Fuente: https://frenteantiimperialista.org/blog/2020/04/25/la-importancia-de-lenin-en-la-historia/ Andrés Piqueras 25 abril, 2020
Lenin en la primera mitad del siglo XX fue una figura con carga simbólica importantísima en los países de Europa occidental, que logró aglutinar buena parte de movimiento político y social y era emblemático para buena parte de la sociedad por la grandeza de lo que había significado.
Pero las cosas, como sabéis, cambian sustancialmente a partir de la contraofensiva neoliberal que no es otra cosa que la recomposición del capital global, el cual comienza a hacer una contraofensiva ideológica muy importante hasta conseguir la derrota ideológico-política de las fuerzas de izquierda en buena parte del mundo y muy especialmente en Europa Occidental. Allí se llevó a cabo un proceso de desapego a lo que fue el proceso revolucionario soviético, por una parte, y por otra se produjo el olvido hasta el desconocimiento total de las figuras más importantes de este proceso, incluyendo la del propio Lenin.
La revolución soviética cambió el mundo, y no es una máxima dicha gratuitamente. Fue así. A partir de allí hubo un antes y un después en la historia con la revolución soviética y en Europa occidental se desarrolla todo un Estado Social, que emprende un proceso de redistribución de la riqueza en forma de servicios sociales.
La “opción reformista” surge cando el capitalismo tiene que controlarse a sí mismo y mutar para poder elaborar una opción que haga un mínimo de redistribución y de apertura del ámbito social. Y esto motiva que al mismo tiempo se abra un espacio “democrático” que de forma paradójica está posibilitado precisamente por esta propiedad de la revolución soviética.
En el periodo de entreguerras y hasta finalizada la Segunda guerra mundial la figura de Stalin estaba elogiada, incluso por las altas jerarquías del bando aliado, por su capacidad estratégica, la visión política y la capacidad de reacción ante la amenaza nazi. Y justo después de acabar la guerra EEUU decide que hay que inventarse al enemigo soviético. Es entonces cuando lo primero que hay que hacer es criticar la figura de Stalin y luego empezar a denigrar del todo el propio proceso revolucionario. Pero la paradoja está en que gracias al proceso revolucionario de la URSS Europa encuentra una vía “democrática” para el capitalismo. Lo de democrática lo podemos poner dentro de todas las comillas que queramos, porque la democracia de capitalismo es una democracia de circulación de mercancías, tanto físicas como biológicas o políticas, pero nunca puede tener democracia en la esfera de la producción. Porque la dictadura de la tasa de ganancia y la apropiación privada de los medios de producción impiden cualquier democracia en esta esfera.
La “opción reformista” del capitalismo va acompañada, indefectiblemente, de la aceleración de una economía de consumo, basada en un ciclo de producción – consumo – producción – consumo, lo que le permite elevar enormemente los niveles de vida y por tanto cierta tolerancia democrática en cada vez más aspectos de la relación con la ciudadanía.
A lo largo de estos 20-30 años de posguerra el capital logra integrar la fuerza del trabajo en su propio proyecto, porque la URSS era un espejo en el que mirarse y pensar que otro mundo es posible. 30 años después, en los años 70-80, este sistema empieza a descomponerse, la tasa de ganancia empieza a frenarse, el capital ya no puede repartir dividendos y el sistema entra en crisis.
Pero, cuando llega a sus máximos niveles del desarrollo “democrático”, es cuando la intelectualidad, desde su punto de vista cuarenta años después, empieza a juzgar a otros por su «falta de democracia». Cuando el capitalismo en todo este tiempo no era nada democrático, mientras no había desarrollado todavía su opción reformista. Es más, lo que había desarrollado es su opción fascista, que era la que predominaba en buena parte de Europa. Y entonces ellos empiezan a acusar a los demás: a la Unión Soviética, luego a China y más tarde a Cuba y quienquiera que buscara una vía propia de sociedad, de no cumplir unos cánones democráticos que el capitalismo logró desarrollar precisamente gracias a estas revoluciones. Esta es la paradoja histórica a la que me estoy refiriendo.
Esto llega a su grado extremo a partir de la caída de la URSS y a partir de entonces una buena parte de la intelectualidad de izquierdas europea y de las vanguardias de las propias organizaciones políticas, sindicales y sociales, dan la espalda al conjunto de procesos revolucionarios que intentaron enfrentar el capitalismo, porque empiezan a considerarlos como deformes o monstruosos, empiezan a considerarlos como las revoluciones que se perdieron en sí mismas autofagocitándose, que no cumplieron con los criterios democráticos etc. etc. Todos estos elementos están vinculados a las nuevas concepciones de la “democracia” que fueron expandidos e irradiados desde núcleos de formación ideológica de la contrarrevolución neoliberal y son asumidos más o menos acríticamente por buena parte de esta izquierda, incluida la intelectualidad académica.
Mi libro de referencia de Lenin desde que era joven fue el “Estado y la Revolución”, que tiene todavía muchos elementos de actualidad. Para mí, la importancia de Lenin radica en haber dado un gran paso cualitativo. Desde la revolución voluntarista e improvisada de grupos, desconectados de las masas, proceso que costó la vida a tantos revolucionarios rusos, como por ejemplo a su hermano Alexander, Lenin propició un salto a la revolución metódicamente preparada, de masas, a través de la organización que sería un partido de cuadros profesionales, centralizado y disciplinado, y al mismo tiempo basado en la organización democrática de los soviets, de las asambleas. Enorme salto, como digo.
