El Sudamericano
VV. AA., Bolívar Echeverría crítica e interpretación, Facultad de Filosofía y Letras. UNAM. Editorial Itaca, México, 2012, pp. 225-254
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«La relación con Marx es la verdadera piedra de toque de todo intelectual que toma en serio el esclarecimiento de su propia concepción del mundo, del desarrollo social, en especial su situación actual, su propio lugar en ella y su toma de posición respecto de ella. […Y] da la medida de si se propone o no, y en que grado, eludir, consciente o inconscientemente, tomar una posición clara respecto de las luchas histórico-mundiales de la actualidad.»
György Lukács
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En esta ocasión voy a hablar acerca de la lectura deEl Capital, y del acercamiento de Bolívar Echeverría a la crítica de la economía política. Conocí a Bolívar en 1972 porque fui su alumno, me enseñó a leer El Capital, lo leí con él, pero, sobre todo, aprendí a leerlo como él lo leía. Bolívar Echeverría tenía una gran capacidad para transmitir el conocimiento y el pensamiento que manejaba e iba conformando; y de eso se tratan los tiempos por venir, de que efectivamente transmitamos a los contemporáneos y a las nuevas generaciones una manera fina y profunda de pensar las cosas, desde su raíz, porque ahí se encuentran las posibilidades del ser humano y de su liberación.
Las cuatro dimensiones de la lectura de El Capital de Echeverría
Voy a explicar la lectura de El Capital hecha por Bolívar Echeverría, dividiéndola en cuatro grandes aspectos o cualidades de su lectura. En primer lugar, se trata de una lectura problematizadora, no dogmática ni lineal del texto de Marx. En segundo lugar, una lectura militante y al mismo tiempo –por paradójico que parezca o, precisamente, porque es una lectura militante– de gran profundidad teórica. En tercer lugar, una lectura que llamaré praxeológica o que está construida o diseñada según la estructura de la praxis humana, del proceso de trabajo que se va descubriendo en la arquitectura de El Capital de Marx. Finalmente se trata de una lectura crítico-comunista, con la que se redondean las otras cualidades o parámetros que mencioné anteriormente.
Lectura problematizadora porque el lector toma como punto de partida este texto para reconstruir la pregunta o el problema al que esta obra intenta dar solución o respuesta. Como si se tratara de un río, el lector retoma la corriente para conocer su origen, para ver la intención o preocupación de Marx, para entender el tema como él lo expone y para lograr un argumento convincente o demostrativo. Esto posibilita contrastar la pregunta original con lo logrado, con lo expuesto. Si efectivamente esto es lo que logra medir tal lectura, si efectivamente está demostrado lo que se quería demostrar, está resuelto el problema con el cual nos habíamos topado, un problema teórico de la realidad simultáneamente. Esto posibilita hacer una lectura libre del texto de Marx, no dogmática; una que contraste la lectura con su propia preocupación y con la realidad a la cual intenta responder, y, al mismo tiempo, posibilita una lectura fiel de la escritura sin trastocarla ni inventarle o atribuirle otras intenciones. Esta fidelidad a la crítica de la economía política, esta nueva ortodoxia no se logra tratando de someter el pensamiento a la perspectiva única del padre, al originador de la obra, al gran teórico que fuera Marx, sino, por el contrario, se trata de leer por cuenta propia, tal y como el propio Marx sugiere en el primer prólogo de El Capital y con lo cual Bolívar Echeverría concuerda. Leer por cuenta propia para lograr no sólo fidelidad, sino para desarrollar lo que nos ofrece esta lectura. Este primer trazo, el que la lectura sea problematizadora, es el que permite este tipo de procedimiento respecto de la crítica de la economía política de Marx.
En segundo lugar, la lectura de Bolívar Echeverría es militante y de gran profundidad teórica, es decir, que incluye una perspectiva política porque de alguna manera no pretende inventarla o añadirla al texto de El Capital, texto de economía o de crítica de la economía, sino que entiende que el modo en que Marx teoriza sobre la base económica de la sociedad incluye una dimensión política en ella; no se trata simplemente de cosas o de relaciones entre cosas, sino de relaciones sociales en las cuales los seres humanos se juegan sus necesidades y sus libertades. Hay una “politicidad básica”, decía Bolívar Echeverría, en el mundo de la gestión económica, de suerte que para hacer una lectura política de El Capital no hay que añadirle la política, sino que, precisamente, el hacer una lectura política del texto corresponde a la esencia de lo que el texto mismo nos está ofreciendo. Esto significa que las cuestiones teóricas y científicas están vinculadas inmediatamente con un interés político, histórico y humano trascendente respecto de la sociedad burguesa. Establecer con coherencia la conexión entre finalidad humana de liberación e interés humano en revelar una verdad, en esclarecer la estructura de la realidad burguesa. En esto consiste una de las grandes hazañas teóricas de Bolívar, no solamente en hacer esta formulación sino en demostrarla paso a paso.
En tercer lugar, la lectura de Bolívar Echeverría es una lectura praxeológica, es afín con la llamada filosofía de la praxis. Una interpretación de la obra de Marx de la que podríamos considerar como su más grande expositor a Adolfo Sánchez Vázquez. Interpretación que pone en el centro a la praxis, al proceso de trabajo, a la actividad humana adecuada a fines o teleológica. Pero la peculiaridad de la intervención de Bolívar Echeverría al respecto es la de profundizar precisamente en la estructura de este proceso de trabajo y en las funciones que tiene para el conjunto del discurso de Marx y para el materialismo histórico. De suerte que, moviéndose dentro de este horizonte, dentro de este gran qué (filosofía de la praxis), ahora se trata de especificar el cómo, de no perder este gran trofeo, este gran logro, esta gran cumbre por pensar de manera defectuosa o insuficiente a la praxis, al proceso de trabajo, en tanto sustrato fundamental del desarrollo humano.
En cuarto lugar, la lectura de Bolívar Echeverría es una lectura crítico-comunista que se despliega en conexión con el reconocimiento del método de Marx como un método genético estructural –para retomar la formulación que hiciera del mismo Jean Paul Sartre en “Cuestiones de método”– e histórico dialéctico.
En general, podemos decir que en la lectura de Echeverría tenemos reconcentrado su esfuerzo de desarrollo del marxismo como un todo, además de consolidar la argumentación del marxismo existente. No solamente ocurre que el resto de los aportes legados por Bolívar Echeverría –como su teoría acerca de la nación, del Estado, de la cultura, de la modernidad y de sus diversas figuras, esto es, los diversos ethe o formas de comportamiento que él observa en esta modernidad– dependen o se originan en la referida lectura de El Capital, sino que sólo es posible entenderlos a cabalidad a partir de la manera en la que él piensa la crítica de la economía política de Marx. Y una vez desarrollados cada uno de estos temas, Bolívar Echeverría vuelve a retroalimentar su lectura de El Capital, de la crítica de la economía política para refinarla. De suerte que tenemos aquí, en la lectura de El Capital que hace Bolívar, el sustrato o núcleo mejor consolidado de su aporte teórico. Por supuesto, son brillantes sus tesis sobre la modernidad y de los diversos ethe de ésta, o su teoría de la cultura, etcétera, pero éstos son posibles solamente a partir de que son construidos en el taller de producción de un orfebre; y, por cierto, no tienen secretos: todos podemos aprenderlos si ubicamos el sitio en donde este pensamiento germina y toma fuerza, en donde continuamente afina y refina sus armas, sus herramientas.
Esto podemos decir a grandes rasgos de la lectura que Bolívar Echeverría nos comparte de El Capital y de sus implicaciones para la comprensión integral de la sociedad burguesa desde la perspectiva marxista. Ahora explicaré con más detenimiento algunos de estos aspectos.
