La guerra en Ucrania expone la política proimperialista del FIT-U en Argentina

Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2023/04/22/fitu-a22.html?pk_campaign=newsletter&pk_kwd=wsws              Andrea Lobo                                                                                   2

En medio del usual regateo y las declaraciones de campaña nacionalistas previo a los comicios de 2023, el autoproclamado Frente de Izquierda y de Trabajadores-Unidad (FIT-U o FIT) en Argentina está ofreciendo una plataforma política para defensores acérrimos de la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia en Ucrania.

Incluso cuando la presencia de las fuerzas de la OTAN en Ucrania y su papel en provocar y comandar la guerra se vuelven innegables, dos miembros de esta coalición electoral pseudoizquierdista, Izquierda Socialista (IS) y el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) han seguido haciendo campaña para enviar más dinero, armas y voluntarios al frente contra Rusia.

Los otros dos miembros destacados de FIT-U, el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y el Partido Obrero (PO) dicen oponerse a la guerra imperialista de la OTAN, mientras les dicen gentilmente a sus “compañeros” del IS y MST que pueden estar de acuerdo en discrepar. Para estas fuerzas, el apoyo abierto al imperialismo no es ningún impedimento para postularse en elecciones bajo la misma bandera.

Lo que une a todas estas tendencias es su orientación nacionalista, que las vincula inextricablemente a su propia burguesía nacional. En la medida en que discrepan sobre la guerra en Ucrania, esto refleja las divisiones dentro de la propia burguesía argentina según intenta balancearse entre la subordinación continua al imperialismo estadounidense y al FMI y la influencia económica y política regional cada vez mayor de China y, en menor medida, Rusia.

El presidente Alberto Fernández y Vladímir Putin en Moscú, febrero de 2022 [Photo by Casa Rosada / CC BY-SA 2.5]

Se barajan las mismas consideraciones en todo el hemisferio, como lo evidenció el viaje del presidente brasileño Lula a Beijing y su cuestionamiento de la necesidad del dólar en el comercio internacional. Asimismo, el presidente argentino Alberto Fernández se reunió con Vladímir Putin en Moscú en vísperas de la “operación militar especial” rusa en Ucrania.

Dado su servilismo ante el entorno político nacional burgués, la falta de principios en cuestiones internacionales usualmente no alza ninguna ceja en los círculos pseudoizquierdistas en Argentina. Pero esta vez, el grupo Política Obrera encabezado por Jorge Altamira, un miembro fundador del FIT-U, está participando por separado en las elecciones de 2023 y consideró oportuno políticamente denunciar al FIT-U en su conjunto por “apoyar a la OTAN”.

En una polémica reciente, Política Obrera denunció a sus antiguos aliados del PTS morenista por “apoyar la guerra de Zelensky contra Rusia, un agente directo de la OTAN”. El artículo acusa al aliado del PTS en Francia, Révolution Permanente, de promover la propaganda de la OTAN sobre apoyar la “independencia ucraniana”.

Añade que, “junto al resto del FIT-U”, el PTS ha estado utilizando la demanda de “disolver la OTAN” como una cubierta para apoyar la guerra.

En una entrevista radial el año pasado, Altamira había declarado que el FIT-U estaba padeciendo por “la ausencia de una política socialista” como lo demostraba que “apoyan a la OTAN”. Un reporte de la entrevista añade que el FIT-U exige conjuntamente que Rusia abandone Ucrania “que es el objetivo de guerra de la OTAN”. Pedir tales términos de paz, además, significaría una victoria de la OTAN y dejaría a Rusia “en el bocado de un reparto territorial”.

El reporte se queja de que el FIT-U no ha llevado a cabo ninguna iniciativa en el Congreso exigiendo el fin de la guerra y concluye que, independientemente de sus afirmaciones de oponerse a la OTAN, “esta izquierda está bien unida” detrás de “una mirada proimperialista”.

Canales argentinos de“izquierda” para la propaganda de la OTAN

Si bien subrayan el carácter derechista del FIT-U, estas críticas son hipócritas y no tienen nada que ver con la “política socialista”. El MST y el IS se han convertido en canales argentinos de “izquierda” para la propaganda de la OTAN, justificando el uso de los trabajadores y jóvenes ucranianos como carne de cañón para una guerra por delegación cuya finalidad consiste en el desmembramiento imperialista de Rusia y la preparación para un conflicto mayor con China.

