UPAL 19/09/25
Editorial de la Unión Palestina de América Latina – UPAL
Un soldado jordano retirado, al volante de un camión en el puente Al-Lambi, abrió fuego y apuñaló a colonos israelíes, matando a dos e hiriendo a otros. Un solo hombre, cansado de la humillación de su pueblo, actuó con la convicción de que la dignidad árabe no puede seguir enterrada bajo los escombros del silencio y la complicidad. Su acción no es un hecho aislado: es un síntoma del cansancio de las masas árabes frente a décadas de opresión, ocupación y traición de sus propios gobiernos.
La historia de nuestra región está llena de señales que anuncian este despertar. En 1920 y 1936, los palestinos ya se habían levantado contra el mandato británico y contra la colonización sionista. En 1948, tras la Nakba, millones de palestinos fueron expulsados de su tierra, pero desde los campos de refugiados en Líbano, Jordania y Siria nunca dejaron de resistir. En 1968, en Karameh, los fedayines palestinos, junto con soldados jordanos, enfrentaron al ejército israelí y demostraron que la supuesta “invencibilidad” del ocupante era un mito. En 1973, durante la guerra del Yom Kippur, Egipto y Siria recordaron al mundo que la dignidad árabe podía sacudir los cimientos del sionismo.
Sin embargo, tras esos destellos de valentía, llegó la época de los acuerdos vergonzosos: Camp David en 1978, Oslo en 1993, Wadi Araba en 1994. Cada firma fue presentada como “paz”, pero significó la consolidación de la ocupación y la legitimación de un enemigo que jamás renunció a su proyecto colonial. Los pueblos árabes, traicionados, observaron cómo sus dirigentes cambiaban la causa palestina por intereses económicos, favores políticos y protección extranjera.
Hoy, cuando Gaza sufre uno de los genocidios más crueles de la historia contemporánea, cuando Jerusalén sigue siendo colonizada casa por casa y mezquita por mezquita, y cuando los refugiados palestinos continúan privados de su derecho al retorno, el acto de un solo hombre en Jordania simboliza lo inevitable: la furia árabe comienza a despertar.
La pregunta es clara: ¿se quedará este despertar en un grito aislado o se transformará en un movimiento imparable? La responsabilidad recae en las calles árabes, en los jóvenes que no conocieron más que guerras y promesas incumplidas, y en las nuevas generaciones que miran a Gaza como ejemplo de dignidad.
La lección histórica es contundente: la ocupación nunca cae con discursos, solo con resistencia. La normalización con Israel no trajo paz, sino más sangre. Y la sumisión de los regímenes árabes solo prolonga la agonía de Palestina y de toda la región.
La furia árabe, aunque tarde, está en marcha. Y cuando los pueblos despiertan, los tiranos tiemblan.
Unión Palestina de América Latina – UPAL
19 de septiembre de 2025