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Lo más notorio frente a lo verdaderamente fundamental de la lectura de Bolívar Echeverría de El Capital
Observemos, ahora, con un poco más detalle algunos aspectos notorios de la referida lectura problematizadora que de El Capital hace Bolívar Echeverría. Como síntoma del aspecto no dogmático que posibilita el carácter libre y al mismo tiempo riguroso de este acercamiento a la crítica de la economía política, nos enfrentamos con uno de los aspectos más sobresalientes de la lectura de Bolívar Echeverría de El Capital, precisamente, cuando en su lectura nos damos cuenta de que reinterpreta algunos pasajes de Marx de manera original. Por ejemplo, hace una clasificación del plusvalor al interior de la cual ubica al plusvalor extra, según una nueva interpretación del mismo. En el entendido de que el plusvalor extra, según Marx, es decisivo para el desarrollo capitalista, en tanto basado en el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas, esto es, en el desarrollo del sometimiento de las fuerzas productivas bajo el capital. Y Bolívar Echeverría reinterpreta el plusvalor extra haciendo una analogía con la ganancia extraordinaria, de tal suerte que lo considera como formado por transferencias de plusvalor, es decir, conformado tanto por plusvalor absoluto como por plusvalor relativo. Esto difiere de lo que encontramos en el texto de Marx, pero intenta puntualizar un planteamiento que le parece a Bolívar Echeverría insuficientemente redondeado por aquél.
También nos encontramos con una interpretación original acerca del salario, tema decisivo en la sociedad burguesa, y, sobre todo, para la clase obrera. La sección sexta del primer tomo de El Capital nos muestra esta temática, pero como alude a la transfiguración del valor de la fuerza de trabajo en precio del trabajo (en salario), Bolívar Echeverría considera que el tema del salario estaría mejor ubicado en el tomo III de El Capital, el tomo dedicado a las transfiguraciones, a las “formas transfiguradas que brotan de la competencia”, y precisamente, como introducción al tema de la ganancia en tanto forma transfigurada del plusvalor. Ésta es una idea muy sugerente acerca de una mejor recomposición de la argumentación de Marx.
Quizá, piensa Bolívar Echeverría, en su momento Marx se percata de que ya no puede reelaborar, no digamos la exposición de toda su crítica de la economía política, sino ni siquiera los tres primeros tomos de El Capital. O, dicho de otra manera, cuando se encuentra en los momentos finales de la redacción del tomo I, Marx se percata de esta limitación vital y decide incluir uno de los temas más importantes para la clase obrera, para la lucha de clases inmediata: el salario; y por ese motivo lo inserta ya en el tomo I como sección sexta, para que establezca cierta coherencia con el resto del discurso de dicho tomo.
Otra característica interesante es la del nuevo modo en que Bolívar Echeverría interpreta la sección tercera del tomo II de El Capital, donde se encuentran los célebres esquemas de reproducción del capital. Como bien sabemos, esta sección no logra publicarse en vida del autor, Marx sólo nos deja los manuscritos que Engels reúne para su publicación. De ellos, la sección tercera del tomo II es uno de los mayores aportes científicos que Marx ofrece sobre el esclarecimiento de la dinámica del capitalismo, pero cuya redacción queda inconclusa; pues sólo expone, a grandes rasgos, las líneas fundamentales, por lo que parecería que hay que complementar el argumento. De hecho, muchos de los lectores de El Capital han querido llevar a cabo esta tarea. Por ejemplo, revocando los presupuestos de los que parte Marx para construir los esquemas de reproducción que no incluyen el comercio exterior, pero habría que incluirlo si la vida concreta del capitalismo fuera un mercado en creciente expansión, diría algún autor. O cuestionaría que para construir estos esquemas, Marx lo haga sin modificación de la composición orgánica del capital, siendo que el capital se reproduce conforme desarrolla sus fuerzas productivas. Como este ejemplo existen muchos otros de quienes intentan modificar distintas premisas o supuestos sobre la base de los cuales están construidos estos esquemas de reproducción.
No es este el tipo de complemento que Bolívar Echeverría quiere hacer. Dichos supuestos le parecen válidos, pero echa de menos el que si la reproducción de capital y la reproducción de la sociedad se garantice sólo si el capital circula y vive, sólo si se reproduce y crece –y ello implique un sometimiento de la reproducción de la sociedad humana al capital y una inversión de prioridades humanas frente a prioridades cósico lucrativas– este hecho de alienación o de enajenación, daría por resultado la existencia de una fetichización de las relaciones sociales, en la línea de la exposición del fetichismo de la mercancía, del fetichismo del dinero, del fetichismo de la mercancía fuerza de trabajo, como salario, o del fetichismo del capital, etcétera, expuestos en el tomo I; pero Marx, en la sección tercera del tomo II, no expone el correspondiente fenómeno de fetichización. Y ello, precisamente, al mostrarnos el mecanismo completo de la circulación de capital, de la circulación de la mercancía y el dinero. En fin, que resulta evidente que dicha sección debería de contener un amplio capítulo sobre el fetichismo global de la circulación capitalista. Pero esto no lo encontramos en la sección tercera. No hay que cambiar los supuestos de los esquemas, sino completar la argumentación crítico revolucionaria de Marx. Por ejemplo, añadiendo el tema del fetichismo del mecanismo completo de la circulación de capital.
Además, Marx ofrece la reproducción de los dos sectores del capital, el sector productor de medios de producción y el sector productor de medios de consumo, pero aquí Bolívar Echeverría trata de seguir la terminología de Rosa Luxemburgo, planteando que aunque se equivocó al discutir los esquemas de reproducción, entrevió un problema importante: había que incluir la reproducción del sector no capitalista. Para Rosa Luxemburgo esto significa incluir la reproducción de sociedades precapitalistas, sociedades que están más allá de la metrópoli, con las cuales el capitalismo entra en conexión, y entonces habría que incluir el comercio exterior. Pero eso revocaría los supuestos con los que están construidos los esquemas; por lo tanto, Bolívar Echeverría retoma solamente esta terminología y la sugerencia de que algo así falta; pero como “sector no capitalista” se refiere a la clase obrera como no completamente integrada a lo que el capital tenía que incluir en los esquemas de reproducción; es decir, no solamente la reproducción del sector I o II sino, también, debemos incluir –sugiere– la reproducción de la clase obrera como sector no capitalista. Y entonces sí tendríamos frente a nosotros un esquema de reproducción del capital social en su conjunto, como es la pretensión de la sección tercera del tomo tres.
Estas formas originales de pensar pasajes decisivos de El Capital y que van más allá de su escritura, por lo menos hasta donde la dej a Marx, es uno de los rasgos característicos de la propuesta de lectura de Bolívar Echeverría, pero no es –subrayémoslo– el aspecto fundamental de dicha lectura. Se puede discutir si es pertinente o no clasificar de ese modo al plusvalor, reubicar de esa manera al salario o considerar la manera en que dejó la sección tercera del tomo II de El Capital, pero lo que es incontrovertible es que aquí lo que tenemos es fundamentalmente una lectura libre, no dogmática y que al mismo tiempo intenta desarrollar o redondear el argumento de El Capital de Marx. Y lo hace poniendo todas las cartas del problema sobre la mesa para que, así, el lector y próximos investigadores puedan discutir ampliamente el caso confirmando o rectificando la propuesta de interpretación de Bolívar Echeverría, etcétera.
Ahora bien, el aspecto realmente fundamental del tipo de lectura que hace Bolívar Echeverría de El Capital lo tenemos al considerar esta lectura problematizadora como específicamente militante y de gran profundidad teórica. Porque esta lectura se caracteriza por introducir desde la mercancía, desde el primer capítulo de El Capital, la revolución comunista. Y la revolución comunista está incluida aquí ni más ni menos que como una significación operativa y eficiente de la construcción metódica del texto de Karl Marx, además de tomarla, por supuesto, como un referente real y continuo de la argumentación científica allí expuesta. Bolívar logra esta doble hazaña, de recuperar la revolución comunista como una significación operativa y eficiente del texto desde el primer capítulo, y al mismo tiempo como referente real y continuo con el cual la obra se contrasta, logra, digo, esta doble hazaña, precisamente al tener como objeto de observación no empirista el concepto de riqueza de Marx en su carácter cualitativo; y no sólo otras versiones de la riqueza, por ejemplo, la riqueza burguesa o la riqueza abstracta y cuantitativa. Lo logra, insisto, al exaltar el tema de riqueza concreta y cualitativa o como valor de uso. Esto es, considera al valor de uso como forma natural de la riqueza que prevalece al interior de la sociedad burguesa. Es, justamente, por esta consideración, que se le posibilita a Bolívar Echeverría reencontrar el tema de la revolución comunista y recuperarlo para la intelección del texto de Marx en su conjunto, y, por tanto, de la sociedad burguesa en su totalidad.