Al no dar abasto con difundir propaganda a favor de la guerra en Ucrania en nombre de defender la “democracia” contra el “imperialismo” y el “totalitarismo” rusos, ambas tendencias y sus socios en Ucrania están recaudando dinero para armas y voluntarios, mientras actúan como apologistas para las fuerzas fascistizantes que predominan en el ejército y el Gobierno de Zelenski.

La principal figura en Ucrania de la Liga Internacional Socialista (LIS), la cual lidera el MST argentino, es Oleg Vernyk, un oficial sindical que se ha dedicado a generar apoyo para el régimen títere de Zelenski y movilizar voluntarios para que sigan las órdenes de la OTAN en el frente. Vernyk ha intentado justificar estas políticas y su orientación a los nacionalistas de extrema derecha en Ucrania rehabilitando a la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN), que colaboró con los nazis durante el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial. Vernyk ha falsificado la historia alegando que la OUN representaba una suerte de alianza entre tendencias ultraderechistas e izquierdistas en defensa de la democracia y la autodeterminación nacional.

Por su parte, Izquierda Socialista envió a su legislador nacional Juan Carlos Giordano a la cabeza de una delegación de la Unidad Internacional de Trabajadores (UIT) a Kiev “con el fin de llevar ayuda material y política”. Su enlace ucraniano, quien recibió esta ayuda, es Sergei Movchan, el líder de “Colectivos de Solidaridad”, una iniciativa enfocada en armar a voluntarios militares.

En febrero, Movchan conversó con la Fundación Rosa Luxemburgo vinculada al partido proimperialista La Izquierda en Alemania. Hizo hincapié en “la insignificancia general de la violencia ultraderechista” en Ucrania y dijo que su grupo disfruta de una “tregua” con la ultraderecha. “Recientemente incluso me topé en la calle con un viejo conocido y activista de extrema derecha. Tuvimos una linda charla e incluso me ofreció ayuda en algunas cuestiones”, dijo.

Tras años de colaborar y hacer campaña bajo la misma bandera, Altamira y compañía tienen parte de la responsabilidad por estas políticas derechistas, y sus críticas actuales son meramente un intento de encubrir esta realidad.

La campaña electoral en curso de la altamirista Política Obrera esencialmente sigue la línea del FIT-U o, si vamos al caso, de los otros partidos burgueses. Se concentra en propuestas provincialistas ambiguas y relega la guerra y el resurgimiento de la lucha de clases global a un segundo plano.

“Quien rompe el FIT se suicida”

Altamira fue el primer candidato presidencial del FIT y dijo famosamente “Quien rompe el FIT se suicida”. Ahora dice que la coalición “es una variante del kirchnerismo”, el oficialismo peronista burgués. No obstante, esto nunca ha disuadido a Altamira.

Siguió esta alianza incluso después de que sus compañeros de coalición se convirtieran en porristas de las operaciones de cambio de régimen patrocinadas por la CIA contra Bashar al-Ásad en Siria y Muamar Gadafi en Libia, incluyendo sus llamados a armar lo que calificaron como “rebeliones populares” y “revoluciones democráticas”. En 2014, incluso cuando IS celebró como una “revolución democrática” el movimiento liderado por fascistas y financiado por el Departamento de Estado para derrocar el Gobierno electo prorruso de Víktor Yanukóvich, el PO encabezado por Altamira y el PTS no vieron ninguna razón para romper su alianza. Fue este golpe el que instaló un régimen títere proestadounidense en Kiev y efectivamente inició la guerra en marcha contra Rusia.

No hay motivos para creer que Altamira no estaría haciendo campaña junto a IS y el MST y denunciando cualquier crítica del FIT-U como “sectaria” si su tendencia no hubiera sido expulsada del PO por una ruptura sin principios y que nunca fue políticamente esclarecida en junio de 2019.

Apenas días antes de la escisión, Altamira escribió que el FIT-U había sido formado con “un método oportunista” propuesto por el PTS, al cual había apodado “Podemos en pañales”, refiriéndose al partido burgués que comparte el poder en España.

Altamira escribió: “FIT blanquea la larga trayectoria de colaboración de clases del MST”. La “declaración programática” de la coalición, añadió, representa un llamado a un “frente popular de colaboración de clases”. Tildó de “capitalista” su pliego de demandas, que incluían “impedir la fuga de capitales” y “brindar créditos baratos”.

