Al hilo de las preguntas que nos hacemos sobre si tal o cual es tal o cual cosa (en referencia a la «izquierda») y si hoy tiene algún sentido hablar de «izquierda» o «derecha», dado lo que está pasando con la pretendida «izquierda», hay una pregunta recurrente que siempre salta cuando doy alguna charla y hablo de China. ¿Es China socialista o capitalista?
Hace cuatro años, al hablar del XIV Plan Quinquenal (y ya está en marcha la redacción del XV Plan Quinquenal) dije que no es ni una cosa ni otra porque estamos ante la fusión de la economía monetaria, del keynesianisno en sentido estricto y de la planificación inicialmente soviética aunque remozada. Tal vez algo parecido a la Nueva Polìtica Económica de Lenin. Tal vez. La diferencia, o el debate, está en que Lenin concebía la NPE como un sistema transitorio, un «obligado paso atrás», y China lo considera un gran paso hacia adelante y nada transitorio. La semejanza es que, en los dos casos, la economía permanece bajo la dirección y planificación del Estado aunque secundada por el capital privado. ¿Es esto el «socialismo de mercado» o «el socialismo con características chinas»?
Ahora ya hay algún otro elemento que puede ayudar a responder a la gran pregunta.
Inmersos en este prolegómeno del XV Plan Quinquenal (que se aprobará el año que viene), se está comenzando a discutir si la lucha de clases existe en China o no, y se dice que «después de la eliminación de la clase explotadora como clase, y en la etapa actual, la principal contradicción de nuestra sociedad es la contradicción entre las crecientes necesidades de personas para una vida mejor y desarrollo desequilibrado. Debido a factores internos y a la influencia de la situación internacional, la lucha de clases en cierta medida seguirá existiendo durante mucho tiempo y puede intensificarse en determinadas condiciones, pero ésta ya no es la principal contradicción». Aquí hay munición para unos y otros, pero es la definición más clara que yo he visto de lo que es el «socialismo con características chinas».
Porque es una pista más sobre lo que se está gestando tras el Tercer Pleno del Comité Central del Partido Comunista, celebrado el mes de julio y en el que, como os comenté, se decidió «reforzar el sistema económico de mercado socialista de alto nivel» haciendo hincapié en «la consolidación y desarrollo inquebrantable de la economía pública», también se decidió alentar y apoyar la no pública como complemento. De forma especial, se indica que este proceso se tiene que centrar en «la educación, la ciencia y la tecnología» (claramente está indicando la respuesta a la guerra lanzada por Occidente, EEUU en particular, contra China en este aspecto). Pero teniendo muy claro que solo se puede fortalecer el sistema teniendo en cuenta que «el pueblo es el dueño del país», por lo que solo se puede defender y mejorar el sistema «encarnando de manera concreta y realista la propiedad del pueblo sobre el país en la vida política y la sociedad». Solo así se puede «llevar adelante el espíritu del estado de derecho socialista, salvaguardar la equidad y la justicia social, y promover integralmente el estado de derecho en todos los aspectos del cambio laboral del país».
No es extraño, entonces, ver cómo se han adoptado recientemente, o sea, en estos dos meses transcurridos, tres medidas que indican claramente el camino que se ha marcado.
La primera, que se ha pedido desde el Estado a las grandes empresas, estatales y privadas, que «devuelvan los salarios excedentes de los últimos cinco años» en el marco de la iniciativa gubernamental para promover la igualdad económica. Todo aquel alto ejecutivo que supere el límite de 3 millones de yuanes anuales (unos 380.000 euros) lo tiene que devolver. En el Estado español los altos ejecutivos casi duplican esa cifra, por dar un dato. Al mismo tiempo, se establece en esta cantidad el tope salarial por arriba. Una medida necesaria cuando se ralentiza un tanto el crecimiento económico que, a pesar de todo, sigue siendo muy superior al occidental (estipulado en el 5% para este año, mientras que en el Occidente colectivo se estima en el 2% en el mejor de los casos). Esta iniciativa es la primera a gran escala que se lleva a cabo en el marco de la «prosperidad común», que se está convirtiendo en el eje central de la política interna china. No va a ser la última.
La segunda, que se habla de forma abierta de poner fin a todo tipo de clon de la «educación occidental». La rebelión contra este tipo de educación comenzó en 2016 en varias universidades y con el activismo de los Jóvenes Marxistas. Dos años después, y como consecuencia de ello, se dieron los primeros pasos y ahora el acelerón final. Aquí tiene un papel importante Xi Jinping, abiertamente comprometido con ello y que cree que hay «fuerzas hostiles que están comprometidas en actividades subversivas contra el partido y el sistema socialista, especialmente dirigidas a la conciencia de los jóvenes». Eso significa que se intenta que «la generación más joven, la que no experimentó el dolor de las personas que lucharon entre la vida y la muerte por el país y por este sistema, olvide todo ello». Como ha ocurrido en Occidente. Por lo tanto, «se va a acelerar la eliminación de los planes de estudio que no inculquen los ideales socialistas en la generación más joven». Es decir, desaparecerán las influencias occidentales en la educación.
Esto es más fácil decirlo que hacerlo, puesto que -y enlaza con la primera cuestión- la diferenciación de clases en China ha creado una ansiedad educativa porque en un sistema meritocrático eso es muy importante. De ahí que no hace mucho China tuviese que poner coto a las clases particulares.
Hay un desequilibrio evidente -y dónde no- entre la ciudad y el campo y los recursos son diferentes en una u otro. De ahí este paso que comento. Es un intento de equilibrar los recursos educativos y centrarlos en el país, sin tener en cuenta a Occidente, y hacer que la calidad de la educación sea la misma. Aquí es evidente la vuelta al modelo soviético.
La tercera, que también tiene que ver con lo aprobado en el Tercer Pleno: China ha decidido duplicar el gasto en inteligencia artificial a pesar de las «medidas restrictivas» (neolengua occidental para hablar de las sanciones, ilegales, según el derecho internacional) impuestas por Occidente, EEUU en especial. China invierte un total de dos veces lo que Occidente, cuando -como se está demostrando en el país 404, antes conocido como Ucrania- la IA está cambiando las reglas del juego en el campo de batalla, no solo en la industria. Ahora decide invertir ni más ni menos que el doble, o sea, cuatro veces lo que hace Occidente.
Ni que decir tiene que todo ello, unido a una mayor internacionalización del yuan, y en un marco en el que la desdolarización se acelerará después de la cumbre de los BRICS de este mes de octubre, va a contar con una mayor agresión occidental.
(Publicado en el blog del autor, el 5 de septiembre de 2024)