Percatémonos de que lo dicho significa que la revolución comunista no está simplemente al final del capitalismo –que es la representación común que se tiene de la misma– sino que es una dimensión que continuamente lo acompaña y lo está confrontando; y continuamente el capitalismo logra someterla y resometerla, pero nunca anularla, porque siempre rebrota. De esta manera, la propia estructura del capitalismo se genera o logra presentársenos tal y como la tenemos cada vez, precisamente, porque existe un ingrediente continuo que es esa dimensión redonda del valor de uso, la revolución comunista operada por la sociedad, especialmente por la clase obrera explotada por el capital.
En otros términos, tenemos aquí una lectura que asocia sistemáticamente a la revolución comunista y al valor de uso o riqueza en su aspecto cualitativo o en su forma natural. Por eso es que trata de manera sistemática a El Capital como crítica de la economía política y no como mera “economía marxista”, esto es, como una interpretación científica más o menos rigurosa de la sociedad burguesa, del modo de producción burgués, pero no como crítica de la economía política, precisamente, porque observa cómo es que el valor de uso está sometido y tiene una existencia contrapuesta a la economía del valor, al capital o valor que se valoriza. Tal y como testificamos al acercarnos a El Capital que Marx lo está haciendo continuamente. Y esto nos lo patentiza la lectura de Bolívar Echeverría.
El Capital está observando continuamente a la sociedad burguesa en una forma crítica, no porque el intérprete o el investigador añada la crítica en forma subjetiva a la realidad que observa, sino porque esta intención crítica de Marx se está apoyando en una realidad en curso, en una dimensión objetiva presente en la sociedad burguesa. El valor de uso, la forma natural de la riqueza, está siendo continuamente golpeada, sometida, desestructurada por la forma valor. Entonces, esta presencia de la forma natural de la riqueza del valor de uso se comporta de manera crítica negativa frente al sometimiento que sufre por cuenta del capital. Por eso Marx no hace una simple ciencia económica, sino una ciencia que tiene que ser crítica de la economía política si quiere ser ciencia.
Hablemos, ahora, acerca de la tercera dimensión que caracteriza la lectura de Bolívar Echeverría de El Capital. Aquella que señala que se trata de una lectura praxeológica. Hemos hablado ya de algunos de los conceptos que utiliza Bolívar para caracterizar tanto la crítica de la economía política de Marx como su propia lectura de El Capital. Pero para entender lo que significa realmente El Capital, hay que insistir en el significado profundo de su subtítulo: crítica de la economía política. En México, hasta aproximadamente 1972, se leía El Capital como un texto de economía marxista, siguiendo la tradición de los manuales soviéticos. Se leía a lo más intentando distinguir entre economía política y política económica, una economía política vulgar y otra a la que propiamente se le llamaba economía política seria, la de los clásicos; aquellos autores que desde William Petty, Adam Smith y David Ricardo lograron esclarecer la esencia del modo de producción burgués, y en cierta continuidad –y desarrollándolos– tendríamos la intervención de Marx.
Ésta era la visión a la que podía accederse también si nos acercábamos a la Introducción a la economía política1 de Maurice Dobb o la Economía política2 de Oscar Lange. Según esto, El Capital sería un clásico de la economía política, un texto científico, pero no se entendía, no se subrayaba, no se observaba a El Capital precisamente como una crítica de la economía política. Una dimensión tal se enfatiza por vez primera en México, justamente, por la manera en que Bolívar Echeverría leyó El Capital y la transmitió a algunos de sus alumnos en sus distintas generaciones.
En la actualidad, suele intercambiarse el término economía política por el de crítica de la economía política, hay quien, efectivamente, subraya crítica de la economía política, pero esto no era así, sino hasta que Bolívar Echeverría puntualizó cómo interpretar El Capital. Para considerar a El Capital como crítica de la economía política, Bolívar Echeverría se basa fundamentalmente en la lectura de Karl Korsch;3 pero puntualiza en qué puede consistir el dispositivo crítico de dicho discurso.
Como aspecto decisivo de este tema tenemos, en el capítulo V de El Capital, “El proceso de trabajo y el proceso de valorización”, la evidencia de cómo se está llevando a cabo por Marx la crítica de la economía política. Cómo es que el proceso de valorización –o aquel en el que se produce capital– está siendo observado desde la perspectiva del proceso de trabajo, mismo que el capital somete. En efecto, inmediatamente, al exponernos Marx la estructura de la producción capitalista, la trata críticamente; porque la observa desde el lado o desde la perspectiva del valor de uso en tanto proceso de trabajo. En el entendido de que esta producción continua de plusvalor, esta valorización del valor, esta producción de riqueza capitalista y de miseria para la clase obrera –tal y como formula Marx la ley general de la acumulación capitalista, al final del tomo I, en la sección séptima– nos da cuenta de que toda la sociedad burguesa está siendo estructurada a partir de este núcleo dual: de proceso de trabajo y proceso de valorización.
Así que si quisiéramos entender a la sociedad burguesa, tendríamos que entender el modo en que se la produce, el modo de producción burgués. Y bien, el núcleo de este modo de producción es el proceso de producción inmediato de capital, es decir, el proceso de trabajo inmediato sometido por el proceso de valorización; lo que nos expone en este capítulo v. Pero si somos consecuentes, todo lo que se produzca en la sociedad burguesa tendrá que seguir los pasos de la producción capitalista; lo que se produzca o genere a nivel social, lo que se suscite a nivel político, las nuevas creaciones culturales, la discusión, la polémica, las fantasías, todo dentro de la sociedad burguesa seguirá un recorrido determinado básicamente por la producción capitalista. Por eso es que en su lectura de El Capital, Bolívar Echeverría reconcentró su esfuerzo por desarrollar el marxismo como un todo y por consolidar la argumentación de éste.
Pues bien, para exponer la estructuración de esta sociedad que no es una estructuración dada sino que la produce el capital, tenemos que la misma estructura argumental de El Capital debe reflejar los momentos del proceso de trabajo. En ese sentido, tenemos aquí una lectura praxeológica. Misma que se caracteriza por descubrir en la estructura arquitectónica de El Capital, en cada sección, en cada capítulo, cómo el discurso está correspondiendo cada vez con las determinaciones del proceso de trabajo realmente existente: las premisas del proceso de trabajo (la materia prima, el objeto de trabajo) o los instrumentos o medios, tienen que tener un reflejo en el capitulado del libro. Esto es, el mismo proceso de trabajo o proceso de producción capitalista ya desplegándose, tiene que tener un reflejo en las secciones de El Capital. Y los resultados de este proceso (el plusvalor, la mercancía y el que como resultado del proceso de producción se produzcan relaciones sociales entre los obreros y los capitalistas), estos resultados del proceso de producción –cual es el título del capítulo VI inédito de El Capital– tienen que mostrarse como otras tantas secciones o partes del argumento.
Lo dicho nos ofrece una clave muy importante para entender la conexión de capítulos y secciones, de partes de El Capital o del tomo I con el tomo II y III, etcétera, si se utiliza rigurosamente la noción de praxis o de proceso de trabajo para arraigarla también en la forma demostrativa que tiene el discurso de Marx; entonces ya podemos entender su exposición más finamente. Éste es uno de los aspectos que vale la pena resaltar de la dimensión praxeológica, no el único sino uno resaltante: la fineza con que Bolívar Echeverría logra explicarnos la arquitectura de El Capital de Marx según dicha dimensión.
