

La editorial Deleste acaba de publicar en español La primera mujer, de la escritora ugandesa Jennifer Nansubuga Makumbi, en traducción de Marta Sofía López Rodríguez. Esta novela, que ganó el Premio Jhalak 2021, llega ahora a las lectoras hispanohablantes como una oportunidad excepcional para adentrarse en las tradiciones orales ugandesas, el feminismo africano y las complejidades de hacerse mujer en una sociedad profundamente patriarcal.
Jennifer Makumbi es una novelista y cuentista ugandesa que reside en Manchester. Posee un doctorado de la Universidad de Lancaster y ha dedicado su obra literaria a explorar la historia, la mitología y las realidades contemporáneas de Uganda. Su primera novela, Kintu, ganó el Proyecto de Manuscritos Kwani en 2013 y la consolidó como una de las voces literarias africanas más destacadas de su generación. Con La primera mujer, Makumbi profundiza en territorios que ya había explorado en su debut pero desde una perspectiva explícitamente feminista, donde las experiencias de las mujeres ocupan el centro absoluto de la narración.
La novela sigue la vida de Kirabo, una niña de doce años que crece en la Uganda de mediados de los años setenta, durante el brutal régimen de Idi Amin. Kirabo vive en el pueblo de Nattetta con sus abuelos, Miiro y Alikisa, rodeada del amor de una familia extensa y próspera. Sin embargo, la ausencia materna la atormenta. Nadie quiere hablarle de ella, nadie responde sus preguntas. Esta búsqueda de su origen materno se convierte en el hilo conductor de una historia mucho más amplia sobre qué significa ser mujer en la cultura ganda, cómo se negocian los espacios de poder dentro del patriarcado y de qué manera las mujeres han resistido durante generaciones.


Kirabo es una protagonista extraordinaria. Testaruda, curiosa, inteligente y rebelde, la niña desafía constantemente las expectativas que su entorno deposita sobre ella. Desde muy pequeña siente que algo extraño le ocurre, una sensación de desdoblamiento, como si un alma diferente habitara en ella y quisiera escapar de su cuerpo. Esta experiencia la aterroriza y la lleva a buscar ayuda en Nsuuta, la curandera ciega del pueblo a quien todos llaman bruja y con quien su abuela mantiene una enemistad profunda. Es Nsuuta quien le revela a Kirabo el mito de la primera mujer, esa figura ancestral que existía antes del patriarcado, libre como el agua, sin forma fija, sin ataduras.
La metáfora del agua atraviesa toda la novela. Según la mitología que Makumbi recupera y recrea, los hombres dividieron el mundo en tierra y agua para justificar su dominio. A ellos les correspondió la tierra, sólida y estable, la propiedad y el poder. A las mujeres les asignaron el agua, inestable, sin forma propia, incapaz de ser poseída. Esta división mítica ha servido durante siglos para negar a las mujeres ugandesas el derecho a poseer tierras, a tomar decisiones sobre sus propias vidas, a existir fuera de los roles de esposa y madre. Pero Nsuuta le enseña a Kirabo que ese «estado original» de libertad sigue vivo dentro de las mujeres, esperando a ser reconocido y reclamado.
La estructura de La primera mujer permite a Makumbi mostrar la evolución de Kirabo desde la infancia hasta la juventud adulta. La vemos crecer en el pueblo, mudarse luego a Kampala con su padre Tom y su madrastra, asistir a un internado de élite para chicas donde el feminismo es parte del currículo. En cada etapa, Kirabo se enfrenta a versiones diferentes y contradictorias de lo que debería ser una mujer. Su abuela Alikisa le inculca valores tradicionales de respeto y obediencia. Nsuuta la anima a cuestionar y desafiar. En la ciudad, su madrastra Nnambi la trata con hostilidad y celos. En el internado, las profesoras le hablan de derechos y autonomía, pero las estudiantes siguen compitiendo entre ellas por la atención masculina y juzgándose mutuamente por su comportamiento sexual.
