A propósito de la Constitución del Capítulo Gallego de la Internacional Antifascista
GALICIA
Quien visite el Museo de Pontevedra, en Galicia, y pase por las salas dedicadas a Castelao, en el edificio que lleva su nombre, se sorprenderá de la calidad e impresionante humanidad de sus dibujos y, en general, de toda su obra. Entra ella, los originales de los dos álbumes sobre la represión fascista en Galicia, que Castelao publicó durante la guerra civil española. Son ellos Galiza Mártir y Atila en Galiza, ambos de 1937.
Como se sabe, Daniel Alfonso Rodriguez Castelao es la figura cimera del nacionalismo gallego. Fue médico, escritor, pintor, dibujante y líder político imprescindible, diputado en las Cortes Españolas durante la República y luego, perdida ya la guerra, formó parte del gobierno español en el exilio. Hoy día sus restos yacen en el Mausoleo de Galegos Ilustres, repatriados desde Buenos Aires donde murió.
Yo visito ese visito ese lugar, el Museo de Pontevedra, con mucha frecuencia e, indefectiblemente, me detengo delante de esos dibujos de Castelao para rendirles un tributo personal, porque ellos son una pieza fundamental de mi formación como ser humano.
Ocurrió así: los dos álbumes, junto a otro llamado Milicianos, los descubrí durante mi adolescencia, entre un mar de papeles, en unas maletas viejas, en la buhardilla de mi casa, un sitio muy bajito adonde ni siquiera se podía entrar de pie, e iluminado apenas por una claraboya,. Me gustaba sentarme allí a rebuscar entre los trastos y pasar las horas en mis soledades de muchacho. Entonces, junto a otros libros prohibidos por la censura franquista, fue cuando encontré esos cuadernos de Castelao. Allí los había dejado escondidos mi padre, quien ya se encontraba emigrado en Venezuela. Hay que anotar que, en ese entonces, en plena dictadura, la simple posesión de esos materiales hubiera causado serios problemas.
Fue entonces, a la vista una y otra vez de aquellos álbumes, cuando a aquel muchacho que yo era, se le abrió un nuevo cielo de humanidad para su existencia, al descubrir un universo social insospechado lleno de contradicciones y, con seguridad también, la conciencia de que el verdadero infierno estaba en la tierra: el reino del fascismo.
Se narra allí, en imágenes, los horrores terribles de la represión fascista en Galicia. Viéndo, y padeciendo esas imágenes, comencé a entender el miedo, el silencio y la prudencia política extrema de mi familia, para decirlo de alguna manera, y los conecté con algunas conversaciones con mi madre. Ella, durante la guerra, siendo muy joven, era maestra de una escuela pública de niñas en Cabral, un barrio obrero en la periferia de Vigo, y vivió muy de cerca esos horrores que afectaron directamente a las familias de ese lugar, hasta el punto de que, según decía, llegó el momento en que todas las niñas estaban vestidas de negro, por el luto. Tal vez esto era una exageración narrativa o tal vez una metáfora. Mis recuerdos, pasados tantos años, no son del todo confiables en su precisión. Pero de lo que sí no tengo duda es de la experiencia vivida por mi madre en aquel barrio obrero y rebelde de Vigo.
Pues el caso real es que, en Galicia, caída en los primeros días en poder del bando fascista sublevado, la represión fue brutal. En los meses siguientes a ese julio de 1936, más de cinco mil personas fueron ejecutadas en juicio sumarísimo o simplemente buscados en sus casas para llevarlos y asesinarlos, sobre todo en las provincias de Pontevedra y A Coruña. Sus cadáveres aparecían en las cunetas, o al lado del muro del cementerio, o simplemente en medio del campo o en un claro del bosque. Todo por ser republicanos, socialistas, ciudadanos con inquietudes o militantes de nuevas ideas. El pueblo gallego conoció así, particularmente en sus trabajadores, escritores y artistas y militantes de izquierda, lo que era el odio convertido en violencia, como una de las características del fascismo. Un odio que no solo se reflejaba en los asesinatos, sino también en la opresión social, con la siembra del miedo colectivo, el enaltecimiento de la fuerza y la persecución de todo aquello que significase comunidad frente al poder de los privilegiados.