Para sopesar esto hay que considerar que el marxismo es un método metacientífico que elabora reflexión sobre la propia ciencia y dónde está ubicada en relación con el contexto histórico en que se desarrolla. Tiene, entonces, siempre una proyección política. No solo importa lo que se conoce, sino el compromiso con lo que se conoce para transformar aquello que se conoce. Lenin lo que hizo fue una aplicación concreta de esta forma radical, radical porque mira a la raíz de las cosas, y el pensó que en ese momento la situación de Rusia no podía ser superada si no por medio de una revolución. Hoy se ha intentado llevar esto al extremo para decir que si eres leninista, solo estás pensando en pegar tiros, salir a la calle a sacar tanques y cosas así.
Con el método de Lenin lo que tienes que hacer es evaluar las condiciones históricas en las que estás para saber cuáles son las mejores posibilidades para hacer una organización masiva, capaz de adquirir un fuerza suficiente para poder enfrentar a estos monstruosos poderes que tenemos enfrente. Y esto en cada contexto, en cada situación histórica pasa por unas condiciones u otras. Y precisamente ser leninista es no repetir a Lenin y actuar de forma adecuada en cada contexto histórico. Lo mismo que ser marxista no es estar analizando continuamente las condiciones históricas que analizó Marx.
Para mi esta es la gran importancia que tiene Lenin, porque supo leer las condiciones históricas de su tiempo a partir de un método que había construido Marx. La figura de Lenin es colosal precisamente por esto. Pero hoy vuelve a poder hablarse otra vez con menos carga de ideología sucia sobre la figura de Lenin precisamente porque los tiempos vuelven a estar agitados, porque toda la contra-reforma ideológica, económica y política de neoliberalismo se está desmoronando a ojos vista. La gente ya empieza a ver lo que había detrás de las vestiduras tan bonitas que lucía el neoliberalismo, que no es más que podredumbre, y lo va pagar la población con su propia carne lo que va viniendo últimamente desde 2008, pero que en realidad arrastramos desde los años 70 del siglo XX. Y por esto llevamos ya 40 años de contrarreformas y de todo el auge del neoliberalismo, que no hemos dejado de pagar en forma de destrucción de los servicios públicos de salud y, en general, destrucción social y de la naturaleza. Es decir, todo lo contrario de lo que construyó la Unión Soviética y la revoluciones socialistas, que hoy permiten a los países donde todavía se mantienen las claves mínimas de la construcción socialista, combatir una pandemia como esta de una manera mucho más eficaz y contundente y encima ayudar a estos países que se creían tan desarrollados.
Ahora el capitalismo está probablemente en su fase terminal. Pero estar en la fase terminal no quiere decir que va a acabar ahora. Lo que pasa es que ya no va a ser capaz de hacer el desarrollo de las fuerzas productivas de manera que pueda permitir también un desarrollo social. Cuanto más dure su agonía, más penalidades, sufrimiento y muerte se producirá. Y si en algunos lugares puede darse en formas despóticas, en otros podrá adquirir formas de democracia formal. Pero hoy la democracia está cada vez más vaciada de contenido. Quedan solo aquellas formas de la democracia que sean compatibles con el mercado. Es lo único que va quedando de la democracia ya, su cáscara formal funcional al mercado.
Si en estos momentos no se toman medidas claras de intervención estatal y se empieza a hacer una estatalización de la economía, todos los países que tarden en hacer esto quedarán relegados por la historia. Porque no hay otra salida. Las crisis del capitalismo demostraron históricamente que, aparte de las guerras, la única salida fue asumir el protagonismo del Estado o su intervención masiva en ciertos renglones de la economía para permitir que algunos sectores privados se desarrollaran rápidamente, como hizo el keynesianismo militar estadounidense de entreguerras después de la 2ª GM. Entonces en este sentido, y lo digo para la propia Rusia, no hay otro camino que volver, al menos, en el caso de Rusia, a un capitalismo de Estado, cada vez más fuerte y con una economía nacionalizada, si quiere tener un lugar en la historia. La economía rusa no es tan fuerte, si no, para aguantar el remolino de succión que va a generar, está generando ya, el hundimiento del capitalismo.
Hay que tener en cuenta que cuando hay hundimiento de algo tan brutal, tan colosal como una civilización capitalista, como un barco genera un remolino de succión enorme. Y se lleva a todo aquel que no tenga un proyecto consolidado de vedad, que defienda a sus propias poblaciones y proteja sus recursos.
Yo siempre tuve un gran respeto por la URSS por lo que fue, por lo que ha supuesto para la humanidad y por cómo se sobrepuso durante tanto tiempo a la brutal agresión que recibió durante tantos años. Y fue una gran tristeza ver en lo que quisieron convertir a Rusia después de la caída de la URSS. Entonces, recuperarse y preservar a su propia sociedad y sus recursos, me parece fundamental para lo que viene. Y que mire cada vez más su alianza con China. Sería importantísimo porque se necesitan mutuamente para sobrevivir. El capital es muy posible que quiera desatar una guerra. Y solamente juntos podrán lograr ser fuertes. Ojalá que sea así. Y que dejen de mirar de una vez hacia Occidente, porque este ya no tiene nada que ofrecer, nada más que la descomposición.
Marx hablaba del “primer socialismo”, porque él veía que el socialismo necesitaba construirse a fuerza de muchos intentos. Si al capitalismo le costó cinco siglos poder salir de las entrañas del feudalismo, el socialismo no podía dejar de pasar por una serie de pruebas de fuego, como este primer socialismo que no podía construirse de forma “buenista” a la primera, pura, sin grandes errores y sufrimientos, máxime rodeado de agresiones continuas y acosado por fuerzas enormes.