mpr21 Arturo Barea
Pocos o muchos, mal armados y peor alimentados, estos grupos de combatientes eran la República, eran la libertad. Eran ellos los continuadores de la voluntad heroica de los millares de combatientes caídos en los campos de batalla. Dolores Ibárruri («La Pasionaria»), 1948.
En junio de 1956, el Comité Central del PCE- con Santiago Carrillo e Ibárruri a la cabeza- emiten un manifiesto en el que muestran su disposición «a contribuir sin reservas a la reconciliación de los españoles» y «a terminar con la división abierta por la Guerra Civil mantenida por el general Franco».
¿Por qué el PCE pasa de apoyar abiertamente la lucha guerrillera a defenestrar a sus más acérrimos defensores?: 1) ¿Qué ha pasado en este tiempo para que cambie tanto la política mantenida por el PCE? y 2) ¿Cómo pueden reconciliarse- por ejemplo- las mujeres a las que los grupos de falangistas torturaban introduciéndoles barras de hierro candente en la vagina, con sus verdugos? Difícil reconciliación, ¿verdad?
Durante los primeros años de la década del 40, Europa estaba inmersa en la lucha contra el nazismo y los movimientos populares antifascistas dieron alas a pensar que en España ocurriría lo mismo: el avance de los aliados sobre España sería cuestión de semanas. La derrota de los nazis en Stalingrado, la rotura del cerco de Leningrado, Moscú o Kursk animaban a los antifascistas españoles. El franquismo, al igual que el nazismo, tenía las horas contadas.
Es llamativo un documento de los maquis del Comité Regional de Galicia el 25 de noviembre de 1949 que le hacen llegar a Stalin: «Miles de kilómetros separan esta Galicia mártir, indómita y luchadora del Moscú feliz y socialista, pero los comunistas de las ciudades y aldeas y de los destacamentos de guerrilleros queremos hacer llegar a usted, el testimonio del cariño que todo nuestro pueblo le profesa, nuestro saludo de combate y con ello asociarnos al homenaje que en su 70 aniversario rinde el gran pueblo soviético a su jefe y maestro y todos los pueblos del mundo al primer constructor del comunismo, defensor de los oprimidos y primer guardián de la paz.»
El PCE elimina a sus militantes díscolos.
La admiración que profesan los partisanos españoles por la URSS, pero también es recíproca. La URSS entrena a los mejores combatientes para enviarlos a España. Combatientes que se habían destacado tras las filas de la Werhmacht y que habían sido condecorados por sus acciones heroicas. Muchos de estos combatientes fueron apartados por la dirección del PCE, denunciados y finalmente, acababan con el peor de los finales: asesinados o entregados a la policía franquista, como parece que ocurrió con Julián Grimau o Joan Comorera.
Es el caso- por ejemplo- de Pelegrín Pérez Galarza, un mando del XIV Cuerpo Guerrillero que llegó al grado de capitán en el Ejército Rojo. En 1946 llegó a España para ayudar a la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA) pero murió en extrañas circunstancias en un tiroteo, aparentemente, con la Guardia Civil. Gracias a investigaciones fuera del PCE se ha podido saber que a Pérez Galarza lo asesinó el militante del PCE alias Capitán, jefe de la AGLA.
A este militante no se le puede preguntar por qué asesinó a su compañero porque- aparentemente- también lo asesinó la Guardia Civil en un tiroteo en Cañizares (Cuenca) en 1949. Otro caso es el del antiguo militante comunista Gabriel León Trilla- quien había sido acusado por Ibárruri y Carrillo- del fracaso de la invasión del Valle de Arán. Trilla era admirado por numerosos combatientes soviéticos y brigadistas internacionales. Fue asesinado en 1945 por dos militantes del PCE y desnudado en el Campo de las Calaveras de Madrid por orden de Carrillo. Sus ejecutores fueron detenidos por la policía franquista y ejecutados.
Toda iniciativa tomada fuera de las esferas de la dirección del PCE era vilipendiada. La acción sobre el Valle de Arán en 1944 fue duramente denunciada por la cúpula del PCE y acabó con el cabecilla de los maquis Jesús Monzón. Expulsado del PCE, Monzón fue detenido por la policía franquista, condenado a pena de muerte, finalmente se le conmutó por 30 años de prisión cumpliendo 13 en los campos de exterminio franquistas. Durante su estancia en prisión jamás delató a ninguno de sus compañeros.
Otro caso es el de Heriberto Quiñones, esposo de la militante comunista mallorquina Aurora Picornell (asesinada por un pelotón de falangistas en 1937). Aunque su nombre era español, se cree que nació en Bessarabia (Moldavia). Muy vinculado a los comunistas soviéticos y a los brigadistas internacionales que vinieron a España, fue miembro de los servicios de inteligencia republicanos y del XIV Cuerpo Guerrillero junto con Pérez Galarza.
Detenido en 1941. Fue fusilado al año siguiente en silla de ruedas al no poder mantenerse en pie por las torturas recibidas. El PCE lo defenestró y expulsó del partido por haber intentado reestablecer el partido comunista en el centro de España sin esperar las órdenes de los que estaban en un exilio dorado en Méjico o Francia.
Eliminación de arriba abajo.
Se ha hablado de las cúpulas. Pero si descendemos a cotas más bajas, podemos encontrar casos similares. Desde donde escriben estas líneas en la provincia de Guadalajara, actuaron las partidas de Amador Méndez de la Cruz (Amador) y Carlos Blanco Manso (Pepito de Guadalajara). Partidas que mantuvieron en jaque a la Guardia Civil hasta 1949. Supeditados al AGLA, parece que también fueron objeto de ataque por el PCE y, en concreto, por su jefe: Capitán. Un panfleto encontrado a un maqui del AGLA en Guadalajara el 7 de noviembre de 1949, dice sobre ellos:
«Sabemos también que muchos de vosotros habéis sido victimas de algunos elementos sin control, degenerados y sin escrúpulos, que, usando el nombre de guerrilleros, sorprendieron vuestra buena fe para dedicarse a una vida de lujo, de placeres, de borracheras. Tal es el caso de dos individuos que se hacían llamar “el Pepito y el Méndez”, a los que nuestra AGRUPACION ahorcará sin contemplaciones el día que caigan en sus manos por los crímenes que han cometido contra vosotros y por haber usado el glorioso nombre de nuestra AGRUPACION para actos tan viles.»
La Guerra de España no la terminó el franquismo.
Fuente:
Asesinado a manos de sus camaradas | El Norte de Castilla
El maquis en sus documentos. Francisco Aguado Sánchez.