En cuarto lugar, tenemos la lectura crítico comunista de El Capital con la cual quedan redondeadas las otras tres dimensiones de la lectura propuesta por Bolívar Echeverría de dicha obra. ¿En qué consiste propiamente el dispositivo crítico según el cual la obra se subtitula crítica de la economía política? Y ¿por qué Bolívar Echeverría habla continuamente del discurso crítico comunista de Marx?; es decir, ¿por qué esta lectura de El Capital, que él ensaya debe caracterizarse precisamente como una lectura crítico comunista del texto de Marx? El referido dispositivo crítico lo ejemplifica Bolívar Echeverría precisamente con el capítulo v de El Capital: “Proceso de trabajo y proceso de valorización”, al cual hicimos referencia y del que depende la estructuración del modo de producción capitalista. Nos dice que el proceso de trabajo constituye una estructura antropológica transhistórica o común a toda historia, según la cual los seres humanos habrán de reproducir su vida material, es decir, que los factores del proceso de trabajo los encontraremos bajo cualquier sociedad; se trata de una dimensión estructural, una estructura transhistórica, que también la encontramos, entonces, dentro de la sociedad burguesa en tanto componente fundamental del proceso de producción capitalista; aunque con la sola consideración del proceso de trabajo no agotamos las características del proceso de producción capitalista.
Éste –además de contener esta estructura básica y transhistórica que es el proceso de trabajo (con su sujeto productor, su factor subjetivo y su factor objetivo o como lo llama Marx, el objeto sobre el cual recae la acción y los medios de trabajo)– se caracteriza por contener un proceso de valorización del valor. El cual constituye una configuración peculiar histórico concreta del proceso de trabajo. Así que, el modo de producción capitalista –y todo otro modo de producir– se constituye por la combinación o articulación entre una estructura transhistórica del proceso de trabajo y una configuración histórico concreta del mismo. En el caso de la sociedad burguesa, la configuración histórica concreta es la del proceso de valorización.
Según vemos, el dispositivo crítico de Marx para considerar a la sociedad burguesa desde el manantial mismo en el que ésta se produce es este contraste entre la estructura y la configuración del proceso de trabajo. ¿En qué medida el proceso de valorización –la configuración histórica concreta del proceso de trabajo que nos ocupa– respeta las características estructurales del proceso de trabajo; como por ejemplo, que éste sea desplegado de acuerdo a una finalidad humana en referencia a la satisfacción de necesidades humanas para la reproducción de la sociedad? ¿En qué medida el proceso de valorización respeta estas determinaciones fundamentales del proceso de trabajo o no las respeta sino que las niega, las contraviene? De eso se trata en la exploración encaminada a descubrir la verdad de la sociedad burguesa, para hacer, entonces, su crítica. Precisamente porque dicha sociedad no respeta, porque humilla, porque contraviene, porque retuerce, porque falsea las determinaciones fundamentales del proceso de trabajo humano. Esto es, no anula al proceso de trabajo, no anula la estructura básica común a toda historia, pero la falsea, la retuerce, la enajena, la contradice a partir de esta configuración histórico concreta que es el proceso de valorización. Por ese motivo, la verdad en el capitalismo no puede ser sino una verdad crítica; porque continuamente se produce y reproduce la sociedad burguesa a partir de esta negación de la base estructural positiva fundante de la humanidad, el proceso de trabajo. De ahí que el discurso científico de Marx sea necesariamente un discurso crítico.
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La contradicción fundamental del capitalismo según Bolívar Echeverría y Gyorgy Markus
Con esto podríamos redondear nuestra consideración, insistiendo en que justamente de la doble composición del modo de producción capitalista como articulación del proceso de trabajo y del proceso de valorización, esto es, de la forma natural del proceso de trabajo y de la forma valor –incluso potenciada como del valor que se valoriza– es de donde el discurso crítico de Marx obtiene toda su potencia científica, crítica y política. Así, cuando hablamos, por ejemplo, de la gran contradicción del desarrollo de las fuerzas productivas respecto de las relaciones de producción capitalistas, formulación marxiana del prólogo de 1859 a la Contribución a la crítica de la económica política, y que la mayor parte de los marxistas interpretan como el elemento fundamental de discusión o de consideración histórica respecto del capitalismo. Tal y como recientemente Gyorgy Markus lo repitiera en el contexto de una polémica “Sobre la posibilidad de una teoría crítica”.4 Ésta es, por supuesto, una formulación importante del materialismo histórico y evidente o patente; por eso es que Marx la utilizó en su prólogo, pero es una formulación que no nos entrega el fondo de la contradicción del sistema capitalista sino el aspecto externo de ésta; ni tampoco nos entrega el secreto del discurso crítico de Marx.
“En este sentido, la lectura de Markus de El Capital –dice Bolívar Echeverría en el contexto de la referida polémica– no atrapa el núcleo de la argumentación de Marx”.5 Pues la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción capitalistas es ya una contradicción exteriorizada o que deriva de una más profunda. Una contradicción exteriorizada –por eso evidente– y aún parcial; ya que refiere a la contradicción del modo de producción capitalista sólo en su aspecto productivo, quedando implícito el aspecto consuntivo y reproductivo de la sociedad burguesa. Mientras que –vuelvo a citar a Bolívar Echeverría– “una lectura más minuciosa y problematizadora ubica el concepto nuclear de contradicción más bien en la relación entre la ‘forma natural’ y la ‘forma de valor’ de la reproducción social”.6 Con lo que caracterizamos no sólo en su aspecto productivo sino también en su aspecto consuntivo y reproductivo la contracción constitutiva del capitalismo. Y, aún más, la caracterizamos en profundidad o desde la composición de su núcleo productivo: la forma natural del proceso de trabajo sometida a la forma de valor del mismo completamente desarrollada como forma del valor que se valoriza. Núcleo productivo que sólo así formulado –en referencia a la forma natural o de valor de uso– nos conduce hacia el consumo y satisfacción de las necesidades para la reproducción de la vida humana. Por eso es ésta una formulación de la contradicción de la sociedad burguesa que la refiere en su interioridad o esencialidad y de manera total.
En efecto, no se trata de oponer o sustituir a la contradicción de las fuerzas productivas con las relaciones sociales de producción con la contradicción entre la forma natural de la reproducción social y la configuración capitalista de la misma; pues la de las fuerzas productivas con las relaciones sociales de producción está contenida como parte de esta última. Y se trata de que el marxismo pueda ser desarrollado con base en reconocer con precisión en qué consiste su totalidad, pues se le dogmatiza y detiene cuando se confunde una parte de éste con el todo y nos negamos a reconocer el argumento total de Marx por la vía de no reconocerlo en su esencia o en su núcleo, como dice Bolívar Echeverría a propósito de la distinción crítica de la contradicción entre la forma natural y la forma capitalista de la producción y reproducción sociales.
De tal manera que el secreto de la composición del discurso crítico de Marx lo encontramos si nos situamos un paso atrás respecto de la formulación del prólogo de 1859, no cuando ya tenemos a las fuerzas productivas por un lado desplegadas, y, por otro lado, las relaciones sociales de producción, sino –obsérvese– que ya desde la propia constitución del modo de producción capitalista tenemos, en este núcleo, el aspecto contradictorio decisivo y también crítico comunista decisivo que sólo en El Capital Marx podía exponer: la contraposición entre la forma natural del proceso de trabajo o en tanto creador de valores de uso para satisfacer a las necesidades humanas de manera cada vez más plena y el proceso de valorización del valor, a través del cual se produce plusvalor para lucro de la clase burguesa.
