La guerra que debemos ganar

El Sudamericano

El capital gobierna las vidas y las mentes y ésto es aun más evidente en tiempos de guerra.

Gobierno de las mentes no solo significa una campaña permanente de promoción y propaganda de modelos de vida ridículos e insignificantes, o banderas sionistas en los estudios de televisión, sino que se trata de procedimientos de condicionamiento, disciplinamiento, adoctrinamiento, domesticación. Durante períodos de tiempo que ocupan toda la vida de los individuos. Y es bien sabido que el condicionamiento mediante premios y castigos puede obrar en conductas impensadas, incluso con los insectos.

Pero la amenaza de muerte no es excepcional. La amenaza-de-muerte-mediante-muerte (explícita en la televisión sionista, y, siempre anónima, tácita, en el hambre de los niños de Gaza, en el silencio y la ansiedad del mundo entero, en especial el proletariado) puede verse ahora en su perfecta naturaleza decrépita y genocida.

El “modelo Libia” es la verdadera cara del capitalismo. La esclavitud capitalista es la expresión de la guerra permanente y por eso la revolución, su contraparte en la dialéctica de la Historia, también sigue ese patrón de desarrollo.

Capitalismo –no es Paz, no es Igualdad, nunca será fraternidad–. Capitalismo es un estado de excepción que la burguesía construyó entorno suyo para gobernar la sociedad y para dirimir sus propios intereses. La dictadura burguesa es un régimen lo suficientemente flexible como para administrar por la violencia anónima, –que siempre es política por su naturaleza social–, esas contradicciones en favor e interés de los capitalistas. Es esa una legalidad consagrada por el poder del dinero y el monopolio de la violencia estatal, que instaura la expropiación, la mentira y el crimen como fundamento. El capital no puede resolver el problema del hambre en el mundo. Tampoco el de la mentira y la guerra.

El capitalismo –todo el programa político de la explotación asalariada– no puede sobrevivir sin hacer valer la voluntad de la clase burguesa, sin la guerra de Estados contra Estados, de Hombres contra Hombres, de Hombres contra Mujeres, de la Industria contra el Planeta… Así ha sido durante los últimos quinientos años, pero eso es apenas una insignificante porción en la Historia de las sociedades humanas.

Milenios, la amenaza-de-muerte-mediante-muerte instituyó el sacrificio, la muerte ritual. Aunque es obvio que la vida preexiste al capital, la condición misma de su existencia demando librar una batalla permanente por subsumir la vida, fragmentarla, desmembrarla, sacrificarla hasta la destrucción. El esclavo del capital debe asumir, también,  la muerte de su propia autoconciencia, «el capital –y el culto religioso nacieron chorreando sangre y lodo» (y apestando a podrido), pero el capital necesita renegar de su propia historia, negar sus masacres y sus guerras de rapiña, requiere del sadismo y la fantasía perversa para conformarse al fin, con algo de retribución al estilo caniche.

El proletariado revolucionario tiene un deber indeclinable en la lucha de clases, y ese compromiso es la custodia y la defensa de la verdad. La verdad de la lucha por la vida. La verdad del valor de uso, sobre el valor de cambio, la verdad de Hamas y la mentira del sionismo criminal.

Una Verdad, que solo puede ser la expresión de esa verdad social que es el hambre, las bombas atómicas, los laboratorios secretos… y todas esas cosas que usted ya sabe. Es decir la lucha de clases en el seno de las naciones.

Solo aquellos de nosotros que sepan mantenerse firmes en esta lucha por la dignidad y por la vida serán capaces de escribir y defender la verdadera Historia de nuestro tiempo y contribuir de manera activa a detener las guerras capitalistas. La historia de la esclavitud humana es apenas la prehistoria del comunismo, como dijo un filósofo los esclavos no merecen historia. La libertad comunista, la del ‘Hombre Total’, aquel ‘naturalismo acabado’ no es un arquetipo, sino la única alternativa capaz de resolver el inconmensurable problema del hombre en libertad.

El Comunismo como Filosofía y Programa Político de la liberación humana surgió de las propias entrañas de la contradicción burguesa, y solo ha podido ser imaginado en condiciones de dominación mundial capitalista.

La violencia burguesa –y su respuesta revolucionaria– son variables permanentes en un régimen que planifica sistemáticamente la desigualdad y la escasez artificial. Donde millones mueren para que apenas algunos “elegidos” disfruten del goce perverso del red button nuclear.

La guerra en las pantallas es la síntesis y el resumen de todas las guerras de la humanidad y, como el nuestro, todo imaginario posible estuvo siempre atravesado por la naturaleza trágica de su origen bélico, los sesgos y las manías de su tiempo. Aquí y ahora nos toca elegir, si es que acaso el Hombre Nuevo será un cíborg con problemas de Edipo y la perspicacia intelectual de un travesti cocainómano tartamudo.

No es cualquier pregunta, ¿como hacer y escribir Historia en un tiempo de imbéciles? ¿Cual es el mundo imaginario de ‘Daddy’ el payaso-padrino del neonazismo europeo y mundial?

La ‘Pax mediante la fuerza’ es la ley del más fuerte, y en bien sabido que a diferencia de los animales de presa nuestra especie se ha especializado en la supervivencia colectiva. La Pax de los fascistas imbéciles del Pentágono es la contrarrevolución permanente, y por eso están condenados a la estupidez y la mentira como forma de vida.

Los ‘dueños de la realidad’ imaginan un Tiempo sin tiempo. Un pueblo sin Historia. Y sin embargo, la conmoción de nuestros días y la movilización internacional contra la guerra es un rio de lava que quema todo debajo de sus pies.

Estos días sin embargo, son solo la antesala de la verdadera guerra de clases contra el capitalismo y el imperialismo transhumanista y apocalíptico

Una máquina de muerte que ha declarado perfectamente sus intenciones en todos los escenarios de guerra, incluso en el “espacio”. Y esa, la guerra contra el fascismo genocida del gobierno de Estados Unidos es una guerra que nadie en el planeta podrá evitar.

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