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Makumbi teje con maestría las relaciones entre mujeres, mostrando tanto su solidaridad como sus conflictos. La rivalidad entre Alikisa y Nsuuta, que se revela en un flashback a los años cuarenta, es uno de los núcleos emocionales más poderosos de la novela. Estas dos mujeres fueron mejores amigas en su juventud hasta que sus visiones opuestas sobre cómo vivir dentro del sistema patriarcal las separaron. Sin embargo, al final de sus vidas, logran reconciliarse en una escena de profunda belleza y ternura. La amistad de Kirabo con Giibwa, su compañera de juegos de la infancia, también evoluciona de manera compleja cuando las diferencias de clase social empiezan a marcar distancias entre ellas. Makumbi no idealiza estas relaciones. Muestra cómo las propias mujeres, condicionadas por siglos de opresión, perpetúan a veces las estructuras que las oprimen.
La novela introduce el concepto de mwenkanonkano, la palabra luganda para feminismo. Makumbi deja claro que el feminismo no es una importación occidental sino una tradición propia que las mujeres ugandesas han practicado durante generaciones, aunque sin ese nombre. Mwenkanonkano es la lucha cotidiana de las mujeres por crear espacios de libertad dentro de un sistema que las confina. Es la resistencia silenciosa y también la rebeldía abierta. Es la capacidad de las mujeres de mostrar solidaridad entre ellas a pesar de las tensiones. Cuando el feminismo occidental llega a Uganda en los años setenta, con la Conferencia Mundial sobre la Mujer en México como telón de fondo, estas ideas encuentran principalmente eco en la clase media urbana educada en inglés. Para las mujeres rurales, el feminismo siempre ha estado presente, aunque con otros nombres y otras formas.
El humor es una de las grandes fortalezas de La primera mujer. A pesar de tratar temas duros como el abandono materno, la violencia doméstica, el sexismo y el autoritarismo político, Makumbi mantiene un tono cálido e incluso divertido. Los personajes tienen una vivacidad extraordinaria, sus diálogos chisporrotean de ingenio y la mirada de Kirabo sobre el mundo adulto mezcla la perplejidad infantil con una agudeza sorprendente. Esta calidez narrativa hace que la lectura sea absorbente y que los lectores desarrollen un vínculo emocional profundo con los personajes.
La presencia de Idi Amin y su régimen dictatorial funciona como un telón de fondo constante pero nunca invasivo. Makumbi se niega a que el tirano ocupe el centro de su historia. La violencia política aparece filtrada a través de las experiencias personales de los personajes, afectando sus vidas cotidianas pero sin convertirse en el foco principal de la narración. Esta decisión estética es deliberada y acertada. La vida continúa incluso bajo la dictadura, las mujeres siguen luchando por sus espacios de autonomía, los niños siguen creciendo y aprendiendo. La historia de Uganda no se reduce a sus tragedias políticas.
La primera mujer es también una celebración del poder de las historias. Makumbi integra la mitología y el folclore ugandeses de manera orgánica en la trama. Las leyendas no son añadidos exóticos sino parte fundamental de cómo los personajes entienden el mundo y se entienden a sí mismos. Nsuuta le dice a Kirabo que las historias son fundamentales, que en el momento en que las mujeres caen en el silencio, alguien más llenará ese silencio por ellas. Esta es la razón por la que Nsuuta le pide a Kirabo que transmita la historia de la primera mujer, que la mantenga viva en cualquier forma que pueda. Las historias son herramientas de resistencia y supervivencia.
Jennifer Makumbi merece un lugar destacado entre las grandes narradoras africanas contemporáneas. Su capacidad para crear personajes memorables, su dominio de la voz narrativa, su habilidad para entrelazar lo personal con lo político, lo mítico con lo cotidiano, hacen de La primera mujer una obra excepcional. La traducción al español abre la puerta para que más lectoras accedan a esta visión del feminismo africano, a estas voces de mujeres que han luchado durante siglos por definir su propia existencia. Kirabo, con su terquedad, su valentía y su vulnerabilidad, se quedará en la memoria de quien la acompañe en este viaje hacia la madurez. Esta es una novela luminosa y profundamente humana.
Redacción Afroféminas