Por eso la indicación de Marx acerca de “en qué consiste lo más importante de mi intervención crítica y científica”, consiste en que la revolución comunista se presenta como necesidad económica del capitalismo o dicho a la manera en que Marx se lo recuerda en 1879 a Carlo Cafiero: “[…] las condiciones materiales indispensables para la emancipación del proletariado se engendran espontáneamente en el proceso del desarrollo de la producción capitalista”.7 Ni más ni menos, la revolución proletaria es un suceso que está arraigado en la ya señalada doble composición del modo de producción capitalista: de proceso de trabajo, por un lado, contravenido radicalmente por el proceso de valorización, por otro; de esta contradicción flagrante entre el valor de uso o forma natural de la riqueza y el valor, esto es, el valor que se valoriza como configuración capitalista de la riqueza burguesa.
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La lectura praxeológica y la arquitectura argumental del tomo I de El Capital
Desde la cumbre a la que llegamos en el inciso anterior, en la que se nos hizo patente la distinción crítica entre la estructura transhistórica del proceso de trabajo y de reproducción social, o en otras palabras, la forma natural de estos procesos –misma que se sintetiza objetivamente en la forma natural de la riqueza o valor de uso– y la forma valor de los mismos, o en otros términos, la configuración histórico concreta del proceso de trabajo y de la reproducción de la sociedad, distinción crítica con base en la cual Marx ha construido su discurso crítico comunista respecto de la sociedad burguesa hasta decantarlo en la forma conceptualmente perfecta que muestra El Capital, desde la contradicción entre la estructura transhistórica y la configuración histórico concreta del proceso de trabajo, etcétera, como proceso de valorización y como proceso de acumulación de capital, digo, aclaremos en qué consiste la arquitectura argumental del primer tomo de El Capital –aquella de los tres tomos que Bolívar Echeverría estableció con mayor puntualidad– para, así, avanzar un paso más en nuestra tarea de recordar y apropiarnos de la dimensión praxeológica de la lectura de El Capital hecha por Bolívar Echeverría o, dicho brevemente, de la lectura praxeológica por él ejercitada.
El discurso de Marx en El Capital –diría Bolívar Echeverría– sigue un recorrido concordante con las determinaciones del proceso de trabajo: premisas, proceso y resultado, en la que una determinación condiciona a la siguiente de suerte que un argumento se ve coherentemente fundamentado cada vez y fundamenta al que le sigue. El discurso lingüístico y por antonomasia el filosófico y científico siguen, en general, un curso tal o deben seguirlo en acuerdo a su naturaleza praxeológica, son momentos de la práctica humana y nacen continuamente en su seno para comunicarla y darle luces. Esta determinación del discurso la ha asumido Marx con toda consecuencia en cada uno de sus escritos y en la elaboración toda de su pensamiento; pero en El Capital logra adquirir una concreción sorprendente porque su objeto de exposición es precisamente un proceso de trabajo, el proceso de producción capitalista, o dicho con mayor propiedad, el modo de producción capitalista, porque en esto del modo está incluida implícitamente el contraste de este modo o configuración histórico concreta con la estructura transhistórica de la producción desde la cual se mide la potencia, eficacia y significación de dicho modo de producir; esto es, medimos si éste es positivo o si es negativo respecto de la afirmación y negación de la vida humana, en qué medida la enajena o contradice y en qué medida la afirma y promueve. Pues ésta es la cuestión histórico crítica decisiva.
No podía ser sino que la teoría crítico científica del modo de producción capitalista se expusiera según una perspectiva praxeológica. Y Bolívar Echeverría reconoce que el proceso de producción capitalista tiene su momento expositivo en el tomo I, en las secciones III y IV tituladas “Producción del plusvalor absoluto” y “Producción del plusvalor relativo”, respectivamente, porque ése es el producto genuino de dicho proceso de producción; mientras que el momento expositivo del producto o resultado del proceso de producción capitalista, lo tenemos en las sección v y vi de dicho tomo, pues se ocupan de exponer los resultados objetivos inmediatos de la producción capitalista: el plusvalor y el capital variable (el valor de la fuerza de trabajo), mismo que se transfigura en salario. De suerte que el título de la sección vi es justamente “El salario” y el de la sección v alude a los dos plusvalores en su conjunto o sumados en tanto producto final del proceso de producción capitalista que es simultáneamente proceso de explotación de la fuerza de trabajo del obrero, así que se titula “La producción del plusvalor absoluto y del plusvalor relativo” y analiza este producto capitalista sumado y ya no el proceso durante el cual se lo produce; que fue el objeto teórico de las secciones III y IV, respectivamente, según dijimos.
Hasta aquí tenemos bien determinado, en el argumento de Marx, el momento del proceso y el momento del resultado del proceso de trabajo capitalista; resta determinar en dónde tenemos la premisa de dicho proceso. La ubica Bolívar Echeverría en la secciones I y II; también asumiéndolas como introducción a la obra, retomando en esto a Maximiliam Rubel,8 y, por supuesto, la alusión que al respecto hiciera el propio Marx.9 En estas secciones, Marx analiza la circulación mercantil simple (sección I titulada “La mercancía y el dinero”) y la circulación mercantil compleja o capitalista (sección II titulada “La transformación de dinero en capital”), pero las aborda no de manera completa sino sólo como aparecen en la experiencia inmediata, analiza la apariencia de la circulación capitalista y de la circulación mercantil simple. En todo caso, tenemos que el proceso de circulación y sus factores, la mercancía y el dinero, son las premisas específicas para que se eche a andar el proceso de producción capitalista que exponen las secciones III y IV, precisamente, como proceso de explotación de plusvalor.
Ahora sí, tenemos ante nosotros la premisa, el proceso y el resultado del proceso de producción capitalista, de este peculiar modo de producción social. Pero todavía resta la sección VII del tomo I, “El proceso de acumulación de capital”. Y para esclarecer su objeto teórico y su función argumental dentro de la arquitectura del tomo I, Bolívar Echeverría vuelve a aplicar consecuentemente la perspectiva praxeológica que le sirvió para aclarar la arquitectura de las secciones i a v de dicho tomo. Y, bien, lo que ocurre es que las secciones V y VI nos han entregado el doble producto de valor: el plusvalor y el capital variable, o dicho resumidamente, el producto del proceso de producción capitalista que hemos visto desplegarse en las secciones III y IV. Ahora, a partir de este resultado –dice Bolívar Echeverría–, ya puede reiniciarse un nuevo proceso de trabajo capitalista, pues el producto (sección V y VI) del anterior proceso (sección III y IV) es la premisa de este segundo proceso de producción capitalista que es expuesto en la sección VII; y como es una producción segunda, debemos considerarla como re-producción, como un volver a producir, y precisamente, a partir de las premisas del proceso de producción previo. De tal manera, el argumento completo de todo el tomo I retrata dos grandes momentos productivos, dos procesos de producción capitalistas consecutivos, articulados el uno con el otro a partir del producto de valor del primero y que le da pie al segundo, pues el capitalista con el capital variable producido en el ciclo previo (sección vi) puede contratar de nuevo obreros para al explotarlos proceder a reproducir su capital; y con el plusvalor producto del anterior ciclo puede pagar su propia manutención (plusvalor como renta). Como se muestra en el esquema que sigue:
Y podemos visualizar con mayor puntualidad lo dicho más arriba con un siguiente esquema:
Ahora, hablemos de la clave de la cual se sirvió Bolívar Echeverría para determinar de este modo preciso la estructura argumental del tomo I de El Capital. La clave es doble; por un lado, se trata del ya referido capítulo V: “Proceso de trabajo y proceso de valorización” en tanto matriz de la crítica de la economía política de Marx; pero ante los títulos de la sección III y IV, “Producción del plusvalor absoluto” y “Producción del plusvalor relativo”, respectivamente, que son los títulos del producto específico del modo de producción capitalista, este aspecto básico de la clave interpretativa hubiera resultado insuficiente o por lo menos débil y no se hubiera logrado el cometido propuesto. Así que para esclarecer la función argumental de dichas secciones, Bolívar Echeverría se sirvió del capítulo vi, inédito de Marx, en donde el propio Marx explicita las dos perspectivas metodológicas y ontológicas, según las cuales, analiza el proceso de producción capitalista. A saber, la subsunción formal del proceso de trabajo inmediato bajo el capital y la subsunción real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital. O, en otros términos, Marx entiende que el proceso transhistórico de trabajo ha logrado ser subsumido o sometido históricamente en la sociedad burguesa mediante una configuración histórica precisa del mismo: el proceso de valorización del valor, según sugiere el capítulo V de El Capital; pero el capítulo VI inédito precisa que el capital en su empresa histórica de sometimiento del proceso de trabajo se ve obligado a proceder en dos fases (y vías) distintas: primero subsume la forma o sentido general del proceso de trabajo para que en lugar de que éste produzca simplemente valores de uso satisfactores de las necesidades humanas, produzca plusvalor para satisfacer la necesidad del capital que es, simultáneamente, la ambición del capitalista. El capital subsume formalmente al proceso de trabajo cuando lo utiliza tal y como lo encuentra históricamente desarrollado, pero para sus propios fines; entonces logra producir plusvalor que Marx llama absoluto, porque se trata de un excedente de riqueza abstracta contabilizado en términos absolutos –esto es no proporcionales o relativos– respecto del producto del trabajo que es necesario simplemente para lograr la reproducción vital del trabajador. Mientras que el capital subsume realmente al proceso de trabajo cuando, en un siguiente momento histórico, logra transformar la índole interna (tecnológico, cooperativa y metódica) de dicho proceso para, así, adecuarla a las necesidades de explotación de plusvalor. Que ahora es un plusvalor relativo o que debe ser contabilizado en términos proporcionales (y no ya como una simple cantidad absoluta o escalar) a partir de la distinción dentro de la jornada total del obrero entre una parte necesaria y otra excedente de la misma, en gracia a que la innovación técnica y metódica introducida por el capitalista en el proceso de trabajo logra aumentar la productividad de éste, y entonces, disminuir el tiempo de trabajo socialmente necesario requerido para reproducir los valores de uso propios para la reproducción de la fuerza de trabajo de los obreros. De tal manera que la fuerza de trabajo se ha abaratado, y consecuentemente, se reproduce su valor en una parte proporcional de la jornada total de trabajo menor que la proporción correspondiente antes de la introducción de la innovación productiva.