Eso es lo que retrata Castelao con sus imágenes terriblemente impactantes. Y eso es lo que se marcó en mi corazón de por vida. Y también lo que me puso para siempre en el lado contrario a lo que el fascismo representara. En cualquier parte del mundo a donde la suerte me llevase.
VENEZUELA
Más de medio siglo después, en la Venezuela de mi vida, en una columna del Correo del Orinoco, yo escribía sobre el tema del fascismo que siempre he tenido presente. Y lo hacía con una afirmación contundente, de la que no me desdigo: la derecha mata.
Recuerdo ahora que el comandante Chávez, al día siguiente, en una entrevista con José Vicente Rangel, hacía referencia a esa afirmación mía:
“Ayer escribió Farruco Sesto una columna recomendándole a Venezuela no subestimar ese odio de algunos, porque ese odio es explosivo, ese odio es fascista y es uno de los factores muy peligrosos que tiene el país.” (Hugo Chávez 22.01.12)
En estos últimos años, particularmente a partir de 2014 y hasta el día de hoy hemos visto al fascismo y sus nuevas expresiones, con ánimo desbordado, amenazar y ensañarse una y otra vez contra el pueblo venezolano. El fascismo utilizado como instrumento de la oligarquía, bajo la protección del imperio y sus países lacayos.
Lo hemos mirado a los ojos y lo que vimos fue terrible. Lo hemos visto en escena, desplegado. Con la complicidad de los medios hegemónicos, en los mensajes de la jerarquía eclesiástica, en los partidos de la extrema derecha, en sus amenazas y mentiras y, por supuesto, en sus actuaciones en la calle, asociados con el narco y el paramilitarismo, utilizando a los elementos más antisociales contra el pueblo trabajador. Y ahora con nuevos métodos y herramientas, entre ellas, el uso de las redes.
Felizmente, el pueblo venezolano y su gobierno revolucionario, lo han tenido muy claro. Contra el fascismo impulsado por la oligarquía y el imperialismo, se ha impuesto la moral de combate de nuestro pueblo, en perfecta unión cívico militar, también policial. Sabiendo que el fascismo no podrá con nosotros ni con nuestra revolución. Y esto va en serio. Aquí no hay lugar para el fascismo.
LA HUMANIDAD CONTRA EL FASCISMO
El Congreso Mundial Antifascista celebrado en septiembre con participación de delegados de 90 países, y el llamado a la creación de una Internacional Antifascista, representan ejemplos de esa actitud. Lo mismo que la ley contra el fascismo y el más reciente Congreso Mundial de las Juventudes y Estudiantes Antifascistas.
Sabiendo que el bolivarianismo y el chavismo, son las mejores vacunas contra las ideas y las prácticas fascistas,
Hago estas anotaciones en estos días en los que, en Galicia, soy fiel testigo de las reuniones para constituir el Capítulo Gallego de la Internacional Antifascista. Con el lema GALICIA, TIERRA ANTIFASCISTA, lo mejor de la sociedad gallega está trabajando para constituir ese capítulo al que se define como “un espacio político de encuentro, no competitivo sino complementario, solidario, generoso, fraternal, abierto a todos los movimientos sociales, organizaciones y partidos políticos, sindicatos, asociaciones vecinales, instituciones culturales, deportivas, juveniles, científicas, gremiales, artistas y escritores, trabajadores y trabajadoras, y gente del común, sin otra condición que la voluntad de participar en un esfuerzo colectivo contra el fascismo o los fascismos de distinta forma y expresión, que atentan contra nuestra capacidad de convivencia”.
Tomamos nota. La lucha contra el fascismo es internacional.
(Publicado en Correo del Orinoco, el 28 de noviembre de 2024)