El Sudamericano 25/10/25
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A 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán
La pregunta por la fundación de México-Tenochtitlán es una cuestión de fechas y símbolos, pero también y sobre todo, permítaseme decirlo o recordarlo, es una cuestión acerca del desarrollo cultural y civilizatorio.
Destruidos códices, intervenidas tradiciones, –códices y narraciones escritas por los frailes y aliados indígenas de Cortés interesados en obtener privilegios de la corona–, etcétera, la cuestión por los símbolos y por las fechas se vuelve una cepa simbólica, enmarañada e intervenida ideológicamente, dentro de la cual el que se interna parece girar en círculo o perderse en veredas hipotéticas, que o se imponen dogmáticamente o se proponen como interpretaciones posibles, múltiples, más o menos sugerentes, elegantes o estéticas, pero sin valor de verdad. De suerte que de nuevo no salimos de los efectos desreizantes, desveredificantes de la intervención ideológica invasora, destructora y desfiguradora de la civilización invadida y destruida.
Claro que no es imposible avanzar por esta senda harto empinada y por eso tiene mucho sentido aventurarse precisamente para limpiar este estercolero de Augías que prima en toda la cuestión selvática aludida. Pero evidentemente también para esta tarea es imprescindible ocuparse de la cuestión cualitativa real, más allá de símbolos y fechas, la del desarrollo cultural y civilizatorio iniciado o preparado por la fundación de la ciudad. Por eso he preferido seguir este camino para abordar el tema de la fundación de México-Tenochtitlán, tan poco abordada ante la multiplicidad de estudios cronológicos y simbólicos del evento.
La civilización de Anáhuac, original Olmeca-Maya, es anterior en más de 2000 años a su variante mexica, que dio inicio con la asunción del calendario solar por parte de Itzcóatl y Tlacaélel, quienes junto con Nezahualcóyotl [1] acolhuas y Totoquihuaztli tepaneca, fundaron la triple alianza a inicios del siglo XV, mientras la fundación de México-Tenochtitlán fue instituida a posteriori por el tlatloani Itzcóatl y su sabio sobrino Tlacaélel en 1325. Guiándose los mexica en ese entonces todavía por el calendario lunar.
Las leyendas de esta fundación y su sentido alegórico y teológico son múltiples, así como las fechas atribuidas a las mismas desde 1318 a la sexta década de ese siglo. Triple asunto que rodearemos no solo por su complejidad, sino sobre todo por encontrarse fuertemente intervenido por improntas españolas e indígenas proespañolas, comenzando por el Códice mendocino y la Tira de la Peregrinación elaborados a mediados del siglo XV que desfiguran el significado del evento, siendo tarea crítica por cumplir aún determinar con precisión un sentido auténtico más allá de una selva simbólica enmarañada e ideológicamente intervenida. Mientras tanto, es posible establecer con seguridad factores importantes del evento y sus consecuencias. Después de esta advertencia, analicemos dichos factores.
En 1325, el 26 de julio, el pueblo mexica obtuvo del Tepaneca permiso para arraigar en un islote del lago de Texcoco al que añadió Chinampas para ampliar el espacio habitacional y de producción agrícola. Fue el primer gran logro, pues una sociedad comunitaria pudo asentarse en un terreno determinado abriendo la posibilidad de florecer y lo hizo como una cultura comunitaria, sociedad y cultura comunitaria singular como todas las que han poblado nuestro planeta y han sido la base de todas las civilizaciones, o que sin desarrollar una civilización perviven hasta la fecha. Pero lo más importante a resaltar al respecto de ese primer logro es que dadas las condiciones ecológicas de Anáhuac, tanto sus ventajas comparativas, como el perfil de su precisa escasez, tenemos que esa sociedad y cultura comunitaria no podía desarrollar la ganadería como lo hicieran las culturas africanas y euroasiáticas, porque aquí no había ganado caballar, vacuno, porcino, caprino o lanar, sino que la sociedad comunitaria Anahuaca desarrolló directamente la agricultura.
Pero siendo la ganadería la base para que surja y se desarrolle la propiedad privada y luego con la agricultura esta se extienda, las culturas comunitarias euroasiáticas no pudieron desarrollarse en grandes civilizaciones, sino sobre la base de un desarrollo amplio de la propiedad privada y de las clases sociales que sometían pueblos también clasificados. Por eso las civilizaciones euroasiáticas son imperialistas y desarrollaron la guerra de aniquilación y las armas de metal y fuego necesarias a tal efecto. Pues la ganadería volvió de interés económico despojar completamente a un pueblo para asentar en su territorio ganado, en vez de personas, para acrecentar así la riqueza del ejército vencedor. Rasgo característico de las civilizaciones euroasiáticas hasta la fecha, como lo demuestra el genocidio en Gaza o los recientes ataques de Israel y Estados Unidos a Irán. Por lo que Civilización parece ser un sinónimo de propiedad privada, clases sociales y guerras, así como de oro y dinero.