Según lo dicho, la sección III (“Producción del plusvalor absoluto”) se ocupa de exponer ante el lector el proceso de producción de plusvalor absoluto –y no sólo este producto– o proceso de subsunción formal del trabajo inmediato al capital; mientras que correlativamente la sección IV (“Producción del plusvalor relativo”) expone la subsunción real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital. Y, bien, si ésa es la ocupación de las secciones III y IV, ya podemos responder de qué se ocupa la sección v: del producto de plusvalor conjunto, ya no del proceso a través del cual se le produce. Pero ¿de qué se ocupa la sección VI? y ¿la VII? y ¿de qué la I y la II?
Si después de ubicar a la sección III y IV como expositoras del proceso de producción capitalista en sus perspectivas formal y real, miramos hacia delante, la sección v podemos determinarla fácilmente como expositora del producto de dicha producción –según vimos–, y, consecuentemente, si volvemos la mirada hacia atrás, caemos en la cuenta de que las secciones I y II sólo pueden ser las premisas del proceso de producción capitalista. Observación que deberemos comprobar leyendo de nueva cuenta con cuidado estas secciones, en vista de confirmarla o revocarla.
Análogamente, si somos consecuentes con nuestra clave praxeológica para determinar la estructura argumental de El Capital, y ya tenemos la premisa, el proceso y el resultado del proceso de producción capitalista ubicados en dicho texto, podemos tener cierta firmeza como para arriesgarnos a establecer –a reserva de comprobar– que la sección VII retoma al plusvalor producido para desencadenar ante nuestros ojos la exposición de un nuevo proceso de producción capitalista o de reproducción. Más aún, ya ubicados en la sección vii vemos que Marx señala que para echar a andar dicho nuevo proceso no se trata sólo de reinvertir el plusvalor, esto es, de convertir el plusvalor en capital –siendo que el plusvalor lo vimos nacer del capital en las secciones III y IV– sino que el capitalista requiere también invertir en salario, requiere invertir capital variable y no sólo plusvalor. Así que, ahora, miramos hacia atrás y ya podemos determinar la función argumental de la sección VI “El salario”: completa a la sección v y entre ambas nos entregan aquel doble resultado del proceso de producción capitalista que es necesario para echar a andar un nuevo proceso de producción capitalista a fin de reproducir el capital.
Ahora todas las piezas encajan y contemplamos con más tranquilidad nuestro esquema de la estructura argumental del tomo I. Así que podemos recordar que el capítulo VI “Capital constante y capital variable” no sólo distingue estas dos formas del capital sino que distingue el “valor del producto” –constituido por la suma del capital constante y del capital variable recién conceptualizados, más el plusvalor que Marx logró conceptualizar en el capítulo v cuando expuso “el proceso de valorización” del capital– así que ahora Marx distingue entre, decíamos, el “valor del producto” y lo que denomina el “producto de valor”; es decir, aquella cantidad de valor que no es preexistente al proceso de producción capitalista –cual es el caso del capital constante– sino que es producida por el proceso de producción capitalista actual. Y el producto de valor o valor recién producido es, precisamente, la suma del plusvalor más el capital variable. Y eso es lo que exponen la sección V y VI, respectivamente. De suerte que, como decíamos, con este producto de valor doble le entregan a la sección vii la premisa a partir de la cual ella puede seguir la exposición crítica del modo de producción y reproducción del capital.
He aquí un ejercicio de cómo aplicar la lectura praxeológica de El Capital en vista de esclarecer, por ejemplo, su estructura argumental, aquí la del tomo I. Evidentemente, este procedimiento puede y debe ser aplicado a cada uno de los tomos de El Capital, a cada sección, a cada capítulo y parágrafo, etcétera; y podemos afinarla hasta el grado en que la acabamos de exponer u ocupándonos de matices de la misma, a veces importantísimos. Como, por ejemplo, la dilucidación de la función argumental del capítulo XXIV “La acumulación originaria de capital” dentro de la sección VII del tomo I, y en realidad, dentro de todo el tomo I, pues parece salirse de la exposición crítica de la estructura capitalista y reconducirnos a la historia previa que la originó.
Hemos intentado reconstruir la manera precisa en que Bolívar Echeverría pensó este conjunto de problemas hasta darles solución y con ello no sólo facilita la lectura de quienes se acercan a la obra cumbre de Marx, sino, también, mide la solidez y coherencia del discurso crítico de Marx y el modo en que en éste se articulan el materialismo histórico (en tanto discurso del proceso de trabajo humano y sus configuraciones y de las formas de reproducción y asociación humanas correspondientes) y la crítica de la economía política; estableciendo de este modo no sólo una tesis general valiosa de por sí, sino demostrada con pormenor y, entonces, concretada.
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El concepto de riqueza en Marx y el enfoque praxeológico
En efecto, la lectura praxeológica de El Capital se denomina así porque reconoce al proceso de trabajo –y en general a la praxis humana– como momento activo del valor de uso, o en otros términos, de la forma natural de la riqueza. Por eso es que nos permite disponernos a la comprensión de la crítica de la economía política, esto es, de la crítica de esa ciencia que se ocupa –según Adam Smith, uno de sus más altos representantes– de la riqueza de las naciones. Y, bien, el enfoque crítico científico de Marx acerca de la riqueza no es empirista –como creyeran equivocadamente los miembros de la escuela althusseriana, en primer lugar Pierre Macheray–,10 precisamente porque distingue críticamente respecto de la configuración histórico concreta de ésta y que tenemos frente a nosotros y a la mano como riqueza capitalista, la forma natural de ésta. Esto es, no considera al valor de uso empíricamente existente como simple contenido de la riqueza burguesa, sino que el valor de uso es considerado por Marx como una forma y, precisamente, natural; así que es esta forma natural la que es el contenido de la riqueza burguesa. Siendo esta dialéctica de forma y contenido simultáneamente una dialéctica de sometimiento de dicha forma natural o valor de uso a los requerimientos histórico estructurales concretos en vista de reproducirse mediante la explotación de plusvalor a la fuerza de trabajo.
