La desigualdad de ingresos y riqueza en Canadá alcanza un nuevo récord

Un campamento de personas sin hogar en Kitchener, Ontario, frente a la antigua fábrica de muebles Krug

Según un informe de Statistics Canada sobre la distribución de ingresos y riqueza publicado en julio, la desigualdad de ingresos alcanzó un récord histórico en el primer trimestre de 2025. Esto marca el cuarto aumento consecutivo interanual, una tendencia que comenzó con el inicio de la pandemia de COVID-19.

Statistics Canada define la brecha de ingresos como la diferencia en la participación del ingreso disponible entre los hogares en los dos quintiles superiores (el 40 por ciento más rico) y los dos inferiores. Esta brecha creció del 43,8 por ciento en el primer trimestre de 2021 al récord de 49,0 por ciento en el primer trimestre de 2025.

Los hogares con menores ingresos (el 20 por ciento inferior) fueron los más perjudicados. El ingreso disponible promedio de este grupo fue de 6.373 dólares en el primer trimestre de 2025. Fue el único grupo con salarios promedio en descenso, debido sobre todo a la debilidad del mercado laboral; los sectores de manufactura y minería fueron especialmente afectados. Los ingresos habrían sido aún peores de no ser por un ligero aumento de las ayudas gubernamentales, como la asistencia social y el seguro de desempleo.

Por contraste, los hogares con mayores ingresos (el 20 por ciento superior) fueron los más beneficiados. Fue el único quintil que aumentó su participación en el ingreso disponible respecto al año anterior. El ingreso disponible promedio de este grupo fue de 52.282 dólares en el primer trimestre de 2025, un aumento del 7,7 por ciento respecto al mismo trimestre de 2024. Los ingresos por inversiones —un componente clave de sus ingresos— aumentaron un 7,4 por ciento. Estas ganancias permitieron a este sector incrementar sus ahorros netos a un ritmo superior a la media, con un alza de 9,6 puntos porcentuales respecto al año anterior.

La situación económica de los hogares de ingresos medios (el 60 por ciento central) se mantuvo relativamente sin cambios. Su ingreso disponible promedio fue de 21.403 dólares en el primer trimestre de 2025, frente a 20.402 dólares en el primer trimestre de 2024. Este aumento se debió principalmente a incrementos salariales moderados. Las ganancias por inversiones de este grupo disminuyeron ligeramente respecto al año anterior. Su participación en el ingreso disponible cayó en 0,6 puntos porcentuales.

Estrechamente relacionada con la desigualdad de ingresos se encuentra la desigualdad de riqueza. A lo largo del tiempo, la desigualdad de ingresos impulsa y amplifica la desigualdad de riqueza. Los hogares con altos ingresos pueden ahorrar e invertir, mientras que los hogares de bajos ingresos deben gastar sus ingresos disponibles en necesidades básicas.

En Canadá, los hogares más ricos acaparan la mayor parte de la riqueza del país. El 20 por ciento más rico representa casi dos tercios (64,7 por ciento) del valor neto total, con un promedio de 3,3 millones de dólares por hogar. Esto representa un incremento de riqueza superior al promedio, del 3,1 por ciento respecto al primer trimestre de 2024. Sin embargo, el 20 por ciento inferior de los hogares tuvo un patrimonio neto negativo de -1.644 dólares, ya que sus deudas y pasivos superaban el valor de sus activos. Dado el alto costo de vida en la mayoría del país, muchos de estos hogares están a un salario de distancia de la bancarrota.

Detrás de las cifras se perfila un panorama alarmante: una sociedad sumida en una crisis social en espiral. Los precios de la vivienda y los alquileres por las nubes, especialmente en los grandes centros urbanos, siguen dejando a muchas familias fuera del mercado de la vivienda, alimentando la falta de vivienda y el estrés financiero. En Toronto, la ciudad más grande del país, la población sin hogar se ha duplicado en los últimos tres años y medio.

Según una encuesta realizada recientemente por Pollara Strategic Insights, el 23 por ciento de los canadienses afirma no tener suficiente dinero para comprar alimentos. Un número récord de personas recurre a los bancos de alimentos mientras las presiones financieras se intensifican. Más de dos millones de trabajadores buscan ayuda todos los meses, muchos de ellos por primera vez. Un tercio de los necesitados son niños. El sistema de bancos de alimentos se encuentra al borde del colapso: el año pasado, un tercio de estas organizaciones no pudo satisfacer la demanda.

La respuesta de la prensa al último informe de Statistics Canada ha sido apagada y predecible. Los periódicos de orientación liberal apelaron al gobierno liberal de Mark Carney para que reforme el sistema fiscal haciéndolo más progresivo, aumente los beneficios para los sectores más desfavorecidos y construya viviendas asequibles. Las organizaciones pseudoizquierdistas hicieron llamados similares, y además sostienen que la solución pasa por aumentar la tasa de sindicalización de los trabajadores.

Estas apelaciones son engañosas y políticamente fallidas. Cabe preguntarse: ¿cuál es la trayectoria económica e histórica que ha llevado a esta situación? Es cierto que la pandemia de COVID-19 ha acelerado las tendencias económicas actuales, pero el camino ya estaba trazado desde hace décadas.