Después de hacer estas acusaciones, que demuestran que el Frente de Izquierda y de Trabajadores no es ni de izquierda ni una organización obrera, Altamira explicó que el PO necesitaba permanecer en la coalición “para conseguir mayores representaciones parlamentarias”. Hasta ahí llegaron su “izquierdismo” y sus polémicas hipócritas.

Acto del FIT en 2015 (Jorge Altamira en el segundo asiento desde la izquierda) [Photo by Ignacio Smith/Partido Obrero / CC BY 4.0]

Cabe notar que Altamira reconoció que Izquierda Socialista concibe el FIT-U como una repetición del Frente del Pueblo (FREPU), una coalición electoral formada en 1985 entre el Partido Comunista estalinista y el Movimiento al Socialismo (MAS), el cual fue fundado por Nahuel Moreno y del cual salieron el PTS, MST, IS, PSTU y otros grupos tras la muerte de Moreno en 1987.

No sería una especulación sugerir que el apoyo de la pseudoizquierda a las alianzas con fuerzas autoritarias y ultraderechistas en Ucrania podría replicarse en Argentina. Los morenistas del FIT-U defienden abiertamente su alianza anterior con los estalinistas que habían apoyado a la junta militar y fascista argentina, la cual mató a decenas de miles de trabajadores y jóvenes. La dictadura había entregado el poder apenas dos años antes de la fundación del FREPU.

“Refundar la Cuarta Internacional” en alianza con el estalinismo

Lo mismo aplica para Altamira. En abril de 2018, apenas un año antes de estallar, el PO organizó una conferencia para “refunda la Cuarta Internacional” junto al Partido Comunista Unido de Rusia (OKP), una organización estalinista, alineada con fuerzas fascistizantes en Rusia e internacionalmente y partidaria del Gobierno de Putin.

El World Socialist Web Site llevó a cabo una exposición sistemática de este evento reaccionario, que fue organizado por Altamira y Savas Michael-Matsas del Partido Revolucionario de los Trabajadores de Grecia (EEK) a partir de una política nacionalista y de derechas y un repudio a toda la historia de la Cuarta Internacional.

En el evento, el propio Altamira justificó la presencia de Darya Mitina, la secretaria de asuntos internacionales del OKP, como oradora destacada. “En la tribuna de hoy, ustedes han tenido una compañera que habla en nombre de la tradición del comunismo de Rusia, incluido el estalinismo… Y nosotros discutimos políticamente con estos compañeros para saber si todos juntos podemos dar un salto adelante y construir una Internacional…”.

El WSWS advirtió que, detrás del pacto del PO con los estalinistas rusos, se está preparando un eje profundamente reaccionario que implica una alianza con las corrientes nacionalistas burguesas e incluso de derecha”, cuyo objetivo es “subordinar a la clase obrera a la burguesía, precisamente en un punto de está surgiendo un resurgimiento de la lucha de clases en todos los continentes”.

El PTS recordó este episodio recientemente como evidencia de que los altamiristas son “prorrusos”. No obstante, el PTS no cuestionó este incidente hasta después de la ruptura del PO. Las polémicas postizas entre estas tendencias se pueden resumir, “Ojo, ustedes son más reaccionarios que nosotros”.

Política Obrera de Altamira respondió al PTS con un artículo la semana pasada defendiendo su conferencia de “refundación” de 2018, mintiendo descaradamente a sus lectores. Fue “interesante” celebrar “un debate con una ex stalinista, que integra un partido minoritario de oposición en la misma Rusia”, escriben. La “ex stalinista” Mitina dice orgullosamente que coloca flores en la tumba de Stalin dos veces al año. El intento de encubrir su política solo puede explicarse por su intención de mantener una alianza política con tales fuerzas.

De hecho, tan recientemente como junio de 2022, Osvaldo Coggiola, un historiador de la facción de Altamira en la ruptura con el PO, participó en una mal nombrada “Conferencia Internacional de Emergencia Contra la Guerra” organizada por el Centro Internacional Christian Rakovsky de Savas Michael-Matsas del EEK y comoderada por Darya Mitina. También participó prominentemente el esposo de Mitina, Said Gafurov, un exasesor de Putin.

