La fábrica de guerras en serie

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Estados Unidos tiene el gasto militar más alto del mundo. Año tras año aumenta el presupuesto militar de manera desproporcionada. Su deseo de dominar militarmente el mundo lo ha impulsado a lanzarse a aventuras militares.

La fábrica de guerras en serie

El mayor cliente y proveedor de armamento provoca conflictos en todo el mundo. Impone su presencia militar directa o indirectamente, utilizando a otros como carne de cañón, es decir, evitando poner a sus soldados en la primera línea de combate debido al descrédito reciente por su incursión fallida en Afganistán.

La enorme inversión que Estados Unidos realiza en materia de seguridad tiene su justificación en las guerras que en la actualidad promueve y sostiene en todo el mundo. En Afganistán está su sombra, en Libia, en Siria, en Yemen, en Ucrania, en Palestina.

El caso de Ucrania es muy significativo. Este país eslavo fue armado hasta los dientes por EE.UU., la OTAN y la Unión Europea para fomentar un conflicto con su vecino Rusia. Prueba de ello es el gasto militar aprobado para 2022. El presidente estadounidense, Joe Biden, firmó la ley de aumento de gasto en defensa para 2022, un presupuesto de $760,000 millones cuyo destinado es hacerle frente a Rusia y China.

Estados Unidos necesita tener un abultado músculo bélico para sus aventuras militares. El gasto militar estadounidense para 2019 era igual al presupuesto militar de todo el mundo y 16 veces mayor que el de Rusia. Pasó de 707.000 millones de dólares a 725.500 millones, equiparable a los presupuestos militares del resto de países del mundo.

El mayor cliente y proveedor de armamento de todo tipo del mundo ha acelerado la carrera armamentista. Las razones son varias: una de ellas es que debe tener un buen surtido de armamento para abastecer el mercado bélico. Y otra, derivada de la primera, es que con el comercio de armamento las empresas de la guerra obtienen jugosas ganancias.

Las empresas de la industria armamentista de Estados Unidos son las más grandes y las que más se benefician con las guerras. De las 100 principales compañías pertenecientes a la industria armamentista en todo el mundo, 41 de estas empresas son estadounidenses, las cuales recibieron el 54 % del total de ventas del año 2020, unos 285.000 millones de dólares, un 1,9 % más interanual. Lo curioso es que estas ventas ocurrieron en plena pandemia, cuando el mundo estaba preocupado por la lucha contra el virus del covid-19.

Sin duda, para que el negocio de la industria armamentista no quiebre hace falta la existencia de conflictos y proveerles armas. Desde 2018, las cinco principales empresas de la industria armamentista son del país norteamericano. Son Lockheed Martin, Raytheon, Boeing, Northrop Grumman y General Dynamics.

Las guerras contemporáneas necesitan armas de todo orden. La industria armamentística estadounidense está interesada en tener presencia total en todos los conflictos, pues clientes como la OTAN, un bloque militar en constante expansión, necesitan lograr un dominio absoluto de la guerra, tal como aparece en la página web del Centro de Innovación o Innovation Hub, que presta sus servicios a la Alianza Atlántica sobre investigaciones de cómo usar la mente como arma, «la mente humana debería ser el próximo dominio de operación de la OTAN».

Por eso, la industria armamentista desarrolla proyectos en el ámbito espacial, de armas biológicas, guerra cognitiva y ciberguerra, porque la guerra total tiene que ser guerra híbrida en todos los terrenos. El objetivo no es otro distinto que controlar las cuatro esquinas del planeta Tierra y todo lo que en ella habita.

La guerra es un negocio macabro; y en la actualidad consiste en que Estados Unidos y la Unión Europea les regalan miedo a los países débiles para luego venderles supuesta seguridad a cambio de su soberanía y de sus recursos naturales.

Hay que ponerle fin. Hace falta el mundo multipolar para que exista el equilibrio geopolítico entre los países. Solo la paz, la convivencia, el respeto a la soberanía de los países, la autodeterminación de las naciones y la fraternidad entre los pueblos pueden acabar con el negocio redondo del imperio estadounidense, la guerra.

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