Fuera de toda casualidad, resulta de sumo interés el hecho de que Platón en su República expone la autoconciencia legendaria que el pueblo griego guardaba del origen de la propiedad privada y la tiranía, la lucha de clases, la guerra y el imperio, cuando al relatar la historia del anillo mágico de Giges, –que le otorgaba riquezas y poder por la vía de volverlo invisible, etcétera–, Platón no identifica a Giges con un aristócrata ya poseedor de riquezas, como es el caso de Heródoto, en cuya narración se basa Platón, sino que lo asume en el relato de su personaje Glaucón nada menos que como un pastor, es decir, un gobernante de ovejas. Dice así: “un propietario privado inicialmente ganadero…” y la propiedad privada misma es glorificada fantásticamente por Platón en esta versión de la leyenda cuando narra un portento acaecido en el lugar de la propiedad privada de Giges, el sitio en donde Giges hacía pastar a sus rebaños.
Sucedió que después de una violenta tempestad y de un temblor de tierra, se agrietó el suelo y se abrió un abismo. –Nótese el cataclismo que operara la erupción de la propiedad privada en el mundo antiguo comunitario euroasiático–. Sí. Se abrió un abismo por el que Giges descendió hasta encontrar un cadáver gigante al que astutamente y sin respeto religioso ninguno, le quitó el anillo mágico que portaba aquel cadáver en el dedo. Fue precisamente bajo el reinado de Giges en Lidia a orillas del mar Negro, –pues a tanto lo llevó el anillo despojado al gigante muerto– que se acuñó por primera vez moneda de curso forzoso. Mientras que para la civilización de Anáhuac, tanto con la que la sociedad mexica entroncó y a la que desarrolló máximamente, todo esto fue desconocido, ajeno, precisamente porque carecía de sentido. Pues en ausencia de ganado, si despojabas a la gente de su tierra para apropiártela no podías enriquecerte con el crecimiento y multiplicación de ganado, sino que tenías tú mismo que trabajarla.
Por eso la economía, la política, la geopolítica, la diplomacia y hasta sus guerras fueron instrumentos para desarrollar y ampliar las alianzas comunitarias para el intercambio cultural, civilizatorio y económico entre pueblos. Nada que ver con un Imperio de todo lo cual La organización política de los pueblos de Anáhuac, obra fundamental sobre el tema escrita por Ignacio Romero Vargas Iturbide nos ofrece explicación y sustento suficiente. En fin, no aniquilar al vencido ni esclavizarlo, lo que tenía sentido era aliarse con él comunitariamente, para que contribuyera al sostenimiento de un ejército común que permitiera defender el perímetro de alianzas comunitarias ya logradas y de ser posible extenderlo, ya que este mercado comunitario en expansión acrecentaba el intercambio cultural civilizatorio y procreativo-genético del conjunto de confederaciones comunitarias –como descubriera Lewis Morgan en 1874, contra la feudalizante idea de Imperio forzadamente instaurada por los cronistas españoles–, haciendo crecer también el resto de alianzas comunitarias posibilitantes del florecimiento civilizatorio común. En definitiva, aunque no hubo ni propiedad privada, ni lucha de clases, sí había contradicciones sociales y, como afirmé: guerras entre pueblos. Pero no eran guerras de aniquilaciones como las de la civilización euroasiática, pues hasta las guerras estaban sometidas al carácter comunitario de la civilización de Anáhuac.
Y no solo era el caso de las guerras floridas y competitivas, sino de las reales, como demostró a cabalidad el insigne alumno de Morgan, Adolph Bandelier en su Sobre el arte de la guerra y el modo de guerrear de los antiguos mexicanos, publicado en 1877.
Así que la civilización de Anáhuac no solo es una de las seis civilizaciones originales del planeta con la Egipcia, la China, la Mesopotámica, la Griega y la Inca, sino que es divergente respecto de las civilizaciones euroasiáticas por ser una civilización comunitaria, mientras que aquellas son civilizaciones clasistas e imperialistas, levantadas sobre la base de la propiedad privada y la ganadería, etcétera.
