La grada de animación no es capaz de enfrentarse a Rusia

mpr21

 

Francia no tiene los medios financieros e industriales para sus ambiciones beligerantes y sus aspavientos imperialistas. El ejército francés es incapaz de sostener una guerra de alta intensidad, como la de Ucrania. “No debemos engañarnos a nosotros mismos; frente a los rusos, somos un ejército de animadoras”, confesaba un alto oficial a la prensa.

A fecha de hoy el ejército francés es puramente narcisista. Su objetivo es aparentar en los desfiles militares. No dispone de los recursos humanos y militares para llevar a cabo una ofensiva militar, ni contra Rusia ni contra cualquier otra potencia mundial.

“La economía de guerra: una comedia francesa”, titulaba una revista. La burguesía francesa no es capaz de fabricar pólvora, pero son maestros en decorar los escaparates para impresionar a los turistas.

La “economía de guerra” es un eslogan lanzado por primera vez en la feria Eurosatory en junio de 2022, por Macron que sigue pregonando que va a comprometer al país en el rearme. Sin embargo, Francia, como el resto de Europa, no es capaz de movilizar sus fuerzas productivas y su financiación para producir un equipo militar propio que satisfaga las exigencias de una economía de guerra.

Así lo corrobora un estudio reciente del equipo L’Éco à Venir, que reúne a una cuarentena de economistas del sector público y de empresas privadas. El estudio, que abarca tanto Francia como Europa, es categórico: “No tenemos ni la capacidad de producción ni la financiación» para desarrollar una economía de guerra”, concluyen.

Desde el estallido de la guerra en Ucrania, la Unión Europea ha aumentado su gasto militar en 100.000 millones de euros. Pero no para la construcción de nuevas fábricas de armas, sino para la compra de armas. Además, el 78 por cien de estas compras se realizaron fuera de la Unión Europea (incluido el 80 por cien en Estados Unidos, clasificado como principal país productor de armas, el 13 por cien en Corea del sur, el 3 por cien en Reino Unido y el 3 por cien en Israel).

Francia, por su parte, ha aportado menos del 12 por cien del 22 por cien restante de los 100.000 millones gastados en la compra de material militar, es decir, 2.600 millones de euros.

A pesar de la guerra en Europa, la fabricación mensual de armas y municiones en Francia ha aumentado sólo un 13 por cien.

Una economía de guerra se caracteriza por un fuerte aumento del gasto en defensa y por la orientación de los recursos hacia un objetivo esencialmente bélico.

La mejor manera de comprender una economía así es la movilización decretada por Estados Unidos entre 1941 y 1945. Los gastos militares aumentaron considerablemente, hasta alcanzar el 45 por cien del PIB, mientras que otros gastos públicos se redujeron a la mitad, cayendo al 7 por cien del PIB.

Una economía de guerra se caracteriza por la sobreexplotación de los trabajadores, que en Estados Unidos se tradujo en una ampliación de la jornada de cinco horas semanales de la jornada laboral en la industria, con, además, un aumento del 40 por cien del trabajo de las mujeres. Pero también por el aumento del déficit público hasta el 25 por cien del PIB y la duplicación de la deuda hasta el 120 por cien del PIB, a pesar de un aumento del impuesto sobre la renta hasta el 8 por cien del PIB.

Hoy los países europeos son eso que llaman “economía del sector servicios”, absolutamente incapaces de movilizar sus fuerzas productivas y su financiación para reorganizarlas en una economía de guerra.

Una verdadera economía de guerra requiere que los trabajadores paguen considerables impuestos adicionales, además del tributo de sangre, algo que en Europa hoy es imposible.

Lo único que cabe preguntar es si un país desindustrializado y endeudado podría hacerlo en un futuro más o menos lejano, algo que está por ver.

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