Tras la disolución de la Unión Soviética a manos de la burocracia estalinista en 1991, predominó en América del Norte una atmósfera de triunfalismo capitalista. En Estados Unidos, el gobierno demócrata de Bill Clinton se movió rápidamente para desmantelar el Estado de bienestar. Forzada a hacer concesiones más amplias a la clase obrera en el periodo de posguerra que su vecino del sur debido a su relativa debilidad y al aumento de las luchas obreras, la burguesía canadiense debía ahora demoler ese legado de programas sociales más extensos.

La contrarrevolución social comenzó en serio cuando el gobierno liberal de Jean Chrétien implementó enormes recortes al gasto social a mediados de los 1990, a pesar de registrar superávits presupuestarios. El proceso continuó bajo el mandato de Paul Martin, antiguo ministro de Finanzas de Chrétien. En los primeros años del siglo XXI, los liberales se concentraron en reducir los impuestos corporativos y personales, así como los impuestos sobre las ganancias de capital. El gobierno conservador de Stephen Harper continuó con esta política de exenciones fiscales generales. Durante la crisis financiera de 2008, el gobierno transfirió decenas de miles de millones de dólares a los grandes bancos del país. Durante el pico de la crisis pandémica en 2020 y 2021, el gobierno liberal de Justin Trudeau canalizó cientos de miles de millones de dólares a los grandes bancos y corporaciones con el pleno respaldo de sus “socios” del aparato sindical y del Nuevo Partido Democrático (NDP).

Aunque no de forma lineal, la brecha entre riqueza e ingresos se amplió durante este periodo. Esto no fue consecuencia de políticas erróneas, sino el resultado de intereses de clase bien definidos, expresados mediante la aplicación despiadada de una agenda de guerra de clases por parte de la élite dominante contra la clase trabajadora. En cada etapa, tanto los gobiernos liberales como los conservadores garantizaron que los intereses de las grandes corporaciones y de las capas acomodadas estuvieran protegidos. Los trabajadores, por el contrario, recibieron aumentos salariales impuestos por los sindicatos que quedaron por detrás del crecimiento de la productividad y, en ocasiones, de la inflación.

La burocracia sindical ha sido un mecanismo clave para hacer cumplir esta ofensiva de la clase dominante, ya que se ha encargado de desmovilizar sistemáticamente toda oposición obrera mientras la desigualdad social se disparaba durante las últimas cuatro décadas. Su base nacionalista y orientación procapitalista implican que su primera lealtad es hacia el Estado. Estas burocracias mantienen estrechos lazos con el NDP y los liberales. Han elogiado al exbanquero central Carney como defensor de los “empleos canadienses”, mientras él continúa la política de su predecesor Trudeau —quien prohibió numerosas huelgas, incluyendo la de Canada Post— criminalizando la huelga de las sobrecargos de Air Canada.

La principal preocupación de la cúpula bien remunerada de las burocracias sindicales es defender sus propios privilegios, que dependen de la asociación corporativista con el Estado y las grandes empresas. En la etapa actual del desarrollo económico, los sindicatos no representan un baluarte contra la desigualdad. Su época de esplendor —cuando encabezaban luchas militantes dentro del marco del Estado nación— pertenece a un pasado lejano. Hoy en día, las huelgas aisladas a un solo país o a una industria específica no pueden ser eficaces ante el poder de las corporaciones multinacionales.

La economía canadiense enfrenta fuertes vientos en contra debido al aumento del endeudamiento, el estancamiento de la productividad laboral, los efectos de las guerras comerciales y crecientes tensiones entre potencias imperialistas en el contexto de una nueva redivisión del mundo. La élite dominante en Canadá está desesperada por alcanzar algún tipo de acuerdo con el gobierno fascista del presidente Donald Trump, que considera la mejor vía para fortalecer su participación en la guerra en defensa de los intereses depredadores globales del imperialismo canadiense. Pero mientras Trump amenaza con anexar Canadá como parte de los preparativos del imperialismo estadounidense para una guerra mundial cada vez más amplia, el nuevo gobierno liberal está profundizando sus vínculos económicos y militares con el imperialismo europeo como medida de protección.

Las cuestiones de guerra y desigualdad están intrínsecamente conectadas. Los liberales de Carney han destinado 9.000 millones de dólares en nuevo gasto militar para 2025-2026, prometiendo alcanzar el objetivo del 2 por ciento del PIB exigido por la OTAN. Carney también respaldó una nueva promesa de aumentar el gasto militar al 5 por ciento del PIB para 2035. Inversiones de tal envergadura requerirán un asalto total contra lo que queda de la sanidad, la educación y otros programas sociales de los que depende la clase trabajadora. A medida que se desarrolle la guerra imperialista global, se exigirá a los trabajadores pagar no sólo con dinero, sino también con sangre.

Los trabajadores deben rechazar el programa de austeridad y guerra. El único camino progresista es luchar por dotar a la clase obrera de un programa socialista e internacionalista con el cual lanzar una contraofensiva industrial y política contra el capitalismo, la causa fundamental de la desigualdad y la guerra.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 2 de septiembre de 2025)

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