Darya Mitina (segunda desde la derecha) con Vladímir Putin

Gafurov explicó que la posición oficial del OKP es que “Putin es nuestro aliado, ni más ni menos” en la lucha contra el “capital global”. Añadió que “fue la presión conjunta de la clase trabajadora en Ucrania y Rusia sobre Putin” que lo obligó a llevar a cabo su operación militar. Precisamente “este es el papel independiente de la clase obrera en Ucrania y Rusia… Deberíamos utilizarlo [a Putin] como parte de la lucha de clases internacionalista”.

Incluso antes de la conferencia, el Centro Rakovsky había llamado a los trabajadores a “no permanecer neutrales” y a luchar por la victoria militar de Rusia en la guerra, presentándola como una “lucha antiimperialista”.

Durante la conferencia, Coggiola no criticó estas posturas e insistió a estas mismas organizaciones proestalinistas que la tarea de refundar la Cuarta Internacional —evidentemente aún en alianza con el estalinismo ruso— “no ha sido puesta de lado”.

Estos intentos de presentar la invasión rusa de Ucrania como una lucha “antiimperialista” encajan con la perspectiva de una gruesa capa de nacionalistas pequeñoburgueses en Latinoamérica y otras regiones, basada en el antiamericanismo y en las ilusiones de un nuevo orden mundial “multipolar”. Los une su rechazo al papel revolucionario de la clase obrera como única respuesta a la guerra imperialista.

No hay nada progresista ni mucho menos antiimperialista en la “operación militar especial” de Putin en Ucrania. Es una respuesta reaccionaria al Estado capitalista que preside ante la presión militar cada vez mayor de EE.UU. y la OTAN. No pretende derrotar el imperialismo, sino preservar los intereses económicos de una clase gobernante de oligarcas rusos que se enriquecieron saqueando la propiedad previamente nacionalizada de la Unión Soviética. De este modo, las burguesías de Rusia y Ucrania comparten los mismos orígenes criminales.

“Una verdadera autodeterminación nacional para Europa”

Otro historiador que se unió a la facción de Altamira, Daniel Gaido, ha adoptado la posición de que “solo después del desmantelamiento de las instituciones militares y políticas que convierten a los países europeos en Estados vasallos del imperialismo estadounidense será posible hablar de una verdadera autodeterminación nacional en Europa, incluyendo la posibilidad de crear una federación a escala continental para evitar el estallido de futuras guerras”.

Según esta posición, que publicó en la revista International Critical Thought en marzo, cualquier lucha independiente de los trabajadores para derrocar al capitalismo y su sistema de Estados nación, que son los verdaderos orígenes de las guerras, está fuera de discusión. En su lugar, Gaido insinúa que los trabajadores de Francia, España y el resto de Europa deberían apoyar a sus respectivas burguesías para establecer una “verdadera autodeterminación nacional”.

En el contexto actual, esto significa someterse a las demandas de estas clases dominantes de hacer recortes sociales y otros ataques a los niveles de vida para financiar sus expansiones militares en curso y desafiar el poder de EE.UU. en Europa. Esta es explícitamente la línea adoptada por el presidente francés Emmanuel Macron, quien recientemente insistió en que Europa no puede ser un “vasallo” de Washington, incluso mientras despliega a la militarizada policía antidisturbios contra las masas en las calles que se oponen a su plan austero de pensiones.

Como expuso David North en su prefacio de 2018 a La herencia que defendemos, Gaido ya había avanzado un argumento similar en un ensayo de 2014 coescrito con Velia Luparello titulado “Estrategia y táctica en un período revolucionario: El trotskismo estadounidense y la revolución europea, 1943-1946”. Este ensayo insistía en que la Cuarta Internacional debió haber seguido la posición avanzada por la facción dirigida por Felix Morrow y Albert Goldman dentro del SWP estadounidense después de la Segunda Guerra Mundial: que no existía una situación revolucionaria en Europa aun cuando los trabajadores de todo el continente estaban armados y radicalizados por los crímenes bárbaros del capitalismo, y que el movimiento trotskista debió haberse convertido en un movimiento de reformas democráticas burguesas

Gaido argumentó que este fracaso en transformar la Cuarta Internacional en un apéndice de la democracia burguesa fue la verdadera fuente de las crisis posteriores a la Segunda Guerra Mundial en la Cuarta Internacional, y no los intentos una década más tarde de la tendencia revisionista dirigida por Michel Pablo de liquidar el movimiento trotskista en el estalinismo, la democracia burguesa y el nacionalismo pequeñoburgués.

