UPAL – Unión Palestina de América Latina UPAL
18 de septiembre de 2025
Editorial de la Unión Palestina de América Latina – UPAL
La paciencia de los pueblos árabes está llegando a su límite. Durante décadas han soportado dictaduras, monarquías absolutistas y repúblicas disfrazadas que no son más que satélites de Washington, Londres y Tel Aviv. Gobiernos que, en lugar de defender la dignidad árabe, se han especializado en someter a sus pueblos con represión interna y en traicionar a Palestina en cada mesa de negociación internacional.
Mientras Gaza es masacrada, Yemen destruido, Siria fragmentada, Irak saqueado y Líbano asfixiado, ¿qué hacen los regímenes árabes? Reuniones vacías, declaraciones tibias y, en los hechos, complicidad con el enemigo. Los pueblos lo saben: sus gobernantes son títeres que solo se sostienen porque sirven de guardianes a intereses extranjeros.
Ejemplos sobran y hieren:
Egipto, que mantiene cerrado el paso de Rafah, condenando a millones de palestinos al hambre y la desesperación, mientras su régimen se presenta hipócritamente como “mediador de paz”.
Arabia Saudita, que juega a dos caras: proclama solidaridad con Palestina pero negocia en secreto y en público con Estados Unidos e Israel, consolidando pactos de normalización que solo benefician a los sionistas.
Los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, que firmaron los llamados “Acuerdos de Abraham” y se entregaron al ocupante, convirtiéndose en cómplices declarados del genocidio.
Jordania, que reprime brutalmente a su pueblo cada vez que se manifiesta contra Israel, manteniendo un tratado de paz que legitima la ocupación.
Marruecos, que prefirió vender a Palestina a cambio del reconocimiento de su ocupación del Sahara Occidental, demostrando que la traición es su moneda diplomática.
Estos regímenes no representan a sus pueblos. Representan a los intereses de las potencias occidentales y a sus propios palacios. Son marionetas del imperialismo, guardianes de bases militares extranjeras y socios de los verdugos de Palestina. Sus discursos huecos ya no convencen a nadie.
En las calles, en las universidades, en las mezquitas, en los campamentos de refugiados, la rabia crece. Desde El Cairo hasta Rabat, desde Ammán hasta Manama, los pueblos árabes exigen dignidad y acción real. Cada niño asesinado en Gaza es un grito que retumba en los corazones árabes; cada casa demolida es un recordatorio de que la paciencia tiene un límite.
Los gobernantes títeres deben saber que sus tronos se tambalean. No podrán eternamente silenciar a las multitudes con represión ni comprar conciencias habrán migajas. Cuando la paciencia reviente —y está a punto de hacerlo— no habrá ejército, palacio ni tratado internacional que los salve de la furia popular.
Los pueblos árabes no olvidan ni perdonan. La complicidad se paga, y la traición a Palestina será la tumba política de estos regímenes serviles. La dignidad árabe no está muerta: está acumulando fuerza, y cuando despierte, barrerá con todos los tiranos que hoy se arrastran ante sus amos.