieras y los gobiernos altamente endeudados.
Sólo hay un remedio para evitar una recesión devastadora: volver a imprimir dinero en masa. El Banco de Inglaterra acaba de ponerse en marcha de nuevo, mientras que China se está preparando para ello.
La consecuencia será una cadena de crisis sociales con un telón de fondo de empobrecimiento brutal del nivel de vida de las masas.