“La esencia de este argumento es que el movimiento trotskista tuvo que haberse liquidado a sí mismo en la década de 1940”, escribió North. “Sus desafortunados esfuerzos por mantener un programa revolucionario poco realista lo condenaron a la ‘impotencia política’, y fueron la causa de las crisis posteriores en la Cuarta Internacional. El verdadero objetivo de este relato, propuesto por Gaido y Luparello, es trasladar la responsabilidad de las crisis de la Cuarta Internacional lejos de aquellos que trataron de liquidar el movimiento trotskista y atribuirla a aquellos que trataron de defenderla”.

Como explica North, Gaido hizo la vista gorda ante la perspectiva de clase representada por Morrow y Goldman, quienes rápidamente rechazaron la lucha por el socialismo y apoyaron el imperialismo estadounidense durante la guerra fría. Lo que su política y la de Altamira, el FIT-U y todas las demás tendencias que han roto con la Cuarta Internacional tienen en común es su hostilidad de clase hacia la revolución socialista.

La “equivocación” de una política proimperialista

Esto fue resumido en el único debate organizado por el FIT-U para descartar, de una vez por todas, sus discrepancias sobre la guerra en Ucrania como inconsecuentes. En este evento de mayo de 2022, el representante del PO, Pablo Giachello, criticó la “política proimperialista” del MST y el IS y concluyó: “Ojo, porque resulta que siempre se equivocan para el mismo lado. Entonces es indudable que existe una fuerte presión del imperialismo que se refracta al interior del movimiento obrero indudablemente y que como consecuencia de eso se refracta al interior de la izquierda”.

Si un partido siempre elige respaldar el imperialismo, no es una “equivocación”. Constituye su orientación de clase como una herramienta probélica del imperialismo. Y aquellos partidos que llaman a estas fuerzas “compañeros” y la “izquierda”, mientras se postulan en las mismas listas para las elecciones y en los sindicatos, son ellos mismos herramientas probélicas del imperialismo.

La respuesta de todas estas tendencias pseudoizquierdistas en Argentina y sus socios internacionales a la guerra en Ucrania ha demostrado su compromiso incondicional con la defensa del capitalismo, incluso cuando amenaza a la humanidad con una guerra nuclear, desarmando políticamente a la clase obrera y dividiéndola según líneas nacionalistas.

Despojados de su retórica “socialista”, solo quedan organizaciones y publicaciones que hablan en nombre de burócratas sindicales, académicos, agentes de ONG y otros elementos de la clase media acomodada que ven en las crecientes luchas de la clase obrera mundial contra la guerra, la inflación y la austeridad una amenaza a su riqueza y sus cómodas posiciones.

Éstas son las capas sociales reaccionarias atraídas a la política arraigada históricamente en el oportunismo nacional de Nahuel Moreno, quien rompió con el Comité Internacional a principios de los años 60, rechazando la necesidad de construir una dirección revolucionaria consciente en la clase obrera y buscando cualquier sustituto, desde caudillos nacionalistas burgueses como Juan Domingo Perón, hasta el guerrillerismo pequeñoburgués castrista y las coaliciones frentepopulistas con los estalinistas, todo ello con resultados desastrosos.

Los morenistas y sus aliados altamiristas no construyen organizaciones para luchar por el socialismo, sino que están dedicados a encadenar a la clase obrera a las burocracias sindicales nacionalistas y procapitalistas y a sectores de la burguesía. Hoy, estas tendencias pseudoizquierdistas representan la principal barrera entre los trabajadores de América Latina y el trotskismo, la única perspectiva que ofrece una forma de luchar contra la guerra.

En 1939, Trotsky escribió en su ensayo “El problema de Ucrania”, que a los oportunistas que emplean “frases izquierdistas” para apoyar tanto a nacionalistas como a los “frentes populares” en Ucrania “no se les debe permitir estar a una distancia de artillería del movimiento obrero”. Lo mismo aplica hoy en Ucrania, Rusia, Argentina y en todas partes.

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional es la única tendencia política en el mundo que lucha por construir un movimiento político de masas de la clase obrera y la juventud contra la guerra sobre una base socialista e internacionalista. La tarea más urgente hoy es construir secciones del CICI en toda América Latina y el mundo como la dirección necesaria para esta lucha.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de abril de 2023)

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