
Por Cristina Fallarás Periodista y escritora
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Parece que cada atropello a los derechos humanos, cada pasito de las extremas derechas, cada cretino al que suben a un podio nos pillan con carita de idiotas, en Babia. Da igual el premio “literario” de una editorial propietaria de medios de comunicación que un premio internacional otorgado, hasta el momento, a 911 hombres y 65 mujeres. Así nos luce le pelo.
No hablaré del Planeta a Juan del Val, porque me parece una pérdida de tiempo. No sé qué esperaban, ¿una escritora dedicada a la literatura? Pero sí me voy a detener un momento en el Nobel de la Paz, porque ando estupefacta. Parece que ha sorprendido, incluso escandalizado, que el primer acto relevante de la nueva Nobel de la Paz, la ultra venezolana María Corina Machado, sea alabar la acción del criminal Benjamin Netanyahu por sus “logros” en el genocidio perpetrado en Gaza. Más allá de que evidencia un desconocimiento de quién es esta señora, ¿qué caray creemos que es un Nobel de la Paz?
El Nobel de la Paz es un premio que se otorgó nada menos que a Henry Kissinger, el señor del horror en Latinoamérica. Entre otras barbaries, este Nobel de la Paz fue el arquitecto del Plan Cóndor, operación criminal que coordinó el establecimiento de sangrientas dictaduras en Argentina, Chile, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay, Perú o Uruguay en los años 70 y 80. Kissinger fue ni más ni menos un genocida internacional, hacedor de masacres, uno de los mayores expertos del occidente blanco en métodos de tortura, y ya es decir.
Basta un dato. Pocos días antes de recibir el Nobel de la Paz, el tipo ordenó el brutal golpe de Estado que derrocó al presidente chileno Salvador Allende. Por si quedaba alguna duda, después viajó a Chile para apoyar públicamente el terrorismo de Estado del dictador Augusto Pinochet.
Por no hablar de Teresa de Calcuta, Nobel de la Paz en el 79. La base de su trabajo consistió en que «los pobres» se conformaran con su situación; su mayor empeño, que no se opusieran a las injusticias económicas y de clase; sin obviar sus muy cercanas y muy lucrativas relaciones con, entre otros criminales, los dictadores haitianos François y Jean-Claude Duvalier, los sanguinarios Papa Doc y Baby Doc.
Como afirmó el periodista y escritor británico Christopher Hitchens en su libro The Missionary Position: Mother Teresa in Theory and Practice (1949-2011) —no traducido al castellano, a saber por qué—, la monja «se opuso vehementemente a la única política que ha aliviado la pobreza en todas las naciones, que es empoderar a las mujeres y asegurar su control sobre su propia fertilidad».
Entonces, llegamos al día de hoy y nos escandaliza que María Corina Machado apoye a un genocida. Quienes no estaban en Babia cuando se conoció la noticia del Nobel a la venezolana fueron los líderes de VOX. Santiago Abascal, Jorge Buxadé o Hermann Tertsch corrieron a darle públicamente la enhorabuena, algo que no es de extrañar si tenemos en cuenta la participación de la Nobel de la Paz en el último evento del partido ultra ‘Europa Viva 25’, celebrado hace apenas un mes.
¿Tan rematadamente idiotas nos hemos vuelto? ¿Hasta tal punto ignoramos el pasado y qué son esos galardones, qué construyen? La opinión pública se forja a base de premios y castigos, y quien se dedica a ello son, evidentemente, las elites blancas y ricas, unas jerarquías cuyas decisiones deberíamos tener muy en cuenta. No para escandalizarnos como idiotas, sino para saber hacia dónde sopla el viento y qué será lo que se nos viene encima. Creían algunos descabellado dar el Nobel de la Paz a Trump, y resulta que al final se lo han acabado entregando a Netanyahu. El que quiera oír, que oiga.