Así que el enfoque de Marx respecto de la riqueza es a un tiempo profundamente teórico, pero sin dejar de considerarla como un objeto empíricamente existente y que está puesto en juego en medio de la lucha de clases. Pero también es un enfoque estructural y no sólo histórico; pero que reencuentra la historia como determinación práctica esencial constitutiva de la estructura capitalista, así que puede determinar la tendencia general de la acumulación capitalista y la sorpresa de ésta –pero producida inconscientemente por ésta– la “expropiación de los expropiadores”,11 es decir, la revolución proletaria. Podemos cerrar este apartado con el breve resumen recién expuesto de la consideración de Bolívar Echeverría acerca del concepto de riqueza en Marx, consideración de tipo praxeológico construida en dialogo crítico con la escuela althusseriana, así como con otras interpretaciones marxistas del mismo.
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La estructura argumental de El Capital, su dispositivo crítico y la política comunista
Ilustremos brevemente cómo es que una lectura crítico comunista se aplica al leer algún pasaje concreto de El Capital, tal y como Bolívar Echeverría la llevaba a cabo con sus alumnos del Seminario de El Capital, ya que hacer memoria de este procedimiento será de utilidad para los lectores de El Capital y de cualquier obra de Marx, así como, en verdad, de cualquier obra escrita de la cultura humana.
Más allá de hacer el resumen de la lectura del parágrafo o del capítulo en cuestión, o de enlistar los conceptos esenciales allí contenidos, o en su caso, ejercitar las herramientas aritméticas y matemáticas utilizadas por Marx para determinar el tiempo de trabajo socialmente necesario, el capital constante, el variable o el plusvalor, etcétera, lo decisivo para Bolívar Echeverría era establecer el argumento de Marx. Esto es, considerar al discurso de éste desde una perspectiva praxeológica y, entonces, no como un mero discurso positivo y neutral, como un simple dicho o un escrito dado, esto es, no de una manera cosificada y formalista sino intentando recuperar el contenido decisivo de este discurso. Y, precisamente, su thelos, finalidad o intención determinada, en tanto discurso crítico que se esgrime de cierto modo en contra de la ideología burguesa, contra la economía política burguesa. Se trata de determinar la estrategia que está siguiendo Marx para que al mismo tiempo que demuestra científicamente un hecho se encuentra criticando al discurso o modo en que explica la economía política ese hecho y lo malversa. Y eso es establecer el argumento de Marx, observar su discurso teórico como un discurso político, como cuando lo que dice un político en contra de otro nos revela que no se queda en la disputa de palabras o dimes y diretes, describe un hecho fielmente o lo tuerce, sino que entendemos que cada uno de los momentos que va diciendo está encadenado de acuerdo a cierta finalidad y, precisamente, en vista de lograr la ampliación del ámbito de libertad para su corriente política. Y en El Capital se trata, entonces, no de un discurso cientificista ni de un discurso meramente ideológico clasista sino, con precisión, de un argumento científico crítico con un thelos de largo aliento afianzado cada vez en demostraciones concretas. Así que como lectores debemos ponernos a la altura de la escritura del texto.
Pues bien, para determinar el argumento de Marx lo primero es seguir la línea argumental; es decir, el texto expone esto y esto y, luego, expone aquello y lo de más allá y todo ello con la finalidad tal. A partir de aquí cabe pasar a un enfoque más complicado en vista de establecer lo que Bolívar Echeverría denominaba la estructura argumental del pasaje en cuestión. Aquí se trata de determinar no sólo la finalidad del argumento y su secuencia lineal sino de entender que para llegar a cumplir dicha finalidad el proceso argumentativo –como un proceso de trabajo– debió seguir fases determinadas articuladas entre sí según la regla de continuidad y discontinuidad, pues una afirmación da pie a otra distinta que, sin embargo, la contiene pero que apunta más allá, hacia la tercera afirmación, etcétera. Y, bien, si determinamos las fases precisas que requirió el proceso argumentativo tenemos ante nosotros los momentos argumentales del discurso. Cuya suma nos entrega la referida estructura argumental; en el entendido de que para llevar a cabo dicha suma, previamente establecimos la función argumental de cada pasaje dentro de la línea argumental. Esto es, contrastamos la finalidad completa del discurso con cada una de sus partes observando la función que cumple cada uno respecto de dicha finalidad. Por eso es que alcanzamos a determinar cada pasaje como momento argumental; esto es, reconociendo no sólo lo que dice sino en acuerdo a la función que lo dicho debe cumplir respecto de la intención general discursiva. De tal manera que cuando ya podemos establecer la estructura argumental del pasaje en cuestión, es porque la función y la finalidad o thelos de la misma la hemos establecido coordinándola con el thelos general. Y lo que obtenemos es el esclarecimiento del objeto teórico del pasaje en cuestión, esto es, con qué objeto es que Marx está diciendo lo que está diciendo en referencia a la demostración científica que lo ocupa. Hemos traducido las palabras de Marx –retomándolas– para que nos hablen de su procedimiento científico crítico, de su método o camino para decir lo que nos dice, a fin de que nosotros también podamos rehacerlo, toda vez que tenemos ante nosotros una lucha que dar y Marx lo sabe y por eso es que nos interpela como lectores en su texto.
De tal manera, la estructura argumental del pasaje en cuestión ha refinado el dicho de Marx hasta poner en claro el objeto teórico del pasaje en cuestión y los objetos teóricos particulares de cada momento argumental. Y, precisamente, todo objeto teórico ha sido posible descubrirlo al determinar la finalidad del discurso y porque no hay objeto teórico sin finalidad, contra lo que erróneamente piensa la epistemología estructuralista, especialmente la de Althusser.
Para que lo dicho hasta aquí no mueva a confusión debo indicar que cada uno de los pasos aludidos se aclara por sí mismo si se le ejercita prácticamente en la lectura. Comiéncese, por ejemplo, por describir los conceptos fundamentales en una hoja pero, luego, inténtese establecer su línea argumental. Y así, hasta paso a paso tener al final la estructura argumental del pasaje. Por razones de espacio, evidentemente, no puedo ejemplificar el procedimiento aludido; pero lo más importante es que el lector lo ejemplifique por cuenta propia actuándolo; perdiéndole miedo a El Capital, leyéndolo individualmente o en grupo, sirviéndose de las indicaciones resumidas pero esenciales que aquí expongo.
Ahora bien, este procedimiento de lectura que pone el thelos o finalidad al principio reconoce en el texto la política inherente al mismo, la política inherente a El Capital en tanto crítica científica de la economía política. Esto es, no le añade la política a El Capital –sea en forma voluntarista de buena o mala fe o en forma revisionista, etcétera– sino que la reconoce en él para que a partir de él desarrollar la política del movimiento proletario ortodoxamente. De entrada, es una lectura no cientificista sino propiamente crítico comunista.
Debemos recordar que la determinación del argumento de Marx con base en la estructura argumental de su discurso o una vez esclarecido el objeto teórico del mismo, tiene su piedra de toque en el reconocimiento del dispositivo crítico de Marx: la contradicción entre la estructura transhistórica del proceso de trabajo y la configuración capitalista del mismo, tal y como la expone el capítulo V de El Capital, según dijimos. Pero ahí el lector se encuentra apenas en el capítulo I, así que no tiene a mano la clave del dispositivo crítico que Marx utilizó para pensar y para exponer sus ideas.
