La partición de Belén: un nuevo capítulo del proyecto colonial sionista

ABNA24                                                                                                                          09/09/25

La partición de Belén: un nuevo capítulo del proyecto colonial sionista

La ciudad de Belén, cuna del cristianismo y patrimonio de toda la humanidad, se enfrenta a uno de los planes más oscuros y perversos del colonialismo israelí. El proyecto revelado busca dividir el corazón espiritual de Palestina —Belén, Beit Jala y Beit Sahour— en tres entidades separadas, despojándolas de su tejido histórico, cultural y religioso, para someterlas a diferentes formas de administración extranjera: la ocupación israelí, la intervención estadounidense y el control del Vaticano sobre los lugares sagrados.

El plan no es nuevo. Desde Oslo hasta la fecha, el sionismo ha trabajado de manera sistemática para fragmentar a Palestina en enclaves desconectados, rodeados de asentamientos, muros y bases militares. Sin embargo, lo que hoy se plantea con Belén es aún más grave: se trata de separar a las comunidades palestinas de su propia raíz espiritual y de su vínculo milenario con la tierra.

En este esquema, Beit Jala sería desvinculada permanentemente de Belén y conectada a los asentamientos coloniales Har Gilo, Gilo y Etzion. Esto significa aislarla de su identidad palestina y absorberla dentro del proyecto de “Gran Jerusalén” que Israel promueve como su capital eterna. Para los habitantes de Beit Jala, muchos de ellos descendientes de familias que han vivido allí por siglos, esto representa un despojo doble: territorial

La ciudad de Belén quedaría bajo una administración civil “especializada en asuntos religiosos”, donde el Vaticano se encargaría de la Iglesia de la Natividad y de regular el acceso de los peregrinos internacionales. De esta manera, se pretende reducir a Belén a un museo religioso sin pueblo, negándole a sus habitantes palestinos el derecho a ejercer soberanía y vida política propia.

Beit Sahour, la ciudad de los pastores, quedaría bajo los marcos de acuerdos dictados por la ocupación (como el de Adumim), lo que en la práctica significaría una administración controlada por Israel y subordinada a sus colonias. El plan apunta a desintegrar su resistencia comunitaria, que históricamente ha sido ejemplo de organización popular contra el colonialismo.

Uno de los puntos más reveladores del plan es la eliminación del campamento de Dheisheh, símbolo de la Nakba continua y de la resistencia de los refugiados palestinos. La intención es clara: borrar la memoria viva del derecho al retorno y dispersar a sus habitantes bajo presiones políticas y sociales.

El proyecto incluye imponer a los habitantes de Belén una identidad restringida únicamente a la ciudad, sin derechos nacionales ni políticos en el resto de Cisjordania. Es decir, una forma moderna de apartheid urbano, donde los palestinos quedarían convertidos en meros residentes tolerados, sin ciudadanía real.

El caso de Hebrón muestra hacia dónde apunta este modelo: la división en tres zonas, cada una controlada por clanes bajo supervisión israelí, con los bancos palestinos absorbidos por bancos israelíes. Un sistema feudal-colonial que elimina la posibilidad de unidad política palestina y convierte a las ciudades en islas administradas por la ocupación.

El rol del Vaticano, de la administración estadounidense y del propio silencio de la comunidad internacional no puede ser minimizado. Convertir Belén en un enclave religioso administrado externamente recuerda los intentos coloniales de antaño de apropiarse de los lugares santos, pero ahora bajo la lógica del apartheid israelí.

La fragmentación de Belén no es un asunto local: es un ataque directo a la identidad palestina y a la memoria universal de la humanidad. Beit Jala, Beit Sahour y Belén no son simples territorios; son símbolos de resistencia, cultura e historia.

Aceptar este plan sería convalidar un nuevo tipo de Nakba, uno donde la tierra y la fe se convierten en mercancía bajo control colonial.

Frente a ello, la voz palestina —musulmana y cristiana, en Palestina y en la diáspora— debe unirse con fuerza para denunciar este proyecto,resistirlo y recordar al mundo que Belén no se divide, Belén es Palestina.

Fuente: Editorial de la Unión Palestina de América Latina – UPAL.

 

 

 

 

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