La presidenta dispara al aire… de los pulmones

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Nònimo Lustre*. LQS. Enero 2020

Una señora que señorea entre 20.000 y 25.000 millones de euros de presupuesto anual, declara que “nadie ha muerto por contaminación”. Pese a que la señora presidenta de la Comunidad de Madrid haya formulado su teoría con un simplismo que avergonzaría a una alumna de primaria, algo de razón tiene la señora Ayuso porque sabemos que no se muere por el cáncer o por la cirrosis que devoraba al moribundo ni por el fracaso orgánico generalizado sino que morir, lo que se dice doblar la servilleta o hincar el poleo, se muere habitualmente por parada cardíaca.

¿Por qué se habrá expresado Ayuso con tan insultante fórmula? Aquí caben dos opciones:

a) la susodicha señora no improvisa jamás sino que responde según las chuletas que le prepara su equipo. Por ello, es plausible suponer que sus asesores creen que la provocación es la estrategia que más cuadra a doña Ayuso. Provocar, ¿para qué?, ¿para que la plebe se asombre con sus majaderías y no repare en el atraco político y, sobre todo, económico que está perpetrando? Pudiera ser. En efecto, provocación es sinónima de cortina de humo. Por ello, cada vez que Ayuso suelta una de sus perlas, servidor comprueba que su bolsillo ha disminuido, preludio fatal de la merma en sus derechos.

b) Pero también pudiera ser que las ahora bautizadas como ayusadas, sean la guinda que Madame La Presidenta pone voluntariamente en el pastel que le han cocinado sus asesores. En este caso, nos preguntamos:

1) ¿qué imagen de la Contaminación predomina en el cerebro de la Presidenta? Como estamos ante una autoridad infantiloide, ha de ser un icono infantil. Quizá la figura de un Ogro bueno, una suerte de Quasimodo, el jorobado de Nôtre Dame; o, dado su acendrado catolicismo, con más probabilidades será el espectro de aquel Buen Ladrón que acompañó a Jesús en el Gólgota.

2) ¿qué cadena de causas ha llevado a que doña Ayuso exima de pecado a la Contaminación? Dado que se ha educado en la lógica franquista por antonomasia -el vetusto tomismo-, Ayuso debe recordar de su bachillerato que Aristóteles y sus epígonos distinguían cuatro tipos de causas: la material, la formal, la eficiente y la final (ejemplo: en una estatua, la causa material sería el bronce de la estatua; la formal, la forma de la estatua; la eficiente sería el escultor; y la final adornar un templo) Comprendemos que la niña Ayuso se hiciera un lío ante semejante maremágnum lógico pero es peor que, en su (supuesta) madurez, todavía no lo haya resuelto. De ahí que, frente al problema de la Contaminación, olvide las dos o tres últimas y reduzca aquella clasificación de secundaria a la primera de las causas, la material. Según la posmoderna Lógica Ayusiana, la Contaminación es sólo material –un polvillo de nada- y no tiene ninguna relación con la forma –que supone gaseosa porque ya ha olvidado el polvillo- ni tiene escultor eficiente –nadie es culpable, ni siquiera Dios-. Pero es probable que la Presidenta tenga dudas sobre la causa final de la Contaminación: ¿ha saltado de la primera a la cuarta y última causa porque utiliza la Contaminación para adornar su templo personal? No lo descartamos, sobre todo si recordamos que la candidata Ayuso proclamaba en su campaña electoral que la contaminación era una gloriosa seña de identidad de Madrid.

En otras palabras, el Buen Ladrón contaminante no es canceroso ni está cirrótico perdido. Los madrileños sólo se mueren por una causa material -la ‘parada cardíaca’- que, además, está muy lejos de ser la causa final, sea ésta recuperada o no para su gloria personal. Ayuso se ha cepillado aquellos libros de texto de su colegio de monjas para quemar etapas en su educación neofranquista. Y tan memorable salto –con red- ocurrió al descubrir que podía utilizar a Aristóteles para avanzar hacia su luminoso futuro como neofranquista de postín chulapón. Sus nuevos libros de texto comenzaron siendo los certificados de defunción del primer franquismo y dio por terminada su formación con los partes periodísticos del tardofranquismo. Veamos:

Si los había –que no era frecuente-, los partes forenses de los republicanos asesinados durante la primera posguerra, casi siempre certificaban que el reo había muerto por “hecho de guerra”, por “muerte natural”, o por otras causales no menos canallescas –entre ellas, la de catalogar como “desaparecido” a un fusilado es seguramente la apoteosis del sadismo facha. En pleno siglo XXI, Ayuso imita aquellas sinvergonzonerías forenses, viejas de hace casi un siglo, y proclama que la Contaminación no fusila a nadie. O, si se ve forzada a admitir que la Contaminación no es saludable, sólo admitirá que los madrileños fallecen por ‘muerte natural’. Todo lo cual prueba que Ayuso hizo la secundaria con las monjas y la universitaria con profesores neofranquistas. Todo lo cual prueba que aquellos barros son la madre de estos lodos.

La modélica alumna Ayuso se vanagloria de su adhesión inquebrantable –y lógica- al primer franquismo. Pero, además, presume de haber aprobado el máster en tardofranquismo. Y puede que ese dudoso honor universitario sea más verdadero que los másteres Harvaravaca de sus jefes del PP. En el susodicho máster, la Presidenta habrá leído que la prensa tardofranquista informaba (es un decir) que tal o cual protesta había sido disuelta por una Policía Armada y/o unos picoletos que, ante la desatada barbarie de los rojos, se había visto obligada a “disparar tiros al aire”. In illo tempore, ¿cómo explicaba la prensa bellaca que hubiera habido muertos y/o heridos? La prensa callaba pero los rojos, en la línea del humor negro que predominaba en aquella negrura, contestábamos con una muletilla,: “sí, han disparado al aire… de los pulmones”.

Cuarenta años después, la Presidenta Ayuso imita a la prensa tardofranquista y también dispara al aire… de los pulmones de los madrileños. Enésima prueba de que la desfachatez de los fachas actuales es hija predilecta del tardofranquismo. O, asimismo, de que la Memoria no es una disciplina del pasado sino una clave que explica el presente y una vacuna contra los excesos neofranquistas.

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