En realidad, ya en el parágrafo 2 “El doble carácter del trabajo representado en la mercancía” contenido en el capítulo I, Marx nos da un avance de su dispositivo crítico al hablarnos de la contradicción entre el trabajo concreto y el trabajo abstracto contenida en la mercancía y que es la base para que el valor de uso o forma natural del producto se contradiga con el valor, esto es, con la forma valor de la riqueza. De hecho, Marx señala en este parágrafo con toda precisión que la comprensión crítica de la economía política depende de entender el doble carácter del trabajo representado en la mercancía, esto es, en diferenciar al trabajo abstracto respecto del concreto y, además, entender que ambos tipos o dimensiones del trabajo se encuentran en estado de contradicción al interior de la forma mercancía. Por eso el lector puede, a partir de aquí, criticar a la riqueza abstracta burguesa (al valor, al plusvalor y al capital) desde la riqueza concreta o producida con trabajo concreto; puede criticar a la forma valor de la riqueza desde la forma natural de la misma o valor de uso; puede criticar las necesidades ambiciosas de plusvalor del capital a partir de las necesidades concretas de los seres humanos, etcétera. Y hará bien, pero debemos advertirle lo siguiente para que no se equivoque.
El dispositivo crítico preciso de Marx lo expone en el capítulo v, según dijimos: la contradicción entre la estructura transhistórica y la configuración histórico concreta, capitalista del proceso de trabajo; mientras que en el capítulo I “La mercancía” nos expone sólo una parte de dicho dispositivo crítico pero, adicionalmente, nos la ofrece en un plano más general y esencial. Me explico.
En efecto, el trabajo abstracto no es una dimensión específicamente capitalista que se enfrenta al trabajo concreto, en tanto forma natural del trabajo, sino que tanto el trabajo concreto como el abstracto son dimensiones transhistóricas del proceso de trabajo humano o propias de la estructura antropológica de la sociedad. Sin embargo, sólo en las sociedades mercantiles –y por antonomasia en la sociedad burguesa– el trabajo abstracto se opone al concreto y el producto de aquél (el valor) al producto de éste (el valor de uso) no obstante que tanto el valor como el valor de uso son dimensiones propias de la forma natural de la riqueza. Pero, como digo, estas dimensiones transhistóricas –el valor de uso y el valor– sólo se contraponen entre sí en la mercancía y en las sociedades que se estructuran a partir de la misma, pues el valor pasa a representar la condición atomizada por la propiedad privada en que vive la sociedad y el valor de uso queda arrinconado a ser mera referencia fisiológica de los individuos, aludiendo lejanamente a la comunitariedad de éstos destruida por la propiedad privada, así que apenas como un oscuro recuerdo. Mientras que en la forma natural de la riqueza el valor de uso y el valor se encuentran coordinados sin contradecirse, hasta el punto en que parecen estar fundidos; por lo que comúnmente hablamos sólo de valor de uso como riqueza en su forma natural.
Esto es, la contradicción del trabajo concreto con el trabajo abstracto en el capítulo I la encontramos como contradicción dada, como dato, no obstante que es una contradicción históricamente producida. En realidad, el capítulo V en su parágrafo 2 “El proceso de valorización” antes de exponer el proceso expone uno más simple a partir del cual este de valorización se desarrolla, me refiero al “proceso de creación de valor”; que es ni más ni menos aquel proceso en el que se produce la mercancía simple, esa respecto de la que el parágrafo 2 del capítulo I nos hizo ver la doble naturaleza que la constituía. Y al hacerlo, Marx nos plantó de lleno en un horizonte teórico-científico-crítico que ya rebasa por principio al de la economía política que se encuentra criticando. Es en el proceso de creación de valor en el que es puesta o producida la contradicción entre el trabajo concreto y el trabajo abstracto que nos topó como mero dato en el capítulo i. Siendo el proceso de creación de valor el plano básico del proceso de valorización del valor, proceso éste que es el que se contrapone ya flagrantemente con la estructura básica o transhistórica del proceso de trabajo humano.
Pero cuando en el capítulo i nos expone la contradicción entre la forma natural de la riqueza (o valor de uso) y la forma valor de la misma y nos dice que la unidad contradictoria de ambas es –para nuestra sorpresa– la forma mercancía,12 nos entrega algo que va más allá del argumento del capítulo v acerca del proceso de producción capitalista. Pues al aludir a la riqueza habla de la objetividad social que no sólo es producida por el proceso de trabajo sino que también es consumida por los seres humanos y de la cual dependen sus vidas, así como la afirmación de su libertad. Esto es, nos habla de una cuestión que es política porque es vital, ya que es, al mismo tiempo, objeto producido y objeto consumido, premisa y resultado de la vida de la sociedad, riqueza puesta en juego en la lucha de clases y de cuyo control depende qué clase triunfa, es sometida o se libera. Marx ha encontrado que el modo de producción es la clave del modo de riqueza, por eso es que propone a la revolución proletaria como una revolución radical que apunta a que los seres humanos dominen su proceso de vida todo porque dominan democráticamente su proceso de producción, transforman sus relaciones de producción y de reproducción.
Deteniendo aquí –por así decirlo, abruptamente– nuestra exposición, debe hacérsele patente al lector que la explicación acerca de la lectura de El Capital ejercitada por Bolívar Echeverría muy bien podría proseguir, así que queda indeleble la sugerencia de la riqueza de dicha lectura prácticamente inagotable y que clama una y otra vez por ser vuelta a ejercitar para perfeccionar el esclarecimiento del discurso crítico comunista de Marx para uso de sus lectores, etcétera. Es evidente que Bolívar Echeverría mantuvo un diálogo con Marx tomando muy en serio la idea formulada primero por Georg Lukács13 y, luego, por Jean Paul Sartre14 de que Marx constituye “el horizonte teórico de nuestro tiempo”. Y su lectura de El Capital constituye una invitación para que todos mantengamos un diálogo de tal naturaleza con Marx. Es más, Bolívar Echeverría construyó ese cuádruple dispositivo de lectura –como aquí lo hemos caracterizado– precisamente recuperando los mejores aportes de la lingüística del siglo XX para construir el canal de comunicación adecuado, el cómo, por así decirlo, para llevar a cabo seriamente un diálogo con Marx así de profundo y trascendente.
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NOTAS:
1 Maurice Dobb, Introducción a la economía política. México, FCE, 1994.
2 Oscar Lange, Economía política. México, FCE, 1995.
3. Cf. Karl Korsch, “Introducción a El Capital”, en K. Korsch, Tres ensayos sobre marxismo. México, Era, 1979, pp. 49-80.
4. En revista Desacatos, núm. 23. México, CIESAS, enero-abril, 2007. Como homenaje a la muerte de Bolívar Echeverría, Julio Boltvinik reseñó resumidamente la polémica entre Márkus y Echeverría en: “Homenaje a Bolívar Echeverría (1941-2010)/ii”, en La Jornada. México, 18 de junio de 2010.
5. Idem.
6. Idem.
7. Carta de Marx a Carlo Cafiero del 29 de julio de 1879.
8. M. Rubel en sus notas y comentarios a su edición de El Capital en francés.
9. Karl Marx, Introducción general a la crítica de la economía política de 1857. México, Pasado y Presente, 1982.
10. Pierre Macheray, “Acerca del proceso de exposición de El Capital”, en Lectura de El Capital (tomo II de Para leer El Capital). Colombia, Oveja Negra, 1971.
11. K. Marx, “La llamada acumulación originaria”, en El Capital. t. I, cap. XXIV, parágrafo 7: “Tendencia histórica de la acumulación capitalista”.
12. K. Marx, “La mercancía”, en El Capital. t. I, cap. I, parágrafo 4: “El carácter fetichista de la mercancía y su secreto”.
13. Georg Lukács, en las primeras líneas de Mi camino hacia Marx. México, Editorial FEM, 1971.
14. Jean Paul Sartre, “Cuestiones de método”, en Crítica de la razón dialéctica. Buenos Aires, Losada, 1961.