La cuestión de fondo consiste en que ha sido tal el carácter no lineal del desarrollo histórico de la humanidad, no solo en lo relativo a las diversas culturas habidas y no solo en lo relativo a las diversas civilizaciones que ha fundado la humanidad, sino que existe propiamente dicha no solo una diferencia, sino una gran divergencia civilizatoria, entre el grupo de civilizaciones euroasiáticas que siguieron la vía ganadera de apropiación privada, clasista, imperialista, guerrerista y la civilización de Anáhuac siguió la vía de las alianzas comunitarias confederadas al modo de la Triple Alianza sobre la base de una organización política meritocrática y democrática como calpulicrática, –permítase el neologismo–, cuya cultura asume a los seres humanos como ubicados en el centro de las fuerzas ecológicas terrestres y las fuerzas cósmicas y precisamente como seres de flor y canto, así como de efímero paso por la vida, –con una actitud no propiamente estoica con la que a veces se la relaciona–, sino de sabia y gozosa glorificación de toda la naturaleza y de la esplendente existencia humana mundana, como lo revelan la poesía y la filosofía de Nezahualcóyotl que pudo rescatarse de la funesta destrucción civilizatoria de Anáhuac, efectuada sin recato ninguno, con orgullosa soberbia por Hernán Cortés, Fray Juan de Zumárraga y Fray Diego de Landa, solo por mencionar algunos de los alfiles o testaferros de la invasión española. Valga lo dicho, contra toda ‘leyenda rosa’ de la invasión que ellos llaman Conquista, –como les reclamara Fray Bartolomé de las Casas.
Y todavía algo más que es característico, tanto aquí como en Eurasia, África y Oceanía, hubo múltiples culturas comunitarias, pero en Eurasia se desarrollaron también sobre esta base varias civilizaciones, unas originarias y otras derivadas, más o menos enfrentadas entre sí hasta la guerra de aniquilación. Mientras en Anáhuac siguieron habiendo múltiples culturas: –maya, mixteca, acolhua, totonaca, mexica, tepaneca, etcétera–, pero una sola civilización compartida por todos.
Una sola civilización compartida por todos con una matemática, una geometría, una arquitectura y una ciencia calendárica-solar altamente desarrolladas que habilitaban a dichas diversas culturas para poder desarrollar una agricultura civilizatoria –o regida por los conocimientos científicos–, a fin de controlar no solo la semilla y el agua, como sucede con la agricultura empírica, sino el clima entero propicio para la siembra y la cosecha, en vista de alimentar a millones de seres humanos.
El mismo calendario solar y la misma matemática, la misma civilización que yo he bautizado como civilización Quetzalcoatl, –por ser la excelsa serpiente del cascabel la fuente de dicha civilización, como descubriera José Díaz Bolio en 1954–. Pues la sabiduría geométrica y matemática fue aprendida por los pueblos de Anáhuac, el Maya-Olmeca, en primer lugar, directamente del cuerpo de este animal y desarrollada en ciencia de cuya geometría y matemática pudo desarrollarse una estética serpentínea y con más precisión crotálica, lo mismo que su arquitectura.
No debemos entonces contabilizar solo el saqueo de riquezas llevado a cabo en Anáhuac por el imperio español, ni añadir solamente el asesinato, el magnicidio y el genocidio, perpetrados aquí por sus esbirros, más esclavitud, maltratos, despojos y abusos triseculares de todo tipo que acompañaron el transterramiento de la civilización europea en lo que tiene de positiva en estas tierras. La justicia histórica tiene que tomar en cuenta también que como resultado de la invasión española, militar, religiosa y geopolítica, tuvo lugar la destrucción casi completa, no solo de una excelsa civilización originaria, sino además de la única civilización comunitaria que ha existido sobre la tierra. La única carente de ganado, de dinero y de guerras de aniquilación y sus medios correspondientes. Valiosísimo logro humano único para contrarrestar la decadencia de la civilización mundial actual de carácter euroasiático. De modo que mucho de lo que fue en Anáhuac es meta futura para el mundo.
También, la única civilización que desarrolló la ciencia matemática y geométrica a partir de la observación holística ecológica directa de la naturaleza. Y los mexicanos somos muy afortunados de poseer el sentimiento justo. Justo en términos histórico-universales, de anhelar reconstruir en lo mejor posible aquella excelsa civilización a fin de obtener el mayor número de enseñanzas para un mejor futuro nuestro y de la humanidad civilizada.
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[1]. Nezahualcóyotl en náhuatl: Nezahualcoyotl ‘coyote que ayuna’; 28 de abril de 1402 – 4 de junio de 1472), fue tlatoani de Texcoco y una de las figuras más prominentes del México prehispánico. Junto con Itzcóatl de Tenochtitlan y Totoquihuatzin de Tlacopan, fue artífice de la Éxcān Tlahtolōyān (Triple Alianza) que dominó el centro de Mesoamérica durante el XV.